viernes, 31 de julio de 2009

Miss Universo no es tan fea

Una discusión que podría ser divertida es que alguien nos insista en que somos algo maravilloso mientras que nosotros le ponemos objeciones del tipo «Bueno, está bien, reconozco que mis habilidades están un poco por encima de lo normal, pero tampoco es para tanto. ¡Tu exageras!»

Como este juego podemos imaginarlo agradable, es probable que sutilmente estemos invitando a quienes nos rodean para que entren en él.

Una manera de invitarlos consiste en hacer las cosas lo mejor posible pero al mismo tiempo quejarnos de lo mal que hacemos todo para que los demás, irritados por nuestra «equivocación», traten de rectificarnos, contrariarnos, diciéndonos eso que tanto desearíamos escuchar: «¡Tú haces las cosas muy bien! No entiendo por qué no te aceptas un poco más».

En nuestra fantasía pensamos que en algún momento eso sucederá y como quien invierte un cierto dinero en la lotería soñando con que algún día puede obtener el premio mayor que termine con todas las privaciones, entonces invertimos en publicidad negativa («¡Qué mal hago todo!»).

Esta estrategia puede ser una repetición fuera de tiempo en este sentido: Cuando éramos pequeños y nos sentíamos amados por nuestros padres, ellos nos cuidaban más que nosotros mismos. Eso pudo fijarse en nuestras mentes como el prototipo de lo que es un verdadero amor, ése que desearíamos conservar siempre.

Igual que si quisiéramos usar la ropa de cuando teníamos cinco años, este juego no funciona. Es una absurda estrategia que sólo funcionará en sentido literal: Si decimos que somos torpes, pensarán que somos torpes... y así con cada una de las autocríticas que enunciemos buscando que los demás nos rectifiquen.

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jueves, 30 de julio de 2009

¡Ahorremos agua!

Un buen procedimiento para no martirizarse con ideas molestas es concentrarse en una gran idea no muy molesta que cubra a todas las demás.

Son ideas molestas saber que la felicidad consiste en breves momentos muy escasos a lo largo de la vida, que nuestros hijos adorados algún día se casarán con alguien desagradable, de extrañas costumbres y de una categoría inferior.

Otras ideas desagradables son que él (o ella) puede enamorarse de otra (o de otro), que la vejez no perdona, que el partido político que odiamos algún día puede llegar al gobierno, y muchas más.

Para zafar de estas realidades tan irritantes, comenzamos a preocuparnos por cosas que parecen muy graves pero que en el fondo no nos importan casi nada.

El recalentamiento global del planeta, con los cambios climáticos, el derretimiento de los casquetes polares y el aumento del nivel de las aguas, vaya si es algo que justifica estar muy preocupados.

El vicio de fumar pasó en pocos años de algo que hacíamos casi todos hasta cierta edad a ser una pandemia demoníaca. Si alguien está fumando en la casa de al lado, quizá una sola aspiración de ese tóxico sea suficiente para que todos enfermemos de cáncer.

Cada bolsa de polietileno demora cientos de años en degradarse y eso está provocándonos un problema que cuando estalle ya será demasiado tarde. Tenemos que bregar para que sólo se utilicen bolsas de papel o de tela.

Estas amenazas tremendas pero que no nos comprometen demasiado aquí y ahora, funcionan como si fueran biombos mentales: con estas ideas tapamos otras que sí nos angustiarían.

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miércoles, 29 de julio de 2009

La vejez es un post-grado

Cuando somos niños, los adultos usan su fuerza para interrumpir nuestra necesidad de divertirnos enviándonos a la escuela e imponiéndonos ciertas normas muy antipáticas como son no dejar los juguetes tirados, cepillarnos los dientes y hasta bañarnos de cuerpo entero.

¿Quién no ha pasado por estas penosas circunstancias?

Retomo la seriedad habitual para comentar con ustedes que cuando crecemos terminamos reconociendo que fue conveniente aquel aprendizaje para llegar a la edad adulta con una cierta formación, hábitos, destrezas, conocimientos.

En otras palabras: en una primera etapa protestamos contra la capacitación pero luego reconocemos (retroactivamente) que era necesaria. Por este reconocimiento es que hacemos lo mismo con nuestros hijos.

Me parece que durante la edad adulta deberíamos capacitarnos para cuando lleguemos a la vejez porque es una etapa diferente de nuestras vidas y que requiere de cierta formación, hábitos, destrezas, conocimientos.

¿Pero qué nos sucede? Como la vejez es la última etapa de la vida (porque después viene la muerte), no contamos con la ocasión de hacer ese reconocimiento retroactivo que hacemos en la edad adulta respecto a la educación de los niños.

Se agrega otro factor aún más importante para que los adultos no se capaciten para cuando lleguen a viejos: una mayoría de personas piensa que estudiar (formarse, educarse, capacitarse) es propio de gente insegura, con baja autoestima, con una personalidad aniñada.

La naturaleza es sabia porque pone la etapa más difícil al final de la vida, para que todos tengamos la oportunidad y el tiempo suficiente para aprender a disfrutarla. Por razones culturales muchas personas pierden esa oportunidad.

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martes, 28 de julio de 2009

¡Aclaren qué quieren de mí!

Hace unos meses comentaba con ustedes un experimento que se hizo con perros que se enfermaban cuando recibían señales contradictorias (1).

En otras palabras, les generaban un estado de incertidumbre.

Es interesante como «nuestro mejor amigo» también demostraban dos tipos de reacción enfermiza: Los había que se ponían irritables y otros que se entristecían.

Nuestra cultura también nos pone en situaciones de incertidumbre y favorece la conversión de personas normales en violentos o depresivos, es decir, la disfunción humana correspondiente a «irritables» y «tristes» de los perros.

1) Una situación confusa que sufrimos en nuestra cultura se refiere a los roles asignados a los hombres y mujeres.

Además del uniforme (la vestimenta) parecería ser que nos sentimos mejor si encontramos algunas responsabilidades distribuidas por género: Ciertas tareas son femeninas y ciertas otras son masculinas. El liberalismo fundamentalista ha logrado que las mujeres se parezcan a los hombres alegando la adquisición de derechos injustamente negados (aunque sobrecargándolas en extremo).

2) La incorporación de tecnología ha desplazado al ser humano de las fuentes de trabajo y por este motivo es muy grande el esfuerzo que tiene que hacer para ganar apenas lo suficiente. Además, obliga a que las mujeres también trabajen quitándole diferenciación a los géneros como dije en al párrafo anterior.

3) Quizá lo más grave es que nuestra cultura no tolera el egoísmo natural sino que lo combate, haciéndole creer al ser humano que su naturaleza individualista es una mezquindad antisocial, condenable, castigable.

Esta última idea explica por qué tantas veces invito a ustedes a que acepten su naturaleza (individualista) a pesar de la moda que la reprime.

