lunes, 21 de diciembre de 2009

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 20/01/2010. Un abrazo!

Otros me construyeron

Si abrimos una guía telefónica (directorio) encontraremos muchas personas llamadas Juan Pérez o María Martínez.

A nadie se le ocurre pensar que estas personas que se llaman igual, se parecen entre sí.

Podríamos asegurar que son seres humanos, hombre o mujer, y poca cosa más.

El nombre con el que un niño pasa a formar parte de la ciudadanía de cada país fue algo que sus padres decidieron y que las instituciones del estado confirmaron al hacer la inscripción en el registro correspondiente.

Pero luego se agregarán otras formas de identificación.

En la escuela pueden considerarlo como inquieto, atento, amigable, estudioso.

El sistema de salud oficial lo diagnosticará como obeso, diabético, miope, sano.

Los amigos le dirán que es divertido, retraído, buen cocinero, excelente deportista.

Como todos los seres humanos necesitamos el amor, este niño imaginario aceptará esas diferentes definiciones, descripciones, roles, nominaciones y hasta los apodos aunque señalen alguna carencia o defecto físico.

Por estas razones algunos se animan a afirmar que nosotros somos hechos por los demás.

No somos los arquitectos y constructores de nuestra personalidad sino que otros nos diseñan, otros nos construyen y otros nos habitan (cuando los llevamos en el corazón).

En suma: cuando alguien dice «yo» ¿a quién se está refiriendo?

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domingo, 20 de diciembre de 2009

¡Oh Dios, cómo odio el opio!

Paciente: La consulto porque tengo una confusión con las palabras, que me impide entenderme con la gente.

Fíjese que estuve probando con analistas hombres hasta que me di cuenta que esta dificultad es con mi lengua materna, entonces elegí entre las analistas que fueran madres, como es su caso.

Si oigo la palabra «elegante» no puedo evitar imaginarme a un «elefante» que camina y se viste con distinción.

Me sentí impulsado a venderle mi parte del negocio a mi socio porque se me metió en la cabeza que él es un hombre sucio.

Pero además sentía que yo no puedo ser dueño de nada porque la propiedad privada es un sueño.

Con mi padre tuvimos una pésima relación hasta que accidentalmente me di cuenta que por ser él un hombre muy modesto para mí siempre resultó molesto.

Muchas veces tuve peleas con mi esposa porque cuando ella era mi novia se ve que mi cerebro a veces registraba ‘no había’ entonces dejaba de ir hasta que me llamaba para rectificarme.

Ella es muy asmática y ahora no me gusta el cuerpo que tiene, pero estuve años creyendo que estaba «en forma» cuando en realidad estaba «enferma».

Días pasados un familiar comenzó a contarme un chisme sobre mi prima y me vino un desproporcionado ataque de ira.

El familiar y yo mismo quedamos consternados. Menos mal que estaba mi esposa y aclaró la cosa diciendo: «Reaccionaste así porque el rumor te genera el temor a tener un tumor».

Recuerdo que antes de ingresar a mi congregación religiosa, tuve una vida muy licenciosa, desordenada, con todos los vicios habidos y por haber.

¿Y sabe lo que me pasaba? Me creía que por ser inmoral me convertía en inmortal. ¿Se da cuenta que cosa más rara?

¿No estaré un poco loco?

Se me ocurrió estudiar ingeniaría a pesar de ser casi nulo para las matemáticas. Pasé dos años sin aprobar un sólo examen pero recién pude cambiar de carrera cuando comprendí que yo quería ser genial para tener un gran genital.

Y ahora la consulto: ¿empezaré un curso intensivo de inglés que quiero hacer?

Doctora: No pierda el tiempo, lo que a usted le interesa son las ingles.

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sábado, 19 de diciembre de 2009

Ahora me toca a mí

Les hablaré de mí y de mi mamá tratando de describir los datos que sean más comunes a cualquier lector.

Como todo el mundo, primero no entendía nada de lo que estaba pasando conmigo, luego empecé a sentir dolores que se calmaban cuando ella me daba su leche, me limpiaba, me abrigaba, me hablaba o me acariciaba.

A medida que fui adquiriendo experiencia con lo que sucedía día tras día, comprendí que sin ella moriría.

Cuando dejaba de verla, oírla u olerla, comenzaba a preocuparme primero pero en minutos me angustiaba como quien se está ahogando, quemando o cayendo de un décimo piso.

Estas terribles sensaciones de muerte me hicieron pensar que tendría que haber una manera de evitar su lejanía.

Si no recuerdo mal, para ese entonces yo tendría unos seis meses.

Algo me hizo pensar que la clave del problema y de la solución estaba en que yo tenía que ser deseado por ella.

Quizá llegué a esta conclusión porque era lo que a mí me pasaba. Supongo que razoné así: Si yo deseo estar siempre junto a ella, tengo que lograr que ella desee estar siempre junto a mí.

Convencido de que esa era la solución, me propuse ser la persona encargada de cancelar todas las necesidades y deseos de ella.

