martes, 31 de marzo de 2009

La fidelidad hacia lo malo conocido

Por algún motivo los uruguayos necesitamos defender con uñas y dientes la hipótesis de que el cantante de tangos Carlos Gardel (1890-1935) nació en nuestro país y no en Francia o Argentina como algunos afirman.

Creo que podríamos estar muy conformes con que el escritor Horacio Quiroga (1878-1937) sin ninguna duda es uruguayo. Este honor alcanza para darnos por satisfechos.

Su relato titulado El almohadón de plumas cuenta de forma espeluznante cómo un insecto alojado dentro de un almohadón de plumas, succionó la sangre de una joven (Alicia) hasta matarla por anemia.

Además del incuestionable valor literario de esta pieza, es recomendable su lectura para quienes saben enriquecerse con las analogías.

El monstruoso insecto que fue consumiendo a la protagonista es perfectamente comparable con la insidiosa atmósfera depresiva en la que podemos estar perdiendo la vitalidad día a día.

El confortable almohadón de plumas es similar al confortable grupo donde nos sentimos tan cómodos pero que por su pobreza humana (cultural, mental, moral) nos mantiene alejados de otros escenarios donde podríamos disfrutar de una calidad de vida muy superior.

Alicia, agonizando, no quería ni que le arreglaran el lecho ni que le movieran el almohadón que la estaba matando.

Algo idéntico nos pasa cuando nos resistimos a los cambios, tanto de nuestra forma de ser como del ambiente enfermante al que estamos acostumbrados.

Y algo curioso para terminar: A veces lo que más obstaculiza acceder a mejores posibilidades es una simple discriminación o envidia hacia quienes están mejor que nosotros.

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lunes, 30 de marzo de 2009

El periodismo nos cuida

Este artículo intenta vincular el aumento de hechos violentos que se verifican en muchos países y el periodismo.

El instinto de conservación está presente en todas las especies, no solamente en la nuestra.

Ese instinto se manifiesta porque cuando un ejemplar está en peligro, algo hace (grita, huye, emite algún olor) como para que los demás se pongan en estado de alerta.

Los humanos tenemos formas de comunicarnos bastante sofisticadas si nos comparamos con el resto de los terrícolas. Más aún, tenemos personas especializadas que trabajan todo el día informándonos.

Es propio de nuestro instinto de conservación que cuando alguien está enterado de que existe un peligro para los humanos, nos demos la voz de alarma. Todos reaccionamos instintivamente de esta forma.

Probablemente los periodistas sean los primeros en hacerlo, pero luego la noticia se expande porque así funcionamos naturalmente, como a su modo lo hacen las demás especies zoológicas.

Cuando digo «nos damos la voz de alarma» soy literal al máximo porque —quienes las posean—, acudirán al-arma para defenderse mejor. La palabra proviene precisamente del vocabulario militar.

Resumo: El instinto de conservación de la especie nos lleva a que tengamos gente dedicada a monitorear el escenario para que nos avise en cuanto algo nos ponga en peligro (medios de comunicación y periodistas, es decir, vigías). El nerviosismo que nos producen sus noticias puede provocar hechos de violencia trágicos porque muchas personas poseen un arma que podrán usar con escasa destreza y en un estado emocional alterado.

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domingo, 29 de marzo de 2009

Autobiografía autogenerada automáticamente

Pasaron varios años para que la novela de Pablo Ponciolo empezara a tener lectores. Más que nada lectoras.

Este señor es un fanático de los estudios esotéricos, de las artes adivinatorias, de la parapsicología, usuario de la magia negra (cuando no tiene más remedio) y también informático.

Algunos podrían pensar que esta rama del saber pertenece casi exclusivamente al grupo de los racionalistas, pero no, no es así,. La mayoría quizá lo sean pero existe un subgrupo integrado por gente muy espiritual. Es sabido por unos pocos (e intuido por muchos), que en el fondo la informática conduce a un gran misterio.

Ponciolo escribió su libro utilizando sus conocimientos de astrología con la peregrina idea de que cada lector leyera en realidad su autobiografía.

Efectivamente, el libro es sólo digital y requiere para el acceso a su capítulo primero que el lector llene todos los campos que incluyen nombres, apellidos, lugar, fecha y hora exactos de nacimiento y algún otro dato que ahora no recuerdo.

El hecho es que el libro tenía como protagonista al lector (con su nombre, género, etc.). Cada texto se generaba en el momento en que el usuario ingresaba con su clave y era interesante encontrar algunas coincidencias con la vida pasada y actual de cada uno.

Cabe recordar que un libro digital que corre en la web puede ser modificado permanentemente por quien posea la contraseña para editar el texto.

El hecho es que Pablo Ponciolo continuó sus estudios y perfeccionamiento de la novela-biografía hasta que llegó un punto en que el grado de coincidencia empezó a ser llamativamente elevado. Además, cada texto incluía algunos eventos que ocurrirían en los días siguientes a la consulta.

Lo que hizo que esta obra fuera retirada de circulación fueron precisamente estos aciertos hacia el futuro personal de cada uno de los lectores, pero no porque el autor «adivinara» el futuro, sino porque los lectores (sobre todo lectoras) más ávidos, caían en profundos estados de sugestión que los llevaba a provocar inconscientemente lo que ellos suponían que era su destino inexorable.

Para peor el espíritu de Pablo Ponciolo es muy tenebroso y prácticamente no daba tregua a los pocos que se animaban a poner sus datos personales correctos.

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sábado, 28 de marzo de 2009

1º premio: Una gripe

Los niños tienen una conducta que los pone en peligro porque su capacidad de entender la realidad está en desarrollo. Los años de maduración del sistema nervioso más las propia experiencia y la capacidad de aprendizaje convierten a aquel ser que no se sabía cuidar en otro que sabe cuidarse e inclusive sabe cuidar a otros.

Sin embargo, el desarrollo en cada uno de nosotros no llega hasta los mismos niveles de eficacia. En algunas personas parece enlentecido y a veces estancado en etapas muy tempranas.