(1) La neurosis canina

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lunes, 27 de julio de 2009

No encuentro psicoanalistas de 9 años

En la descripción de mi perfil en este blog digo: «hace años que procuro entender a Lacan para poder explicarlo como para que lo entienda un niño de nueve años, ¡Y que no se aburra! ».

Varias veces me han preguntado por qué esta propuesta y sobre todo para qué.

Los argumentos más serios que he escuchado refieren a que, si bien es cierto que el objetivo más importante del psicoanálisis es mejorar la calidad de vida de todas las personas que pudieran solicitarlo, ¿qué necesidad existe de que haya que explicarlo para que lo entienda todo el mundo mayor de nueve años?

Perplejo por este cuestionamiento pensé que saldría airoso argumentando que lo mismo se le pedía a la medicina («nunca se le entienden las recetas»; «me habla con palabras que no sé qué significan»), a la pedagogía, a la política o a la religión.

Sin embargo me retrucaron que el psicoanálisis necesita un lenguaje especial porque trata fenómenos que dejarían de entenderse si se pretendiera simplificarlos para darles popularidad.

Y para reafirmar su postura me hacen ver que nadie pretende simplificar la física cuántica, la semiótica o la biología molecular.

El tema creo tenerlo parcialmente resuelto con una explicación intermedia: Es bueno que todo lo comunicable llegue a la mayor cantidad de personas porque suele suceder que algo tan útil como es el psicoanálisis para mejorar nuestra calidad de vida, puede no aprovecharse por el temor que genera todo lo desconocido.

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domingo, 26 de julio de 2009

La escuelita del crimen

Ahora que soy viejo me doy cuenta que la escuela me enseñó a transgredir y se lo agradezco tanto como otros recuerdan con cariño lo que aprendieron.

Cuando ingresé ya tenía ocho años y sabía leer y escribir. No quería ir pero mi madre me obligaba diciéndome que mi padre a su vez la obligaba a ella.

Había aprendido con una prima que vivía con nosotros y que se llevaba muy bien conmigo. Todo empezó cuando tenía siete años y me leyó a pedido mío una novela policial.

En nuestra vida en el campo, lejos absolutamente de todo, aquella historia me drogó con tal fuerza que me volví adicto.

Ella siguió leyéndome las novelitas que ya había leído mil veces, conmigo acostado a su lado, desplazando su dedo índice sobre cada palabra.

Así aprendí a leer primero y a escribir después aunque sólo con letra de imprenta.

Además de no querer ir a la escuela cuando nos vinimos para la ciudad sucedió algo que me volvió radical en mi resistencia: en segundo año tuvimos una maestra que escribía en el pizarrón con algunas faltas de ortografía.

Recuerdo que la dejé en ridículo delante de toda la clase y ella, sin saberlo, fue una aliada en mi lucha contra la imposición de mi mamá justificada por la imposición de mi papá.

Las calificaciones que obtenía eran vergonzosas porque yo estudiaba muy poco pero sobre todo porque la maestra pensaba que así se vengaba de mí.

A partir del quinto año ya tenía el vicio de leer y había incorporado el vicio de escribir. Mis ausencias injustificadas a la escuela eran cada vez más frecuentes.

Por pura coincidencia me enamoré del puerto, que era donde mi padre había conseguido un puesto importante gracias al favor que le hizo un político que nos sacó de aquel lugar perdido en el mapa para traernos a la civilización.

Me escapaba de la escuela para ir al puerto a mirar los barcos, las grúas, el agua, las aves y sobre todo a soñar historias que después escribía.

Un día pasó lo peor y lo mejor. Vi a mi padre que caminaba hacia mí. Toda la historia de amenazas a mi madre por la escolaridad de su hijo se precipitó en mi mente y comprendí el error de ir a ese lugar, tan cerca de «la boca del lobo».

Me dijo un «¡hola!» amigable, entendió inmediatamente lo que allí sucedía porque el uniforme de la escuela yacía a mi lado, me invitó a que lo siguiera, fuimos a un restorán, me invitó a almorzar con él, permitió que tomara vino y hablamos de «hombre a hombre».

Al darme cuenta de cómo era mi padre, cambié completamente.

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sábado, 25 de julio de 2009

Amo a no importa quién

José y María hace más de 5 años que están casados y hace 12 que se conocen y se quieren.

Algo que suena muy extraño es que en realidad María y José no se conocen sino que apenas creen que se conocen.

Efectivamente, cada uno supone que el otro es de determinada manera y cuando piensa en el otro, evoca las propias imágenes mentales que tiene asociadas.

Por ejemplo, María podría decir: «José es maravilloso porque me respeta mucho y me protege. Es un hombre muy noble, cariñoso y trabajador. Es el mejor padre que puede existir para mis hijos».

Sin embargo éste no es José, es una especie de «retrato hablado» construido por María y en el que ella cree como si estuviera en lo cierto. De hecho ella está convencida de que sabe muy bien quién es su compañero.

A veces sucede que los matrimonios empiezan a funcionar mal y los cónyuges comienzan a llevarse mal entre sí.

En estas circunstancias, si le preguntamos a María cómo describiría a José, podría decir por ejemplo que era un buen hombre que en algún momento cambió. Dejó de poseer todas las virtudes que tenía y adquirió costumbres aberrantes.

Es probable que José haya cambiado pero también puede suceder que ahora María está imaginándose a José de otra forma. Por este motivo podríamos asegurar que antes no lo conocía y que ahora tampoco lo conoce.

A tal punto existe esta dificultad para conocer al otro que Lacan llegó a decir que «la relación sexual no existe», puesto que ninguno de los dos sabe con quién está haciendo el amor.

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viernes, 24 de julio de 2009

Diálogo de gordos

Tenemos una eterna discrepancia con la naturaleza aunque si tuviera que hacer una evaluación, ella nos gana por goleada.

Es cierto que una característica fundamental de los neuróticos es que suelen soñar con escenarios ideales a los que pretenden llegar pero sin hacer nada concreto.

El neurótico dice «el lunes dejo de fumar», «la riqueza hay que repartirla mejor», «los directores técnicos no saben nada de fútbol», «para terminar con la pobreza y salir campeones, lo que hay que hacer es...».

Pero otra forma de ser neurótico es dejarse llevar por la omnipotencia que caracteriza a los niños. Cuando alguien dice «querer es poder», está pensando con poco realismo y sólo habrá que esperar a que sus fracasos lo confirmen.

Aunque la medicina es una ciencia muy seria, no está exenta de neuróticos que suponen que todo tiene solución, que todo se puede curar, que si sabemos qué está bien, lo único que hay que hacer es el esfuerzo de voluntad suficiente para conseguirlo.

Basta una observación desapasionada de los cuerpos humanos a lo largo de la historia y en las diferentes partes del planeta para reconocer que tenemos distintos volúmenes (y por lo tanto, pesos).