Sus pedidos eran órdenes, me preocupaba enormemente cuando me amonestaba porque eso me convertía en in-deseable para ella, entonces me abandonaría y yo moriría.

Convertirme en quien diera satisfacción a todos sus necesidades y deseos pasó a ser mi obsesión y casi toda mi vida estuvo dedicada a satisfacerla a ella y a todos los que me la recordaran.

Ahora que me di cuenta, también trato de satisfacer mis necesidades y deseos.

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viernes, 18 de diciembre de 2009

La devolución del cuerpo

La naturaleza no es humana, ni canina ni vegetal. Por el contrario, los seres humanos, los perros y las plantas, pertenecemos a la naturaleza.

Según el diccionario, la naturaleza es el «Conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo».

No podemos evitar interpretar lo que nos rodea con un criterio propio de nuestra especie (1).

Si miramos una rosa, seguramente la veremos con un cierto color, percibiremos su perfume, la encontraremos hermosa, pero estos no son atributos de la rosa.

Por supuesto que el nombre «rosa» tampoco es parte real de esa flor. Todas son ocurrencias nuestras.

Es posible afirmar entonces que todo lo que pensamos puede tener coincidencias o no con la realidad. Es más acertado decir que todo lo que pensamos o percibimos no pasa de ser un punto de vista restringido a nuestra especie.

Si fuera cierto que la naturaleza se vale de causarnos dolor y placer (2) para estimular reacciones imprescindibles para que sigamos vivos el mayor tiempo posible, entonces el dolor y el placer son fenómenos que nos favorecen.

Si alguien se enferma, padece y eso obliga al enfermo a realizar ciertos cambios en su vida (quietud, dieta, preocuparse).

Cuando lo que hace es insuficiente, el dolor aumenta y el enfermo procura hacer otras cosas (comentar con otros, preguntar, examinarse).

El padecimiento seguirá aumentando hasta que el enfermo (cada vez más castigado por el dolor) encuentre la solución para curarse o muera.

Es probable que la naturaleza no actúe como un ser humano sino que continuamente está probando la viabilidad de cada uno de nosotros.

Cuando tenemos una falla, nos enteramos por el dolor, actuamos y si no encontramos la solución, la naturaleza nos sacrifica para devolver al planeta este cuerpo biodegradable que recibimos en préstamo.

(1) El sol es color blanco; El señor Mesías González

(2) La naturaleza es hermosa pero antipática; (Maldita)Felicidad publicitaria;Somos marionetas de la naturaleza;Loción infalible contra las molestias;La disconformidad universal.


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jueves, 17 de diciembre de 2009

Es así (o no)

La siguiente es una síntesis de varias ideas ya expuestas en estos blogs.

Los seres humanos no tenemos períodos de celo pero igualmente la mujer es la convocante. Los varones andamos por ahí olfateando qué feromona (olor de las hembras en celo) puede estar atrayéndonos y si la encontramos, allá vamos como un dibujo animado.

Cuando llegamos al entorno de la hembra convocante, ella nos detecta en forma visual y olfativa para instintivamente determinar si poseemos o no la dotación genética que en combinación con la suya le dé hijos de los cuales pueda enorgullecerse frente a las demás mujeres.

El auditorio de toda mujer son las demás mujeres y por eso todas son lesbianas o a lo sumo bisexuales.

Tienen que serlo porque aprendemos a amar y a gozar con una mujer (mamá). Es una mujer la que nos activa el cuerpo deseante con sus manipulaciones afectuosas e higiénicas. Por eso ambos géneros deseamos a una mujer.

De hecho es el género más importante porque anatómicamente hace la mayor contribución a la conservación de la especie (única misión de cada ejemplar de cada especie).

Un solo varón puede fecundar a mil mujeres por año a razón de tres eyaculaciones diarias y le quedan 33 días para tomarse vacaciones. A los 999 varones restantes pueden mandarnos a la guerra, explotarnos salvajemente, usarnos para experimentos de laboratorio.

Sin embargo estos 999 alguna vez se rebelaron e impusieron la monogamia y demás formas de predominio.

Como en cualquier régimen de facto (el de los varones, en este caso), todo funciona tal cual exigen los mandones, pero clandestinamente sucede lo que debe suceder (infidelidades, poligamia, mujeres insatisfechas) porque las leyes naturales no pueden transgredirse por mucho tiempo.

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miércoles, 16 de diciembre de 2009

El suicidio y el envase desechable

Me atrevería a decir que cada uno de nosotros ponemos el cuerpo como si fuera un envase para que la sociedad lo rellene de contenidos.

Cuando nacemos nos ponen un nombre y nos asignan ciertas responsabilidades.

El pequeñito será el soporte de un nombre más varios apellidos. Con este acto la sociedad toma el nuevo cuerpo-envase y le adhiere una etiqueta que dice Juan Pérez o María González.