A esto podemos sumarle esa otra condición tan de nuestra especie de «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio». Los psicólogos estudiamos para analizar las interrupciones precoces del desarrollo sin que por eso seamos más maduros que el resto de los mortales.

Es por todo esto que ahora puedo comentar con ustedes la popular creencia en que «a mi no me va a pasar».

Diariamente tenemos testimonios de personas que se ven ingratamente sorprendidas por circunstancias que ni imaginaban para sí mismas.

Por lo que he podido observar el fenómeno podría describirse así: Mientras nos va bien, suponemos que hemos encontrado la fórmula para evitar problemas. Pensamos que nuestro bienestar no es casual sino que es el resultado natural de nuestra inteligencia para actuar.

Cuando cae sobre nosotros alguna de esas desgracias que imaginábamos propias «de esos otros que no saben vivir tal inteligentemente como nosotros», quedamos sorprendidos y nos surge la pregunta: «¿En qué me equivoqué?»

Lo que parece verdadero es que cuando nos va bien o nos va mal, la suerte juega un papel muy importante y que no somos ni tan protagonistas ni tan culpables de nuestros aciertos y errores (respectivamente).

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viernes, 27 de marzo de 2009

La viuda triste

Imaginemos una viuda que llora desconsoladamente por la pérdida de su esposo.

Tiene dos formas de hacerlo: en la más absoluta discreción o en público.

En el primer caso, quizá nadie sepa de su dolor, mientras que en el segundo habrá testigos.

Cuando alguien se acerca a consolarla, ¿qué está pasando en realidad? Mi opinión (razonamiento) es que la viuda está pidiendo ser amada (por eso llora en público) y quien intenta consolarla, procura ocupar el lugar que dejó el fallecido en el corazón de la viuda.

Si bien es cierto que todos necesitamos ser amados, cada uno tiene sus preferencias. No nos sirve el amor indiscriminado sino de cierto tipo de personas.

Los que se acercan a la viuda para consolarla desean ser amados por ella y se postulan como reemplazantes del fallecido. Ella evaluará si algún postulante califica para llenar el vacío (¿vacante?) que le generó el marido.

Por otro lado, el simple ofrecimiento es de por sí un alivio porque la desdicha que padece durante el duelo se ve aliviada cuando observa que otras personas intentan darle el amor que dejó de recibir de su marido muerto.

Este ejemplo de la viuda puede ser un modelo que, con las correcciones que correspondan, puede aplicarse a otras situaciones en las que alguien consuela a otro por su pérdida (enfermedad, abandono afectivo, accidente, quebranto económico).

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jueves, 26 de marzo de 2009

La seriedad de los sueños

El un artículo recite titulado La exageración oficial decía que la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud (1946) es un disparate porque propone niveles inalcanzables de perfección.

La salud es uno de los bienes más preciados para todos y sin embargo no podemos encontrar una definición razonable que nos sirva de guía.

Otro aspecto que dificulta aún más la situación es que la medicina está muy impregnada de intereses comerciales por lo que la preocupación principal (la salud de cada individuo) entra en competencia con el afán de lucro de prácticamente todos los trabajadores del sector.

En el blog que dedico a las dificultades económicas (El dinero y la pobreza patológica ) propongo varias maneras de utilizar herramientas teóricas propias del psicoanálisis para abatir ese tipo de carencias y ahora me corresponde hacerlo también para la definición de salud.

Sugiero las siguientes ideas:

1) Una persona está sana cuando puede cumplir sus deseos —confesables e inconfesables—, sin interferir con los deseos ajenos.

2) Una persona está sana cuando puede convertirse en lo que quiere llegar a ser sin molestar a los demás.

Reconozco que el estilo literario dista mucho del académico, pero lo cierto es que me interesa mucho más salud que los estilos literarios.

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miércoles, 25 de marzo de 2009

Quiero a Sofía, viva o muerta

«El fin justifica los medios» es una consigna aceptada por muchas personas respetables aunque un poco fundamentalistas.

«El amor mueve montañas» es una proverbio expresado por muchas personas inteligentes y que confían en que con voluntad todo se logra.

«Hay amores que matan» es la queja de quienes cursan un problema amoroso con riesgo de vida.

«Lo hago por tu bien» le dice el benefactor responsable a la víctima de su amor despiadado.

«Es mi hijo y tengo la obligación de guiarlo. Ya me lo agradecerá.» Dice el progenitor cuando impone sus criterios personales creyendo que tienen validez universal y que deben ser aceptados a rajatabla.

En resumen: El amor es un sentimiento que parece muy fácil de entender pero que tiene sus dobleces. Es tan importante en nuestras vidas que dedicarle un poco de reflexión no está de más.

A modo de señalar una posible «contraindicación» de este gran sentimiento digo: La mayoría de las personas cuando amamos, lo que en realidad estamos deseando (amando) es que nuestro ser amado haga lo que necesitamos y que además sea feliz haciéndolo.

Insisto: Lo que (la mayoría, no todos) pretendemos de nuestro ser amado (hijos, cónyuges, padres, líderes, amigos) es que nos den satisfacción, pero no de mala gana: contentos, felices de cumplir nuestros propósitos.

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martes, 24 de marzo de 2009

La exageración oficial

Hace unos días publiqué una artículo titulado Estoy casi bien en el que decía que la Medicina no puede decir que alguien está sano sino solamente que alguien «parece estar sano».

No solamente la salud es algo muy incierto y difícil de diagnosticar (a pesar de que todos desearíamos fuertemente que eso fuera posible) sino que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene desde hace décadas una definición que complica aún más las cosas.

Dice: «La salud (del hombre) es un estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad».

Esto es un verdadero disparate y los invito a compartir la siguiente reflexión:

«Perfecto bienestar físico, mental y social»: ¿No les parece que es una expresión de deseos que se escapa del ámbito natural del ser humano? ¿Quién razonablemente puede aspirar a tener algo «perfecto»?

«…y no sólo la ausencia de enfermedad», que es justamente lo único que nos puede decir la Medicina: «no encontramos ninguna anomalía», «para los médicos está todo bien», «tiene una salud sin particularidades».

