miércoles, 21 de diciembre de 2011

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 20/01/2012. Un abrazo!

Los que saben sin saber que saben

No hay profesional experto que no tenga un conocimiento muy profundo de la naturaleza humana, aunque no sepa cuánto sabe.

Si bien estamos determinados y carecemos de libre albedrío, algunas personas se equivocan menos que otras, algunas personas poseen una calidad de vida elevada y duradera mientras otras tienen menos suerte.

La casi totalidad de lo que llamamos «inventos» no son más que plagios que los humanos inventores hacemos de soluciones propias de la naturaleza.

Es muy interesante conocer sobre esos inventos porque la mayoría de las veces los inventores saben de la naturaleza más de lo que ellos creen.

La abogacía, la escribanía, la economía y casi todas las ciencias humanísticas, abundan en conocimientos sobre nuestra especie aunque los que más saben de esas ciencias, «no saben que saben»: los mejores profesores y profesionales cultivan su destreza para conocer la esencia humana, las intenciones, las mentiras, las trampas, los caprichos, pero lo hacen indirectamente.

Existe el prejuicio de que los que más sabemos de psicología somos los psicólogos, pero es falso. Muchos profesionales saben inclusive más que nosotros, pero tienen esos conocimientos fuera del área operativa de sus mentes.

Ya sea directa o indirectamente, es una buena suerte conocer y entender al ser humano. No sólo para entendernos a nosotros mismos sino también para poder desplegar una beneficiosa y gratificante vida social.

Pero no solamente los profesionales de las ciencias humanísticas saben del ser humano. Los ingenieros informáticos desarrollan sus programas tratando de que sean comprensibles para los usuarios y también tratando de entender cómo razona la mente para copiar los procesos inteligentes y automatizarlos informáticamente.

Les paso dos datos curiosos de nuestra mente:

— Entendemos muy bien la muerte ajena pero no la propia; y

— Entendemos muy bien nuestro derecho a la propiedad pero no el derecho ajeno (1).

(1) El fútbol también simboliza el robo

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martes, 20 de diciembre de 2011

La delincuencia medicamentosa

Los delincuentes tienen un rol social que se pone de manifiesto cuando nuestro cerebro carece de otras preocupaciones excitantes.

Para gozar del pensamiento científico hay que privarse de la pasión que sentimos cuando apoyamos fervorosamente un hecho, una idea, una creencia.

Amar un equipo de fútbol, por ejemplo, es maravilloso porque trasladamos a un terreno virtual, lúdico, imaginario, el dramatismo real que tiene la existencia.

La incertidumbre que sufrimos durante noventa minutos de juego puede mortificarnos tanto como la incertidumbre laboral, pero nos complace saber que cualquiera sea el resultado, nada de vida o muerte podrá ocurrirnos.

El pensamiento científico también es virtual y lúdico, pero se realiza prescindiendo del placer inmediato, implica privarse en todo lo posible de las preferencias personales y hasta luchar contra ellas cuando alguna evidencia nos disgusta.

Me molesta la evidencia según la cual los delincuentes perjudican la calidad de vida de la sociedad. Todas sus modalidades son negativas y por esto se les denomina genéricamente delincuentes, malvivientes, malhechores, bandidos.

En la búsqueda de placer mediante el pensamiento científico, puedo pensar y compartir con usted que este grupo de personas cumplen un rol impuesto inconscientemente por la ciudadanía.

¿Y por qué les encargamos que nos molesten de la peor manera?

La respuesta es ilógica como corresponde a la dinámica psíquica: la mente necesita estar en conflicto y los delincuentes comienzan a ser notorios cuando colectivamente carecemos de otros excitantes.

Para que nuestro cerebro funcione bien, necesita un mínimo de estrés sin el cual se descompensa, trabaja mal, genera insomnio, angustia, ansiedad, irritabilidad, apatía.

En suma: Cuando no tenemos conflictos de otra especie (guerras, epidemias, cataclismos) que exciten suficientemente nuestro sistema nervioso, utilizamos las actividades delictivas siempre presentes para que nos provoquen (exciten) miedo, furia, odio, deseos homicidas para hacer justicia por mano propia.

Artículos vinculados:

Las soluciones para la delincuencia son primitivas

Los delincuentes, si no emigran, mueren delincuentes

Los impuestos desestimulantes 

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lunes, 19 de diciembre de 2011

Domingo por la tarde

El aburrimiento ocurre cuando nos quedamos sin necesidades ni deseos. Aunque parezca mentira, la saciedad es un verdadero problema.

El tedio es un malestar moderado que se torna penoso cuando se prolonga en el tiempo.

Una de las ventajas de la vida conyugal es la de contar con un culpable genérico, específico, identificable, de todas aquellas frustraciones cuya responsabilidad no es oportuno asumir.

Por culpa del cónyuge no hemos terminado nuestros estudios, tenemos ingresos miserables, nos cargamos de hijos (dos), y los domingos son más aburridos y rutinarios que cualquier día laboral.

Si bien aburrirse sólo es molesto, el aburrimiento en compañía parece potenciarse y el voltaje de agresividad prospera.

El hastío ocurre por un desbalance entre las necesidades-deseos y aquello que los satisface.

Aunque suena paradójico, un alto porcentaje del fastidio que provoca el tedio ocurre por falta de necesidades y deseos.

¿Pasamos toda una vida tapando el angustiante agujero de las necesidades y remendando las frustraciones a nuestros deseos insatisfechos para que nos sintamos mal cuando esto ocurre? Respuesta: sí.

Lo que está fallando es la evaluación, la escala de valores, el criterio con que determinamos que algo es bueno o algo es malo.

Esos insoportables domingos por la tarde se viven con más calma cuando asumimos que felizmente «mañana es lunes» y que la biblia se equivoca: el trabajo no es una condena eterna porque Dios es tan necio que se enojó por un pecadito insignificante (comer una manzana ¡qué despropósito!).

Lo que realmente falló fue la crónica bíblica. Los hechos ocurrieron de otra forma. Dios es mentalmente sano y cuando vio que Adán se comía la manzana, pensó: «¡Caramba! Mis creaturas son imperfectas, ¡me equivoqué!».

Rápidamente se consoló pensando: «Bueno, no se equivoca quien no hace nada», y dejó de autoflagelarse como hacemos sus imperfectas creaturas.

Artículo vinculado:

El sufrimiento por «saciedad extrema»

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domingo, 18 de diciembre de 2011

La sensibilidad de una verdadera princesa

Contra todo lo imaginado, el enorme palacio tenía muy poca intimidad a pesar de la cantidad de habitaciones que lo componían.

El arquitecto italiano fue contratado por su fama pero nunca había construido una edificación de piedra.

Pocos ingenieros de aquella época sabían que los materiales más duros trasmiten el sonido con increíble nitidez. Para aplacar la acústica tuvieron que desplegar cortinados también donde no había ni ventanas ni puertas.

Llegó a este castillo una mujer joven bajo una fuerte lluvia. Fue recibida con la hospitalidad clásica ofrecida a los caminantes aunque con cierto recelo porque esta era la primera mujer que llegaba en tal condición.

Por la excepcionalidad del caso, rápidamente fue informada Rebeca, quien quiso conocerla.

La joven era extraña porque su forma de hablar y la delicadeza de sus manos no condecían con lo que se esperaba de alguien que deambulaba por tan peligrosos territorios.

Para aumentar aún más la intriga, la chica dijo con incuestionable firmeza, que era la princesa Fulana (no recuerdo su nombre).

Rebeca quedó especialmente confundida porque sus esfuerzos por encontrar una princesa que fuera desposada por su hijo Umberto venían siendo desafortunados.

En voz muy baja le preguntó a la cocinera cómo hacían sus antiguos amos para distinguir a una princesa de una plebeya y la respuesta de la cocinera fue aún más sigilosa e inaudible.

Cuando a la mañana siguiente se reunieron para desayunar, Rebeca se sentó junto a la muchacha a quien, con tono de indiferencia, le preguntó si había dormido bien.

La chica le respondió, con algo de pereza, que sólo había sentido una leve molestia en la espalda ante lo cual los ojos de Rebeca se llenaron de entusiasmo y rápidamente inició las gestiones para que la boda se concretara.

Cuando llegó su mejor amiga para ayudar en los preparativos, no demoró en preguntar sobre el linaje de la desconocida. La futura suegra le informó que había dispuesto que la cama de la muchacha tuviera siete gruesos colchones de lana apilados sobre un grano de maíz que la joven pudo percibir.

La amiga respiró satisfecha porque sabía que sólo una princesa tiene tanta sensibilidad corporal.

