Los gobernantes necesitan la falta de
escrúpulos para resistir las exigencias de la tarea.
Los malos son más resistentes. La hipocresía
es una consecuencia inevitable de este desequilibrio energético. Necesitan
mentir, ser narcisistas y desconsiderados. Viven disfrazándose porque los
electores pedimos el engaño para que todo sea como debe ser y no como es.
Muchos gobernantes son viejos porque la
ancianidad predispone la adquisición de estos defectos inherentes al perfil
excluyente.