En suma: 1) Todos desearíamos tener certeza sobre si estamos sanos o enfermos; 2) La medicina sólo puede decir que ella no encuentra anomalías dignas de mención pero no puede diagnosticar que alguien está sano; 3) La OMS propone una definición de salud tan ideal, utópica e inalcanzable, como para que todos nos sintamos más enfermos que sanos.

Conclusión: todas las circunstancias parecen favorecer que nuestra preocupación por la salud esté un poco por encima de lo razonable (exacerbada).

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lunes, 23 de marzo de 2009

«Estoy ½ ciego»

Desearíamos tener todo claro pero la realidad se empecina en mostrarnos que casi todas las cosas que nos rodean tienen aspectos positivos y negativos.

Algunas personas, hartas de esta falta de claridad con la que se nos expresa la realidad, optan por agregar nitidez artificial a sus percepciones.

¿Cómo lo hacen? Simplemente eliminando los datos conflictivos:

Ejemplo 1: Creer en Dios tiene la ventaja de que me saco de encima el problema de que algún día me voy a morir. Creyendo en la reencarnación «sé» que la muerte que me angustiaba es simplemente un cambio de estado. Elimino el «dato conflictivo» de que no existe ninguna prueba de que la reencarnación exista.

Ejemplo 2: Creer en la omnipotencia de la Medicina (1) tiene la ventaja de que la vulnerabilidad de mi cuerpo está compensada por una especie de «seguro contra todo riesgo». Elimino el «dato conflictivo» de que una simple gripe sólo se cura haciendo reposo el tiempo que sea necesario.

Ejemplo 3: Suponer que los vínculos pueden ser conservados a pura fuerza de voluntad me permite suponer que las personas que quiero y necesito sólo me abandonarán si yo lo permito. Elimino el «dato conflictivo» de que los sentimientos son autónomos y de que los intentos de control no pasan de ser manipulaciones, engaños y artimañas que nada tienen que ver con el amor que pretenden defender.

Conclusión: ¿Cuál es la salida entonces? Probablemente aceptar que nuestro cerebro percibe la realidad con características conflictivas entre sí y fortalecer la tolerancia a la frustración que eso nos provoca.


(1) Esta idea está ampliada en el artículo titulado Estoy casi bien.

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domingo, 22 de marzo de 2009

Transacciones amorosas

— Quiero que seas terminantemente mi mujer.

— ¿Así? ¿«Terminantemente»? ¿Qué significa «ser tu mujer terminantemente»?

— Que dejes a tu novio ahora, por teléfono, que vayamos hasta tu casa a buscar lo imprescindible y que te vengas a vivir conmigo.

— ¡Guau! ¡Cuánta determinación! Me halaga pero no puedo hacer que mi vida tome un cambio de sentido tan bruscamente, en dos ruedas te diría. ¿Me das unos días para pensarlo?

— No.

— ¿Cómo que no? A ti hace 43 días que te conozco, hemos tenido sexo once veces, con mi novio hace dos años que tenemos una buena relación, no puedo largarlo así como así, por teléfono. Yo no soy de esas. Tienes que darme un par de días para ver si acepto o no tu ofrecimiento.

— Bueno, está bien.

— Además, ¿qué harás con todas esas mujeres que existen en tu vida? Cortarás definitivamente con ellas, supongo.

— No, para nada. Eso seguirá todo igual.

— De ninguna manera, si paso a ser «terminantemente tu mujer» tú debes ser también «terminantemente mi hombre».

— Bueno, está bien.

— Hablemos de número. A ti te gusta que yo me vista a la moda, que siempre tenga el cabello bien peinado, que esté perfectamente maquillada, que use buenos perfumes. ¿Quién se hará cargo de todos esos gastos?

— Tú, por supuesto. Como hasta ahora.

— ¡Ni pensarlo! Si tú pretendes ser mi dueño, te harás cargo de todos mis gastos aunque seguiré trabajando para mantenerme socialmente activa y para ayudar a mis padres.

— Bueno, está bien.

— ¡Choca esos cinco! Trato hecho. Te felicito por la adquisición. ¿Dónde tenemos el teléfono?

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sábado, 21 de marzo de 2009

Estoy casi bien

Todos tenemos la necesidad de creer que la medicina es una ciencia exacta. La noticia de que no lo es molesta tanto que preferimos ignorarla.

Cuando vamos al médico para que nos haga un chequeo de rutina, lo más que él puede decir al finalizar una concienzuda observación es que «no encuentra nada», pero no puede decir «usted está sano/a».

El diagnóstico médico se apoya es las siguientes evaluaciones:

1) Busca malformaciones bioquímicas. Para este punto de vista «sano» equivale a «ileso»;

2) Busca taras genéticas y agentes patógenos. En este caso «sano» equivale a «limpio»;

3) Observa si las funciones circulatorias, respiratorias, renales, neurológicas, metabólicas, etc., están dentro de los parámetros cualitativos y cuantitativos normales. En este caso «sano» equivale a «normorreactivo»;

4) Observa si el consultante puede realizar las tareas que la sociedad espera de él sin fatiga excesiva y sin daño aparente. En este caso «sano» equivale a «útil».

5) Averigua si el consultante tiene una conducta que socialmente pueda considerarse «normal». En este caso «sano» equivale a «bien integrado».

Si todas estas observaciones se presentan sin particularidades, la medicina informa que «no encuentra nada digno de mención», pero no puede asegurar que haya «perfecta salud» como todos desearíamos. Siempre pueden existir anomalías imposibles de detectar (al menos por ahora).

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viernes, 20 de marzo de 2009

Me odian porque quiero

Veamos la infaltable necesidad de ser amados, pero desde otro punto de vista.

La «dosis» de amor que necesitamos es algo ilimitada. Lo único que podría molestarnos es que las manifestaciones de aprobación y afecto de los demás fueran abrumadores.

Muy pocas personas «padecen» un exceso de aprobación. La mayoría nos sentimos en déficit a pesar de los esfuerzos que hacemos para aumentar ese fluido maravilloso.