La obesidad, sobrepeso o gordura parece estar en la mira de algunos médicos que se han propuesto contrariar los designios de la naturaleza.

Imaginando que existe un cuerpo ideal, sancionan como anormal cualquiera que se aparte de ese prototipo. A partir de ahí, aplican la fuerza de su prestigio para condenar a quienes tienen un cuerpo diferente a ese ideal que ellos imaginan.

Han creado una tabla con el rango moral del undécimo mandamiento: No tendrás un cuerpo diferente a mi ideal.

¡Muy extraño por cierto!

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jueves, 23 de julio de 2009

Palabras que curan

Popularmente decimos «Quien se quema con leche ve una vaca y llora».

En términos más académicos se habla de Trastorno por estrés post-traumático.

Permanentemente estamos expuestos a que nos suceda algo tan conmovedor que no podamos procesarlo con los recursos que cuenta nuestra psiquis.

Abundan las obras de ficción de la literatura y del cine en las que un personaje se ve enfrentado a un estrés enorme (por ejemplo una amenaza de muerte), pero apenas se lo ve un poco preocupado. Más aún: una vez culminadas las situaciones estresantes puede beber distendidamente una taza de café.

Eso en la práctica no es así: un accidente, una pérdida inesperada, un terremoto, producen una conmoción tan fuerte que puede modificar el tejido y el funcionamiento cerebral.

Para saber de estos cambios corporales post-traumáticos se recurre por ejemplo a ecografías, electroencefalogramas, tomografías y resonancias magnéticas, entre otros.

En los hechos, existe una relación entre lo que percibimos y nuestras emociones y además existen repercusiones orgánicas provocadas por nuestras emociones.

Si una percepción traumática nos produce cambios corporales perjudiciales, podemos entender por qué el tratamiento psicoanalítico -que es un fenómeno inverso a una percepción traumática-, no solamente logra mejorías sino que también produce curaciones.

Una terapia genera emociones curativas al poner en juego el vínculo afectuoso con un semejante para cicatrizar heridas cerebrales y restablecer fenómenos neuro-químicos alterados.

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miércoles, 22 de julio de 2009

Buena memoria para olvidar

Hace unos años concurrí a una presentación demostrativa de I.L.V.E.M. (Instituto de Lectura Veloz, Estudio y Memoria). (1)

Como se imaginará el objetivo de esta demostración era captar nuevos clientes para hacer el curso completo cosa que en mi caso les dio resultado.

Lo que terminó de convencerme de que ese curso era lo que más necesitaba en mi vida fue lo referente a la memoria.

Con una actitud parecida a la de los ilusionistas que saben dar un aura de misterio a sus trucos, el presentador nos pidió a los asistentes que fuéramos diciéndole vocablos que él fue anotando en una pizarra.

Cuando llegó a las 100 palabras, se quedó de espaldas a lo escrito y luego nos pidió que le preguntáramos lo que quisiéramos sobre lo que él acababa de escribir con nuestro dictado.

Para nuestro asombro las recitó de memoria desde la primera a la última, también en sentido inverso, dijo cuál era el vocablo número 64, el número 23. No se equivocó nunca y JAMÁS TUVO UNA DUDA!!!

En el curso pude conocer la fórmula mágica: Él fue construyendo un relato con las palabras: «El mono está abrazado a la lámpara que está apoyada sobre un libro, etc.»

En el artículo publicado ayer con el título «Todo me cuesta más» le comento algo referido a la novela del neurótico y ahora le agrego una técnica que aparentemente usa nuestra memoria: Asociamos o no asociamos lo que queremos recordar u olvidar.

La mayoría de los inventos suelen inspirarse en la naturaleza y es probable que esta técnica que enseña I.L.V.E.M. haya sido copiada de algo que hacemos todos pero sin darnos cuenta.

(1) Puede ver varias presentaciones en Youtube.

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martes, 21 de julio de 2009

«Todo me cuesta más»

Esta convicción seguramente no molesta a nadie y por tanto, si es disfrutable para quien la dice, nada habría para cambiar.

Las biografías noveladas son aquellas en las que el autor inventa hechos y situaciones que luego mezcla con datos reales del biografiado.

Es como si alguien dijera que Beethoven se quedó sordo (lo cual es cierto) para no escuchar a un alumno desastroso pero cuyos honorarios eran imprescindibles para poder comer (falso).

Muchas personas piensan que todo les cuesta demasiado esfuerzo, se han construido un perfil de mártires, ya sea por culpa de la injusticia de algunas personas o por simple infortunio.

Estas construcciones literarias tienen por cometido responder a las pregunta ¿para qué nací? ¿por qué a veces tengo que sufrir? ¿qué será de mí en el futuro? Y otras igualmente filosóficas.

Con esa historia novelada cada uno puede responderse de alguna manera para qué nació (por ejemplo, porque los padres se iban a divorciar) o se explica que el sufrimiento corresponde a una prueba que le hace un ser superior o da por seguro que cuando muera se encontrará con todos los seres queridos cuya muerte no termina de lamentar.

Como toda buena novela, cada tema y cada capítulo son coherentes entre sí. En esa historia todo tiene una explicación, una lógica, una causa satisfactoria.

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lunes, 20 de julio de 2009

¿El corazón? ¿Cuál?

En el artículo titulado El señor Mesías González les comento algo que nos pasa y que podría ser importante tener en cuenta.

Se refiere a que nuestra inteligencia sólo puede percibir la versión humanizada de la realidad. Todo lo que podemos entender de lo que existe pasa por cómo somos capaces de verlo. Por ejemplo: Necesito suponer que el universo tuvo un comienzo porque yo también lo tuve (cuando nací).

Por esta forma de entender podemos tener ideas algo distorsionadas a tal punto que nos amarguen la existencia.

Una de ellas tiene que ver con nuestro corazón. Fíjense cómo algunas personas pueden pensar en él.

Es un músculo, entonces tiendo a pensar que si se me cansan los brazos jugando al tenis, seguramente el corazón en algún momento tendría que dejar de latir del modo semejante a como yo tengo que dejar de jugar porque me duele un brazo, las dos piernas y estoy con ganas de tomar una ducha y dormir.

Si el músculo de mi corazón hace lo que yo supongo, me muero.

Este pensamiento (que puede ser consciente o no) seguramente me dará miedo y ya sé que cuando tengo miedo se acelera el ritmo cardíaco, o sea que si pensaba que podría cansarse y dejar de latir, al percibir la taquicardia el miedo aumentará.

Un miedo sentido durante mucho tiempo (aunque quizá no sea demasiado intenso) me lleva a estresarme y esto a vivir tenso, con dolores musculares, fatiga, bajo rendimiento, lo cual podrían ser síntomas de una disfunción cardíaca.

