sábado, 21 de diciembre de 2013

Licencia neuro-dactilar


Me tomo un pequeño descanso. Vuelvo el 21/01/2014. Un abrazo!


Un juicio justo es imposible


Cuando intentamos juzgar con objetividad y ponderación solo comparamos el objeto o persona juzgada con nuestra propia imagen idealizada.

Vamos a suponer que todos queremos ser equilibrados, justos, ponderados,  moderados, equitativos, ecuánimes, imparciales, razonables, justicieros, neutrales, objetivos.

Todos queremos ser equilibrados, etc., pero ¿podemos? ¿Nuestra naturaleza nos permite tener esa característica?

Mi respuesta es negativa, es decir: los seres humanos no podemos ser equilibrados, etc.

¿En qué me baso para ser tan pesimista? Me baso en el siguiente razonamiento:

Para poder hacer un juicio es preciso valorar los datos a favor y en contra del objeto o de la persona sometidos a juicio.

El instinto de conservación que nos gobierna distorsiona nuestra capacidad de valorar pues sobrevalora los peligros y casi ignora lo no peligroso.

En otras palabras: cuando intentamos pesar dos datos, uno a favor y otro en contra, aunque ambos pesen un gramo nuestro intelecto entenderá que lo peligroso pesa un kilo y que lo no peligroso no pesa nada.

Somos incapaces de juzgar con equilibrio porque todas las evaluaciones cuantitativas terminan alteradas por sus rasgos cualitativos.

El pobre intelecto tiende a suponer, con desmesurado optimismo, que podemos ser objetivos, neutrales, razonables, pero no, no podemos.

La naturaleza nos fabricó instalándonos mecanismos de conservación del individuo y de la especie que ignoran las ideas y opiniones que podamos tener. La Naturaleza se parece a un tren bala, en el que los pasajeros pueden hacer y pensar lo que deseen sin que por eso el vehículo se detenga, cambie su dirección o deje de llegar al destino que tiene programado.

Cuando criticamos o juzgamos a otros solo imaginamos ser objetivos, equilibrados y justos. Cuando intentamos juzgar con objetividad y ponderación solo comparamos el objeto o persona juzgada con nuestra propia imagen idealizada y no con nuestra propia imagen real.

(Este es el Artículo Nº 2.117)


viernes, 20 de diciembre de 2013

Ceguera ante una inmensidad de matices


Cuando admitamos que existen más de dos sexos empezaremos a percibir los infinitos matices de la realidad que nos rodea.

Si yo le digo que Roberto disfruta comiendo carne asada con abundante esencia de menta, quizá usted esboce una sonrisa; si le digo que Roberto baila muy bien el tango, quizá no haga ningún gesto, pero si le agrego que se gana la vida haciendo exhibiciones de baile en pareja con su hermano, quizá usted sienta un latido cardíaco extra. Si ahora le agregara que, en su vida íntima,  con su esposa acostumbran... usted quizá imagine algunas prácticas perversas, exóticas, anómalas, mentalmente insanas y moralmente reprobables.

Desde hace algunos siglos estamos sometidos a un funcionamiento mental binario, polar, de dos elementos: lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo saludable y lo no saludable.

Aunque podría pensarse que esta forma tan rígida de intelectualizar la realidad se la debemos a René Descartes, quien nos hizo creer que somos la suma de cuerpo y alma, sugiero pensar que la causa es anterior y mucho más importante: me refiero a la dualidad hombre-mujer.

Admito que suena exagerado, pero nuestra cabeza tiende a pensar que todas las cosas pueden agruparse en solo dos polos, opciones, categorías. Esta drástica limitante a nuestra capacidad de juicio y valoración está provocada porque creemos que solo existen dos sexos. Digo más: creemos que solo deben existir dos sexos y ninguno más.

A medida que la humanidad crece y se desarrolla vamos comprendiendo que existen varios sexos. Por ahora es posible hablar de: hombre, mujer, transexual, transgénero, travesti, intersexual y queer.

Además de este hecho concreto, me interesa resaltar la siguiente hipótesis: si admitiéramos la existencia de varios sexos empezaríamos a percibir la inmensidad de matices que tiene la realidad que nos rodea.

(Este es el Artículo Nº 2.116)


jueves, 19 de diciembre de 2013

Por qué los líderes padecen menos molestias


Los líderes revolucionarios, dada su particular ubicación, les exigen al pueblo más sacrificios de los que dichos líderes revolucionarios padecen.

Lo invito a que haga una observación: mire cómo giran las ruedas de un vehículo. Préstele atención a cómo se mueven los bordes de goma y préstele atención a cómo se mueve el centro de dicha rueda. Podrá constatar que la parte exterior tiene un gran movimiento mientras que la parte central apenas gira.

De más está decir que los bordes y el centro hacen el mismo movimiento giratorio, pero la gran diferencia está en cuánto se mueve la circunferencia más grande (la exterior) y en cuánto se mueve la circunferencia interior (el eje central).

Recordemos que al movimiento circular que realiza una rueda se le llama revolución.

Si consultamos el diccionario (1), veremos que la palabra revolución, en mecánica, significa: Giro o vuelta completa que da una pieza sobre su eje. Por lo tanto, cuando cumplimos el primer párrafo, lo que observamos fue la revolución de la rueda de un vehículo.

Ahora veamos que significa la misma palabra revolución, pero en sociología: Cambio violento en las instituciones políticas de una nación.

Con estos elementos, es posible pensar en algo que ocurre en los pueblos donde se producen movimientos revolucionarios: Los líderes ocupan los lugares centrales del acontecimiento mientras que el pueblo ocupa los lugares periféricos del acontecimiento.

