martes, 29 de noviembre de 2011

La falsedad imprescindible

Las dificultades para sentir amor hacen que el 90% de las mentiras sean provocadas por sus propias víctimas.

Días pasados les comentaba que ningún gobernante inteligente quiere que sus gobernados sean «ilustrados y valientes» (1). Para poder realizar su gestión con el menor esfuerzo posible, como corresponde a cualquier ser humano mentalmente sano (2), tratará de que el pueblo sepa lo menos posible, tenga una información escasa y sea preferentemente cobarde para disminuir las posibilidades de rebeliones que terminen en un derrocamiento.

Si nos cuesta entender esto y preferimos idealizar a nuestros líderes, imaginándolos sabios, valientes, honestos, nobles, bienhechores incondicionales de su pueblo, es porque nuestra capacidad de amar está muy descendida.

Efectivamente, si podemos amar al ser humano tal como es (mezquino, mediocre, haragán, deshonesto), no solamente podemos tener una visión más realista de nuestro valor personal (humildad), sino que también podremos aceptar que nuestros gobernantes sean y necesiten ser egoístas y mentirosos para poder realizar su complicada tarea.

Esto tiene una consecuencia interesante: no solamente nuestros gobernantes son tan mentirosos como todos y cada uno de sus gobernados (usted, yo, los demás), sino que lo que realmente ocurre es que nuestra incapacidad para aceptar las cosas como son nos lleva a imponerles, con gran disimulo, la obligación de ocultar lo que no queramos ver.

En la relación gobernantes-gobernados ocurre entonces lo que ocurre en cualquier otro vínculo: las personas que no pueden aceptar las particularidades desagradables de vivir (3), generan las condiciones para que los demás les mientan.

El disgusto con la mentira ocurre cuando algún hecho desafortunado nos enfrenta a la verdad que veníamos evitando exitosamente.

En suma: aunque el amor es un sentimiento ingenuo, cursi y tonto, conserva la ventaja que nos induce al realismo más cómodo, el menos penoso y esforzado, más económico y disfrutable.

(1) Un gobernante necesita mentir

(2) Sobre la indolencia universal

(3) Blog destinado a las molestias de la vida

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12 comentarios:

Carolina dijo...

Cómo va a decir que el amor es un sentimiento ingenuo, tonto y cursi! Me deja desolada, Doc.

Tiago dijo...

No desesperes Caro. Él lo dice en forma irónica.

Valeria dijo...

Creo que tenemos como un sexto sentido para detectar la verdad. Cuando no la vemos es porque no queremos.

Rosana dijo...

Lamentablemente dejamos de idealizar cuando nos damos de narices contra la realidad. El lado bueno viene, cuando a pesar de no idealizar podemos seguir enamorándonos.

Oliverio dijo...

Tiene razón. Lo más difícil de todo es no idealizarnos a nosotros mismos.

Irene dijo...

Los protestones con los políticos no son la mayoría. A veces parece que lo fueran, porque son los que hacen más ruido. En realidad el grueso de la población no pone demasiadas expectativas en los políticos.

Camilo dijo...

No estoy de acuerdo con Irene. Como yo lo veo, la mayoría odia a los políticos. En Uruguay es obligatorio votar, pero si no lo fuera, en 15 años tendríamos votando al 30% de la población. Lo mismo en Argentina, en Brasil y en toda América Latina, exceptuando Cuba (me parece a mí).

Javier dijo...

Una cosa es el desinterés por la cosa política y otra es el desprecio a los políticos. Si la gente no vota es por desinterés.

Melba dijo...

Si no gastáramos energía en autoengañarnos, la utilizaríamos en cuestiones más provechosas, o de lo contrario, nos moriríamos de tristeza.

Jacinto dijo...

Algunas personas son capaces de ver la realidad pero no pueden ni adaptarse, ni transformar la realidad. Ahí es cuando pasa lo que dice Melba; uno termina muriéndose de tristeza o termina resentido.

Sandra39 dijo...

Los gobernantes no dicen la verdad porque no creen, no confían o le temen, a la discusión, al intercambio, con los distintos actores sociales.
Igual hay un montón de situaciones que los obligan al intercambio.

Hugo dijo...

Los gobernantes se creen una clase superior y subestiman al resto de los ciudadanos.