La molestia provocada por la escasez no siempre se reconoce honestamente. Algunas personas prefieren disimular esta pobreza afectiva que padecen y para ello hacen cosas extrañas.

Una de las cosas raras es mostrarse indiferentes y hasta hoscos con quienes pudieran demostrarles interés.

Efectivamente, muchos antipáticos y desagradables son en realidad personas que, no pudiendo tolerar la escasez de afecto que reciben, en lugar de reconocer este hecho y tratar de solucionarlo, lo que hacen es actuar como si fuera una intención deliberada el no provocar el afecto de los demás.

Sienten alivio pasando de la triste posición pasiva y fracasada a una falsa posición activa y exitosa. Contando con que ya saben que reciben poco amor, «trabajan» para obtener lo que ya tenían, haciendo creer que esa carencia es buscada y no padecida.

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jueves, 19 de marzo de 2009

YO me casaría con YOlanda

El vendedor más convincente es aquel que compraría lo que ofrece. Es otra manifestación de esa honestidad que todos esperamos de los demás.

Cuando una persona busca la compañía de otra u otras, también tiene una actitud «vendedora» —aunque seguramente preferiría que yo no usara el verbo «vender»—.

Algo que para mí verifica que alguien puede encontrar compañía consiste en imaginar que se queda totalmente a solas con su clon en una isla desierta.

¿Usted se quedaría a solas con su clon? ¿Le resulta una fantasía agradable?

La mayoría de las personas piensa que sí, que pasaría bien hasta que entramos en detalles escabrosos.

¿Usted tendría relaciones sexuales con su clon? ¿Sentiría una fuerte atracción sexual por su clon? Recuerde que eso implicaría una forma de homosexualidad —pero que nadie lo sabría porque están en una isla desierta—.

Si en lo más profundo de su ser aceptaría llevarse bien y amarse íntimamente con su clon, podríamos decir que usted «se compraría» y si se compraría, entonces es probable que otros también lo hagan y esto estaría indicando que su búsqueda de compañía tiene altas probabilidades de éxito.

De no ser así, quizá hoy esté sintiendo que no le va bien en la búsqueda de compañía y le convendría ver que debería cambiar para que le gustara «comprarse».

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miércoles, 18 de marzo de 2009

(Maldita) Felicidad publicitaria

En un artículo titulado La naturaleza es hermosa pero antipática comento que para vivir hay que desarrollar una cierta fortaleza para poder resistir las agresiones propias de la naturaleza. El hambre, el cansancio, el dolor, son estímulos para que realicemos ciertas acciones necesarias para que el «fenómeno vida» siga ocurriendo.

Entre las personas también nos molestamos bastante y probablemente sea parte del régimen de «premios y castigos» usado por la naturaleza para hacernos mover.

La envidia es molesta, sobre todo para el envidioso (aunque al envidiado a veces también padece algunos inconvenientes).

Todos (absolutamente todos) tenemos una insatisfacción casi permanente. Son escasos los momentos en los que no sufrimos alguna carencia (hambre, sueño, aburrimiento, dolor, incertidumbre), sin embargo es normal que podamos observar a otras personas que parecen estar permanentemente felices.

La publicidad nos acosa mostrándonos personas sonrientes, hermosas, divertidas, radiantes, contentas. Aunque en menor grado, también nos rodean muchas personas que parecen no tener ninguno de esos inconvenientes que tanto nos molestan.

La envidia no es precisamente el deseo de poseer eso (objeto o situación) que el otro tiene sino que la envidia es el deseo de poseer el estado de ánimo que el otro parece poseer (supuestamente porque tiene ese objeto o situación).

La envidia entonces es un arma más de las diferentes manifestaciones agresivas que tiene la naturaleza para con nosotros, con lo cual hace que nos movamos porque el fenómeno vida depende de que actuemos casi permanentemente.

La naturaleza nos estimula con dolor y nos gratifica con alivio.

(Nota: Este artículo tiene una temática similar a la del artículo titulado Odio tu felicidad pero desde otro punto de vista).

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martes, 17 de marzo de 2009

Quiero que repare los frenos y la gastritis

Hace unos pocos días publiqué dos artículos: La esclavitud popular y La queja existe sólo si da ganancias en los que el tema central es la queja y el uso abusivo que algunas personas pretenden hacer de otras (sin olvidarnos que las personas abusadas suelen colaborar para que esto suceda).

Algunos lectores han comentado en el blog y también me han dicho de diversas formas que hay personas que es cierto que se quejan en una actitud dependiente pero que simultáneamente tienen la responsabilidad de procurarse ayuda profesional (con la medicina, con la psicología).

Esto merece hacer una precisión. Hay dos maneras de buscar asistencia profesional.

1) El consultante va al profesional para que le solucionen el problema. De hecho lo que hace es quejarse con alguien que le cobrará para darle una solución. No está tan mal como quien pretende que lo atiendan honorariamente, pero hay una posibilidad aún mejor que es

2) El consultante va al profesional sólo para que lo asesore, para que lo informe, para que lo ayude a pensar sobre cómo resolver el problema por sí mismo. En este caso no existe la queja sino que se trata de una compra de información.

Comentario: La segunda opción parece mucho más exigente que la anterior pero está comprobado que es la que a mediano plazo logra los mejores resultados. La primera no deja de ser una actitud dependiente, subordinada, irresponsable. A veces parecería ser como si el enfermo le entregara al médico el cuerpo enfermo para que se lo devuelva cuando lo haya arreglado (como si fuera un automóvil que se deja al mecánico).

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lunes, 16 de marzo de 2009

No están todos los que son

Tengo severas dificultades para determinar qué es salud mental... y por suerte no estoy solo en esto. La honestidad intelectual y la falta de prejuicios nos llevan a no ser demasiado enfáticos cuando tenemos que diagnosticar una patología psicológica.

Lo que sí es bastante creíble es que las personas tenemos diferentes formas de reaccionar ante un mismo estímulo.

Cuando una empresa necesita contratar a un colaborador, es probable que tenga definido cuáles son los requerimientos de la tarea a la que será asignado y también haya determinado cuales son las características que debería tener esa persona.

