Decir que el «falo» es lo mismo que el «pene», denota un prejuicio machista, implica suponer que sólo los varones tienen poder. Como los niños aún no tienen prejuicios machistas, no confunden «falo» con «pene».
Los pequeños van entendiendo que algo diferencia a los niños de las niñas, pero no estarán pendientes de sus genitales hasta que descubran que tocándolos (masturbación) obtienen placeres iguales o superiores a las golosinas, sin que los adultos tengan que estar molestando con el cuidado de la dentadura o con que «hay que comer la comida».
Los niños perciben con claridad la diferencia de «poderes» que existe entre papá y mamá, pero no perciben con claridad que los padres tienen genitales diferentes.
Por ejemplo, perciben que papá tiene más fuerza física que mamá, que tiene la voz más «gruesa» (grave), que inspira más temor, que usa el auto más veces, que en la casa hace menos cosas que ella, que dispone del control remoto del televisor y otros indicios que para la lógica infantil lo convencen de que papá es más poderoso que mamá.
Para el pequeño quien detenta más poder es el mejor; el más alto es más fuerte que el más bajo; una voz grave tiene más poder que una voz aguda («fina»), quien maneja es líder, conductor, jefe.
Los niños no son machistas. Ellos separan el mundo en fuertes y débiles, ricos y pobres, sanos y enfermos, reyes y súbditos.
En psicoanálisis decimos que esos atributos positivos para el pequeño están representados por el «falo», pero los adultos, con el concepto de «machismo» incorporado, creemos que el «falo» es lo mismo que el «pene». No es así: los niños tienen razón.
Una persona valiosa, fuerte, líder, poderosa, que dispone de los atributos genéricamente simbolizados por el «falo», puede tener pene o vagina.
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