Se le asignan las responsabilidad (contenidos) de representar dignamente a la familia, al grupo que pertenecerá como estudiante, como amigo, como ciudadano.

Estos variados actos de asignación de roles (tareas, responsabilidades) generarán amor entre quienes estén conformes con el desempeño del niño (luego adolescente, luego adulto, luego anciano).

Por el contrario, el incumplimiento de eso roles generará rechazo entre quienes estén disconformes con los mencionados desempeños.

Pero puede haber una tercera posibilidad y es que los demás no tengamos hacia el niño-adolescente-adulto-anciano, ni amor ni rechazo. Algún ciudadano puede ser objeto de la indiferencia.

Cuando esto sucede, el instinto de conservación reacciona procurando llamar la atención para atraer aceptación o rechazo (amor u odio) para evitar el mortífero sentimiento de indiferencia.

La mayoría de las veces este esfuerzo es exitoso y el ciudadano puede zafar de la indiferencia, yendo a la cárcel, convirtiéndose en un personaje famoso, o simplemente vinculándose afectivamente con alguien que represente al resto de la sociedad (amigo, cónyuge, cómplice).

Cuando el esfuerzo por zafar de la indiferencia mortífera fracasa, el ciudadano se convierte en algo (no dije «alguien») parecido a un envase vacío desechable y muy probablemente contraiga una enfermedad mortal o se suicide.

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martes, 15 de diciembre de 2009

Arquitectura mental

Un arquitecto observa el terreno donde hará una construcción y se asegura sobre la resistencia del suelo.

Si no todo el piso es firme, apoyará el peso de la construcción sobre los puntos resistentes que encuentre aunque para hallarlos tenga que cavar muy hondo.

Para persuadir a una o más personas es necesario hacer algo parecido.

Todos tenemos ciertas convicciones, creencias firmes, ideas inamovibles.

Otras ideas serán más inestables, sujetas a ser cambiadas fácilmente, con un alto contenido de incertidumbre.

Ideas fuertes son por ejemplo «soy una buena persona», «mi familia es sagrada», «existe Dios» e ideas débiles son por ejemplo «mi cuñado es un buen tipo», «Gabriel García Márquez es el mejor escritor», «en los políticos no se puede confiar».

En toda población existen mayorías y minorías. Esto significa que la mayor parte tiene características comunes y una minoría tiene características especiales.

Las mayorías suelen compartir las ideas fuertes y las débiles. Son personas que están a la moda, que tienen «sentido común», que por cumplir con una norma estadística, son «normales».

Las minorías suelen ser más imprevisibles. No son cautivos ni de la moda, ni de las ideologías, ni de sus propios antecedentes.

Si pudiéramos suspender transitoriamente nuestra capacidad crítica, diríamos que las mayorías están conformadas por personas esclavas y que las minorías por personas libres.

Es necesario suspender la capacidad crítica para no caer en la simpleza de pensar que ser libre es bueno y ser esclavo es malo o al revés.

Si nos abstenemos de juzgar como bueno y como malo la forma de ser de los demás, podremos actuar como un arquitecto cada vez que hablemos con alguien para construir nuestros argumentos sobre sus ideas firmes y no sobre sus ideas débiles.

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lunes, 14 de diciembre de 2009

La disconformidad universal

En varios artículos (1) he mencionado la idea según la cual el fenómeno vida depende de que hagamos ciertas cosas como por ejemplo comer cuando tenemos el dolor del hambre y así conseguir el placer de la saciedad.

Estas continuas presiones que padecemos simplemente porque estamos vivos (en forma de dolor que nos empuja y de placer que nos atrae), queremos evitarlas (porque si nos fueran indiferentes, no nos moveríamos y perderíamos la vida).

La palabra «sentimiento» derivar del verbo sentir y nos hace pensar en lo que sentimos, percibimos, registramos,

La reacción mental a estas vicisitudes inherentes a la condición de estar vivos se manifiesta con la producción de los sentimientos de angustia, insatisfacción, esperanza, envidia, fastidio, bronca y otros por el estilo.

Como lo único realmente importante en la vida de cualquier ejemplar de cualquier especie es conservarse él y la especie a la que pertenece, en la nuestra, todas las sensaciones molestas se remiten a una sola que representa a las demás.

Según el psicoanálisis (y confieso que por ahora creo en él), las mujeres se quejan de que no tienen pene y los varones nos quejamos de que podemos perderlo.

Como decía, el órgano más importante tiene que ser genital porque nuestra única misión es conservar la especie (tener sexo reproductivo) y por eso, el principal problema de ellas es no tenerlo y el gran problema de ellos es temer perderlo.

Además de que nuestra única misión es cuidarnos y reproducirnos, hay otra razón para que el órgano más importante sea el pene.

Como hace millones de años nos organizamos mediante el uso de la fuerza bruta y la violencia (mejor desarrolladas en el varón), los humanos somos machistas (elegimos el pene como símbolo y no la vulva, los senos o el útero, como también podrían corresponder).