En otras palabras, estos empleadores necesitan que ante los estímulos que se producirán en su empresa (por ejemplo, atender el teléfono, pactar encuentros, coordinar reuniones, etc.), el colaborador reaccione de determinada manera (que no deje sonar el teléfono más de dos veces, que sea amable, organizado, que entienda rápidamente las instrucciones que se le dan, que se comunique con claridad, etc.).

Con el tema de la salud mental pueden suceder algunas cosas, tales como:

1) Puede considerarse un rasgo patológico que alguien no encuentre un trabajo que pueda realizar (es ineficiente para todos los que ha encontrado) y por lo tanto tiene que ser ayudado económicamente.

2) Derivado del anterior: la característica de esta persona molesta. Si no molestara, quizá nunca habría sido sometida a una evaluación psicológica.

3) Los que evaluamos a esa persona, necesitamos (sin confesarlo) que haya personas declaradas como enfermas mentales para que, por contraste, reafirmemos la sensación de que nosotros estamos mentalmente sanos.

(Nota: Con el tema de la salud mental existen muchos más comentarios para hacer, pero sólo menciono tres para fundamentar por qué es tan difícil diagnosticar con certeza y responsabilidad).

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domingo, 15 de marzo de 2009

Mal comienzo, buen fin

Corría el año 1891 cuando un grupo de gerentes de la nueva compañía se reunió para escuchar la propuesta publicitaria para su producto.

El creativo de la agencia extrajo de una carpeta el guión que les había preparado, se puso de pie y leyó con entonación teatral:

«El sabio orgulloso, extasiado por la belleza de la jovencita, le preguntó en tono arrogante:

— ¿Cuánto darías por saber todo lo que yo sé?

Ella, sin levantar la vista, le respondió con voz apenas audible por la timidez:

— Más daría por aprender los conocimientos que usted ignora.

Anonadado por esta respuesta inesperada, él sólo atina a ofrecerle un frasco del jarabe para la sed que ustedes fabrican y ahí sí, ella le sonríe con aprobación».

— ¿Qué les parece esta impactante historia? ¿No es excelente? —les preguntó el creativo publicitario.

— A mi me gusta porque el personaje triunfante en el diálogo es la persona más modesta, con quien podrán identificarse las clases populares que más gastan en nuestro producto —comentó el joven.

— No debemos olvidar sin embargo que nuestras mayores ventas se hacen en los barrios altos, donde viven menos personas pero con mayor poder adquisitivo. Esa gente no querrá seguir comprando productos que compraría su empleada de servicio —acotó el anciano.

— Me gustaría cambiarle algo a la historia. Si el «sabio orgulloso» se encuentra extasiado con la joven humilde, seguramente podrá despertar ideas negativas en las señoras, ya que en ellas siempre está presente el miedo a que su marido se enamore de alguien más joven —dijo la mujer.

El publicitario, rojo de ira porque tenía muy baja tolerancia a las críticas de su trabajo, se puso de pie ruidosamente y les dijo casi gritando:

— Ya sé lo que ustedes aceptarían sin tantas críticas. Simplemente den la orden «Tome Coca-Cola». ¡Verán lo que es un fracaso publicitario! —dicho lo cual, salió murmurando improperios y sin despedirse.

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sábado, 14 de marzo de 2009

La queja existe sólo si da ganancias

El cachorro humano, al igual que otros, aprende copiando lo que observa de sus semejantes.

Lo más cercano que tenemos para imitar son nuestros familiares (madre, padre, hermanos), le siguen los personajes de la televisión, los amigos, los compañeros del colegio, etc.

Esta forma de aprender para convertirnos en adultos autosuficientes, incluye características y situaciones ya mencionadas y que ahora

RESUMO:

La (¿mala?) costumbre de auto-observarnos y compararnos cruelmente con un modelo ideal para luego criticarnos duramente (ver Soy peor que perfecto ), tiene como uno de sus logros que pasemos mal, que estemos desconformes, que sintamos culpa, que estemos casi continuamente cumpliendo una penitencia auto-impuesta.

También nos debilita el sentir que nuestra psiquis parece compuesta por diferentes personas peleadas entre sí (una observa, juzga y condena, otra se defiende, es condenada y padece recriminaciones, otra piensa ¿y por qué todo esto? ¿qué sentido tiene?).( Ver ¡Unidos venceríamos! )

Como digo en el artículo de ayer La esclavitud popular, estas vicisitudes pueden enfrentarse responsablemente para disminuir sus efectos indeseables hasta donde sea posible, o por el contrario, podemos seguir pensando que aún nos dará resultado el quejarnos como cuando llorando lográbamos que nuestros padres acudieran en nuestro auxilio.

Lo que determina si seguimos llorando o buscamos soluciones genuinas depende de cuan bien pasemos imaginando que aún somos niños en comparación con las molestias que esto nos causa. Mientras sea mejor quejarnos, así lo haremos. Cuando quejarnos sea realmente inconveniente, dejaremos de hacerlo sin lugar a dudas.

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viernes, 13 de marzo de 2009

La esclavitud popular

El pasaje de la niñez a la adultez es muy molesto para la mayoría de las personas. En general se realiza a costa de molestas desventajas.

A este pasaje me lo imagino como aquel momento de la historia de los Estados Unidos en el que Abraham Lincoln abolió la esclavitud (1863).

Ciento treinta años después la Asamblea General de la ONU determinó que todos los dos de diciembre se reafirme con distintos actos aquella abolición, por la simple razón de que no termina de hacerse efectiva.

Me parece que el problema está en que los primeros años de bienestar en los que somos atendidos por «esclavos de lujo» (mamá y papá), no se abandonan así no más.

¿Cómo detectamos a estas personas que aún continúan siendo esclavistas?

Es fácil: aquellos que se quejan de sus malestares están repitiendo el modelo infantil y tratan de que alguien sienta lástima y ocupe el lugar vacante de los padres. La queja es la versión adulta del llanto.

Estas personas dicen que no pueden, que no tienen dinero, que no tienen tiempo, que hacen todo lo posible por solucionar responsablemente sus dificultades.

