domingo, 20 de noviembre de 2011

Las vocaciones mutantes

Yo era chico, quizá no había cumplido diez años. Estaba deseoso de ser bombero, médico o policía.

Mi avidez por ayudar brotaba por los poros, quería ser bueno, que las personas me miraran con gratitud por haberles rescatado al gatito del árbol, por haber vuelto a la vida al anciano de 99 años, por haber apresado a los mafiosos y denunciado al propio inspector de policía que después de un acuerdo político me trasladaría al puebo más inhóspito.

Poseído, enajenado, delirando con esa pasión servicial, al pasar por la puerta entreabierta del dormitorio de mamá la sentí jadear, se quejaba, parecía gritar con voz contenida.

Irrumpí sin llamar porque las urgencias autorizan cualquier atrevimiento (y este es otro encanto que estimula mi vocación).

Ella se sorprendió con mi entrada, se puso furiosa, me gritó:

— ¿Por qué no golpeas antes de entrar? ¡Inoportuno! ¡Tonto ingenuo!.

Salí corriendo tratando de pensar que habría hecho un bombero, un médico o un policía en tales circunstancias.

Unos minutos después me llamó con voz calmada:

— Jorgito, ¿estás por ahí? ¿Puedes venir?

Me volvió el alma al cuerpo porque ya me imaginaba una tormenta de malhumor, inentendible como todas las demás.

— ¿Me llamaste, mamá? —, pregunté para ver si ya funcionaba mi voz.

— Sí, ven, siéntate acá que tengo que pedirte perdón —, dijo, dejándome sin libreto para la ocasión. Luego continuó:

— Ya tienes una edad en la que tu cuerpo cambiará y podrás fecundar a una mujer con un líquido que saldrá de tu pene.

No eran extrañas conversaciones sobre sexualidad con ella, pero esta me pareció perturbadora, rara, sentí un poquito de miedo. Prosiguió:

— Desde que tu papá se fue a vivir con otra mujer yo lo extraño mucho. Deseo sus caricias, sus abrazos y que intentemos tener más hijos. Cuando tú entraste, yo jugaba sola a que estaba con él porque había llamado para decirme que me quiere. ¿Entiendes algo de esto que te digo, Jorgito?

— Si, mamá, te comprendo muy bien —dije, porque en ese momento quise ser psicólogo.

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10 comentarios:

Marta dijo...

Cuántas veces subestimamos la inteligencia de los niños!

Carmen dijo...

Si habláramos así con nuestros hijos, con esa franqueza, de manera sencilla, ayudaríamos a su salud y a la nuestra.

Marcos dijo...

Los diques que pone la cultura, tratan de atajar esas urgencias que ud menciona.

Alicia dijo...

Parte de la infancia es separar el mundo en buenos y malos, creerse mejor que los demás, culpabilizar a los otros, sentirse poderoso; así como Jorgito.

Roberto dijo...

Está lleno de adultos que se quedan en la infancia (digo por el comentario de Alicia).

Rocío dijo...

Algunas hombres conservan ciertas ternuras del niño.

Morgana dijo...

Las personas valientes, los héroes, no necesariamente son infantiles. Son pocos.

Eduardo dijo...

Creo que tanto Morgana como Alicia tienen razón, aunque parecen defender posturas diferentes.

Lautaro dijo...

En tales circunstancias el médico habría dado pase al psiquiatra; el psiquiatra habría calmado la tormenta antes de que la mamá hablara con Jorgito; el bombero habría apagado el recuerdo de la escena y el policía habría ordenado que la situación quedara bajo arresto.

Teresita dijo...

Ay! Qué horrible! Si a mí me pasara una cosa así me moriría de vergüenza.