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática; (Maldita)Felicidad publicitaria; Somos marionetas de la naturaleza; Loción infalible contra las molestias.


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domingo, 13 de diciembre de 2009

No da la medida

— ¿Para cuándo me consigues una vírgen?

— ¿Qué carajo te ha picado? De esas ya no quedan.

— Casandra me dio una mala noticia y tengo urgencia.

— Casandra no sabe nada. ¿Con qué maldito vaticinio te ha dejado tan necesitado de cosas raras?

— Me quedan 77 días de vida.

— ¡No seas tonto Fulgencio! Cualquier vaticinio es falso pero si incluye un número 7 se convierte en un disparate. ¡Olvídalo!

— Eso me lo dices porque después de tantos años como cliente seguro y sin escándalos te hago un pedido y no puedes satisfacerme.

— Tú tienes rollo para rato. Dame una semana y te consigo una virguito bien inquieta, como Leonor que casi me la quitas para casarte con ella.

— Una semana es mucho tiempo. La necesito para mañana ... o pasado, a más tardar.

— Te vas a morir antes pero de loco que te encuentras. Te llamaré y cortaré como señal para que sepas cuando tenga novedades.

— Podría darte una ayudita para que veas que soy un santo varón.

— No me sugieras otra vez a la sobrina del comisario. Ya me reí bastante cuando me la propusiste aunque después tuve que reconocer que a veces tienes más olfato que yo.

— Esta vez es más fácil. La maestra que trajeron de la capital los Monterroso comentó en la farmacia que haría cualquier cosa con tal de comprarse unas sandalias que vio en la tienda del turco.

— Pero esa no es doncella como tú pretendes.

— ¿Cómo lo sabes?

— Sólo puedo decirte que gracias a mí, no sólo se compró las sandalias sino también la cartera que le combina.

— Ah, no sabía. ¿Trabaja siempre o sólo cuando necesita dinero?

— Cuando necesita dinero, pero ella elije a sus clientes y el largo de tu pajarito te deja afuera.

— Mejor no busques nada. Me arreglaré sólo.

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sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuando los títeres se enamoran

En varios artículos (1) he abordado desde distintos puntos de vista la teoría de que en nuestra especie también es la hembra la que estimula la aproximación de ciertos machos que genéticamente mejorarían la especie (eugenesia).

Hoy abordaré el mismo tema desde otro punto de vista.

Hombres y mujeres deambulamos por los espacios comunes hasta que ella se siente atraída por él (acá funciona la Ley de la Naturaleza (2)).

Culturalmente esa mujer no podrá acercarse a él para decirle «quiero copular contigo». Aunque sería lo correcto la Ley de los Hombres (2) lo prohíbe.

Para cumplir con la Ley de la Naturaleza, ella deberá estimularlo sutilmente para que la seduzca.

Cuando el organismo de él funciona razonablemente bien, sentirá ese flechazo, y por más tímido que sea, algo hará para que termine cumpliéndose la Ley de la Naturaleza (copularán).

En otras palabras: la erección del pene del caballero está provocada por la dama.

Lo diré describiendo la situación paso a paso:

1º) Ella encuentra un hombre cuya dotación genética es apta para procrear hijos que mejorarán la especie.

2º) De alguna manera intentará —y quizá logre— que él la desee, la penetre y eyacule en su vagina.

3º) Si se produce la fecundación, la Ley de la Naturaleza habrá sido exitosa una vez más. Si no se produce, esa Ley habrá fracasado una vez más. En la gran cantidad de eventos la Naturaleza logra el objetivo de preservar las especies.

Pero atención:

1) Ellas y ellos no hacen nada voluntariamente sino gobernados por el instinto.

2) Si él no se aproxima o no fornica con ella, no existen fracasos personales sino una falla de la Ley de la Naturaleza que está prevista.

3) Otra falla prevista se produce cuando los ejemplares humanos practicamos el sexo recreativo (usando técnicas anticonceptivas o entre personas del mismo género).



(1) «Soy celosa con quien estoy en celo»; Amor por conveniencia; La postitución decente;Este perfume aumenta la demanda.

(2) Menos culpa y menos estrés.

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viernes, 11 de diciembre de 2009

Vivir o ser vivido

Todos le tememos a la muerte.

Quizá el temor se nos presenta como el miedo a las pérdidas (del amor, de la salud, del bienestar).

Con esta aclaración podría decir que todos le tenemos miedo al dolor porque éste es el que realmente conocemos, el que no querríamos (volver a) padecer y el que nos hace acordar que somos mortales.

¿Qué hacemos para defendernos de este temor?

Implementamos estrategias para evitar el dolor de las pérdidas (del bienestar y en última instancia de la vida).

Algunas estrategias son:

— cuidamos mucho la salud física (dietas, medicinas, controles);

— quitamos de nuestra mente todos los temas que podría atraer la mala suerte (evitamos hablar de enfermedades, de fracasos, de tragedias);

— (por el contrario), tratamos de hablar de temas angustiantes en un intento de conjurar (anular) eso de lo que tanto hablamos (enfermedades, fracasos, tragedias).