Si volvemos a observar la rueda del vehículo, podremos imaginar que el pueblo está en el borde de la rueda, es decir, donde se producen los cambios más importantes, drásticos, quizá también dolorosos, mientas que los que toman las decisiones ocupan un lugar donde los cambios se perciben de forma más moderada, más silenciosa, menos dolorosa.

Esta particular ubicación de los líderes les permiten exigirle grandes sacrificios al pueblo sin padecerlos ni imaginarlos.


(Este es el Artículo Nº 2.115)


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Toda pregunta incluye su respuesta


Según ciertas creencias, toda pregunta está asociada a su respuesta correspondiente. Con algo de perspicacia es posible descubrir dicha respuesta.

Algunas personas afirman, y quizá tengan razón, que cada pregunta incluye su propia respuesta.

Podría decirse de otra forma: no sería posible formular una pregunta si no existiera la probabilidad de una cierta respuesta.

También podríamos pensarlo así: la angustia que provoca la incertidumbre está compuesta por dos partes: una visible y otra invisible. Una y otra parte, como digo, forman un solo elemento al que llamamos angustia, incertidumbre, duda, preocupación.

Este único elemento solo muestra una parte y oculta la otra. Muestra la pregunta y oculta la respuesta correspondiente.

Dado que, según esta creencia, no existe una pregunta sin su respuesta, podemos afirmar que al formular la interrogante estamos demostrando que existe una respuesta momentáneamente ignorada.

Cuando hacemos la pregunta a un amigo, a un técnico, a un adivino, estaríamos cometiendo un error porque, por lo que acabo de decir, la pregunta es la parte conocida de una incertidumbre angustiante y, por lo tanto, quien conoce la pregunta es la única persona que tiene en su interior la respuesta correspondiente.

Sin embargo, puede ocurrir otra cosa.

Para quienes estamos en contacto con los niños observamos cuán transparentes y expontáneos son. Es muy difícil no darse cuenta cuáles son sus intenciones. Un adulto mínimamente experiementado puede anticipar qué dirá un pequeño.

Como los adultos somos un poco niños, especialmente cuando algo nos preocupa, nos debilita, nos infantiliza, y como algunos adultos son más perspicaces que otros, es posible encontrar adultos que logren interpretar los gestos de alguien con la misma facilidad que cualquiera de nosotros puede anticipar qué dirá o hará un pequeño.

En suma: si podemos confiar en nuestra perspicacia, quizá podamos adivinar algunas respuestas contenidas en la pregunta.

(Este es el Artículo Nº 2.114)


martes, 17 de diciembre de 2013

Solo algunos tienen autorización para innovar


En 2013, un pequeño país (Uruguay), despenalizó el aborto y el consumo responsable de la marihuana. Muchos están contrariados.

Quizá no nos moleste mucho que grandes países provoquen grandes avances tecnológicos, sociales, económicos, pero observamos con cierto recelo que pequeños países llamen la atención por sus logros.

Alguien podría pensar que es la envidia lo que nos induce a despreciar los logros que alcancen los pequeños y hasta cierto punto podría ser cierto. Sin embargo podrían existir otros motivos.

Por ejemplo, nos causa malestar que cualquier hecho contradiga nuestras creencias. Si mañana se llegara a la conclusión de que la homeopatía es mucho más efectiva que la medicina tradicional, seguramente nos caería bastante mal la noticia porque estamos convencidos de que la única técnica curativa verdaderamente confiable es la medicina.

Si mañana se llegara a la conclusión de que la filosofía es la única que ha tenido éxitos verdaderos en la justicia distributiva de la riqueza, que nadie como los filósofos han sido capaces de encontrar manera de eliminar la pobreza, seguramente nos caería bastante mal la noticia porque estamos convencidos de que la única ciencia capaz de resolver los problemas económicos es la Economía.

Habría más casos por el estilo. En otras palabras: no aceptamos que los hechos contraríen nuestras creencias más profundas, esas que constituyen verdaderos pilares del psiquismo.

No quiero ni pensar qué ocurriría si en algún momento alguien aportara pruebas indiscutibles de que Dios no existe. No solo el Vaticano debería cerrar sus puertas sino que los creyentes se levantaría en armas enfurecidos contra quien hubiera aportados dichas pruebas.

Lo mismo ocurriría con los ateos si alguien aportara pruebas indiscutibles de que Dios sí existe.

En 2013, un pequeño país llamado Uruguay, despenalizó el aborto y el consumo responsable de la marihuana. Muchos se enojan contrariados.

(Este es el Artículo Nº 2.113)


lunes, 16 de diciembre de 2013

Fin del estímulo político a la virilidad

  
Los varones adultos que fueron educados en el culto a la virilidad homofóbica hoy se sienten desorientados.

No es tan fácil saber si lo que deseamos está indicado por la Naturaleza o por la Cultura.

Ésta se impone con tal rigor que a veces sus dictados prevalecen sobre los dictados de la Naturaleza, es decir: a veces la cultura logra torcer nuestra forma de ser natural.

Por ejemplo, es muy probable que los humanos seamos mucho menos eróticos e interesados en la sexualidad de lo que aparentamos.

La cultura está diseñada por los mismos humanos y por eso sus normas responden a intereses muy diferentes a los que pudiera tener la naturaleza.

Por ejemplo, si los humanos deciden matarse masivamente porque unos quieren apoderarse del terreno que otros ocupan, entonces los humanos tendrán que inventar algún procedimiento para recuperar esos ejemplares de la especie que murieron prematuramente. Si no lo hicieran, la especie entera correría riesgo de extinguirse.