La trata de personas (prostitución, trabajo infantil, tráfico de emigrantes) es sólo la manifestación más descarada e inescrupulosa de algo que con aparente ingenuidad pretenden hacer los quejosos que nos rodean.

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jueves, 12 de marzo de 2009

Agresividad amorosa

Hace unos días proponía en el artículo titulado Las mujeres aman a todos que el amor físico se desarrolla con las primeras atenciones que recibimos de nuestra madre, razón por la cual es lógico que todas las mujeres sean bisexuales (sin perjuicio de que algunas sean solamente homosexual).

Ese primer vínculo marca en nuestra psiquis lo que será nuestro modelo afectivo. Naturalmente que otras experiencias también irán haciendo modificaciones en el modelo, pero es probable que no pasen de ser pequeños retoques y no cambios sustanciales.

Si observamos cómo se nos presentó ese primer modelo afectivo, veremos que tiene aspectos positivos y negativos: nuestra mamá tanto nos gratifica como nos frustra.

En ambos casos ellas está respondiendo a su conveniencia: Si nos gratifica es porque la hemos complacido y si nos frustra es porque la hemos molestado.

Si estas percepciones fueran objetivas, quizá no llamarían tanto la atención, pero son altamente subjetivas: cuando nos gratifica somos inmensamente felices y cuando nos frustra sentimos un odio mortífero.

Con este modelo en nuestra mente, salimos al mundo juvenil y adulto a replicar inconscientemente aquel modelo y es así que, sin saber por qué, nuestra forma de vincularnos es tan particular.

Es frecuente que nos sorprenda cómo actuamos ante ciertas personas, ya sea por nuestra desmesurada pasión como por nuestra injustificada agresividad.

Una posible explicación de estas rarezas podríamos encontrarlas en cómo aprendimos a querer y a dejarnos querer. Esta búsqueda es difícil. Por eso un psicoanálisis puede tomar años. Para algunos vale la pena.

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miércoles, 11 de marzo de 2009

El ideólogo Walt Disney

Por algo que pasa en nuestras mentes, todos estamos muy preocupados por encontrarle un sentido a nuestras vidas.

Esta es una preocupación que surge en nosotros muy tempranamente, cuando la personalidad del niño es aún muy inmadura y la sensación de vulnerabilidad provoca en él mucha angustia.

La ficción que los niños consumen (comics, cuentos, obras teatrales) les generan emociones tranquilizadoras porque el personaje central tiene problemas muy parecidos a los suyos y luego las aventuras tienen un final feliz y esperanzador.

Esta predilección de ellos permite que los adultos incluyan alguna enseñanza conveniente (según su criterio) y es así como el personaje principal tiene ciertas características determinantes para el éxito final.

Los pequeños no se identifican con «el bueno» de la historia sino con el más llamativo, al que los demás miran y siguen, con el poderoso, con el que ha conseguido todo lo que él desearía para sí.

Los adultos incluyen en este personaje, las cualidades que desean inculcar en los pequeños consumidores: bondad, perseverancia, estudio, coraje, honestidad, solidaridad, sinceridad.

No se extrañe si usted posee alguna de estas características y no puede dejar de aplicarlas inclusive cuando no le conviene: aún late en su corazón aquél personaje conmovedor.

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martes, 10 de marzo de 2009

¡Unidos venceríamos!

Estaremos de acuerdo con que «la unión hace la fuerza». Me parece que esta definición se puede creer confiadamente.

De ella se deduce fácilmente que «la división hace la debilidad». Lo único que hice fue decir lo mismo pero en negativo.

En los artículos anteriores titulados Soy peor que perfecto y «Los mártires gozamos sufriendo», les comento que es NORMAL que nos sintamos mal porque nuestra psiquis tiene la «costumbre» de auto-observarse y compararse con un modelo ideal.

Y acá entra lo que les decía sobre que «la unión hace la fuerza». Para que podamos auto-observarnos tenemos que estar divididos interiormente. Una parte nuestra mira a la otra y se erige en juez.

Como «la división hace la debilidad», no solamente que es NORMAL que nos sintamos molestos por esta «costumbre» de criticarnos sino que además nos sentimos debilitados ante la vida porque carecemos de la unión que nos daría fuerza.

¿Para qué sirven estas explicaciones? Es probable que una vez superado el disgusto provocado por saber que somos tan imperfectos, podemos mejorar nuestra calidad de vida de forma más eficiente si aceptamos las cosas como son ... aunque tengamos que abandonar algunos ideales juveniles.

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lunes, 9 de marzo de 2009

De las mamás prefiero sus mamas

La bisexualidad es un tema recurrente en mis artículos y me parece que lo seguirá siendo porque presiento que su incomprensión es causa de múltiples descensos en nuestra calidad de vida.

En uno de ellos titulado Las mujeres aman a todos comento que si aceptamos que el sentimiento de amor surge gracias a las múltiples atenciones que recibimos de nuestra mamá en los primeros meses de vida, es lógico suponer que hombres y mujeres amamos a «la mujer».

De acá deduzco que las mujeres deberían desear físicamente a hombres y a mujeres de forma parecida: a los primeros por la influencia de las hormonas que estimulan el impulso reproductivo y a las segundas porque todos aprendimos a amar a una persona de género femenino.

Días pasados un comentario me llevó a recordar algo que parece una creencia popular y quizá una verdad: las mujeres se embellecen para las otras mujeres y no tanto para los hombres como podría suponerse sin hacer una análisis profundo.

Esto ratifica mi creencia en que la bisexualidad femenina es algo natural pero también observé que hace años está de moda la reconstrucción mamaria con fines estéticos.

Efectivamente, la manipulación de tejidos y prótesis procurando un realce de estas glándulas, muy probablemente se haga para ganar en seducción, para obtener mayor popularidad y —por supuesto— un incremento en la cantidad de personas (de ambos géneros) interesadas de intimar con ese cuerpo que tan bellamente nos recuerda a nuestra mamá (sin olvidar que a estas gládulas también se las llama «mamas»).