En una palabra: el temor nos recuerda que somos débiles. Para compensar esta horrible sensación, nuestra mente construye el sentimiento de omnipotencia.

Gracias a este sentimiento podemos suponer dos cosas:

— que realmente somos omnipotentes y que tenemos controlada nuestra vida. De esta forma nos mostramos orgullosos, arrogantes, nos llevamos el mundo por delante. Casi podemos sentirnos inmortales.

— que realmente es posible ser omnipotente pero que por algún defecto propio no podemos serlo. Esto nos deprime y hasta podemos sentirnos al borde de la muerte siempre.

En suma: tanto la euforia como la depresión son consecuencias de un error básico según el cual creemos posible controlar la vida, que vivimos porque queremos, que vivir es un acto de voluntad, una tarea, un ejercicio.

Conclusión: los seres vivos no vivimos sino que somos vividos. La vida es un fenómeno natural del que somos espectadores pero no actores.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

Los humanos como agentes de la naturaleza

La sinestesia no es considerada una enfermedad pero la epilepsia sí.

Ambos son fenómenos de origen neurológico.

La sinestesia se caracteriza por una extraña mezcla de los sentidos. Por ejemplo, alguien puede tener sensaciones gustativas al acariciar una superficie suave o percibir sonidos a partir de oler cierta fragancia.

La epilepsia suele provocar fenómenos corporales (convulsiones y pérdida de la conciencia). Un ataque de estos es molesto y hasta pone en riesgo la integridad del epiléptico.

Como son muy pocas las personas que tienen estas características, es una rareza. Por estar fuera de la norma estadística se consideran a-normalidades.

La tercera definición que nos da el Diccionario de la Real Academia Española de la palabra «enfermedad» dice: «Anormalidad dañosa en el funcionamiento de una institución, colectividad, etc.».

A su vez, la definición de «dañoso» tiene algo de subjetivo y por lo tanto, lo que para algunos es dañoso para otros puede no serlo.

Si la definición de «dañoso» es opinable, entonces se presta para que alguien levante la voz, ponga énfasis, insista, luche o haga publicidad para volcar la opinión a favor de sus intereses.

Es una buena inversión publicitar la vitamina C, leer libros o comprar un automóvil marca Volvo, alegando que de lo contrario podremos resfriarnos, desconocer algo importante o salir heridos en una colisión, respectivamente.

Hay muchos motivos para pensar que la naturaleza determina nuestros actos y que por lo tanto el libre albedrío sería sólo una ilusión colectiva.

Por si fuera poco, también la cultura nos agrega factores condicionantes que sobredeterminan nuestros actos.

Como integrantes de la naturaleza, recibimos órdenes de ella pero a su vez somos usados por ella como agentes provocadores de más condicionamientos. En este caso me estoy refiriendo a la publicidad.

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

¿Usted es una persona o un número?

En un artículo publicado con el título «La mujer no existe» proponía la interrogante: «Si el ser humano no existiera, ¿existirían «la justicia», «la valentía» o el concepto abstracto «perro»?»

La respuesta es negativa: No existirían porque sólo existen casos concretos, como por ejemplo mi perrita negra con manchas blancas. El concepto «perro» es una abstracción segregada por un cerebro humano puesto a generalizar.

Nuestra obsesiva búsqueda de tranquilizantes para la incertidumbre nos lleva a cometer errores que pueden o no causarnos perjuicios.

En general, cualquier error suele ser perjudicial aunque los beneficios del error nos hagan pensar que es todo ganancia (por ejemplo, creer que conociendo a mi perrita lo sé todo sobre los perros).

Precisamente es la necia búsqueda de las certezas lo que también nos hace pensar que la ciencia es la única forma de acceder a un conocimiento verdadero.

Esta creencia es sostenida por los «cientificistas». Quizá usted lo es y no lo sabía.

Uno de los principios esenciales del cientificismo es que si algo no puede ser comprobado por medio de la experimentación, entonces es falso o no existe.

De esta manera, las únicas ramas del saber que sobreviven son la física, la química, la biología (y pocas más).

Por el contrario, se convierten en falsas todas las humanísticas (sociología, economía, filosofía, etc.).

Y acá aparece el problema: el cientificismo depende del nominalismo, es decir, con ese rigor (sólo lo experimentable es verdadero), se quiere llegar a universales que desconocen la particularidad de cada cosa que observemos.

Así desembocamos en que para la ciencia (biológica, por ejemplo) no hay personas (como usted y como yo) sino que existen especies (la humana), géneros (mujer o varón), enfermedades (gripe, diabetes).

En otras palabras, el cientificismo (glorificación de la ciencia) desconoce la individualidad, la singularidad, los casos concretos y eso nos hace desaparecer como personas concretas (María, Pedro) lo cual es tan angustiante que cuando acudimos a la ciencia para que nos cure, puede terminar enfermándonos de otra cosa.