Nota: Como habrán observado, este relato es una versión del cuento infantil La princesa y el frijol escrito por Hans Christian Andersen (Dinamarca, 1805 - 1875) y que puede leerse en este sitio.

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sábado, 17 de diciembre de 2011

La necesidad de recibir y de dar

Los humanos sólo amamos a quienes nos brindan algún tipo de utilidad, ya sea dándole satisfacción a nuestra necesidad de recibir o DE DAR.

Nuestras necesidades de integrar un grupo se satisfacen de una manera similar a la alimentación. Los amigos son, metafóricamente, tan necesarios como un alimento y hasta como el mismo aire.

Nos alimentamos con lo que más nos agrada de lo que podemos conseguir. Dicho de otro modo: del conjunto de alimentos que están a nuestra disposición, comemos los más sabrosos y que digerimos con mayor facilidad.

La necesidad de integrar un grupo suele estar predeterminada por la familia. Existe el convencimiento de que los padres, hermanos y demás familiares son nuestros amigos naturales, lo cual no es así. Un extraño puede ser más querido que la propia madre, por poner un ejemplo que contenga a cualquier otro.

El sentimiento que nos une a esa o esas personas es el amor y el amor es una forma especial de necesidad que se mantiene en tanto el otro nos sirva, nos sea útil, podamos contar con él. Si no se cumple esta condición, no hay amor ni amistad ni parentesco. El núcleo del afecto es la utilidad que nos brinda efectivamente el ser querido.

La interpretación inicial de este concepto suele despertar la idea de egoísmo, utilitarismo, materialismo, y no está mal que así se interprete, pero no sería justo olvidar que los seres humanos también somos consumidores de necesidades.

También amamos a quien nos entrega sus carencias, lo que le falta y es por «tener que ayudarlo» que lo amamos entrañablemente, tanto como a quien nos entrega generosamente lo que necesitábamos.

En suma: Los seres humanos amamos sólo a quien nos sirve, ya sea dándonos lo que a nosotros nos falta como pidiéndonos lo que necesita.

Artículo vinculado:

Mi mejor posesión, es lo que me falta

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viernes, 16 de diciembre de 2011

Las madres a veces se cansan

Los varones tenemos una baja participación biológica en la conservación de la especie pero la cultura nos obsequia un rol protagónico.

La salud mental de un adulto depende del vínculo que tuvo con sus padres.

En otro artículo (1) les contaba que la figura paterna (imagen psíquica que todos tenemos y que condensa varias características que observamos o imaginamos de nuestro padre biológico) contiene ese conjunto de normas que tenemos que cumplir en contra de nuestra voluntad para que los demás nos acepten y no nos castiguen: portarnos bien, respetar las normas (leyes), ser educados, más una interminable lista de molestias.

También les dije en otro lado (2) que el padre es quien interviene para que los cuidados maternos disminuyan prematuramente pues este señor pretende recuperar a su mujer lo antes posible para saciar sus deseos carnales.

Sin embargo vale la pena dudar de que todo esto sea así.

Anteriormente he comentado (3) que en nuestra especie es la hembra la que determina cuándo copular, si bien no posee un período de celo como las demás hembras de otras especies mamíferas.

También he dicho (4) que la naturaleza ha sobrecargado a las hembras en compromiso biológico para conservar la especie, mientras que los machos tenemos que ser presionados por la cultura para que seamos más colaboradores.

Todos estos hechos, observados con la incorporación de los comentarios precedentes, pueden llevarnos a pensar que es la mujer la que utiliza al varón para ser fecundada, también para que él haga los trabajos pesados del hogar (acarreos, reparaciones, disciplinar a los hijos) y para que figure ante estos como quien comete la maldad de privarlos de la madre por razones egoístas, eróticas, lascivas.

Los niños creemos que fue papá quien nos dejó sin mamá porque no admitiríamos que la teníamos cansada.

1) La oposición de intereses bajo control
2) Protegerse dentro de una idea fija
3) La violación metafórica
4) El embarazo de ambos sexo


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jueves, 15 de diciembre de 2011

El agua tibia y cómo lograrla

El ajuste de nuestra conducta social suele entrar en una escalada de reiteradas compensaciones cada vez más exageradas.

Para lograr la temperatura adecuada del agua que usaremos para tomar una ducha, solemos beneficiarnos, sin saberlo, de que el recurso hídrico es limitado.

Cada uno tiene su técnica: algunos comienzan por abrir la canilla del agua fría para ir agregándole temperatura abriendo la del agua caliente. Otros, por el contrario, comienzan abriendo la canilla del agua caliente y tratan de bajarle la temperatura agregándole agua fría.

Este proceso podría terminar inundando un barrio entero si no fuera porque la cantidad de líquido del que disponemos es limitado.

Para regular nuestros deseos prohibidos aplicamos un procedimiento similar al que usamos para preparar agua tibia, con el inconveniente que no contamos con el resguardo de la escasez de recursos pues la capacidad de exageración de los seres humanos casi no tiene límites.

Esta es la causa principal de muchos dolores de cabeza, angustia y conductas que nadie entiende.

El hecho que provoca mayores desajustes en esta búsqueda desesperada del agua tibia (sentimientos y conductas equilibradas), es la prohibición del incesto.

Pondré un ejemplo de varón porque me resulta más fácil de explicar tan sólo siendo autobiográfico.

— El niño desea a su mamá. Primero la necesita por los cuidados que ella le brinda pero luego desea casarse con ella.

— En este plan, el niño quiere echar a su padre de la casa.

— La lucha es muy despareja y el niño tiene que disimular su rechazo al dueño de casa.

— El pequeño duda si estará disimulando bien y comienza a idealizarlo, hacerse amigo, quererlo.

— Siente que el padre realmente es un enemigo. Piensa y desea ser violado por ese monstruo.

— Al percibirse con deseos homosexuales, sobreactúa como muy macho, ...

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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los primeros aprendizajes

Los seres humanos inventamos guiones que relatan nuestra existencia (1) y consumimos cuentos infantiles para enriquecerlos, absorber tradiciones, nutrirnos con enseñanzas y criterios morales.

Repasemos datos básicos:

— Caperucita Roja quiere visitar a su abuela que vive del otro lado del bosque.
— La madre le dice que tenga mucho cuidado con el Lobo Feroz.
— La niña va de todos modos, el maligno animal la engaña y la come.

Veamos qué podemos suponer que nuestro inconsciente opina hoy sobre esta historia que todos hemos recibido durante la niñez.

— La niña no se viste para pasar desapercibida (camuflada con los colores del bosque), sino que utiliza un ropaje para llamar la atención.

— Simbólicamente, el color rojo significa peligro y pasión sanguínea.

— El árbol clásicamente simboliza al ser humano. Por lo tanto el bosque simboliza la sociedad. En el relato, la madre le dice (y nos dice a todos los lectores): «Ten cuidado con la sociedad porque es peligrosa», lo cual es un poco cierto pero como recomendación para un niño, pudo generarnos un recelo exacerbado a los adultos que hoy vivimos con una sensación de inseguridad que las estadísticas «apagan con nafta».

— No es muy sutil la sugerencia de que el varón (el lobo) es un bicho peligroso. Las niñas que escuchan estas enseñanzas pueden formarse una idea bastante negativa del sexo opuesto y observen esto: el varón tiene un rol tradicional de proveedor. Si «ella» piensa que «él» es peligroso, en muchos casos él, con mentalidad proveedora, tratará inconscientemente de no defraudarla.

— Muchos lectores de «la caperucita roja que fue comida por un lobo», tienen como mascota, aún en su vivienda de 25 metros cuadrados, un lobo, es decir, un perro dotado del mismo ADN del lobo. ¿Querrán dormir con «el enemigo»?

(Llegué a las 300 palabras: le concedo la reflexión final).

(1) Nuestra novela y nuestro protagonismo

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martes, 13 de diciembre de 2011

El sueño de la autodeterminación

Es un espejismo, ilusión, sueño, suponer que actuamos libremente. La naturaleza «hace y deshace».

Uno de mis referentes intelectuales predilectos, Groucho Marx, dijo: «Todos los hongos son comestibles. Algunos sólo una vez».

Sobre gustos no hay nada escrito: algunos se emocionan con “El lago de los cisnes” interpretado por la compañía de ballet rusa Bolshoi y a mí se me caen las lágrimas reflexionando sobre esta breve frase.

Aunque los gustos no tienen explicación, compartiré contigo qué me excita de este breve pensamiento que hasta puede causar gracias y provocar la risa.