Al tomar conciencia de lo mal que estoy, quizá me deprima, esté triste, piense que ya todo terminó, que la vida no tiene sentido, etc., etc.

Pero atención: el músculo cardíaco es diferente a todos los demás músculos y posee otra anatomía y funcionamiento. ¡Olvídese de que lo tiene!

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domingo, 19 de julio de 2009

La siesta inolvidable

Nieta — Estoy aburrida abuelo. ¿Qué puedo hacer?

Abuelo
— Tendrías que estar durmiendo la siesta. Las niñas buenas después de comer, duermen un ratito.

Nieta — Para mí que las niñas buenas son las niñas tontas. Cuéntame alguna historia.

Abuelo — Está bien, trataré de recordar alguna linda historia para contarte.

Nieta — Con mucha acción, que pasen cosas interesantes. A ver si puedes, eh?

Abuelo — Un jovencito acababa de terminar sus estudios y volvía a la casa de sus padres. Se bajó de un carro tirado por cuatro caballos y le preguntó al dueño de un bote si podría cruzarlo a la otra orilla para continuar su viaje.

Éste le dijo que sí, arreglaron el precio, subió al bote y comenzaron el viaje.

En cierto momento cruzó el cielo una bandada de patos con gran bullicio: cuá-cuá-cuá gritaban todos a la vez.

— ¿Sabes algo de la vida de las aves? — le preguntó al botero.

— No —respondió el chico.

— Entonces te has perdido la cuarta parte de tu existencia — le dijo el engreído estudiante.

Más adelante pasaron por unas plantas acuáticas y le hizo una pregunta similar referida a la botánica recibiendo la misma respuesta del humilde remero.

— Entonces te has perdido la mitad de tu vida — le aseguró al muchacho.

— ¿Y qué sabes del agua? ¿Sabes algo acaso? — insistió con arrogancia pero con idénticos resultados. — Entonces llevas perdidas las tres cuartas partes de tu vida — le insistió al paciente botero.

Cuando iban por la mitad del recorrido el bote comenzó a hundirse y el muchacho le preguntó a su pasajero: — ¿Sabes nadar? Pero el vanidoso estudiante enmudeció aterrorizado y el muchacho le dijo: — Entonces te has perdido toda la vida.

¿Te gustó?

Nieta — No. ¿Por qué se asustó tanto? ¿No podía llamar a alguien con el celular? ¿No podía usar los remos como flotadores? ¿El botero no podía ayudarlo? ¿Sería tan hondo el río?

Abuelo
— ¿Estás segura que no quieres dormir la siesta?

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sábado, 18 de julio de 2009

¿Y a esto cómo lo podemos llamar?

Me sucedió algo fantástico y conste que no soy exagerado.

En uno de mis frecuentes viajes en ómnibus (colectivo, micro), el tránsito estaba muy crispado (nervioso, excitado, irritado) y nuestro conductor reaccionaba haciendo maniobras rápidas, quizá olvidando que venía con cerca de ochenta pasajeros, veinte de los cuales estábamos de pie.

En cierto momento alguien se puso de pie para descender y la jovencita (veinte años quizá) que podría haber utilizado el asiento libre me preguntó si no quería aprovecharlo.

Es la primera vez que me pasa y sentí una agradable emoción.

Luego me llamé a la realidad y me dije: «Quizá ella también descenderá en unos minutos y por eso me cedió el asiento».

Me quedé atento a confirmar mi hipótesis, pero felizmente no la confirmé. Ella me cedió el asiento en un gesto de amabilidad, como una cortesía, por el simple deseo de gratificar a un desconocido.

Tengo que explicarle por qué esta anécdota mínima es tan trascendente.

Cuando un hombre le cede el asiento a una mujer, se dice que él tuvo un gesto de «caballerosidad», pero para describir la cualidad de este gesto de la jovencita NO TENEMOS VOCABLO.

Por lo tanto, ella tuvo un gesto «incalificable» (por omisión de nuestro lenguaje, por simple pobreza lingüística).

Aunque parezca insólito, nuestras mentes funcionan organizadas por el lenguaje. Ese instrumento social determina qué se puede hacer y qué no se puede hacer, pero lo hace de una manera implícita (no explícita).

Lo más importante de esto es que nuestra conducta está influida por nuestro inconsciente y éste por el lenguaje. «¡Aunque usted no lo crea!» como diría Ripley.

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viernes, 17 de julio de 2009

El consumo de mitos analgésicos

La realidad es más fea que la mentira pero es más noble, menos traicionera, más fiel.

Por el contrario, algunos mitos, algunas historias falsas, nos dan alegría, como una copa de vino o un vaso de whisky.

Todos sabemos lo que sucede con la alegría alcohólica: dura poco rato y luego haría falta seguir tomando y tomando para conservar aquel estado de ánimo ficticio.

Cuando decimos que nuestros fracasos están motivados porque vivimos en un país sin oportunidades o porque nuestros padres fueron muy mediocres o porque la suerte se ha ensañado con nosotros, estamos recurriendo a auténticas fantasías analgésicas, ficciones, mitos personales.

La neurosis es una especie de drogadicción. Para poder seguir viviendo tenemos que consumir esa dosis de ficción que nos mantiene en la creencia de que somos víctimas de situaciones o personas que están fuera de nuestro control.

¿Podemos vivir sabiendo que para conseguir mejores ingresos tenemos que estar dispuestos a que alguien disponga de nuestro valioso tiempo?

En España dicen: «Quien tiene el culo alquilado, no se sienta cuando quiere».

Los psicoanalistas dicen: «El neurótico no puede asumir la castración», entendiendo por «castración» ese conjunto de molestas y hasta dolorosas limitaciones que forman parte de la vida cotidiana.

Los neuróticos no aceptan la felicidad común ni la vida tal cual es.

El inconveniente práctico de la neurosis es que consume mucha energía vivir fuera de la realidad. Constantemente tenemos que estar haciendo maniobras para mantener la apariencia de lo que no es.

Todos hemos visto alguna película en la que alguien tiene que aparentar una fortuna que no tiene e imaginamos cuánto más cómodo y disfrutable sería la vida para ese personaje si aceptara su modesta condición (si aceptara su castración, diría un psicoanalista).

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jueves, 16 de julio de 2009

En Facebook está tu futuro cónyuge

Mi primer matrimonio fue con una prima que vivía en la casa de nuestros abuelos cuando una fuerte crisis económica nos llevó a tres familias a convivir bajo ese mismo techo hospitalario.

Aunque la casa era grande, las proximidades corporales eran muy superiores a las que hoy somos capaces de tolerar. La casa tenía solamente dos baños y esa era la condición edilicia más favorecedora de conflictos.

Con esa prima nos peleábamos muy a menudo y los tíos decían «estos dos se llevan tan mal que van a terminar casándose».