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martes, 8 de diciembre de 2009

El psicoanálisis según Isaac Newton

Tengo la actitud transgresora de no creer lo que dicen los encumbrados pensadores que llegan a mí a través de los libros, Internet u otros medios.

Sin embargo los necesito porque son personas capaces de inspirar mis propias reflexiones que en muchos casos me llevan a coincidir con sus conclusiones.

Más fácil habría sido creerles desde el comienzo, pero no puedo. Necesito hacer mi propio proceso digestivo. Algo en mi naturaleza rechaza furiosamente los trasplantes, especialmente si son intelectuales (hipótesis, teorías, interpretaciones).

Las neurociencias son para mí una buena noticia porque siempre pensé que los seres humanos somos solo materia y que las producciones más abstractas son el resultado de funcionamientos orgánicos que recién ahora los biólogos están empezando a descubrir (sobre todo en el cerebro).

La gravedad (peso) que conceptualizara Isaac Newton (1643 – 1727 [imagen]) nos influye permanentemente.

Es muy probable que el funcionamiento mental esté influido por la atracción que ejerce la masa del planeta de tal forma que el pensamiento sea diferente según estemos de pie o reclinados.

Me animaría a decir que de pie somos más conscientes que acostados. Nuestra imaginación vuela mejor si estamos recostados y de modo similar, los contenidos del inconsciente se muestran más fácilmente.

Esta constatación empírica pudo haberla intuido Sigmund Freud cuando incorporó el uso del diván para que sus analizantes lo usaran cuando él les pedía que asociaran libremente y comunicaran todas las ocurrencias (sin censura).

Y por supuesto que esta suposición trae de la mano otra más genérica y es que todo nuestro cuerpo funciona diferente según cómo sean atraídas sus moléculas desde el centro de la Tierra.

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lunes, 7 de diciembre de 2009

Lo perfecto se logra sin intervenir

Nuestro aparato digestivo cumple la función de transformar los alimentos que ingiere en moléculas propias.

Si Juan come un bocado de atún, el proceso digestivo convertirá las moléculas de atún en moléculas de Juan.

Sin embargo, observe lo que sucede con los trasplantes de órganos: en mayor o menor grado, el sistema inmunológico del receptor ataca el tejido trasplantado.

Para resolver este rechazo natural, la medicina tiene que atacar al ejército especialista en defendernos (sistema inmunológico).

Es decir, para que el trasplante de un órgano pueda ser efectivo (mejorando la salud del trasplantado), es preciso inhibir las funciones especializadas en defendernos de las invasiones de microorganismos, células o moléculas potencialmente malignas.

Estos fenómenos no son tan conocidos como sería de desear. Este desconocimiento lleva a considerar como si fuera una verdad revelada que «somos lo que comemos».

Cuando dejamos que la naturaleza (de evolución milenaria) actúe sin nuestra intervención, todo anda bien, pero cuando confiamos más en nuestra ciencia (de evolución centenaria) que en la naturaleza, estamos en problemas.

Pero no es casual que ignoremos estos datos. Por el contrario: los ignoramos estratégicamente.

Como he comentado en otras ocasiones, nuestra cultura incluye la creencia en que es posible controlar nuestras vidas: dieta, cirugía plástica, hormonas, vitaminas, reemplazo de nuestras preferencias espontáneas por los criterios artificiales emitidos por la ciencia.

Estoy haciendo un alegato a favor de la naturaleza pero no solamente para terminar con la deforestación, la caza indiscriminada de ballenas o la emisión de residuos tóxicos, sino más bien para reivindicar las soluciones resultantes de la evolución en desmedro de nuestras veleidades perfeccionistas.

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domingo, 6 de diciembre de 2009

No fue tal como lo cuentan

La relación entre Caperucita Roja y su madre no era buena. Discutían a menudo porque la señora entendía que la niña tenía que ayudarla más y divertirse menos.

Esta señora era tan poco amigable que su marido había hecho abandono del hogar cuando la niña era más pequeña aún.

Sin embargo la abuela (madre del papá) era una señora muy liberal.

Comprendía que la chica tenía mucha energía para aplicar a lo que más le gustaba y que era injusto dificultar el desarrollo de su vocación.

De hecho la mamá de Caperucita no tenía trato personal con la suegra. Por eso, en lugar de invitar a la señora a que cruzara el bosque para visitar a la nieta, permitía que la niña hiciera el peligroso recorrido con la secreta esperanza de que algún susto la convenciera de que los miedos de la madre eran saludables también para ella.

Lo que esta mamá no sabía es que la niña no corría ningún riesgo porque el padre, a poco de abandonar el hogar había conseguido el trabajo de guardabosque para poder seguir viendo a su hija y ganar dinero para proveerle lo que necesitara.

El padre también estaba de acuerdo con que Caperucita desarrollara su talento, aunque a menudo necesitaba fortalecer su convicción con los consejos de la anciana.