El gran filósofo plantea un giro de 180º para decir que «algunos hongos son venenosos». Pasa de la idea clásica según la cual algunos no deben ingerirse a expresar con total seguridad que «todos pueden comerse», lo importante para él es que algunos no admiten una segunda vez.

¿Quién decide que algunos hongos no pueden comerse dos veces? ¡La naturaleza! Estamos ante un caso de clarísimo determinismo (1).

Dicho de otra forma: cualquier animal (humano incluido) puede comer todos los hongos que quiera, pero la naturaleza determina que algunas especies no admiten reiteración.

Cuando de comer hongos se trata, nuestra inteligencia puede entender fácilmente e inclusive encontrar formas sabias, ingeniosas y hasta divertidas de decirlo, pero cuando ocurre lo mismo en otras circunstancias, el cerebro no entiende, se confunde, se vuelve ciego, sordo y mudo.

Me explico: Lo que llamamos opciones del libre albedrío no son otra cosa que «decisiones de la naturaleza».

Así como no podremos comer algunos hongos una segunda vez, tampoco podremos:

— dejar de creer en Dios si creemos en Él,
— votar a un candidato nazi,
— practicar nuestra homosexualidad reprimida,
— denunciar en voz alta a quien atrevidamente ignora una fila de espera,
— evitar enfermarnos practicando la medicina preventiva,
— cuestionar nuestros prejuicios,
— (tampoco podremos … otras cosas).

(1) Blog destinado al libre albedrío y al determinismo

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lunes, 12 de diciembre de 2011

La lectura imposible de las nuevas ideas

Muchas personas leen pero con muy baja «comprensión lectora», esto es, imaginando el contenido del texto mientras lo leen distraídamente.

Los ingenuos responsables del Diccionario de la Real Academia Española aseguran que por analfabetismo debe entenderse «Falta de instrucción elemental en un país, referida especialmente al número de sus ciudadanos que no saben leer.»

Como he mencionado anteriormente (1), los gobernantes más inteligentes y mentalmente sanos harán lo posible para que sus gobernados no sean ni ilustrados ni valientes, lo cual equivale a decir que los gobernantes que no quieren tener problemas en su complicada gestión, tratarán disimuladamente de que la población esté compuesta por analfabetos y cobardes, aunque haciéndole creer a todo el mundo que hacen lo posible por revertir esa condición.

Puesto que la mayoría de los gobernantes son inteligentes y mentalmente sanos, logran sus objetivos a satisfacción.

En lo que a cobardía se refiere son exitosos porque logran que todos seamos lo más individualistas posible lo cual nos convierte en algo que llamaré cobardes funcionales, esto es, personas que por no complicarse la vida, por no meterse en lo que no les concierne directamente, miran para otro lado, no denuncian, callan, se alejan del lugar de los hechos, nunca ven ni oyen nada.

Otro de los objetivos que logran a satisfacción, refiere al analfabetismo funcional, consistente en que los ciudadanos no logran leer a pesar de saber cómo se hace.

El funcionamiento mental consiste en leer las primeras diez palabras, luego imaginar qué dirá el resto evocando la idea más grata a su gusto y suponiendo que el resto del texto no hará más que repetir lo que desearían leer por segunda vez.

Gracias a este funcionamiento los ciudadanos estarán impermeabilizados contra cualquier idea novedosa, alternativa, diferente a la ideología patrocinada por el gobernante exitoso.

(1) La falsedad imprescindible

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domingo, 11 de diciembre de 2011

Walter y Mariana

Se habían mirado sin llamarse la atención hasta que las vueltas de la vida hicieron que se encontraran a once mil kilómetros de distancia como compañeros de clase.

Ahí se enteraron que amaban el cine, que habían visto varias veces muchas películas y para enterarse de todo eso, consumieron varios cafés en el bar universitario.

En el baile de «Bienvenida a los nuevos estudiantes» algo causó un shock en el cerebro de Walter que hubiera desintegrado cualquier electroencefalógrafo: Mariana no usaba sostén.

Ella demostraba intereses solo por estudiar, aprender a dirigir filmaciones, saberlo todo sobre «el séptimo arte».

Él parecía no tener ningún interés en estudiar nada que no fuera el cuerpo de Mariana, sus gestos, los gustos, las opiniones.

Fui analista de ella y puedo decirles que ardía de deseos por Walter, pero algo de su instinto le decía que debía aparentar desinterés.

Cuando en las vacaciones de invierno volvieron al país de nacimiento, él sólo quería tener a Mariana para siempre, en exclusividad, que nadie la mirara.

Estos antecedentes culminaron cuando ella, aparentando un descuido, permitió que él le tocara la piel de los senos.

Todo este deseo tan intenso decayó a los pocos años del casamiento.

En la última película que filmaron juntos, él desató hacia ella todas las maldades que se pueden hacer dos personas que se amaron intensamente.

Ella no podía creer que Walter fuera tan irónico y agresivo para señalarle, delante de todos, algunos errores de actuación de ella.

Finalmente la película se estrenó y tuvo un éxito moderado. Sin embargo, Mariana, con una creatividad que la sorprendió, creó una película diferente combinando de otra manera los fragmentos ya filmados.

El éxito de esta nueva película fue similar al éxito de la película de Walter y él no pudo creer o aceptar que ella lo igualara.

Como nadie sabe qué pasa por la cabeza de las personas, quedará en el misterio por qué él viajó a la ciudad donde se conocieron y se descerrajó un tiro en la boca sentado a la misma mesa donde tomaron aquellos cafés.

La bala no detonó, volvió desesperado a reconciliarse con Mariana, pero algo del instinto de ella había dicho «nunca más».

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sábado, 10 de diciembre de 2011

La ortografía es antidemocrática

Existe una corriente simplificadora para democratizar ciertos beneficios pero la Real Academia Española no hace nada para democratizar el principal patrimonio cultural: el lenguaje.

No es nada sencillo conducir un automóvil en las densas calles de las ciudades más populosas.

Todos los involucrados hacen lo posible para que el acceso a la conducción de automóviles sea lo más popular posible: los fabricantes de vehículos, los ingenieros civiles que diseñan las calles y los expertos en señales de tránsito, parecen trabajar mancomunados para que puedan conducir su automóvil la mayor cantidad de ciudadanos.

Por su parte la industria informática hace algo similar demostrando estar guiada por el mismo espíritu democrático.

Los programas (software) cada vez requieren menos conocimientos especializados de los usuarios.

Hasta no hace mucho, para utilizar una computadora era preciso hacer cursos de varios meses de duración, sin embargo actualmente más personas le han perdido aquel terror de los primeros tiempos en los que los recién llegados temían apretar una tecla equivocada y modificar la dinámica del sistema solar.

El mercantilismo capitalista, con tal de optimizar su rentabilidad, se esfuerza para que exista una sola clase social: la de los consumidores.

Aunque ideológicamente parece ubicado en las antípodas del socialismo, el capitalismo aplica toda su energía en mejorar la calidad de compra de los potenciales clientes.

Más aún, a diferencia del socialismo, que tiende a igualar las posibilidades hacia abajo (tratando de quitarle a quienes más tienen para dárle a quienes menos tienen), el mercantilismo capitalista busca la forma de que todos tengan más: capacidad de compra, deseos, necesidades, deudas, envidia, estrés.

Observe esto: La Real Academia Española no hace nada para simplificar el idioma, generando de esta forma dos clases sociales respecto al dominio de la ortografía: unos pocos pueden con ella y una mayoría solo pueden abandonarla.

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viernes, 9 de diciembre de 2011

Técnica de autoconocimiento artesanal

El diccionario de sinónimos puede decirnos quiénes somos si encontramos una primera palabra que nos defina adecuadamente.

Para muchas personas es fascinante saber quiénes son. Escuchan con particular interés cuando alguien les señala alguna característica que las diferencia del resto; también prestan particular atención a las indicaciones supersticiosas de la astrología (occidental, china, celta, maya).

Esas descripciones no son muy confiables porque todo indica que existen más de doce formas de ser y si bien estamos totalmente determinados, este determinismo proviene de una realidad muy dinámica, cambiante, que se renueva minuto a minuto.

Es probable que la fecha de nacimiento sea importante, como también lo es el instante de la fecundación, pero estos son datos que se suman a miles de otras influencias variables (genética de los padres, clima, alimentación, embarazo deseado o no deseado, evolución biológica del feto, por mencionar unos pocos).

No es nada nuevo lo que habré de contarles, pero seguramente muchos no lo conocen aún.

Con los recursos de que disponemos los internautas, comenzamos a hacer una encuesta entre quienes más nos conocen preguntándoles con qué vocablo nos definen: divertido, sorprendente, entusiasta, o cualquier otro.