Para estimular artificialmente la generación de nuevos ejemplares que vengan a remplazar a los soldados que murieron en las guerras invasoras, muy probablemente se alentó a que los varones demostraran su virilidad teniendo muchos hijos.

En condiciones normales, en condiciones naturales, no sería necesario tener que demostrar la virilidad, así como tampoco es necesario demostrar que respiramos o que digerimos lo que ingerimos.

Dentro de la política de estimular la reproducción que estoy imaginando, la homosexualidad se convirtió en un pecado religioso, en una traición, en una vergüenza, en una enfermedad repudiable. En suma: como política de estado se estableció la homofobia.

En este momento (cursa 2013) muchos varones, que fueron educados en la ideología del culto propagandístico a la virilidad anti-homosexual se sienten confundidos porque las políticas de estímulo a la reproducción dejaron de funcionar y la homosexualidad natural es tolerada.

(Este es el Artículo Nº 2.112)


domingo, 15 de diciembre de 2013

‘Lo hice menstruar’


Mariana amaba profundamente al escritor, pero este solo dormía con ella cuando Ada estaba menstruando.

Esto solo era conocido por Ada. Mariana pensaba que la actitud del hombre obedecía a ciertas oscuras causas que solo ella podía imaginar y fundamentar.

Ada se enojaba con facilidad, odiaba a su menstruación y también al hombre que, con cruel desparpajo, la predisponía contra la puesta a punto de un útero que, muy probablemente, nunca anidaría a un hijo.

El encanto de Mariana era post-coito. Cuando comenzaba el ritual de fumar mirando el techo y evocar los malos pensamientos que tenían cuando se lo imaginaba con Ada u otras, él la escuchaba con pervertido regocijo.

Por la intensidad de los malévolos pensamientos, él la comparaba con el director de cine Quentin Tarantino, pero nunca pudo integrar los perfiles psicológicos que ella imaginaba a los personajes que él podía dominar en sus novelas.

Ada era una gran consumidora de televisión. Gravaba los programas de chimentos para estudiarlos cuando menstruaba.

Ella nunca supo qué es la pobreza. Vivía en un barrio de gente rica en una casa de gente rica.

Los días que se reunía con el escritor les concedía asueto a las tres empleadas.

Cuando recién se conocieron ella lo deseó con fuerte pasión y él se dejó desear.

En poco tiempo pudieron sincerarse y practicar lo que más les gustaba: comer y emborracharse, decir groserías, hacer el amor sin bañarse y otras prácticas mejor ubicadas en algún círculo del infierno.

Sin embargo, este señor de gustos tan grotescos no podía soportar que su amante menstruara y corría a tener sexo con alguien a quien le habían extirpado el útero.

Ada se enfurecía y profería insultos a gritos. Mariana, ante la conducta esquiva del hombre, perdía algo de su precaria estabilidad emocional. Mientras fumaba imaginando situaciones casi diabólicas, el cigarrillo temblaba. Él interpretaba los ocasionales desatinos de su discurso como incursiones surrealistas en la mente de una artista en estado latente.

Cierta noche fue especial. Mariana preparó una cena deliciosa y vistió la cama con sábanas de seda blanca. Él se sintió inquieto aunque complacido por el espontáneo agasajo.

En la noche, Mariana le cortó el cuello con una navaja que Ada le había regalado. Absorta con el espectáculo, la mujer quedó hipnotizada por el charco de sangre que se inflamaba sobre las sábanas brillantes.

Los psiquíatras forenses no obtuvieron respuestas al interrogatorio. Con voz casi inaudible, Mariana repetía: “Lo hice menstruar”.

(Este es el Artículo Nº 2.111)


sábado, 14 de diciembre de 2013

La observación problemática del placer ajeno

  
Tenemos que prestar atención a quienes perturban la convivencia por el consumo problemático de drogas o por la observación problemática del placer ajeno.

Se dice que existe un consumo problemático de drogas psicoactivas cuando el consumidor altera negativamente su salud física, (es decir, el organismo que incluye la psiquis), y el cumplimiento de los compromisos familiares, laborales o estudiantiles.

Quizá también existe una observación problemática del placer ajeno cuando el observador, sin causa conocida, intenta dificultar el bienestar del otro.

Como puede verse, estoy comparando dos expresiones similares:

consumo problemático de drogas psicoactivas; y
observación problemática del placer ajeno

Cuando un ciudadano deja de cumplir los compromisos que tiene con los demás, especialmente en el respeto a las normas de convivencia (atención a las señales de tránsito, realizar ciertas tareas, cuidar los bienes públicos o ajenos), tenemos que llamarle la atención porque nos está causando problemas, pérdidas y molestias, sin que estemos obligados a tolerarlo.

Sin embargo, esta necesidad social de impedir la conducta objetivamente perjudicial de algunos ciudadanos suele verse ampliada por quienes inician acciones contrarias al bienestar de aquellos ciudadanos que ni causan problemas ni provocan pérdidas ni otras molestias.

El consumo de drogas psicoactivas (alcohol, marihuana, tabaco), aun cuando sea realizado con total discreción, a veces provoca la reacción atemorizada o indignada de quienes no toleran ese consumo responsable.

En general nuestra cultura se basa en un rechazo constante del bienestar de los individuos. Solo es relativamente tolerado en ciertas ocasiones, tan institucionalizadas que hasta figura en los almanaques con números rojos: señal inequívoca de que esos días son peligrosos.

Recordemos que, universalmente, el color rojo es utilizado para alertar ‘peligro’.

Por lo tanto, tenemos que prestar atención a quienes perturban la convivencia por el consumo problemático de drogas o por la observación problemática del placer ajeno.

