viernes, 21 de diciembre de 2012

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 20/01/2013. Un abrazo!

Queremos ser únicos como mamá




 
Las personas monógamas anhelan un cónyuge monógamo pues «madre hay una sola» y Dios es monoteísta.

Nada es más importante que mamá. Este personaje de nuestra historia tiene motivos suficientes como para ser la reina de nuestras vidas, aunque eso no significa que debamos llevarnos bien con ella.

Como todos los vínculos fuertes, estos pueden estar alentados (estimulados) por sentimientos de atracción (amor) y de rechazo (odio). En ambas circunstancias, la imagen del otro ocupa un lugar valioso en nuestra psiquis.

Repito: un vínculo puede ser muy fuerte cuando se basa en sentimientos de atracción como cuando se basa en sentimientos de repudio, pues en ambos casos el personaje (amado u odiado) ocupa el lugar más importante de nuestra mente, así como el máximo prócer de cada nación tiene un monumento en el sitio más visible, más visitado, más bello.

Por lo tanto, todos estamos afectivamente vinculados, de una u otra manera, con Jesús de Nazaret, Adolfo Hitler, Mahatma Gandhi, Osama Bin Laden, y cualquier otro que usted encuentre en su memoria.

También es posible afirmar que toda mención, para hablar a favor o para hablar en contra, evoca al personaje, lo trae al presente, lo exhibe. Por ejemplo, si realmente la humanidad quisiera olvidarse de Augusto Pinochet o de Ernesto Guevara, simplemente caerían en el olvido.

La desaparición real solo ocurre con la indiferencia... tanto de las personas muertas como de las vivas.

Vuelvo al tema inicial: mamá es el personaje universalmente más importante en nuestras vidas.

Como «madre hay una sola», todos quienes anhelan ocupar ese lugar en la mente de los demás, también intentan ser únicos, exclusivos.

Las personas polígamas quieren tener varios cónyuges pero ser únicas (como mamá) para cada cónyuge; la medicina quiere monopolizar la atención de la salud y hasta Dios exige el monoteísmo.

(Este es el Artículo Nº 1.784)

jueves, 20 de diciembre de 2012

Dejad que los fastidiosos vengan a mí



   
Según sea el vínculo con Dios, encontramos personas que procuran ser muy fastidiosas y encontramos personas que nunca quieren molestar.

Existen dos formas de ganar amigos: molestando mucha gente y no molestando a nadie.

Esto suena contradictorio porque efectivamente lo es. Se convierte en coherente si incorporamos la muy interesante variable de que un caso y su opuesto existen en contextos distintos.

Si no aclaro esto, usted no seguirá leyendo, por lo tanto, aclaro:

Como todos necesitamos ser amados y tenemos la ilusión de que es posible controlar inteligentemente ese anhelado objetivo, hacemos cosas, intentos, ensayos-y-errores, para que los demás nos quieran.

Al comienzo de nuestra vida recibimos una primera enseñanza cuyo eficacia pedagógica es enorme porque es la primera y porque nos ocurre cuando tenemos casi todo por aprender.

Esa primera experiencia nos lleva a pensar que siendo indefensos, llenos de problemas, llorones, hambrientos, quejosos, intolerantes, ansiosos y demás cualidades afines, nuestra madre o alguien de rol similar, correrá a resolvernos el problema, demostrándonos así que nos ama.

Por lo tanto, nuestra primera enseñanza nos indica que cuanto más molestemos a los demás, más amados seremos por nuestras víctimas.

En una segunda etapa, algunas personas tienen tan tristes experiencias que llegan a dudar de que molestando ganamos amigos y, en los peores casos, llegan a deducir que molestando perdemos amigos que ya teníamos.

Estas infelices criaturas pueden tener una reacción extrema: para no molestar intentan valerse por sí mismos, evitan por todos los medios ser parásitos, menesterosos, necesitados, con lo cual muchos amigos se apartarán porque no se sienten útiles, porque les quitan la oportunidad de ayudar.