Porque quizá no entendimos que aquella era una broma o porque efectivamente supusimos que el casamiento era posible con ese afecto que sentíamos mutuamente, el hecho es que cumplimos la profecía humorística de los tíos.

Quedamos muy sorprendidos de cuánto nos desconocíamos. En la convivencia de más de diez años pensamos que sabíamos todo el uno del otro, pero no era así: ella tenía principios morales muy diferentes a los míos, sus amigos no me soportaban, en la administración del dinero éramos «agua y aceite», yo entendía que debía «cuidarla» como un patovica y ella se enfurecía gritándome que no fuera tan «medieval».

Estas reflexiones están ahí porque actualmente los jóvenes muchas veces se conocen utilizando medios electrónicos, concurriendo a comunidades virtuales, en foros de Internet, usando el correo electrónico o chateando y nos parece que esa es una manera muy insegura de conocerse como para algún día formar una familia.

Hasta donde puedo observar, no creo que sea más insegura que la que se utilizaba en las generaciones anteriores.

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miércoles, 15 de julio de 2009

El señor Mesías González

En un artículo publicado hace unos días con el título El sol es color blanco les comento que la forma humana de percibir la realidad no es más que eso: nuestra forma de ver, oír o gustar. De ahí a que la realidad sea como la registramos puede haber una gran distancia.

Un defecto mental que nos impone esta esclavitud a nuestros precarios instrumentos perceptivos tiene que ver con la idea de principio y fin.

Como nuestro pensamiento armoniza todos sus contenidos, parece que no podemos suponer que algo carezca de un principio por la sencilla razón de que nosotros tenemos un nacimiento. Nuestra mente parece que sólo puede pensar así: «Si yo tengo un principio y un fin (porque nací y moriré), entonces el universo tiene que tener un principio y un fin».

De manera similar, como fui concebido por mamá y papá, entonces todo tuvo que tener (por lo menos) un creador. Como este pan que estoy comiendo fue amasado por alguien, entonces el universo fue construido por alguien también.

A partir de esta humanización de la realidad construimos cadenas de causas-y-efectos que pueden llevarnos a diversas conclusiones.

Como una de las maneras que tenemos de revisar la validez de nuestro funcionamiento mental consiste en consultar con otros sobre qué opina de nuestras reflexiones, es muy probable que el otro ser humano nos diga que está de acuerdo y a partir de ahí la hipótesis se convierte en verdad (descubrimiento).

Otro ejemplo clásico de la humanización de la realidad que hacemos se refiere a los motivos por los cuales algo sucede.

Cada vez que hacemos algo tenemos un propósito razonable, inteligente o caprichoso. Por lo tanto a la pregunta ¿para qué viene al mundo? pueden corresponderle respuestas del tipo: «para cumplir una misión divina»; «para que mi alma se perfeccione en sucesivas reencarnaciones»; «para algo importante pero estoy averiguando qué».

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martes, 14 de julio de 2009

La domesticación de los instintos

Vivir no es fácil y así debe ser porque el fenómeno químico llamado «vida» depende de los permanentes cambios del organismo que transitoriamente (porque todos son mortales) la sustenta.

Ésta sería una explicación de por qué sentimos dolor que nos estimula a buscar alivio. Tenemos dolor por el hambre y buscamos comida para calmar el hambre.

En varios artículos (1) he estado comentando recientemente que padecemos una contrariedad entre el egoísmo que nos exige el instinto de conservación y el altruismo que nos exige la sociedad en la que vivimos.

Pero las molestias de la cultura no paran ahí. Son muchas más pero sólo me referiré a dos de ellas.

Una se refiere a la heterosexualidad: se nos ha dicho que tenemos que ser heterosexuales y que no debemos ser ni homosexuales ni bisexuales.

Hasta donde he podido apreciar, nuestra especie al menos (y quizás otras pero carezco de información) es de ejemplares bisexuales. Ambos géneros deseamos sexualmente a hombres y mujeres aunque una mayoría de personas deseamos más al sexo opuesto.

Otra se refiere a la monogamia: se nos ha dicho que tenemos que formar parejas con una sola persona con exclusión de todas las demás.

Hasta donde he podido apreciar, nuestra especie al menos (y seguramente casi todas las demás hasta donde sé) es de ejemplares polígamos.

Estas tres condiciones culturales (altruismo, heterosexualidad y monogamia) son necesarias para la organización de nuestras colectividades pero es conveniente saber que las aspiraciones que se le oponen (egoísmo, bisexualidad y poligamia) no son defectos de quienes las tienen sino simple emergencia de lo que es nuestra condición humana.

La imagen evoca el arte taurino como alegoría en la cual el ser humano intenta matar a su instinto (representado por el toro) con elegancia.


(1) Yo y tu y Mi amigo el policía

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lunes, 13 de julio de 2009

El sol es color blanco

Suele suceder que algunas personas, una vez que consiguen notoriedad por ser presidentes de un país, por ganar el Premio Nobel o por simple talento y vocación, se dedican a recorrer el mundo dando coferencias sobre su especialidad cobrando importantes sumas de dinero.

Sin ir más lejos, hace unas semanas estuvo en Buenos Aires el ex-presidente norteamericano Bill Clinton.

Esta manera de ganar dinero no es nueva. Quinientos años antes de Cristo, un señor llamado Protágoras de Abdera recorría Grecia dando conferencia sobre el correcto uso del idioma.

Este filósofo fue quien dijo «El hombre es la medida de todas las cosas».

Qué fue lo que quiso decir no lo sabemos, por lo tanto se han escrito muchos libros exponiendo el verdadero significado de este pensamiento.

Les daré uno de tantos: Los seres humanos sólo podemos percibir la realidad que nos rodea como seres humanos. No podemos registrarla como ningún otro ser vivo. Percibimos con cinco sentidos que producen determinadas reacciones químicas en nuestro cerebro que a su vez generan recuerdos, asociaciones, comparaciones, inevitablemente humanas.

Estamos condicionados a humanizar la realidad, vemos los colores como los ve nuestra especie, pensamos en concordancia con nuestra fuerza, vulnerabilidad, anhelos, longevidad promedio, miedos y mil etcéteras más.

«Somos la medida de todas las cosas» porque sólo podemos percibirlas desde nuestra condición humana. La realidad no es necesariamente como la percibimos: los humanos estamos condicionados a creer que es así.

La tecnología avanza tan lentamente porque la mayoría de las veces nuestras creencias son equivocadas.


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domingo, 12 de julio de 2009

Cambio de vida

Éramos compañeros de trabajo cuando en cierto momento me enteré que yo tenía un sentimiento diferente hacia ella. Comencé a escuchar lo que decía con otro significado, como si su voz fuera en relieve y la del resto un dibujo plano.

Tenía muy buen gusto para vestirse y casi todo el dinero que ganaba lo invertía en ropa, calzado, accesorios, perfumes, tratamientos de belleza, gimnasia.