Luego, utilizando algún diccionario de la web o el proveedor de sinónimos de Word (menú contextual con el cursor ubicado sobre la palabra de la que se necesitan sinónimos), vemos qué podemos obtener.

Si utilizamos este último procedimiento y con el cursor sobre la palabra «divertido», vemos que Word 2007 nos da la siguiente lista: distraído, recreado, solazado, entretenido, amenizado, explayado, parrandeado.

Con estas nuevas definiciones sobre cómo somos, podemos armar un pequeño texto que nos defina, como lo haría un novelista con un personaje.

Una vez depurada esta auto descripción primaria, hacemos lo mismo con los sinónimos de los sinónimos, y así sucesivamente.

La astrológica es menos exacta que este procedimiento.

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jueves, 8 de diciembre de 2011

El futuro que fue presente hasta ser pasado

El miedo y la esperanza son vivencias actuales de hechos concretos que quizá (Quizá, QUIZÁ) ocurran en el futuro.

Sé por experiencia propia que mientras estamos vivos tenemos muchos sentimientos.

De cuando estamos muertos carezco de información pero algunas personas tejen historias muy minuciosas sobre la vida después de la muerte, aunque aclaran que sus conclusiones son actos de fe, es decir, ocurrencias, antojos, suposiciones placenteras.

Uno de los sentimientos más penosos es el miedo.

La Real Academia Española dice que miedo es la «Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario» y que también es el «Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.»

Como vemos, el famoso miedo siempre es un sentimiento que está presente cuando lo temible no ocurrió porque se ubica en el futuro.

El derecho (estudio de las leyes) dice que amenaza es el «Delito consistente en intimidar a alguien con el anuncio de la provocación de un mal grave para él o su familia.»

Observemos que en el presente tenemos sentimientos dolorosos por asuntos que eventualmente (riesgo) se presentarán en el futuro (recelo, aprensión, amenaza).

Podemos decir que el miedo y la esperanza integran nuestro menú afectivo del futuro. Padecemos y disfrutamos con anticipación según sintamos miedo o esperanza respectivamente.

Dicho en otras palabras, algo en nuestra cabeza nos hace padecer o disfrutar de hechos que aún no ocurrieron, por lo tanto, esto nos permite decir que en tales circunstancias vivimos fuera del presente, fuera de la época, fuera del tiempo.

Estaremos de acuerdo en que nada puede ocurrirnos si no es ahora, en el presente.

Cada uno de nosotros sabe cuántos sentimientos fuera de tiempo tiene.

Por estos motivos, el miedo y la esperanza parecen ser sentimientos engañosos o contraproducentes.

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miércoles, 7 de diciembre de 2011

«¡Cuídate! Sé por qué te lo digo»

Nuestra fantasía puede convencernos de que todo ocurre o no ocurre por causa de nuestros personales procesos mentales.

Si cuando camino por la playa libero mi fantasía e imagino que desde el horizonte se aproximará velozmente una ola gigantesca que nos matará a quienes estemos cerca de la costa, puedo llegar a pensar que si eso no ocurre es porque tuve la idea, la imaginación y el temor.

Si mi esposa comienza a mirar por la ventana porque nuestro hijo de 26 años aún no llegó con la moto Kawasaki 1.000 cc que le regalé por haber salvado el primer examen de abogacía, seguramente se convencerá de que si el pequeñuelo aparece sin un rasguño y con el celular apagado porque olvidó encenderlo, la milagrosa aparición ocurrió porque ella se puso nerviosa, porque me recriminó todo el tiempo el mencionado regalo y porque su alegría de recuperar al hijo que imaginó aplastado por un bus, la demostró regañándolo con la furia que se merecieron los generales hitlerianos.

Estos dos ejemplos son suficientes para describir a qué me estoy refiriendo.

El cerebro, no sólo tiene severas dificultades para percibir el entorno sino que es particularmente alocado a la hora de establecer cadenas causales («esto está causado por esto otro»).

Cuando alguien se convence de su personal cadena causal, organizará su vida repitiendo la rutina que aprendió por experiencia.

Las personas con mayor apego a estas creencias también suelen poseer un elevado sentido de responsabilidad.

En este caso, andarán por la vida bendiciendo, santiguando, exorcizando la inmensa cantidad de peligros que corremos por el solo hecho de estar vivos.

La convicción de que su pensamiento realiza proezas, no solo le impone las obligaciones inherentes a tan altas posibilidades, sino que se sentirá un ser maravilloso, omnipotente, con derecho al autoritarismo.

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martes, 6 de diciembre de 2011

El dolor causado por los seres queridos

El dolor que nos provocamos a pesar de amarnos tanto, autoriza pensar que el daño que nos hacen no siempre es por desamor.

Ya fue dicha la frase «Quien más te quiere, te hará llorar».

Cuestionemos el prejuicio de que «llorar» es algo negativo, que debe evitarse porque es perjudicial.

Esto no es así: podemos llorar emocionados con una película, un concierto, una actuación teatral.

El llanto como la risa, son reacciones somáticas tan especiales porque son e-mocionantes (nos mueven, con conmueven), y por estas sensaciones que sentimos, decimos que son sentimientos.

Pero no son estos fenómenos tan dramatizados por nuestra cultura los que ocupan el tema de este artículo.

Como dice la frase popular («Quien más te quiere, ...») mencionada al principio, el amor y su alternativas suelen acompañarse por reacciones de llanto.

No hay dudas sobre a quién queremos más. El amor a sí mismo, el amor propio, el narcisismo son datos casi incuestionables.

Si en algún momento podemos decir «te quiero más que a mí mismo», estamos exagerando porque en teoría no es posible querer a otro más que a uno mismo. En todo caso podemos amarlo igual, pero no más.

Partiendo de la base que el máximo amor posible es a uno mismo, prestemos atención a cómo nuestros actos (pensamientos incluidos) pueden causarnos dolor, atormentarnos, hacernos llorar de furia.

Los sentimientos de culpa imaginaria, la auto flagelación, las recriminaciones despiadadas, pueden estar provocadas por quien más nos quiere y a quien más queremos, esto es, por nosotros mismos.

Sólo para no pasar por alto algo tan importante como son los vínculos, es posible defender la siguiente reflexión:

Si un ser querido hace y dice cosas sabiendo que nos causarán dolor, no necesariamente lo hace por desamor, quizá lo hace porque nos quiere tanto como nos amamos.

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lunes, 5 de diciembre de 2011

La economía de la psiquis

Si nos ponemos a pensar, la economía es el arte científico número uno y un psicoanalista es el economista de los recursos psíquicos.

Podemos decir que la economía es la ciencia o el arte o el arte científico de encontrar los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas.

También podemos decir que la economía es la técnica por la cual obtenemos los mayores logros aplicando la menor cantidad de recursos (esfuerzo, energía, inversión, espacio, tiempo).

Si pudiéramos tener plena confianza en la honestidad de los profesionales, encontraríamos que un arquitecto es capaz de hacer casi la misma construcción que un albañil experimentado, excepto que este último probablemente gaste más recursos.

Dicho de otra forma, quien más haya estudiado sobre construcción, podrá hacer algo de forma más económica.

Si pudiéramos despojar al médico de los compromisos comerciales que lo atan a su corporación, a los laboratorios farmacéuticos y a las empresas de intermediación en salud, encontraríamos que conoce formas de vivir más años y con mayor calidad de vida.

El que se dedica estrictamente a las ciencias económicas es habilidoso, talentoso y experto en pagar la menor cantidad de impuestos posible, en evitar al máximo los gastos bancarios y en optimizar la rentabilidad de los recursos instalados (local, máquinas, vehículos).

El psicoanálisis también busca y consigue economizar.

Efectivamente:

— procura vivir bien, sin caer en autoengaños;
—conserva la alegría y el entusiasmo sin recurrir a la negación de los aspectos menos agradables del vivir;
— apela al «conócete a tí mismo» para lograr el desarrollo del talento disponible;
— orienta el mayor consumo de energía a «ocuparse» y el menor a «pre-ocuparse»;
— se concentra en distinguir qué le concierne a cada uno tratando de desestimar lo que es de responsabilidad ajena;
— aunque atienda primero lo urgente se asegura de no olvidar lo importante.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

Leonor, ni se calla ni se va

Con científica precisión, Leonor dedicó sus últimos meses de vida a convencer a Dagoberto de que se consiguiera una mujer que continuara cuidándolo como había hecho ella hasta que las piernas se negaron a caminar y los brazos se negaron a casi todo.