Para el primer grupo (los fastidiosos), amar a Dios es no parar de pedirle, rezarle, sobornarlo con ofrendas y para el segundo grupo (los autosuficientes), amar a Dios es dejarlo tranquilo.

(Este es el Artículo Nº 1.783)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La antropofagia de una buena persona



   
El rito católico de comer el cuerpo de Cristo (eucaristía) nos recuerda una fábula de Esopo.

Esopo fue un escritor de historias que quizá existió alrededor del año seiscientos antes de Cristo.

Esas historias eran fábulas, es decir, ficciones en las que intervenían seres humanos, animales y también personajes imaginarios, animados e inanimados. Tenían un notorio fin pedagógico. En todos esos relatos el autor entregaba alguna enseñanza, consejo, sabiduría.

Mi madre me insistía para que estudiara aunque siempre me gustó leer, aprender y obtener buenas calificaciones, pero está claro que a ella le gustaba sentirse protagonista de mis logros estudiantiles y por eso me insistía para que hiciera lo que hubiera hecho de todos modos.

Una de las fábulas que ahora recuerdo era la del burro y los libros.

Según cuenta Esopo un burro tropezó con unos libros mientras pastaba. Como era su deseo sentirse superior a los otros de su especie (afán de logro, diríamos actualmente), imaginó que comiéndoselos incorporaría fácilmente todo eso que de otra forma tendría que leer, pensar, comprender, memorizar.

Así lo hizo: dejó de comer hierba y se tragó los libros. Sin comprobar los resultados reunió a otros burritos para exhibirles todo lo que sabía. Cuando quiso hacer tan asombrosa demostración no pudo decir nada pues nada sabía y terminó siendo el hazme reír del expectante auditorio.

La historia me impresionó vivamente, sin embargo, para disgusto de mi madre, creo que fue eso lo que me apartó del cristianismo prematuramente.

Efectivamente, la eucaristía es «En la Iglesia católica, sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo» (1).

No creo que comiéndome (simbólicamente) el cuerpo de una buena persona alcance para convertirme en buena persona.

 
(Este es el Artículo Nº 1.782)

martes, 18 de diciembre de 2012

Por qué algunos adultos exageran

   
Las personas que exageran describen sus experiencias actuales ubicadas desde la pequeñez corporal que tenían cuando eran niños.

En algunos lugares turísticos incluyen la presentación de una vivienda donde todos los elementos lucen enormes: las puertas, los muebles, los artefactos del sanitario (toilette, baño).

El atractivo de esa exhibición consiste en mostrarnos cómo veíamos las cosas cuando éramos bajitos, niños, pequeños.

Cuando teníamos seis años muy probablemente suponíamos que pensamos con la boca, porque asociábamos ideas con la voz que las pronuncia. Un par de años después quizá podíamos suponer que pensamos con la cabeza pero entonces las ideas eran las palabras que salen por la boca.

En la adultez la situación cambia, pero no demasiado. Es muy probable que si alguien habla o escribe correctamente, se lo evalúe como inteligente (que piensa bien).

Podríamos decir que el psicoanálisis tiene una deuda con los hijos de Jean Piaget y Melanie Klein porque estos hicieron muchos descubrimientos observando a sus propios hijos.

El proceso de educación consiste en que los adultos les inculcamos a los pequeños todas nuestras creencias.

La educación podría parecerse a un adoctrinamiento (político, religioso, filosófico), en el que los más grandes, (y poderosos), no podemos soportar convivir con gente que piense distinto. La irritación nos lleva a descalificarlos y a imponerles nuestras ideas.

En otras palabras: la vida entre adultos y niños contiene fuertes dosis de intolerancia porque decimos que los pequeños ignoran cuando en realidad lo que ocurre es que tienen una explicación para casi todo, solo que es distinta a la de los adultos.

Más aun, es motivo de diversión cuando observamos la seriedad con que los niños exponen sus explicaciones sobre muy variados asuntos.

Volviendo a la casa enorme para turistas, quienes acostumbran exagerar también son graciosos porque piensan desde la pequeñez corporal.

(Este es el Artículo Nº 1.781)