(Este es el Artículo Nº 2.110)


viernes, 13 de diciembre de 2013

Las ideas diferentes deben ser gratuitas


Solo compramos ideas que no contradigan nuestras creencias. Por eso, los puntos de vista alternativos solo se consiguen no pagándolos.

Casi todo lo que usted lee fue escrito por alguien que tiene especial interés en no contradecirlo, ya sea porque vive de lo que usted paga o porque, simplemente, desearía ser amado por usted.

Efectivamente, casi la totalidad de los comunicadores tratan de saber qué es lo que usted prefiere, qué es lo que usted rechaza y, dentro de esos límites, intenta emitir un mensaje buscando que usted lo aplauda, le agregue un «me gusta» y siga leyéndolo eternamente.

Como vemos, siempre que exista algún fin de lucro existirá una intención de perpetuarlo, dejando de lado cualquier otra consideración.

Cuando un autor escribe buscando que usted lo apruebe estamos ante la paradójica situación en la que, al final, todo lo que usted lee está, indirectamente, escrito por usted mismo. Es usted quien le dicta al autor lo que quiere que este escriba para luego, al leer lo que redactó, confirmar que el escritor y usted piensan lo mismo.

La situación se parece a una agencia de viajes que le ofrezca una excursión muy costosa al maravilloso paisaje de su propia cara.

Al pagarles, ellos le pondrán un espejo delante mientras una simpático guía turístico va señalándole: «¡Mire que hermosas cejas tenemos acá!; ¡No se pierda la comisura de los labios!; ¡Deténgase un minuto a deleitarse con esta hermosa pestaña que sobresale en el párpado izquierdo!»

La pregunta obligada es: ¿Por qué pago para que no me contradigan y las verdaderas novedades son gratuitas? ¿No debería ser al revés?

Como en la economía de mercado los precios se regulan por la oferta y la demanda, y dado que casi nadie quiere alterar sus creencias, casi nadie demanda ideas que lo contradigan.

(Este es el Artículo Nº 2.109)


jueves, 12 de diciembre de 2013

El suicidio involuntario


Desde el punto de vista del determinismo, los suicidas no deciden matarse sino que padecen una enfermedad terminal.

Un suicidio es algo que nos perturba fuertemente. Les comentaré algo que, como en casi todos mis artículos, no he visto en otros sitios, revistas o libros. Les comentaré mi punto de vista, tan verdadero como cualquier otro, en el entendido de que se trata de un fenómeno casi totalmente desconocido.

Según creo, el suicidio no es un acto voluntario sino el desenlace fatal de una enfermedad terminal, cuya muerte está provocada por el propio enfermo, como ocurre con todos los fallecimientos no accidentales.

En otras palabras: los homicidios, los naufragios, los terremotos, los accidentes de aviación, son causas externas por las que perdemos la vida. Las enfermedades terminales se caracterizan porque el deterioro orgánico es progresivo hasta que el fenómeno vida se torna imposible y el paciente fallece.

En esta última categoría deberíamos incluir la autoeliminación. Dado que la mayoría de la población mundial cree en el libre albedrío y no cree en el determinismo, no tiene otra opción que considerar que ese último gesto del suicida también es voluntario, también está ejecutado en uso de su libre albedrío y no se admite que es la consecuencia de un deterioro orgánico progresivo.

Por lo tanto, si aceptamos que ninguno de nuestros actos es voluntario sino que, por el contrario, todo lo hacemos influidos por variados y (en su mayoría) desconocidos factores influyentes,

— ni viajamos porque queremos sino porque algo de nuestra vida nos indujo a viajar;

— ni estamos vivos porque hemos decidido nacer, comer, abrigarnos, sino porque algo de nuestra existencia nos indujo a satisfacer nuestras necesidades básicas; 

— ni el suicida se mata porque así lo decidió.

Asimismo, los intentos de suicidio son comparables a infartos o a crisis asmáticas.

(Este es el Artículo Nº 2.108)


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Animales según la ley


La violencia contra la mujer es una consecuencia de su incapacidad legal para abortar.

Es muy difícil hacer justicia en un colectivo caracterizado por la incoherencia entre las normas de convivencia (legislación) y las leyes naturales.

Cuando la naturaleza impone al ser humano un instinto y la cultura legisla en su contra, nos enfrentamos a una flagrante contravención. La ley cultural se vuelve naturalmente ilegal.

Razones de fuerza mayor nos imponen que estos desajustes hayan existido, existan y estemos haciendo todo lo posible para que nunca dejen de existir.

Parecería ser que todas las normas que prohíban el daño físico, (herida, mutilación, muerte) a un semejante cuentan con el aval de la naturaleza en cuanto a que esa legislación corrobora la conservación de la especie y del individuo.

Sin embargo, las normas sobre la propiedad privada convalidan un conflicto que tiene la naturaleza consigo misma: los individuos queremos tener el derecho a ser dueños de todo lo que necesitamos pero no respetamos ese mismo derecho en otras personas.

El caso más dramático es el de la mujer embarazada que desea abortar: ciertas corrientes filosóficas, compuestas por personas, (predominantemente masculinas), que aman su derecho a la propiedad privada, aplican su poder político para que esas mujeres no hagan uso del derecho natural que deberían tener sobre su propio cuerpo.

Pero esta nefasta cancelación de un derecho tan fundamental tiene otras consecuencias.

La violencia que se ejerce sobre las mujeres se debe a que la sociedad, al prohibir que ellas puedan abortar, les está faltando el respeto, las está convirtiendo en seres humanos de segunda categoría, en animales destinados a la reproducción.