Dagoberto, con cuarenta y nueve años, ya tenía olor a soltero y con esto no estoy haciendo ninguna metáfora.

Leonor se comunicaba por teléfono con muchas mujeres que pensaban como ella y que también buscaban soluciones para Bercho (apodo familiar de Dagoberto).

Cuando Leonor cursaba el último mes de existencia, encontró la solución: Una muchacha cuya edad se calculaba en unos treinta años, tenía que irse de su casa y hasta de la ciudad, pero no por culpa de ella sino por una compleja situación, de esas que sólo pueden ocurrir en parajes donde los conflictos hierven en la hoguera de una febril imaginación que llega a los villorrios huyendo de las grandes ciudades.

En un par de semanas llegó la extraditada para cambiar unas pocas frases con Leonor antes de que falleciera.

Alicia tenía pelo rubio opaco y pajizo, labios gruesos, piel blanca, seca y calcinada por el sol, dientes fuertes y cortos, complexión delgada, piernas con rodillas grandes y pies largos.

Las manos eran un capítulo aparte por su tamaño, fortaleza y callos muy marcados de tanto ordeñar.

Rápidamente tomó el control de las tareas de la casa al mismo tiempo que Dagoberto comenzó su plan de educarla, embellecerla, suavizarle las manos, ampliarle el vocabulario.

En la primera lección sobre cómo vestirse, caminar y saludar, Alicia lo miró con un gesto desconcertante. Bercho no supo si estaba impresionada o asustada.

La segunda lección fue sobre lenguaje y se vio interrumpida porque ella se durmió.

El «profesor», ofendido, le recriminó esa falta de consideración, a lo que ella respondió:

— No te hagas el Pigmalión conmigo porque fui poseída por el espíritu de Leonor y ahora soy tu madre.

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sábado, 3 de diciembre de 2011

La injusta venganza de la culpa imaginaria

Si no podemos disfrutar intensamente de la vida porque nos sentimos culpables, nos convertimos en ciudadanos vengativos y antisociales.

A ver si has oído estas frases, expresadas con seriedad por personas honorables, buenos ciudadanos que nunca han estado encarcelados y en algunos casos, asiduos concurrentes al cumplimiento de los cultos religiosos más piadosos:

— Soy exigente con los demás porque soy aún más exigente conmigo mismo;
— Hazle a los demás lo que querrías que hicieran contigo;
— Lo digo con dolor, pero la gente te obliga a usar mano dura con ellos;
— Te castigo pero créeme que me duele más a mí que a tí;
— La severidad es efectiva pues resulta disuasiva y ejemplarizante.

Estos buenos ejemplares de nuestra especie, que alguien por descuido podría confundir con un tirano cruel, incitan a los gobernantes de turno para que hagan el trabajo sucio de limpiar la nación de esos inmundos semejantes que molestan con sus robos, aspecto facineroso, música estridente, costumbres aberrantes.

Pero también sería superficial suponer que esto se trata de intolerancia químicamente pura. Es posible suponer «resortes anímicos» menos obvios.

Los delincuentes nos están recordando que somos alguien más del que se mira en el espejo del botiquín, peinándose con cuidado, haciendo muecas para constatar la higiene dental.

Esos humanoides que desearíamos eliminar también funcionan como espejos que reflejan aspectos nuestros horrendos e impresentables.

¿Cuándo padecemos remordimientos, culpas y nos recriminamos? Cuando algún accidente desafortunado nos impide negar lo que veníamos negando: que somos débiles, vulnerables, enfermables, solo algunas veces curables, envejecibles, mezquinos, infieles, mentirosos, crueles, sádicos, intolerantes, evasores, transgresores.

¿Para qué sirve este artículo? Para poder amarnos sin tener que engañarnos, para querernos también sin maquillaje, desprolijos, desalineados.

Y si podemos amarnos sin trampas, podremos disfrutar de la vida sin sentirnos culpables, sin imaginar fantasmas persecutorios ni ponernos vengativos injustamente.

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viernes, 2 de diciembre de 2011

Imitamos la opción sexual de los ganadores

La opción sexual no depende del genital disponible: elegimos el rol (hombre o mujer) que nos asegure recibir más amor.

Apelando a fuertes simplificaciones con tal de que ideas que son:

— trascendentes en nuestra vída síquica;
— perturbadoras porque a esas ideas se les asocian emociones tan fuertes que nos enlentecen intelectualmente;
— alejadas del sentido común,

puedan ser comentadas en un texto no mayor de 300 palabras, atendiendo a que este artículo no es lo único que tienen para leer los internautas, comento (simplificadamente) algo que suele llenarnos de angustia durante décadas.

En otro artículo (1) les decía que la famosa frase «complejo de castración» no es la angustia de los varones a que les sean quitados sus genitales sino que se trata de la angustia que padecemos ambos sexos de no ser amados, queridos, deseados, integrados, protegidos, tenidos en cuenta, mirados.

En este significado, castraciones terribles son: ser abandonados por nuestros padres, no tener amigos, que nuestro ser amado nos deje por otra persona, quedarnos ciegos, sordos, inválidos, e infortunios por el estilo.

Por lo tanto, desde la más tierna infancia, si bien los niños pueden llegar a entender que papá tiene pene y que mamá tiene vagina, lo importante es cómo se sienten respecto al amor y protección de ellos, y también a quién les conviene parecerse para sentirse fuertes, valiosos, invulnerables, importantes.

Y acá surge el gran tema del que quería comentarles: estas sensaciones no tienen nada que ver con el sexo biológico que posea el niño sino de cuál de ambos «falos» elige (falo = conjunto de virtudes que nos convierten en dignos de amor).

Si elige el «falo» de quien tiene su propio sexo, será heterosexual, si elige el «falo» de quien tiene el otro sexo, será homosexual... pues lo único importante es recibir amor.

(1) Sin «falo» no somos «amables»

Relato vinculado:

Pollera o pantalón

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jueves, 1 de diciembre de 2011

Sin «falo» no somos «amables»

«Falo» es el conjunto de atributos personales que nos convierten (a hombres o mujeres) en dignos de ser amados (amables).

En otro artículo (1) comenté que en nuestra cultura occidental y machista somos proclives a pensar que al conjunto de atributos valiosos de una persona se le denomina «falo», que «falo» significa pene y que, por lo tanto, los varones son más valiosos que las mujeres simplemente porque tenemos este apéndice eréctil que tanto amamos.

El incesto está prohibidísimo y no sabemos por qué, la Torre Eiffel es una montaña de chatarra pero pagamos miles de euros para conocerla, El Quijote es una novela de Cervantes que fue leída por una de cada mil personas que la consideran lo mejor de la literatura universal.

También es famosa entre los occidentales la idea freudiana denominada «complejo de castración».

Como corresponde a una interpretación literal, por «complejo de castración» suele entenderse el miedo masculino a que nos corten los testículos y talen el pene (emasculación), como forma extrema de castigar nuestras transgresiones.

Esta interpretación nos lleva a pensar que sólo los hombres cometemos delitos y de hecho las cárceles están llenas de varones más que de mujeres.

Si entendemos que «falo» no significa «pene», podemos entender que la terrible amenaza a la que estamos todos expuestos, no es otra cosa que la usada por los niños de más corta edad cuando en su furia paroxística nos amenazan con «no te quiero más».

Efectivamente, y recapitulando: al conjunto de virtudes que nos convierten en «amables» (dignos de amor), tales como la honestidad, la generosidad, la lealtad, le llamamos «falo» y si no demostramos tener estas virtudes, dejarán de amarnos porque no tenemos el «falo», nos considerarán «castrados», seremos inútiles como ciudadanos, vecinos, compañeros, amigos, cónyuges, independientemente de qué genital estemos provistos anatómicamente.

(1) «Falo» no significa pene

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miércoles, 30 de noviembre de 2011

«Falo» no significa «pene»

Decir que el «falo» es lo mismo que el «pene», denota un prejuicio machista, implica suponer que sólo los varones tienen poder. Como los niños aún no tienen prejuicios machistas, no confunden «falo» con «pene».

Los pequeños van entendiendo que algo diferencia a los niños de las niñas, pero no estarán pendientes de sus genitales hasta que descubran que tocándolos (masturbación) obtienen placeres iguales o superiores a las golosinas, sin que los adultos tengan que estar molestando con el cuidado de la dentadura o con que «hay que comer la comida».

Los niños perciben con claridad la diferencia de «poderes» que existe entre papá y mamá, pero no perciben con claridad que los padres tienen genitales diferentes.