No era la más linda pero a mi me había modificado la clásica estabilidad emocional que me permitía ser un democrático amigo de todas.

Un viernes a última hora recibió una llamada por teléfono que la dejó muy contrariada; estaba furiosa en su escritorio. Yo la miraba tratando de adivinar qué le estaría pasando.

Repentinamente se puso de pie y se dirigió derecho a mi escritorio petrificándome.

— ¿Tenés planes para esta noche? — me dijo con el mismo tono que me hubiera dicho «te compro el auto».

— Aún no — y creo que no me tembló la voz aunque imaginé que me invitaría a visitar alguno de esos lugares de fantasía sobre los que contaba maravillas todos los lunes.

Ese fue el comienzo de mi fascinación, luego nos casamos, vinieron los hijos, las dificultades y todo aquel glamour que me sedujo se fue desmoronando.

Ocupé un cómodo cuarto lugar en su atención, precedido por nuestros dos hijos y sus padres a los que siguió cuidando más que a mí.

La conocí despeinada y sin maquillaje. Nuestra casa estuvo mucho tiempo con un desorden caótico, hubieron muchas cenas desabridas pero muchas más con friambre, pan y café con leche.

Por algún motivo cada vez la quería más pero hoy todo pasó porque hace más de tres años que murió repentinamente dejándome destrozado.

Por suerte me salvé de continuar con un duelo enfermizo. Un día me desperté convencido de que ella y mi vida son una misma cosa. A las dos las amo sin pretensiones, como estén, como puedan, como se presenten.

Pero lo mejor es que a las dos las tendré hasta que me muera.

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sábado, 11 de julio de 2009

Inconsciente 5.0 (full version)

Los psicoanalistas creemos que nuestra conducta está guiada en última instancia por el inconsciente.

Éste es como un depósito hermético en el que se guardan datos esenciales para el funcionamiento de nuestra psiquis.

El hermetismo no es total sino que existen contenidos que salen del inconsciente que —como dije— influyen en nuestro funcionamiento psíquico.

Si estoy triste y no tengo un motivo conocido, quizá sea porque algo dentro del «depósito hermético» está actuando como para que yo esté triste.

A veces aparecen contenidos del inconsciente bajo diversas formas:

— Si pierdo las llaves (lapsus) es posible que en el fondo de mi corazón no quiera volver a mi casa;

— Un sueño posee material inconsciente. En el año 1900 Freud escribió una obra que aún está vigente titulada La interpretación de los sueños.

— Si un chiste me hace reír es probable que dentro del «depósito» hagan contacto dos ideas que se mantenían separadas hasta que este chiste las unió (ver ejemplo en el artículo titulado La seriedad del chiste);

— Un síntoma está organizado con algunos elementos del inconsciente. La claustrofobia (miedo a estar encerrado) puede incluir el miedo a nuestro deseo de ser violados.

Y como usted está leyendo esto en una computadora podemos compartir otro ejemplo: Windows y muchos otros programas suelen estar cerrados. Nadie puede acceder a la programación que los hace funcionar si no conoce la contraseña que le puso el fabricante.

La contraseña de nuestro inconsciente no la tiene nadie pero podemos sacarle el mejor partido a nuestra psiquis (software) si observamos cuidadosamente su funcionamiento y aprendemos a extraerle el mejor rendimiento.

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viernes, 10 de julio de 2009

¿Quién fue?

Todos tenemos asco. Esta sensación de rechazo enérgico no la traemos de nacimiento. Lo que sí poseemos es la potencialidad de desarrollar un sentimiento de ese tipo. Nuestra educación nos predispone a repeler aquello que la cultura entiende que puede hacernos daño.

Las personas que nos educan nos inculcan el asco que ellas tienen instalado en sus mentes y así el fenómeno se trasmite de generación en generación.

Pero también desarrollamos ese rechazo como una forma de ser amados por nuestro grupo de pertenencia. Uno de los puntos de unión entre los seres queridos es coincidir con ellos en qué es asqueroso y qué no lo es.

Es muy poco probable que tengamos ese rechazo sobre aspectos propios. Nuestros olores más impopulares suelen ser bien tolerados por nosotros mismos.

Un deseo inconsciente (y por tanto desconocido) es que los demás tampoco repelan algo nuestro. Nos gustaría que esa tolerancia que tenemos hacia nosotros mismo también la tuvieran otras personas. En general las madres suelen higienizar a sus hijos pequeños sin sentir un rechazo que las inhiba. Pero esto dura poco tiempo.

Como resulta poco probable (o imposible) encontrar a un semejante capaz de aceptarnos de manera tan incondicional, entonces entran en nuestras vidas las mascotas porque ellas nos aceptan sin sentir asco por nada.

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jueves, 9 de julio de 2009

La seriedad del chiste

Cuando tenía 12 años retiré de una biblioteca pública un libro titulado “El chiste y su relación con el inconsciente” de Sigmund Freud (1856 - 1939).

Me imaginé riéndome a carcajadas pero luego de leerlo tuve que aceptar que los chistes eran muy tontos y que el autor hablaba de una cantidad de cosas casi incomprensibles para mí.

Casualmente luego me convertí en psicólogo y Freud es a quien más he leído. Es admirable su estilo literario, la inteligencia para definir situaciones y personalidades, sin olvidar la fantástica creatividad para proponer hipótesis sobre por qué somos como somos. ¡Un genio!

Groucho Marx (1890 - 1977) (imagen) dijo: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".

El humor contenido en esta frase surge del enredo conceptual (no me haría socio en un lugar que me acepte) y surge de algo que dijo Freud en aquel libro que leí por equivocación.

Un chiste hace reír porque provoca una liberación de ideas inconscientes. Equivale a una pequeña transgresión, se parece a una mini-fuga de pensamientos reprimidos. Quizá sea como una «salida transitoria» para alguien encarcelado y el chistoso genera simpatía por la satisfacción que nos provee.

El psicoanálisis produce un efecto similar pero no hace reír porque esa descompresión (liberación de contenidos reprimidos) se produce en forma paulatina. El chiste hace reír porque produce una liberación repentina, veloz, sorprendente.

El contenido que se libera con el chiste de G. Marx es que inconscientemente no nos aceptamos tanto como creemos hacerlo conscientemente.

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miércoles, 8 de julio de 2009

Los compañeros de lucha

Fito Páez comienza diciendo en su canción Eso que llevas ahí:

Lo importante no es llegar
Lo importante es el camino.
Yo no busco la verdad
Sólo sé que hay un destino.

A veces pasamos por momentos difíciles que siempre terminan en algún tipo de solución.

Como lo que realmente vivimos es el presente, la mayor parte del tiempo vivimos en «un camino hacia» un destino.

Porque somos animales gregarios (sociales) no podemos estar mucho tiempo sin la compañía y el apoyo de por lo menos otra persona.