¿Quiénes son los abusadores, golpeadores y violadores que perseguimos y castigamos? Aquellos que, al igual que los moralistas, tampoco ven en ellas a personas sino a animales manoseables, castigables, fornicables.

(Este es el Artículo Nº 2.107)


martes, 10 de diciembre de 2013

Los celos por la propia infidelidad

  
Mantenerse sexualmente fiel suele ser frustrante y, para aliviar esta frustración, algunos acusan de infidelidad al otro.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos y es grato que así sea.

Como les comento en otro artículo (1), las matemáticas son odiosas porque impiden la polémica, es decir, impiden que algunas responsabilidades queden en la nebulosa. Todo lo cuantitativo termina siendo acusador porque es posible medir las acciones, las intenciones, las preferencias, mientras que lo cuantitativo, lo no matemático, es polémico y, por tanto, más impreciso y menos acusador.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos porque los cónyuges más celosos, en última instancia, están acusando al otro por faltas que no cometieron.

La furia de una persona celosa suele estar provocada por sus propias fantasías de infidelidad:

Jorge querría ser infiel con su esposa porque desea hacer el amor con una compañera de trabajo que intenta seducirlo, pero como no se anima a ser infiel se mortifica, sufre, se retuerce de angustia y, para aliviarse, acusa a Leticia de que muy probablemente esté en amoríos con el primo.

La dosis de calmante a veces tiene que ser muy elevada. Así como alguien tiene que ingerir tres aspirinas para calmar un dolor de cabeza, porque con una no le alcanza, necesita caer en el maltrato desconsiderado con Leticia porque una simple mención de la desconfianza no le alcanza.

En este estado de cosas, Leticia no entiende nada. Al principio se angustia por la actitud de Jorge; habla con las amigas; lo ama pero él se está poniendo insoportable; es tranquilizador que sea hombre de una sola mujer, en eso puede estar tranquila. Para calmarse, imagina que los celos son una prueba de amor y se adapta a que él la agreda ... porque está sexualmente frustrado.


(Este es el Artículo Nº 2.106)


lunes, 9 de diciembre de 2013

La prohibición del incesto es excepcional


La prohibición del incesto es una excepción a la regla de que las prohibiciones son contraproducentes.

En otro artículo (1) les comentaba que la violencia es tan barata como ineficiente.

Hoy agrego: es ineficiente para lograr los objetivos que directamente parece proponerse pero es muy eficiente para generar los fenómenos opuestos.

Ocurre lo siguiente:

Los seres humanos queremos tener libre albedrío para sentirnos poderosos, no para sentirnos responsables y sobre todo para sentirnos diferentes de los demás seres vivos sobre quienes queremos o necesitamos sentirnos superiores.

Con esta fantasía universal en nuestras mentes estamos durante siglos utilizando la violencia para torcer los designios de la naturaleza hasta que, pasados algunos milenios fracasando, nos preguntamos: ¿Será inteligente seguir utilizando la violencia para evitar que ocurra lo que nos molesta?

Sueño con que tendré vida para ver alguno de esos cambios hacia la persuasión, la educación, la conveniencia, con abandono progresivo de la represión, las amenazas, los castigos.

Esta distorsión mística en mi cerebro racional está alentada porque la informática realmente puede lograr sistemas de organización y administración de la convivencia que estén adaptados a lo que somos en realidad y no como hasta ahora que aplicamos la violencia para que sean los seres humanos quienes nos adaptemos por la fuerza a los sistemas como si fueran perfectos

Todo haría pensar que si quitamos la prohibición de abortar en condiciones civilizadas a quienes deseen hacerlo, la cantidad de embarazos no deseados disminuirá, la cantidad de abortos también y la muerte de mujeres disminuirá.

Todo haría indicar que, si quitamos la prohibición de la venta y consumo de sustancias psicoactivas (cocaína, marihuana, anfetaminas), la demencial corrupción que genera el narcotráfico disminuirá.

La abundante población mundial indica que la prohibición del incesto es de las pocas prohibiciones que resultan sanamente estimulante.


(Este es el Artículo Nº 2.105)


domingo, 8 de diciembre de 2013

Pasión teatral


La compañía de teatro barrial Amor y odio, dirigida por Glauco Carranza (alias “El Pato”), comenzó sus actividades artísticas con muchas dificultades, como cualquier compañía de teatro.

El Pato era un vocacional de las tablas pero muy pragmático. Él sabía algo de números, algo de pasiones, algo de psicología de masas, algo del temperamento de las mujeres, algo de las debilidades de los varones. En suma: sabía algo de todo.

El emprendimiento surgió porque el barrio lo necesitaba. «Lo pide a gritos», solía decir El Pato, para explicarle a los comerciantes de la zona por qué tenían que colaborar asumiendo una cuota mensual a cambio de publicidad.

Aunque él sabía algo de cómo es la gente, se sorprendió con todos los pedidos de participación actoral que recibió. Vecinos de todas las edades le pedían directamente para trabajar como actores y también indirectamente, presionando a Mariana para que, «entre polvo y polvo», sugiriera algunos nombres.

Fue todo un éxito el logotipo que le regaló un muchachito muy tímido, pero genio en diseño gráfico: eran dos máscaras, una con cara de enamorado y la otra con cara de bronca. Amor y odio: perfecto!

Un jubilado del correo le mostró al director una obrita que él había escrito en horario de oficina. En ella cuatro personajes discutían con tal furia que, al final, terminaban matándose. El Pato le dijo que era una exageración; el jubilado le dijo que Shakespeare también mataba a todos; El Pato le dijo «Shakespeare fue un fracasado con éxito, como tantos» y el jubilado introdujo algunos cambios, dejó a uno vivo, más de eso no; pero hizo algo más.