Por ejemplo, perciben que papá tiene más fuerza física que mamá, que tiene la voz más «gruesa» (grave), que inspira más temor, que usa el auto más veces, que en la casa hace menos cosas que ella, que dispone del control remoto del televisor y otros indicios que para la lógica infantil lo convencen de que papá es más poderoso que mamá.

Para el pequeño quien detenta más poder es el mejor; el más alto es más fuerte que el más bajo; una voz grave tiene más poder que una voz aguda («fina»), quien maneja es líder, conductor, jefe.

Los niños no son machistas. Ellos separan el mundo en fuertes y débiles, ricos y pobres, sanos y enfermos, reyes y súbditos.

En psicoanálisis decimos que esos atributos positivos para el pequeño están representados por el «falo», pero los adultos, con el concepto de «machismo» incorporado, creemos que el «falo» es lo mismo que el «pene». No es así: los niños tienen razón.

Una persona valiosa, fuerte, líder, poderosa, que dispone de los atributos genéricamente simbolizados por el «falo», puede tener pene o vagina.

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martes, 29 de noviembre de 2011

La falsedad imprescindible

Las dificultades para sentir amor hacen que el 90% de las mentiras sean provocadas por sus propias víctimas.

Días pasados les comentaba que ningún gobernante inteligente quiere que sus gobernados sean «ilustrados y valientes» (1). Para poder realizar su gestión con el menor esfuerzo posible, como corresponde a cualquier ser humano mentalmente sano (2), tratará de que el pueblo sepa lo menos posible, tenga una información escasa y sea preferentemente cobarde para disminuir las posibilidades de rebeliones que terminen en un derrocamiento.

Si nos cuesta entender esto y preferimos idealizar a nuestros líderes, imaginándolos sabios, valientes, honestos, nobles, bienhechores incondicionales de su pueblo, es porque nuestra capacidad de amar está muy descendida.

Efectivamente, si podemos amar al ser humano tal como es (mezquino, mediocre, haragán, deshonesto), no solamente podemos tener una visión más realista de nuestro valor personal (humildad), sino que también podremos aceptar que nuestros gobernantes sean y necesiten ser egoístas y mentirosos para poder realizar su complicada tarea.

Esto tiene una consecuencia interesante: no solamente nuestros gobernantes son tan mentirosos como todos y cada uno de sus gobernados (usted, yo, los demás), sino que lo que realmente ocurre es que nuestra incapacidad para aceptar las cosas como son nos lleva a imponerles, con gran disimulo, la obligación de ocultar lo que no queramos ver.

En la relación gobernantes-gobernados ocurre entonces lo que ocurre en cualquier otro vínculo: las personas que no pueden aceptar las particularidades desagradables de vivir (3), generan las condiciones para que los demás les mientan.

El disgusto con la mentira ocurre cuando algún hecho desafortunado nos enfrenta a la verdad que veníamos evitando exitosamente.

En suma: aunque el amor es un sentimiento ingenuo, cursi y tonto, conserva la ventaja que nos induce al realismo más cómodo, el menos penoso y esforzado, más económico y disfrutable.

(1) Un gobernante necesita mentir

(2) Sobre la indolencia universal

(3) Blog destinado a las molestias de la vida

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lunes, 28 de noviembre de 2011

Faenamos por amor o rencor

Existe una llamativa coincidencia: faenamos y comemos animales herbívoros (vegetarianos) y son animales carnívoros los que mimamos como mascotas.

Casi todas las ideas psicoanalíticas que pasan por mi cabeza van dirigidas a cumplir algún fin práctico, excepto esta que habré de comentaros. Aunque con buena voluntad de vuestra parte puede tener algo de divertida y esa característica no es menor.

Si observamos la vida cotidiana constatamos que nos alimentamos con carne proveniente de la faena de animales herbívoros (vacas, corderos, lechones, aves), mientras que las mascotas que nos acompañan con igual o superior nivel de aceptación que los semejantes, son carnívoras (perros y gatos).

Nuestro inconsciente tiene algunos funcionamientos extraños respecto a la antropofagia.

Nos parece horrorosa pero aplaudimos la gesta de quienes sobrevivieron a la Tragedia de los Andes (1972). No solamente no hubo un escándalo cuando se supo que los muchachos habían comido el cuerpo de los fallecidos sino que continúan aún hoy (2011) dando conferencias y vendiendo libros. (1)

También constatamos que algunas abuelas y tías expresan mejor su amor cuando dicen «¡El nene es divino, me lo comería!»

En suma 1: Tenemos ante la antropofagia un sentimiento ambivalente, dual, incoherente: La aceptamos y la rechazamos, con énfasis.

Por lo tanto, puedo sugerir las siguientes dos hipótesis (inútiles aunque innecesarias):

1) Matamos y nos comemos a los animales que menos nos aprecian porque no nos comerían (herbívoros: vacas, corderos, pollos), mientras que recibimos con todos los honores (mascotas) a los que serían capaces de aceptarnos al extremo de comernos (como una tía o como un caníbal) (carnívoros: perros y gatos).

2) (Sentimiento opuesto): Amamos tanto a los animales que NO nos comerían (vacas, etc.), que los devoramos. Por el contrario, sometemos a nuestra subordinación para mantenerlos a raya a los peligrosos carnívoros (Síndrome de Estocolmo) (2).

(1) El ser humano es omnívoro
(2) El síndrome de Estocolmo

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domingo, 27 de noviembre de 2011

La geisha occidental

— No sé, mirá, yo no me arrepiento de nada e insisto que tu madre está equivocada. Ella tuvo las mismas opciones que yo pero eligió otro camino.

— ¿Cuánto hace que no se hablan?

— ¡Qué sé yo! Diez o doce años, quizá.

— Ella dice que no comparte tu filosofía de vida. Ha llegado a decir que eres la vergüenza de la familia.

— Sí, me lo han contado, pero bueno, si naciera de nuevo haría otra vez lo mismo, ¿qué querés que te diga?

— Nunca hemos hablado sobre cuál es «tu filosofía de vida».

— Es muy sencilla. Tu abuela quería que las dos fuéramos niñas modelo, educadas, estudiosas, que nos casáramos para tener hijos y hacer de nuestros hogares un santuario para nuestros maridos, pero a mí los niños me molestan como a tantas mujeres. Si vamos al caso tampoco me gustan mucho los hombres, pero de algo hay que vivir.

— ¿Quieres decir que el vínculos con los hombres es un trabajo?

— ¡Por supuesto! Ellos son más hábiles que nosotras para ganar dinero y como nunca abandonan por completo su niño interior, pagan lo que sea por la atención de mujeres que les hagan creer que son maravillosos.

— ¡Qué cosas dices, tía!

— Es la verdad. Ellos desean tener una familia para reproducir el hogar de su infancia pero los que ganan más dinero no pueden privarse de una amante y pagan lo que sea por mantenerla.

— Ahora entiendo la furia de mi madre hacia tí.

— Vos sos muy joven. Tenés la edad que tenía yo cuando me fui de casa con un judío treinta años mayor que yo pero con una fortuna incalculable.

— ¿Te gustan los mayorcitos?

— No es que me gusten, me sirven. Los judíos son genios haciendo dinero, adoran sentirse culpables e idolatran a una madre sufriente. Teniendo una amante ya tienen la cuota de culpa que necesitan y para que supongan que la amante es una mártir como la madre, tenés que administrar el sexo anal.

— ¿CÓOOMO?

— Claro, tenés que hacerles creer que sólo a ellos se lo permitís, que te duele mucho pero que gozas viéndolos disfrutar. Luego simulás dificultades para sentarte y creerán que su pene es enorme.

— Sigo entendiendo las críticas de mamá.

— No, no las entendés. Si hace años que no me habla es porque su única hija pasa más tiempo conmigo que con ella.

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sábado, 26 de noviembre de 2011

Nuestra novela y nuestro protagonismo

Los humanos vivimos representando teatralmente al protagonista de una novela que hemos redactado con lo que imaginamos de la realidad.

Nuestra fantasía se encarga de redactar la novela (obra literaria) en la que actuamos como protagonista, paralelamente a que la realidad y la naturaleza nos imponen qué hacer y qué no hacer en cumplimiento de sus leyes ineludibles.

Los optimistas se imaginan la vida como una comedia (todo termina bien); los pesimistas se imaginan la vida como una tragedia (todo terminará mal); otros prefieren la novela negra (o policial), en la que predominan los delitos, las culpas, los juicios, las condenas, los castigos.

Esa novela compensa la falta de información sobre qué será de nosotros, con un guión imaginado, ideal.

Como son construcciones personales (que todos hacemos), su intención primordial es la de apaciguar las molestias de la incertidumbre así como también quitarle un poco de malestar a la vida real que de por sí suele ser bastante incómoda.