El encargado regional de los bosques era un señor joven que conocía palmo a palmo el amplio territorio que le tocaba recorrer.

No solamente sabía sobre los vegetales que crecían en abundancia, sino que eran muy divertidas sus anécdotas sobre las más increíbles costumbres de los animales, aves e insectos que convivía en armonía a pesar de la cruel cadena alimentaria.

Cuando Caperucita Roja tuvo dieciocho años —y cumpliendo con lo planificado—, se despidió de su mamá como siempre, pero se dirigió a la estación de ferrocarril donde la esperaban el papá y la abuela.

Hubo abrazos, hubo lágrimas, pero sobre todo hubo alegría.


Nota 1: ¡Tranquilos! El «señor joven» ya venía en el tren ...

Nota 2
: No pude saber cuál era el talento de Caperucita pero —conociéndola— tengo algunas hipótesis.

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sábado, 5 de diciembre de 2009

Decidimos lo inevitable

En el artículo titulado Los instintos ¿están para ser reprimidos? les comentaba que el deseo de poder surge en realidad de un instinto tan importante como el sexual.

Por lo tanto, el deseo de poder está asociado al instinto de conservación (¡nada menos!).

Los políticos son los obreros del poder que más se nos acercan porque cada cierto tiempo necesitan conquistar nuestro voto.

Todos sabemos que la receta mágica para conquistar el voto de la mayoría consiste en decir lo que esa mayoría quiere escuchar.

Esto funciona así porque una mayoría cree que mandamos sobre nuestras vidas, que nos autogobernamos, que tenemos libre albedrío (1).

Creemos en el libre albedrío porque nuestro cerebro genera un pensamiento con forma de «decisión», segundos después que la naturaleza nos dio la orden sobre lo que tenemos que hacer obligatoriamente.

Los obreros del poder (políticos, gobernantes, gerentes) son personas como todo el mundo que se caracterizan por tomar decisiones un segundo después que la naturaleza (las circunstancias, la casualidad, los fenómenos naturales) impuso la obligación de hacer algo colectivamente.

Es propio de nuestra especie organizarnos en grupos (como otros animales lo hacen en majadas, rebaños, piaras, manadas) y de forma piramidal, es decir que alguien será el portavoz, (el locutor, la voz cantante, el líder) de esa obligación natural que habremos de cumplir.

Todos formamos parte del gran fenómeno natural que, si la imaginación nos lo permitiera, alcanza a todo el universo en su inabarcable vastedad.

Cada fracción de tiempo es diferente a la anterior y —hasta donde puedo pensar—, sólo somos testigos de esos acontecimientos de los que formamos parte de forma muy pasiva aunque como espectadores tenemos sentimientos como si fuéramos protagonistas. (2)

(1) ¿Qué libertad?, Soy libre de hacer lo que deba, Lexotán con papas fritas, Cállate que estoy hablando; Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta .

(2) Esta idea comencé a exponerla en el artículo titulado Mis moléculas aman a las tuyas.

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viernes, 4 de diciembre de 2009

La señora Caperucita Roja de Feroz

Pasan los milenios como si fueran días y los seres humanos seguimos dudando de casi todo.

Algunos neutralizan esta particularidad de nuestro cerebro instalando en sus cabezas un dogma que lo explique todo.

Es probable (he aquí la duda otra vez) que los dogmáticos sean fugitivos de la realidad, pero ¡allá ellos!

A falta de certezas, los inseguros más inquietos (como yo) imaginamos posibles explicaciones que a veces sirven para calmar la duda y la mayoría de las veces sólo para pasar el rato.

Comparto con usted una que refiere al cuento de Caperucita Roja.

Ésta fue primero una leyenda que pasó de «de boca en boca» desde no sabemos cuando y luego fue escrita por varios autores que le dieron su estilo personal (Charles Perrault, Hermanos Grimm, Ludwig Tieck).

La historia refiere a una niña inocente que es devorada (¿violada?) por un lobo feroz.

Como el psicoanálisis es sensible a todo tipo de metáforas y expresiones populares, lleva gastados ríos de tinta decodificando lo que este simple relato pone en evidencia de nuestra psiquis.

Es muy probable que las mujeres deseen inconscientemente ser violadas (1) para cumplir con la misión natural de conservar la especie salteándose los trámites que imponen las Leyes de los Hombres (noviazgo, matrimonio, monogamia).

Teniendo en cuenta que el perro es una subespecie doméstica del lobo según la comparación de los mapas genéticos de ambas especies, sería razonable suponer que las mujeres que viven con un perro como mascota gozan imaginando que son Caperucita Roja (quien como dice el chiste, es «la señora de Feroz»).


(1) Ver el artículo titulado La prostitución decente

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jueves, 3 de diciembre de 2009

El embarazo de Ricardo

Lo conozco porque a mí me pasó.

Cuando mi esposa estuvo embarazada yo estaba muy contento y viví su embarazo muy de cerca.