El escritor comenzó a hacer campaña buscando adherentes para una y otra posición filosófica de las que se planteaban en la familia representada. Sabía a quienes ofrecerles la posición del marido traicionado y a quienes ofrecerles la defensa de la mujer infiel.

En un par de meses el barrio no hablaba de otra cosa y los partidarios del marido y de la esposa empezaron a mirarse de reojo en el almacén, en la fila para pagar los consumos, donde se cruzaran.

Mariana cada vez veía menos veces al Pato. Esta pérdida de protagonismo la indujo a juntarse con quienes defendían a la mujer infiel. Él se llenó de preocupación.

El ensayo de la obra se convirtió en un problema de seguridad porque la gente se agolpaba en la puerta del galpón teatral. Algunos muchachos voluntarios contenían el tumulto.

A Mariana se le ocurrió una idea que se propagó como un incendio: diseñó una camiseta identificatoria de la hinchada infedilista. Por supuesto que los defensores del traicionado reaccionaron inmediatamente utilizando las camisetas de un cuadro de fútbol que nunca llegó a jugar.

Dos horas antes del estreno, la calle quedó cortada por el público, comenzaron los gritos, los empujones, los golpes. El jubilado llamó a la policía que enseguida llegó en dos camiones.

Al bajar, los uniformados de ambos vehículos se pusieron sendas camisetas distintivas y, sin quitarse la gorra, comenzaron a repartir golpes apoyando a los hinchas de su personaje preferido.

(Este es el Artículo Nº 2.104)


sábado, 7 de diciembre de 2013

Monogamia y castración psicológica


La monogamia obligatoria les asegura, a la madre dominante y a su nuera también sometida, un varón psicológicamente castrado.

Nadie, (y mucho menos una mujer), sabe qué es una mujer. El deseo que las mueve es desconocido.

Como esto es angustiante, una mayoría sale corriendo a buscar simplificaciones que tapen el vertiginoso agujero de la incertidumbre. El tapón clásico a esta pregunta es: Una mujer es una madre.

Esta respuesta puede servir por un tiempo. Cuando el hijo comienza a tener vida propia la mujer vuelve a ser alguien que no sabe lo que quiere. Como ninguna sabe lo que quiere, entonces es posible afirmar que no se la puede conocer...y mucho menos otra mujer.

Una mujer mentalmente sana acepta estas incomodidades. Entra y sale de la etapa maternal sin generar una conmoción en su entorno, pero cuando esta mujer no es tan mentalmente sana comienza a generarse una turbulencia (social, familiar) en su entorno, que parece muy natural hasta que ella desaparece y los que quedan perciben que hay más tranquilidad que antes.

En agricultura, quien tiene las semillas subordina a quien tiene la tierra. Debido a la actual manipulación genética, los terratenientes dependen de los laboratorios.

Paralelamente, gobernar al semental es gobernar a las mujeres.

El hijo varón de una madre dominante (es decir, mentalmente no muy sana), seguramente será educado con gran rigor y funcionará como un obediente esclavo porque ella administrará su existencia hasta que la muerte los separe.

Claro que la prohibición del incesto le causará una cierta dificultad a esta propietaria del hijo varón. La madre tendrá que encontrar la manera de que alguna mujer, preferentemente elegida por ella, se convierta en la esposa del varón.

La monogamia obligatoria asegura a la madre dominante y a la esposa un varón sumiso, psicológicamente castrado.

(Este es el Artículo Nº 2.103)


viernes, 6 de diciembre de 2013

El temor al abandono de los adultos


Los amos de mascotas y los padres de niños no reconocen que temen ser abandonados. Necesitan imaginarse adorables, imprescindibles. Los mejores.

Alguna vez anterior he comentado que ningún amo de perro busca recuperarlo mostrando un cartel que diga: «Gratifico captura de perro que se fugó de mi casa aprovechándose de que tuve un descuido». Muy por el contrario, el amo publicará un cartel en el que se lamenta de que el pobre animalito se haya extraviado y que quizá ande por ahí, llorando por no encontrar el camino de regreso a la casa del amo.

¿Qué ocurriría con un niño al que no se le prohíba hablar con extraños?
Me temo que el pequeño podría irse tras una mejor promesa de bienestar.

Los padres nos aterrorizamos de que eso pudiera ocurrir.

Nos preocupa que los pequeños sean tan ingenuos y que sean fácil presa de un engaño. Pero, ¿cuáles son nuestras verdaderas preocupaciones?

Uno de esos temores consiste en que el pequeño encuentre personas que lo quieran más, lo traten mejor y que lleguen a ser más felices en la nueva familia.

Cuando un pequeño no llora amargamente en su primer día de escuela los padres padecen un infarto emocional.

No creo que ocurra, pero los expertos en marketing son muy capaces de asesorar a los dueños de guarderías infantiles que, disimuladamente, dificulten la estadía de los nuevos alumnos, solo para que los padres, verdaderos clientes que pagan la mensualidad, sientan que el niño los ama con pasión.

Por lo tanto, los amos de mascotas fugadas y los padres de los niños son personas muy vulnerables, que temen ser abandonados por sus seres queridos.

Sin embargo, estos amos y padres no soportan la idea de que son ellos quienes temen ser abandonados. Necesitan imaginarse adorables, imprescindibles, irremplazables, divertidos. Los mejores.

(Este es el Artículo Nº 2.102)


jueves, 5 de diciembre de 2013

Para qué recordar a los muertos


La conmemoración del Día de los Difuntos alienta la esperanza de que nunca más mueran seres humanos.