Por esta particularidad de imaginarnos lo que ocurre y lo que ocurrirá, es que a veces se nos va la mano e imaginamos que podemos llegar a tener placeres tan maravillosos, explosivos y sobrenaturales, al extremo de ser autodestructivos.

En estos pasajes tan excitantes de nuestra novela personal, intercalamos la creencia de que realmente puede ocurrirnos el sentir una felicidad de tal magnitud que se convierta en mortífera.

Dentro de la misma novela construimos formas de limitar esos placeres terminales. Por eso creemos conveniente dar un giro al guión para que el protagonista que imaginamos (nosotros mismos) tome precauciones para evitar ese placer ideal, el goce, la felicidad.

Por lo tanto, en ese guión que construimos para compensar la angustiante incertidumbre sobre qué será de nosotros, representamos con apasionante realismo a un personaje que sufre por temor a morir de placer.


Nota: La imagen corresponde al final del film El show de Truman, cuando el protagonista se da cuenta que estuvo viviendo una película sin saberlo.

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viernes, 25 de noviembre de 2011

Matrimonios sin nuevos hijos

Las parejas que se forman sin proyecto reproductivo deben hacer contratos con cláusulas especiales.

Por mi edad (67 años en 2011), estoy especialmente vinculado con personas de mi franja etaria. Con ellas no solamente compartimos códigos de comunicación sino también vivencias familiares y corporales.

A nivel profesional dialogan conmigo personas mayores de treinta años, quizá porque imaginan que sé mucho por experiencia propia, lo cual es un poco cierto.

Finalmente, como la mayoría de los internautas son muy jóvenes, trato de escribir para personas mayores de quince años, lo cual no siempre logro.

Con todos ustedes comparto una idea que puede interesar a varios.

— La pareja humana está instintivamente necesitada de reproducirse.

— Esta tarea está pésimamente mal repartida por la naturaleza pues la mujer soporta mucho más de la mitad del esfuerzo y de la responsabilidad.

— El varón, insisto, por naturaleza no tiene mucho interés en procrear excepto por el placer sexual que disfruta en el coito.

— Las sociedades hemos tratado de estimular y coaccionar al varón para que ayude a la mujer y lo hacemos de una manera ineficiente: tan solo le concedemos el honor de que los hijos lleven su apellido antes que el de la madre a cambio de que provea, proteja y sea monógamo.

— Esta mala solución (concederle al varón el honor de poner su apellido a los hijos), tiene los resultados observados: ellos no se involucran, son infieles, omisos, excepto algunos casos dignos de aplauso.

— Extrañamente, cuando la mujer da por terminada su etapa reproductiva, sigue esperando encontrar hombres proveedores, protectores y monógamos, siendo que aquellas escasas compensaciones (apellidar a la prole), estarán ausentes.

En suma: cuando varones y mujeres desean unirse, asociarse, apoyarse mutuamente, el dato fundamental para redactar el contrato es determinar si ella fecundará hijos con el apellido de él o no.

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jueves, 24 de noviembre de 2011

Un gobernante necesita mentir

La educación del pueblo JAMÁS será favorecida por los gobernantes pues estos dependen de la ignorancia popular.

Intentemos ser buenos, considerados, generosos, aunque más no sea por unos instantes.

Les pido esta excepción para comprender a nuestros gobernantes con más benevolencia, ponderación, AMOR.

Ellos son personas tan esclavas de su vocación de poder que acaban convirtiéndose en cautivas.

El fenómeno es semejante al carcelero, quien por ser excesivamente celoso de su función, termina tan encerrado como los mismos reclusos que están ahí cumpliendo una condena, pagando una deuda con la sociedad.

Los gobernantes de una república democrática que los elige por voto secreto y universal (sin excluidos), tienen que realizar la imposible tarea de tomar decisiones antipáticas sin enojar a los votantes... algo tan difícil como atarse los cordones de los zapatos sin dejar de correr.

Como la misión a realizar es imposible, forzosamente tienen que valerse de la mentira, el doble discurso, la hipocresía.

Si les pedí generosidad extrema en el primer párrafo fue porque ellos tienen que utilizar recursos extremos para realizar una tarea extremadamente compleja.

Pero como distorsionando algunos datos, utilizando eufemismos y ocultando información, no es suficiente, tienen que tomar medidas, que si fueran divulgadas, serían neciamente repudiadas por los electores y posteriormente castigadas votando al partido opositor.

Pongo un sólo ejemplo aunque enorme e importantísimo.

Un gobernante debe decir que hará hasta lo imposible para que los ciudadanos sean «tan ilustrados como valientes».

Esta expresión de deseo merece ser esculpida sobre la roca, ocupar la primera plana de los diarios, entronizar a quien la formule, pero en los hechos estará condenada al fracaso porque un gobernante JAMÁS agregará dificultades a su tarea imposible, permitiendo que los gobernados piensen por sí mismos, razonen, estén informados y mucho menos que sean tan valientes como para derrocarlo.

Artículos vinculados:

La educación en valores

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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Nadie sabe y todos opinamos

Saber mucho sirve para que nuestros cinco sentidos «rindan» más, nos den información más aprovechable del mundo exterior que nos concierne.

En otro artículo (1) les comentaba que tenemos que creer en que existen seres vivos con cuatro patas para que podamos percibir, aceptar, reconocer, entender que si vemos un objeto que se desplaza sobre cuatro patas con una cabeza y una cola, eso puede ser un animal del que ya habíamos oído hablar cuando fuimos a la escuela o cuando la abuela nos alentó a que acariciáramos un perro.

Por lo tanto, creer, tener noción, haber oído hablar, es algo que debió ocurrirnos para que ante un nuevo objeto estimulante de nuestros sentidos (vista, oído, tacto) pueda formarse una percepción, es decir, el fenómeno psíquico gracias al cual podemos enterarnos del entorno que nos rodea.

Esta idea me permite decir que una persona muy informada percibe más y mejor que una persona desinformada.

Aumento la apuesta: los cinco sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato) son mejor aprovechados por quienes saben mucho (tienen muchas nociones, poseen más creencias, conocen más hipótesis sobre el mundo exterior) y son menos aprovechados por quienes carecen de información sobre los temas que les conciernen porque influyen en sus vidas.

Observe que me abstengo deliberadamente de mencionar conceptos tales como «conocimientos», «saberes», «verdades». Sólo digo «creencias», «nociones», «haber oído hablar de...».

Esto es así porque la única certeza es que no podemos hacer afirmaciones.

Cuando nuestra mente dice saber, conocer, tener certezas, lo que está haciendo no es más que un acto de fe pues según parece no es realista hacer afirmaciones.

Lo que sí ocurre es que todos juraríamos que el cielo es azul, el agua es húmeda y las piedras son duras, debido a que todos reaccionamos igual (por consenso) ante los mismos estímulos.

(1) La ignorancia impide percibir

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martes, 22 de noviembre de 2011

La ignorancia impide percibir

No podemos percibir (comprender lo que vemos, oímos, etc.), aquello de cuya existencia carecemos de alguna información mínima.

Aunque parecería ser que estoy en contra de las creencias, fundamentalmente las religiosas, he mencionado pocas veces (lo reconozco), que si no fuera por algunas creencias no podríamos percibir.

Dicho de otro modo, debo creer que existe una pared, construcción rígida que me aísla del exterior, para que cuando me acerque a ella pueda percibirla (verla, tocarla, no querer atravesarla).

Aunque el dicho popular exclama «¡Si no lo veo no lo creo!», previamente ocurrió que «¡Si no lo creo, no lo veo!».

Las percepciones son construcciones psicológicas provocadas por algún estímulo (la pared es un estímulo visual y táctil que construye mi percepción).

Un asunto muy interesante es que para poder aprender necesitamos percibir y si para poder percibir necesitamos creer en la existencia de lo que percibimos, entonces será muy difícil percibir aquello en lo que no creemos.

El sistema educativo tiene un componente religioso en tanto trata de inculcarnos creencias para habilitar nuestra aptitud perceptiva:

— nos hace creer que existen los continentes y los océanos (hablándonos de ellos, mostrándonos imágenes) para que podamos percibir el contexto geográfico donde habitamos o hacia dónde nos gustaría ir;

— nos hace creer que el idioma que hablamos no es un conjunto de sonidos sino que se rige por leyes gramaticales, para que podamos entender lo que escuchamos, lo que leemos y para que a su vez sepamos construir mensajes que otros entiendan.

— nos hace creer en las matemáticas para que podamos percibir que nuestro cerebro razona, deduce, combina.