Sin embargo otros varones lo viven de una manera más intensa al punto que tienen sensaciones similares a la futura mamá.

Efectivamente, el «síndrome de couvade» es el conjunto de síntomas que permiten hablar de un embarazo masculino.

Cansancio, náuseas, pesadez y otras sensaciones propias de la gravidez, aparecen en el papá.

En la mitología griega, Zeus tuvo una hija que salió de su frente (Atenea) y otro que salió de su muslo (Dionisio).

El psicoanálisis asegura que las mujeres padecen envidia del pene, lo cual es cierto porque muchas veces ellas imaginan que ser varón es un privilegio.

Podría asegurar que los varones tenemos envidia del útero, pero no lo decimos. Es un sentimiento más inconfesable que la envidia del pene.

Los hombres necesitamos realizarnos, trascender y ser creativos (igual que ellas). Para lograrlo tenemos que construir un puente, escribir una novela, dirigir un equipo de fútbol, tener mucho dinero y muchas otras grandezas que las mujeres resuelven con su capacidad de gestar.

Con un estilo sofisticado, el cantante puertorriqueño Ricky Martin (1971 - ), manifiesta su «síndrome de couvade» e imita a Zeus comprando un óvulo, contratando un «vientre de alquiler» para que con su semen se hayan gestado los hijos gemelos (imagen) que nacieron el 6 de agosto de 2009.

Conclusión: En un escenario con informática, telefonía móvil y padres solteros, no podemos guiarnos por lo que aprendimos de nuestros padres.

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miércoles, 2 de diciembre de 2009

El cuerpo no es una máquina

Tenemos la creencia que nuestro cuerpo es una máquina.

Tenemos la creencia que las máquinas son más duraderas y más perfectas que nuestro cuerpo.

Seguramente éste nos preocupa más porque es el único que tenemos.

Si nuestro cuerpo tuviera un desperfecto irreparable tendremos incomodidad, dolor o un gran sufrimiento, mientras que si se descompone una máquina, alguien la arreglará o compraremos otra.

Comparar nuestro cuerpo con una máquina es una simplificación muy popular, que todos compartimos y en la que estamos de acuerdo.

Sin embargo es un error tomar en sentido literal lo que en realidad es una metáfora.

En suma: Nuestro cuerpo NO ES UNA MÁQUINA.

Si al leer este artículo usted reconoce que en el fondo de su corazón piensa que su cuerpo es una máquina, tome esa idea haciendo una pinza con su dedo índice y su pulgar y ¡tírela lejos!

Hacer esta tarea no es fácil.

A veces uno cree que tiene las ideas muy claras, que posee conclusiones firmes, probadas, incuestionables pero, en los hechos

— no toma Coca-Cola porque ésta afloja las tuercas oxidadas,

— o restringe su alimentación porque si fuera excesiva ésta se acumula en algún basurero (abdómen, glúteos, brazos),

— o piensa que si no es por el médico-mecánico su cuerpo no funciona ni se autorrepara cuando se desajusta.

Las máquinas más perfectas son una pésima imitación de lo que la naturaleza ha logrado en millones de años de evolución.

Claro que la confusión es agradable porque las máquinas no mueren y además fueron construidas por alguien tan maravilloso y perfecto como es un ser humano.

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martes, 1 de diciembre de 2009

El espejo descompuesto

He podido apreciar que nos sucede lo siguiente:

— Si nos miramos en un espejo y nos gustamos, quizá no gustemos mucho de los demás y eso nos hace sentir lindos pero solos.

— Si nos miramos en un espejo y No nos gustamos, quizá sea porque nos sentimos menos hermosos que los demás. En este caso podemos tener muchos amigos pero estamos un poco apenados por nuestro escaso atractivo.

— Si No nos miramos porque preferimos mirar a los demás pues sus figuras atraen nuestra mirada, quizá no sepamos mucho de nosotros mismos pero habrá muchas personas que gusten de nosotros (agradecidas por nuestra mirada).

Estas tres opciones tienen que ver con nuestro narcisismo.

Le llamamos así a nuestra tendencia natural a amarnos y gustarnos.

Existe una cierta relación entre el amor que nos prodigamos a nosotros mismos y el que prodigamos a los demás.

De manera muy resumida, podría decir que cuando nos amamos mucho, amamos poco a los demás y por lo tanto los demás no nos quieren mucho, provocando esto algún tipo de soledad.

Cuando alguien se queja de que está delgada, que tiene los senos feos, que su nariz es poco atractiva, es muy probable que se esté mirando más a sí misma que a los demás.

Si se mira más que a los otros, estos se mostrarán indiferentes y nuestra «desconforme» pensará que no la quieren porque está delgada o por la forma de sus senos o nariz.

Si algún día se le ocurriera mirar más a los demás que a sí misma, no tendría ocasión de verse fea, los demás la amarían y eso la haría suponer y sentir que es bella.


(1) Artículos vinculados: Mírame por favor y Los coleccionistas de miradas

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