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domingo, 8 de marzo de 2009

Mochila antidepresiva

— … estaba desesperado y ya había resuelto quitarme la vida porque el dolor en el alma era insoportable. Empezó por una pequeña angustia sin motivo. Sentía un dolor acá y algo raro de explicar, pero a medida que pasaron los días, el dolor se fue haciendo mayor hasta que empezó a desmenuzarme por dentro como si fuera un gusano lleno de dientes afilados.

Comencé a pensar que todo lo que había hecho hasta ese momento formaba parte de un gran error. Cuando con 18 años me vine para la capital, sentía que nadie podría detenerme, que llegaría a ser alguien que mereciera una mirada de Mónica, la niña-mujer que me enamoró cuando entré a la escuela.

El dolor en el alma después también fue dolor en el cuerpo, no tenía ganas de levantarme, me sentía como aplastado por una locomotora.

Mi madre ya estaba viejita y era muy poco lo que realmente podía hacer para ayudarme. Ella tenía sus propios problemas y verme tan mal la empeoró para sumarse a mis problemas.

El psiquíatra más amistoso que consulté me escuchó pacientemente, se interesó por mí pero su medicación producía mejorías superficiales y de corta duración.

Una señora con la que teníamos una amistad, muy creyente en asuntos esotéricos, me dijo que quizá me conviniera volver a mi pueblo y ver si los recuerdos que me estaban agrediendo, aparecían de una vez y yo podía enfrentarlos.

Primero no la escuché pero una mañana, como si alguien me dirigiera por control remoto, preparé una mochila, le pedí una carpa a mi hermano y me fui a un pequeño cerro desde donde se ve la iglesia de mi pueblo.

No puedo creer en los milagros, pero cuando me establecí y miré hacia mi pueblo, me invadió una sensación de felicidad que hasta me asustó. Al otro día seguía de buen ánimo y retorné a la capital, mucho mejor.

Ahora, cada vez que tengo ganas de matarme, me voy un par de días y me siento bien por varios meses.

— ¿Nunca fue hasta su pueblo?

— ¡Imposible! Estoy seguro que si entro no podré salir.

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sábado, 7 de marzo de 2009

«Los mártires gozamos sufriendo»

En el artículo publicado ayer con el título Soy peor que perfecto, les comentaba que es NORMAL que nos sintamos mal porque el funcionamiento de nuestra psiquis nos conduce «una vez sí y otra también» a ese resultado.

Decía que tenemos la mala costumbre de observarnos y compararnos con un modelo ideal. Pero esto no termina acá.

Algunas personas agravan el malestar «perfeccionando» lo que parece una mala costumbre.

Estas personas se construyen un modelo ideal de elevadísimas exigencias. Hacen esto porque suponen que con esos ideales serán mejores que el resto de las personas y que, por lo tanto, podrán sacar ventaja en cuando a recibir más amor que los demás.

Si el malestar surge porque nos auto-observamos y nos comparamos con un modelo ideal, imagínense cómo esto se complica cuando el modelo ideal es desproporcionadamente perfecto. La tensión interior se agudiza y el sufrimiento no para de aumentar.

No sería extraño que esto se agrave aún más cuando, por no estar enterado de lo que le pasa, la víctima de sí misma piensa: «Debería ser mejor persona para sufrir menos» y ¿qué hace? incrementa la perfección del modelo ideal que por supuesto le aumenta la frustración y el dolor.

La escalada suele interrumpirse cuando el malestar es tan grande que termina en el consultorio de algún profesional de la psiquis.

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viernes, 6 de marzo de 2009

Soy peor que perfecto

Comienzo recordando con ustedes que el concepto de normalidad es estadístico. Por ejemplo, dentro de un manicomio es normal estar loco; cuando un país está en guerra con otro, es normal que los ciudadanos de ambos bandos se odien ferozmente; es normal que cualquier persona mate a otra en defensa propia.

Es muy importante reconocer que la normalidad no existe. No es más que un concepto, una idea, una sensación.

Y acá viene lo que les quería decir: es NORMAL que estemos desconformes, insatisfechos, molestos, incómodos, durante la mayor parte del tiempo. Y es NORMAL por dos motivos:

1) Por lo que venía diciendo: Casi la totalidad de los seres humanos estamos desconformes, insatisfechos, etc.

2) En nuestra psiquis (que es donde se registra la disconformidad) tenemos tres funciones que nos complican la existencia: a) La auto-observación; b) La elaboración de un modelo ideal y c) La comparación de lo auto-observado con este modelo ideal.

Como es imposible que podamos aproximarnos mucho a un modelo ideal (lo perfecto), entonces siempre salimos perdiendo en esta comparación y por eso terminamos desconformes, insatisfechos, molestos, incómodos, durante la mayor parte del tiempo.

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jueves, 5 de marzo de 2009

Las mujeres aman a todos

En el artículo titulado Mi mamá y mi marido me miman
comentaba en el párrafo final que … hombres y mujeres nos enamoramos de quien represente a nuestra mamá.

Al decir esto también estoy diciendo que las mujeres son normalmente bisexuales.

Se repite hasta el cansancio que los varones tiene predilección por la mamá y que las nenas tienen predilección por el papá, lo cual puede ser cierto, pero no porque se suponga que la heterosexualidad sea una condición natural.

La homosexualidad ha sido considerada una enfermedad, una aberración moral o una degeneración cerebral en múltiples culturas y épocas.

Me inclino a pensar que estas posturas han sido provocadas por razones demográficas: cuando es necesario aumentar la reproducción humana (porque mueren muchas personas, porque así lo piensa un líder), se condena la homosexualidad porque no es reproductiva. De lo contrario quizá se tolere.

Venimos de una época en la que la homosexualidad era considerada patológica (recordemos las dos grandes guerras del siglo pasado) y aún quedan millones de personas que así lo sienten.

Esta puede ser la verdadera causa por la que las mujeres TIENEN PROHIBIDO desear sexualmente a la mamá y por lo tanto a cualquier otra mujer, a pesar de que aprendieron a amar física y psicológicamente a una mujer.