Somos engañados cuando nos inculcan creencias falsas que nunca podremos constatar con nuestros sentidos o deducir con nuestra inteligencia.

En suma: la ignorancia es una falta de creencias que nos permitan percibir o razonar.

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lunes, 21 de noviembre de 2011

El último examen para ser psicoanalista

No podrá ser psicoanalista quien suponga que los demás son idénticos a él.

Es cierto que casi todo el mundo tiene un talento natural para ser psicoanalista sin estudiar demasiado, pero el punto más débil que tiene esa mayoría lo explicaré con un ejemplo que puede servir a muchos.

Imaginemos que existe un señor Volvo (vehículo de origen sueco) y un señor Fiat (vehículo de origen italiano).

Ambos (señores) vehículos funcionan aplicando criterios de la mecánica automotriz, sin embargo tienen algunas variantes.

En este ejemplo supondré que uno y otro «señor» saben mucho de mecánica automotriz (así como casi todos sabemos mucho de psicología como para ser psicoanalistas).

El señor Fiat (paciente) se siente mal, está cansado, anda muy despacio, consume mucho combustible y va a visitar al señor Volvo (psicoanalista) para contarle lo mal que se siente y con la esperanza de recibir alguna idea que lo pueda ayudar (reparar).

El señor Volvo (psicoanalista) puede aplicar dos criterios básicos:

1) puede entender que el señor Fiat es idéntico a él (Volvo = Fiat) o

2) puede pensar que el señor Fiat funciona con criterios de mecánica automotriz pero que en muchos aspectos es básicamente distinto (Volvo similar a Fiat).

………

1) Si el señor Volvo escucha (atiende) al consultante Fiat suponiendo que ambos son idénticos, lo interpretará y le dará soluciones para Volvo;

2) Si el señor Volvo escucha (atiende) al consultante Fiat suponiendo que Fiat es un ejemplar único (singularidad del paciente), tendrá que hacer un esfuerzo mucho mayor pero terminará interpretando a Fiat sin olvidarse que es Fiat, que no es Volvo, que Fiat utiliza repuestos diferentes a los que utiliza Volvo (por su forma, tamaño, material).

En lo que falla la mayoría de los psicoanalistas innatos, es en que suponen que todos somos idénticos a él.

Artículos vinculados:

La mecánica de la psiquis
Metáfora de un tratamiento psicoanalítico

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domingo, 20 de noviembre de 2011

Las vocaciones mutantes

Yo era chico, quizá no había cumplido diez años. Estaba deseoso de ser bombero, médico o policía.

Mi avidez por ayudar brotaba por los poros, quería ser bueno, que las personas me miraran con gratitud por haberles rescatado al gatito del árbol, por haber vuelto a la vida al anciano de 99 años, por haber apresado a los mafiosos y denunciado al propio inspector de policía que después de un acuerdo político me trasladaría al puebo más inhóspito.

Poseído, enajenado, delirando con esa pasión servicial, al pasar por la puerta entreabierta del dormitorio de mamá la sentí jadear, se quejaba, parecía gritar con voz contenida.

Irrumpí sin llamar porque las urgencias autorizan cualquier atrevimiento (y este es otro encanto que estimula mi vocación).

Ella se sorprendió con mi entrada, se puso furiosa, me gritó:

— ¿Por qué no golpeas antes de entrar? ¡Inoportuno! ¡Tonto ingenuo!.

Salí corriendo tratando de pensar que habría hecho un bombero, un médico o un policía en tales circunstancias.

Unos minutos después me llamó con voz calmada:

— Jorgito, ¿estás por ahí? ¿Puedes venir?

Me volvió el alma al cuerpo porque ya me imaginaba una tormenta de malhumor, inentendible como todas las demás.

— ¿Me llamaste, mamá? —, pregunté para ver si ya funcionaba mi voz.

— Sí, ven, siéntate acá que tengo que pedirte perdón —, dijo, dejándome sin libreto para la ocasión. Luego continuó:

— Ya tienes una edad en la que tu cuerpo cambiará y podrás fecundar a una mujer con un líquido que saldrá de tu pene.

No eran extrañas conversaciones sobre sexualidad con ella, pero esta me pareció perturbadora, rara, sentí un poquito de miedo. Prosiguió:

— Desde que tu papá se fue a vivir con otra mujer yo lo extraño mucho. Deseo sus caricias, sus abrazos y que intentemos tener más hijos. Cuando tú entraste, yo jugaba sola a que estaba con él porque había llamado para decirme que me quiere. ¿Entiendes algo de esto que te digo, Jorgito?

— Si, mamá, te comprendo muy bien —dije, porque en ese momento quise ser psicólogo.

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sábado, 19 de noviembre de 2011

La provocación constructiva de Benetton

Nos llevamos mal con nuestra sensibilidad pues nos debilita la sensación de que podemos controlar nuestras vidas. Benetton se beneficia ayudándonos.

Según cuenta la historia, un joven italiano pensó (en 1955) que la gente busca ropas coloridas. Creyó que una mayoría rechaza los grises.

Con el entusiasmo que caracteriza a tantos jóvenes emprendedores, Luciano Benetton se dedicó a crear prendas muy alegres.

En suma, tuvo la suerte de tener una buena idea, tuvo la suerte de contar con recursos suficientes (corporales, sociales, ecológicos) como para que la idea pudiera desarrollarse y tuvo la suerte de que encontró público interesado en comprar ropa con su estilo.

El psicoanálisis encuentra su mayor número de pacientes entre quienes no pueden convivir con los sentimientos alegres.

Gran cantidad de personas prefieren la tristeza por el aplastamiento que provoca en los impulsos deseantes provocadores de una temible pérdida del control de sus vidas.

La décima y última lámina del Test de Rorschach (manchas de tinta), es la que tiene más colores y la que provoca reacciones (respuestas) más desorganizadas.

A grandes rasgos, podemos ver que muchos pueblos de raza blanca son parcos, serios, severos, católicos y usan ropas de colores apagados mientras que los pueblos de raza negra son más ruidosos, proclives a cantar y a bailar, con dioses igualmente divertidos y usan ropas de colores vivos.

Benetton hace especial hincapié en la integración, la tolerancia étnica, porque felizmente puede conciliar sus intereses comerciales con algo que a nuestra especie beneficia (la igualdad entre los seres humanos).

Este año (2011) presentó su campaña publicitaria «dejar de odiar» (UnHate), consistente en el uso de foto-montajes que presentan besándose en la boca, al estilo soviético, a personalidades que notoriamente tienen intereses contrapuestos, que quizá se odien, tanto como odiamos la tolerancia, la alegría, la audacia publicitaria.

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viernes, 18 de noviembre de 2011

Conocer y comprender para vivir mejor

Es posible pensar que muchos malestares están causados por no entender cómo funciona la naturaleza y nosotros dentro de ella.

En otro artículos (1) les decía que los achaques de la vejez no necesariamente deben tener por causa el deterioro orgánico que suponemos en esa etapa de la vida, sino que esa mayor cantidad de molestias son la reacción automática ante un cuerpo que reacciona menos.

Si esto fuera así, entonces podemos decir que el cuerpo anciano necesita sufrir más porque reacciona menos, porque los dolores son estímulos y un cuerpo de adulto mayor necesita dosis mayores de estímulos para seguir conservando el fenómeno vida (2).

Ocurre algo similar con las máquinas: después de mucho uso, consumen más energía, funcionan más lentamente y precisan reparaciones más frecuentes.

Y abuso yéndome un poco más por la ramas para agregar algo antes de que me olvide: no es que los humanos somos como las máquinas sino que las máquinas son creaciones humanas que intentan copiar funciones anatómicas.

Si aceptamos la hipótesis según la cual los malestares propios de la vejez ocurren porque la naturaleza aplica las dosis de dolor necesarias para que el fenómeno vida no se interrumpa, podemos deducir de esa hipótesis que las personas que padecen una mala calidad de vida sufren porque su organismo (incluida la psiquis), no tiene un buen desempeño, está funcionando mal, consume demasiado energía para hacer lo mismo que otro haría cansándose menos.

Consumen más energía tanto para trabajar, como para sobrevivir, como para cualquier otro desempeño.

En esta línea es posible pensar que una persona que conozca lo suficiente de la naturaleza, de lo que es vivir, porque ha tenido la suerte de enterarse, asimilar y comprender, vive con mejor calidad de vida.

Sólo conociendo la naturaleza (¡incluyéndonos, por supuesto!), podemos vivir mejor.

(1) Los estímulos para la vejez
(2) Blog sobre el «fenómeno vida» 

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