La evocación rigurosa de hechos desafortunados, tales como las Guerras Mundiales, el Holocausto del pueblo judío a manos de los nazis, o el genocidio de los armenios a manos de los turcos o tantos otros, se hacen con la intención de que no vuelvan a suceder.

«Con la intención» o con la muda esperanza, quizá debí decir.

La lógica podría expresarse diciendo que el olvido propicia la reiteración y también su contraria: en la medida que recordemos los hechos desafortunados evitaremos repetir el mismo error.

En psicoanálisis suele hacerse especial hincapié en el punto de vista contrario. Se dice que algunas personas hacen lo que hacen con la intención de no evocar algún recuerdo que, traído a la conciencia, sería perturbador.

En otras palabras, y a modo de ejemplo, es una hipótesis válida suponer que alguien pierde varias veces su fortuna porque teme saber que es hijo adoptivo. Dicho de otro modo, logra deliberadamente perder su PATRImonio para imaginar que fue él mismo quien decidió ser abandonado por sus PADRES y que no fue dado.

Con esta lógica tan ilógica es que ahora puedo plantearles una sugerencia también ilógica.

El día 2 de noviembre se reconoce como El Día de los Difuntos.

Los fieles católicos conmemoran este día destinándolo a colaborar (imaginariamente) con los fieles fallecidos que aun se encontraran en el Purgatorio, en trámite de expiar sus pecados mundanos.

Por lo tanto, los fieles que siguen vivos ayudan a los ya fallecidos para que finalmente puedan descansar en paz.

Algunos quizá crean en que este sistemático recordatorio de quienes ya murieron sirva para que eso no vuelva a ocurrir, es decir, que los que aun no fallecieron se conviertan en inmortales.

(Este es el Artículo Nº 2.101)


miércoles, 4 de diciembre de 2013

La sexualidad obligatoria

  
Un varón, en relación monógama, se excita con múltiples extímulos eróticos. Su compañera se siente obligada a copular sin ganas.

Si dependiera de mí, trataría de que no hayan personas con una calidad de vida económicamente indigna (sin lo esencial para satisfacer las necesidades y deseos básicos).

Si dependiera de mí, trataría de que hombres y mujeres pudiéramos entendernos más como para no tener tantos desencuentros evitables.

Todos los días escribo artículos sobre la pobreza y sobre los sentimientos. Este es uno de ellos.

Una premisa que parece verdadera es que, anatómicamente y psicológicamente, hombres y mujeres somos muy distintos.

Otra premisa confiable dice que las mujeres, cuando están ovulando, entran en celo y aumentan su deseo de copular. Como ellas no pueden hacerlo con cualquier macho (como parecen hacerlo el resto de las mamíferas), excitan al señor elegido para hacer el amor con él.

Otra premisa dice que ellos responden a casi cualquier convocatoria femenina, tanto sea de su compañera habitual como de otras que lo seduzcan y también, ¡pobres y confundidos varones! con cualquier hembra que ellos imaginen que trata de seducirlos.

Es así que él puede sentirse estimulado sexualmente por alguien que lo mira en la calle, en el lugar de trabajo, en el lugar de estudio, en el cine, en la televisión.

Efectivamente, la sensibilidad receptiva de los varones es parte de la eficacia de la naturaleza para conservar la especie humana. Ellos se erotizan mirando indiscriminadamente piernas, glúteos, senos, caras, cabelleras, formas de andar, cinturas, caderas, vestidos, perfumes.

La estructura monogámica es la principal causante de los desacuerdo más atroces. Él se excita sexualmente, pero como no puede tener sexo con la fuente de excitación (mujeres que andan por ahí, imágenes eróticas, televisión), acude a su compañera monogámicamente obligatoria, quien no siempre lo recibe complacida.

(Este es el Artículo Nº 2.100)


martes, 3 de diciembre de 2013

Cómo atrapar al varón huidizo


El varón huidizo suele rendirse cuando le asignan el rol de Maestro. Rápidamente veremos al Pigmalión improvisado seducido por Galatea.

La mitología es un conjunto de relatos, cuentos, leyendas, en los que se narran historias fabulosas, de personajes increíbles, heroicos, maravillosos, insólitos.

Quizá todos los pueblos poseen su mitología pero solo algunas de estas colecciones de mitos han trascendido como para llegar hasta nuestros días.

Se cuenta que un rey de Chipre, llamado Pigmalión, era muy exigente, al punto que ya se había hecho a la idea de que nunca encontraría a una mujer tan perfecta que lo indujera a casarse con ella.

Así fue que destinó su habilidad como escultor a esculpir una estatua de mujer perfecta. Tan bien hizo su trabajo que se enamoró de su estatua de marfil, a la que llamó Galatea.

Como en mitología todo es posible, una diosa le dio vida a la bella construcción y el escultor enamorado se casó con ella.

Este argumento es literariamente muy bueno: el hombre que se enamora de una mujer educada por él.

Pero como la realidad siempre supera a la ficción, es realista hablar de algo que podríamos llamar la estrategia de Galatea.

Según he mencionado varias veces, la mujer, al igual que las demás hembras mamíferas, cuando está ovulado (en celo) es la que seduce al varón que prefiere para padre de sus hijos.

Algunos varones son más difíciles que otros y con ellos las mujeres que lo eligieron tienen que trabajar un poco más que con la mayoría.

Lo que llamo la estrategia de Galatea consiste en enamorar al señor haciéndose pasar por ignorante, pero interesada en ser educada por él.

El varón huidizo suele caer rendido cuando le asignan el rol de Maestro. Rápidamente veremos al Pigmalión improvisado seducido por Galatea.