Por esto digo que las mujeres deberían ser bisexuales si no fuera porque la cultura las obliga a ser heterosexuales.

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miércoles, 4 de marzo de 2009

El oso enojoso

Recuerdo que cuando mi hijo estuvo pensando en irse a vivir con su novia, se lo notaba entusiasmado pero triste a la vez.

Con mi esposa pensamos en el clásico «corte del cordón umbilical». El pasaje de adolescente a adulto responsable, da trabajo, no es fácil. Son muchas las cosas que se ganan pero las que duelen son las que se pierden: su dormitorio, su estatus de pequeño príncipe con asistente de lujo (su mamá), muchos recuerdos en cada cosa de su casa paterna-materna.

Lo que sucedió es que de buenas a primeras comenzó a volverse malhumorado, propiciaba conflictos a partir de trivialidades, golpeaba las puertas, dejaba de hablarnos.

En una reunión de rutina con mi esposa (en la cama y antes de dormirnos), encontramos una posible solución.

Al día siguiente, ante la primer «cara de perro malo», junté coraje, lo abracé y le dije algo así como: «Jorgito, es difícil irse de la casa, pero no recurras a un enojo inventado que termine con una ruptura de nuestro vínculo.»

Por supuesto que se apartó de mi, enojado una vez más, pero felizmente pudo cambiar su postura, abandonó su estrategia de que fuera una situación enojosa la que resolviera su resistencia a dejar nuestro hogar y esta vez, ¡acertamos! (pocas veces sucede).

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martes, 3 de marzo de 2009

Mi mamá y mi marido me miman

Un comentario más sobre algunas probables consecuencias de recordar inconscientemente la vida intrauterina como Paraíso Perdido.

Nos ubicamos entonces en que hay un estado inicial (también ideal, maravilloso y modelo de lo perfecto) en el que el ser humano no siente ninguna molestia.

Con el nacimiento aparecen las molestas necesidades que nuestra madre trata de solucionar con lo que ella cree que es mejor: Nos da alimento, nos abriga, nos acaricia.

Si aceptamos esta idea de «recuerdo inconsciente» es probable entender que en nuestra psiquis tenemos asociados los conceptos «mamá=no necesidad».

Otras veces he mencionado que el amor es un sentimiento utilitario con el que establecemos las máximas preferencias hacia quien nos resuelve las necesidades.

En caso de que estos antecedentes fueran correctos (lo cual es bastante probable), podríamos decir que nos enamoramos de aquella persona que por sus características (físicas, de carácter, actitud hacia nosotros) nos hace pensar que puede replicar los servicios recibidos de nuestra mamá.

El enamoramiento se produciría de esta forma tanto en el hombre como en la mujer. Ambos nos enamoramos de quien represente a nuestra mamá.

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lunes, 2 de marzo de 2009

El árbol caído (¿o derribado?)

Vamos recorriendo un camino y un árbol caído nos impide la circulación. Usted y yo juntos no tenemos fuerza para moverlo. Sólo nos queda dar vuelta y regresar.

Nos ponemos a conversar sobre lo sucedido y reconocemos no saber si el árbol había caído por la fuerza del viento o porque alguien lo había derribado.

En suma: Tenemos un árbol caído y no sabemos si lo tiró la naturaleza o un ser humano.

Si lo tiró el viento (la naturaleza) no hay responsables pero si lo tiró algún ser humano, él (o ellos) sería responsable.

A medida que las sociedades se van volviendo más y más complejas, podemos ver que las decisiones que determinan una acción (cortar un árbol, por ejemplo), surgen de una serie de consultas, informes, intervenciones, autorizaciones, firmas, contratos, transacciones y votaciones, que hacen muy difícil la identificación de “el responsable” de esa acción.

En el caso del árbol cortado por alguien: Quién fue? Cumplió una orden? Quién le dio esa orden? Qué justificativos tuvo para tomar esa decisión y dar esa orden? etc..

Si bien muchas veces se logra llegar a “el responsable” y tomar las medidas que correspondan (castigar o premiar según el acierto o el error de su decisión), el hecho es que el suceso ocurrió (el árbol nos impidió avanzar) y poco importa ya si encontramos o no encontramos al responsable porque lo real es que no pudimos continuar nuestro recorrido.

Resumo: Poco importa si lo que afecta nuestras vidas fue obra de la naturaleza irresponsable o de algún semejante responsable, lo que si importa es nuestro deseo de premiar o castigar a quien afecte nuestras vidas.

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domingo, 1 de marzo de 2009

Ajuste de cuentas

— Debes saber que siempre me avergoncé mucho de que fueras alcohólico. Cuando llegabas a casa todo desarreglado y con un aliento espantoso, me sentía muy mal. Los padres de mis amigas son señores tan inteligentes y educados como tú, pero ninguno se alcoholiza.

— ………

— Nunca me animé a decírtelo, pero ¿recuerdas aquel día cuando cumplí doce años y tú trajiste a tus amigos del bar, todos igualmente ebrios como tú? El más alto y joven me pidió que le indicara donde estaba el baño y cuando entramos en el corredor me tomó por detrás, me tapó la boca, me manoseó y beso como un asqueroso y me dijo que no dijera nada porque él era tu amigo y no me creerías.

— ………

— ¿Entiendes acaso lo que significó para una niña de dieciséis años sentir como forcejeabas con mamá en el dormitorio porque ella no quería hacer el amor contigo? Ella te pedía que la dejaras pero sobre todo que bajaras la voz con tus insinuaciones obscenas, y tu parecía que lo hacías a propósito para humillarla a ella y también a mi que no podía dejar de escuchar todo aquello, con el corazón que me salía por la boca, aterrorizada, pensando en cómo estaría mamá contigo en ese estado de borrachera y abuso.

— ………

— ¿Acaso no te diste cuenta lo que significó para nosotras tener que salir a buscar cualquier trabajo para pagar las deudas que tu contraías con esa gente de la peor calaña con la que empezaste a juntarte cuando no pudiste superar la muerte de abuela?

— Señora, es hora de cubrir el féretro para trasladar el cuerpo de su papá.

— ... y ahora me abandonas!

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