Esta necesidad aumenta cuando pasamos por momentos difíciles. Si bien es necesario trabajar para solucionar los problemas que nos aquejan, mientras esto no sucede buscamos el acompañamiento de quienes padecen similares inconvenientes.

Cuando estamos en problemas necesitamos evitar el aislamiento, la soledad, el desasosiego y la segregación.

Lo vemos en pacientes con cáncer, VIH, esclerosis múltiple, afasia, diabetes, sobrepeso, drogadicción, alcoholismo, esterilidad.

Cuando algo así le sucede a un ser querido puede angustiarnos que busque otras compañías en desmedro de todo lo que estamos dispuestos a hacer por dar nuestra comprensión y ayuda.

El malestar de quien se siente desplazado es razonable porque el amor propio siempre es (y debe ser) superior al amor al prójimo.

Nuestro ser querido en dificultades se beneficiaría si pudiéramos moderar los celos que nos produce su búsqueda de apoyo en personas que quizá lo comprendan mejor.

Los inevitables e hirientes celos pueden lastimar menos si logramos entender que así funciona normalmente nuestra psiquis. Por eso, lo más que podemos hacer es disminuir nuestro dolor y aceptar que algo de molestia es inevitable.

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martes, 7 de julio de 2009

El miedo a vivir

La Gripe A (H1N1) de 2009 es una pandemia (es decir, una enfermedad presente en varias zonas geográficas) que nos tiene muy preocupados y que quizá cuando usted esté leyendo este artículo ya ni recuerde de qué se trataba.

Los virus son microorganismos que a veces nos complican la vida y contra los que la ciencia no ha tenido muchos éxitos.

Son muy temibles aunque si pudiéramos analizar su existencia con mayor serenidad nos daríamos cuenta que los automóviles son infinitamente más peligrosos.

Ciertos proveedores de informática han sido muy hábiles denominando «virus» a esos archivos que alteran el funcionamiento de nuestra computadora. Si los hubieran llamado de otra forma menos dramática, se habrían vendido más computadoras, más personas aprovecharían de sus ventajas como medio de comunicación, pero seguramente los proveedores de antivirus no tendrían tantas ganancias.

El miedo es una sensación que abre billeteras y enloquece a las tarjetas de crédito.

Si bien es cierto que la mayoría de nuestras compras extraordinarias terminan decidiéndose por impulsos bastante irracionales, el miedo agrega una dosis de irracionalidad que aumenta el descontrol.

Una gran cantidad de dinero circula porque hay personas que creen disminuir las amenazas (reales o imaginarias) que padecen.

Lo real es que estar vivos es la condición necesaria y suficiente para que estemos expuestos a riesgos, peligros, amenazas y daños de todo tipo.

Como no podemos aceptar que sea justamente la vida la principal causa de nuestro miedo (es decir, no podemos aceptar que «tenemos miedo a vivir»), entonces desplazamos nuestros miedos a otros factores, elevándolos a la categoría de verdaderos peligros (Gripe A, delincuentes, drogas).

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lunes, 6 de julio de 2009

La felicidad incompleta

Después de un proceso que lleva bastante tiempo, alguien puede llegar a sentirse psicológicamente sano cuando se convence de que no existe un ser humano carente de angustia.

Que usted lo lea en este artículo no le va a servir más que para darse por enterado de que existe una forma de sentirse bien. Más que «de sentirse bien» debería decir «de sentirse no tan mal».

Los libros de autoayuda mienten cuando le dicen a los lectores que «querer es poder», que a fuerza de voluntad se puede conseguir la felicidad. Todos están escritos de tal forma que cuando lo estamos leyendo creemos saber cuál es la fórmula infalible para ser felices.

El devenir de los acontecimientos nos demuestra que «casualmente a mi» esa receta no me dio resultado. Imaginamos que es algo personal, que a todos los demás lectores les cambió la vida. «¡Qué casualidad que yo haya sido la única excepción! »

Varias veces volví sobre nuestra idea de que «las comparaciones son odiosas» (1) y en este caso lo que tengo para comentarles es que luego de mucho trabajo, el analizante descubre en su intimidad que había observado mal: No es verdad que esta angustia existencial se pueda eliminar como creía que otros la quitaron de sus vidas. No se puede eliminar. Siempre está ahí en TODOS los seres humanos.

Nos equivocamos en la observación porque necesitábamos hacerlo para poder sostener la ilusión de que es posible vivir siempre felices. Percibimos mal a propósito, para seguir teniendo la esperanza.

Podemos mejorar nuestra calidad de vida si aceptamos que la felicidad que imaginamos en los demás es pura ilusión. Vivir da trabajo, produce molestias y se vive mejor aceptando que la felicidad completa no existe.

(1) - Obama y yo somos diferentes; Comparadas conmigo, sois feas y
Las comparaciones son amorosas


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domingo, 5 de julio de 2009

El rebote de la curiosidad

Cuando abandoné el análisis sentí que tenía que darle una explicación pero la realidad es que no supe qué decirle.

Como el tiempo todo lo arregla ahora sí puedo volver, con otra perspectiva de las cosas, con otra filosofía de vida aunque desesperado como podrá notar.

Usted debería admitir que no estuvo muy acertado al tratar de disuadirme en el intento de investigar por mi cuenta quién y por qué habían asesinado a mi madre sin dejar rastros, sin violencia física, sin haber robado nada de todo lo que tenían para llevarse.

Todavía siento en el estómago la furia que me provocó al decirme que «no me convenía investigar», que dejara el asunto en manos de la policía y la justicia, que, por supuesto, al mes se habían enfrascado en otros casos con mayor cobertura periodística.

El hecho es que me puse a buscar por mi cuenta hasta dar con el maldito culpable y eso me tomó estos seis años.

Mi vida cambió totalmente, he aprendido mucho del ser humano, me puse en contacto con personas que ningún novelista sabe aún que existen, pagué honorarios muy altos por consultas a investigadores que me vendieron hipótesis sobre qué pudo haber sucedido para que mi madre fuera asesinada tan limpiamente.

Tuve momentos en los que me acordé de su extraño e irritante consejo de no embarcarme en semejante emprendimiento, pero algo dentro mío me renovaba la fuerza. Cuando creía haber agotado todas las posibilidades, al despertarme por la mañana o en la ducha, se me ocurría alguna nueva idea que me faltaba investigar.

He gastado una fortuna y cada vez me quedan menos recursos económicos pero tengo que reiniciar mi análisis urgentemente y —aunque me da vergüenza decírselo— tengo que pedirle la mayor moderación posible en sus honoraros porque necesito sesiones diarias.

Días pasados falleció la hermana de mamá. A último momento me dijo que mi madre contrató un asesino profesional porque el remordimiento por nuestras relaciones íntimas la atormentaba cada vez más.

Hubiese preferido no saberlo.

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sábado, 4 de julio de 2009

¡Desvístete y habla!