(Este es el Artículo Nº 2.099)


lunes, 2 de diciembre de 2013

Pedofilia: amor condenable


Aunque la palabra pedofilia significa ‘amor a los niños’, se usa para designar un delito terrible, repudiado unánimemente por todos.

Para una persona vocacionalmente interesada en saber del ser humano, todo haría pensar que tiene que estudiar psicología, psicoanálisis, historia, antropología, sociología, filosofía, anatomía y fisiología humanas.

Con estas aproximaciones se habrá empezado a dar cumplimiento a aquella orden milenaria que dice: «conócete a ti mismo».

Para continuar, en un segundo nivel de conocimientos, tendrá que estudiar derecho, legislación comparada (de varios pueblos), sistemas judiciales, sistemas penitenciarios, psiquiatría.

Para terminar el cursillo de Introducción al conocimiento del ser humano, convendría que se especialice en Derecho penal, es decir, el derecho relativo a las leyes, instituciones o acciones destinadas a perseguir crímenes o delitos.

Al evaluar la complejidad y la inversión de tiempo que impondrían estos estudios entendemos por qué aquella orden milenaria («conócete a ti mismo») nunca se cumple.

Desde mi inseguro punto de vista, los crímenes y delitos parecen ir en aumento porque los legisladores tampoco tuvieron tiempo de «conocerse a sí mismos». Por eso hacen leyes que solo castigan al delincuente, quien vuelve a reincidir cuando cumple su condena.

Por ejemplo, estamos todos de acuerdo en que la prostitución y la pornografía infantil son delitos muy conmocionantes, perturbadores, indignantes.

Las personas que cometen estos delitos no deben seguir circulando porque son ciudadanos incapaces de respetar las normas de convivencia, pero observemos qué nos ocurre con los niños, observemos la pedofilia de los ciudadanos comunes.

— Amamos a los niños;
— Reconocemos que los niños son bellos;
— Con toda lógica, prohibimos la sexualidad con los niños;
— Sin embargo, las mujeres se depilan casi totalmente, en la mayoría de los casos, para emular la falta de pilosidad en el cuerpo infantil.

Conclusión: Popularmente se imita la ausencia de pilosidad infantil con fines eróticos.

(Este es el Artículo Nº 2.098)


domingo, 1 de diciembre de 2013

Ojos que ven, estómago que siente


Con Mariana nos conocimos en la escuela. Ella era hermosísima porque tenía los mismos ojos tristes de mi mamá.

Cuando tuvimos veinte años me di cuenta que ella era la única persona de mirada triste que sin embargo caminaba como si estuviera orgullosa de sí misma. Mi mamá, no. Caminaba despacito, con la espalda encorvada, levantando muy poco los pies.

A los 29 años nos miramos por primera vez. Ella arqueó cinematográficamente una ceja (ahora no recuerdo cuál) y mi estómago dio un vuelco. Tuve que mirar una baldosa de otro color que había en la cocina de su casa.

Le fui a decir lo que pensaba pero mis pulmones también había dado un vuelco. Respiré varias veces para recuperar el control y entonces pude:

— Tendríamos que vivir juntos, Mariana. Cuando estoy en mi casa mi cabeza está acá. ¿Qué te parece si traigo mi cuerpo también?

Ella dejó de revolver la taza de café vacía y la mirada triste desapareció fugazmente. Descruzó las piernas en cámara lenta para ponerse de pie, me tomó de la mano y me dijo:

— Hagamos lugar en mi ropero para tus cosas.

Todos los 21 de abril nos sentamos ceremoniosamente en la misma mesita de la cocina y en cierto momento que nunca faltó, nos miramos. A ella se le desvanece fugazmente la mirada triste y nos tomamos de la mano. Mi estómago sigue dando un vuelco.

(Este es el Artículo Nº 2.097)


sábado, 30 de noviembre de 2013

El innecesario deseo del escritor


Quienes estudian un libro pueden intentar conocer el deseo del autor así como pretendieron conocer el deseo de su mamá.

Nuestra madre es un personaje tan imprescindible como angustiante.

Con ella aprendemos a amar.

Este sentimiento gregario tan fuerte, importante y que, si contamos con la suerte suficiente, sentiremos a lo largo de toda la vida, nos permite participar en vínculos personales con nuestros familiares, cónyuges, hijos, compañeros de trabajo, colegas.

No podemos dejar pasar la ocasión para agregar que el sentimiento de amor que nos inspiró nuestra madre y que tendremos por el resto de la vida, está íntimamente asociado a la conveniencia: amamos a nuestra madre porque ella nos resolvió oportunamente algo que nos causaba malestar (angustia, dolor, preocupación). Por lo tanto, siempre reaparecerá nuestro amor ante quienes nos provean calidad de vida emocional, tangible, práctica.

Con nuestra madre, no solo aprendemos a amar sino que también aprendemos qué se siente cuando queremos saber qué desea quien nos provee esa calidad de vida tan necesaria y que querríamos controlar.

Si la madre fuera un varón, quizá sería fácil saber qué quiere, pero la anatomía y la fisiología de ellas son tan complejas que intentar entenderlas es como intentar reparar un transbordador espacial contando solo con un destornillador y una pinza.

Cuando nos enfrentamos a un texto difícil de comprender, recaemos en aquella antigua incertidumbre y lo primero que se nos ocurre es tratar de interpretar qué fue lo que quiso decir el confuso escritor.

La tarea es correcta en el niño con su madre, pero incorrecta en el adulto. Este no tiene por qué averiguar qué quiso decir el autor sino que debería conformarse con autoobservar qué ideas le sugiere el texto. Sus propias ideas son las que le importan. Las que tuvo el autor ya no importan.

(Este es el Artículo Nº 2.096)