Es cierto que muchas personas temen (¿tememos?) concurrir al médico por pudor, porque mostrar en un lugar discreto el cuerpo a una persona desconocida dispara ciertas fantasías sexuales más preocupantes del lado del paciente que del lado del médico.

Los pacientes solemos padecer algunas ideas que al médico quizá ni se le ocurran y eso es lo grave. Parte de nuestras preocupaciones morales por la desnudez en la consulta surge de que desearíamos ser deseados por ese importante personaje. No querríamos que valore a nuestro amado cuerpo como si fuera uno más.

Sin embargo la causa consciente de nuestro temor también es verdadera: el médico puede descubrir alguna falla en nuestra salud que comience a preocuparnos a partir de que él nos la comunique.

Con todo sigue siendo más fácil desnudarse delante de un desconocido que hablarle a un desconocido que se nos presenta como psicólogo.

Lo grave de esta segunda situación consiste en que esta persona nos va a escuchar.

Aunque es lógico pensar que todos hablamos para que se nos escuche, sin embargo es menos preocupante cuando nuestro auditorio nos presta una atención superficial.

El psicólogo —por suerte y por desgracia— nos presta atención, nos escucha atentamente, probablemente perciba la desnudez de nuestro deseo, de nuestras aspiraciones, de nuestros tabúes, preferencias, sentimientos, intenciones, estrategias, secretos, verdades inconfesables (homosexualidad, venganza, odio, amores prohibidos, perversiones).

Si bien es absolutamente imposible que podamos decir algo que no sea propio de un ser humano, en nuestra fantasía tenemos el temor de ser demasiado monstruosos, degenerados, transgresores, pecadores imperdonables, delincuentes.

En todo el artículo está presente un sólo tema con sus derivaciones: las fantasías.

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viernes, 3 de julio de 2009

¿Qué desean las mujeres?

Las mujeres me llaman poderosamente la atención y les dedico gran parte de mis reflexiones psicoanalíticas.

En términos generales considero que el mayor obstáculo para entender qué nos pasa a los seres humanos es el «sentido común».

Los avances tecnológicos y filosóficos se han logrado cuando alguien pudo ver más allá de lo que «es lógico pensar».

Para poder pensar en términos psicoanalíticos hace falta correr el riesgo de perder la cordura y ser castigado por la opinión pública que sólo adhiere al famoso «sentido común» como si fuera una ley de hierro cuya transgresión justifica el castigo con los peores tormentos.

Corriendo todos esos riesgos es que ahora les comento algo que pienso de las mujeres.

La naturaleza funciona sola generando fenómenos de toda índole por una especie de inercia programada. Existen causas y efectos encadenados desde siempre y que raramente fallan. Una de esas cadenas causales es la conservación del fenómeno «vida» instalado en tan diversas especies.

La mujer posee el más alto porcentaje de protagonismo en la conservación de nuestra especie y eso la condiciona para desear ser madre durante toda su vida, aunque la cultura y las circunstancias la obligue a moderar la satisfacción de su instinto.

Por eso pienso que permanentemente desean inspirar en los hombres la pasión descontrolada de fecundarlas.

Cuando por alguna razón (cultural, coyuntural, orgánica) no logran desatar esa pasión fecundadora en los hombres (de uno, de varios o de todos), se sienten profundamente frustradas, eso las desvitaliza, las pone tristes, irritables, con inestabilidad emocional, desdichadas. Tal como solemos encontrarlas salvo que se maquillen el rostro tanto como el ánimo.

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jueves, 2 de julio de 2009

La astrología autoconfirmada

Usted ya habrá notado que la forma de tratarse entre las personas genera reacciones previsibles.

Por ejemplo, cuando un vendedor se nos acerca con actitud amigable, demostrándonos cuánto le satisface nuestra visita a su comercio, es casi seguro que sintonicemos (concordemos, copiemos, adecuemos) con su estado de ánimo y también lo tratemos con amabilidad.

En gran medida nos influimos mutuamente.

Imaginemos otra situación: Estela quiere que su amiga Nancy conozca a Rafael, su hermano soltero. Le adelanta que es un hombre muy agradable, seductor, divertido pero incapaz de involucrarse afectivamente.

La información recibida por Nancy la predispondrá a tratar a Rafael como ella trata a los hombres «agradables, seductores, divertidos pero incapaces de involucrarse afectivamente».

Al tratarlo de esa forma, probablemente él sintonice con el estado de ánimo de Nancy y se muestre como una persona «agradable, seductora, …».

En suma, tanto Rafael como Nancy, se formaron opiniones recíprocas influidas por la descripción de Estela (quien los presentó).

Este fenómeno es el que se produce cuando alguien trata a otro guiándose por la descripción de personalidad que la astrología sugiere para cada signo zodiacal.

Resumiendo: 1) Trato a los demás según lo que pienso que son (buenos, irritables, divertidos, desconfiados, etc.); 2) Los demás reaccionan en concordancia con mi forma de tratarlos; 3) Con este resultado, confirmo que «lo que pienso que son» es verdadero; 4) Quienes «se informan» en la astrología para «saber» cómo es el otro, terminan creyendo que ésta es una ciencia confiable.

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miércoles, 1 de julio de 2009

«Si no lo veo, no lo creo». «¡Ja-Ja!»

Detrás de la magia (1) es el nombre de una serie de programas televisivos donde un mago enmascarado se atreve a develar cómo hicieron para hacernos creer tantas cosas increíbles desde hace siglos.

Algo que me llama la atención de esta serie es que al recomendarla a varios amigos, muchos me informaron que prefieren no enterarse de esos secretos.

En última instancia éste es un hecho menor porque «sobre gustos no hay nada escrito», sin dejar de subrayar que personas normales e inteligentes prefieren no saber algo.

Para mí es un espectáculo fascinante y siempre he tratado de descubrir cómo hacían para cortar el cuerpo de una mujer sin que ésta deje de sonreír, o cómo alguien desaparece en menos de cinco segundos sin dejar rastros.

Ahora que sé cómo puede salir un conejo de una galera me asombro de no haber descubierto el procedimiento.

Bueno, en realidad no es que me asombre, más bien me alarmo, me escandalizo y quedo altamente perturbado al imaginar cuántas cosas me están haciendo creer sin decirme que es un espectáculo de ilusionismo.

Porque el dispositivo con doble fondo, la actuación de hermanos gemelos, los espejos convenientemente ubicados, la velocidad de las manos superior a la de mi vista y no muchos recursos más, pueden hacerme «ver» y «creer» fenómenos insólitos, pero sólo por divertirme.

Después de ver esta serie de documentales me pregunto cuántas cosas me están haciendo «ver» y «creer» pero sin el ánimo de divertirme.

(1) – Hice la consulta con Ares y se mostraron dos archivos .avi que podrían contener este material de video.

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