sábado, 17 de diciembre de 2011

La necesidad de recibir y de dar

Los humanos sólo amamos a quienes nos brindan algún tipo de utilidad, ya sea dándole satisfacción a nuestra necesidad de recibir o DE DAR.

Nuestras necesidades de integrar un grupo se satisfacen de una manera similar a la alimentación. Los amigos son, metafóricamente, tan necesarios como un alimento y hasta como el mismo aire.

Nos alimentamos con lo que más nos agrada de lo que podemos conseguir. Dicho de otro modo: del conjunto de alimentos que están a nuestra disposición, comemos los más sabrosos y que digerimos con mayor facilidad.

La necesidad de integrar un grupo suele estar predeterminada por la familia. Existe el convencimiento de que los padres, hermanos y demás familiares son nuestros amigos naturales, lo cual no es así. Un extraño puede ser más querido que la propia madre, por poner un ejemplo que contenga a cualquier otro.

El sentimiento que nos une a esa o esas personas es el amor y el amor es una forma especial de necesidad que se mantiene en tanto el otro nos sirva, nos sea útil, podamos contar con él. Si no se cumple esta condición, no hay amor ni amistad ni parentesco. El núcleo del afecto es la utilidad que nos brinda efectivamente el ser querido.

La interpretación inicial de este concepto suele despertar la idea de egoísmo, utilitarismo, materialismo, y no está mal que así se interprete, pero no sería justo olvidar que los seres humanos también somos consumidores de necesidades.

También amamos a quien nos entrega sus carencias, lo que le falta y es por «tener que ayudarlo» que lo amamos entrañablemente, tanto como a quien nos entrega generosamente lo que necesitábamos.

En suma: Los seres humanos amamos sólo a quien nos sirve, ya sea dándonos lo que a nosotros nos falta como pidiéndonos lo que necesita.

Artículo vinculado:

Mi mejor posesión, es lo que me falta

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11 comentarios:

Amanda dijo...

Establecemos y sostenemos sólo los vínculos que necesitamos. Cuando hacemos el intento de reiniciar un vínculo perdido con un familiar, por ej, sólo porque pensamos que deberíamos acercarnos a esa persona para acortar las distancias entre lo que discurseamos y lo que hacemos, fracasamos. Son tantas las dificulatades de tiempo, tantas nuestras necesidades, que dedicarle tiempo a un asunto que no satisface ningún tipo de necesidad se vuelve algo insostenible.

Lautaro dijo...

Es cierto lo que dice Amanda. En todo caso puede suceder que sigamos visitando a una persona para satisfacer un imperativo moral, pero no podremos establecer un vínculo.

Eduardo dijo...

Amar para dar es sólo posible entre personas adultas. Desde una postura infantil, la necesidad es recibir.

Gabriela dijo...

Hace poco empezó a funcionar en Uruguay una institución formada por laicos católicos, que tiene como objetivo vincular a personas o instituciones que ofrecen bienes o servicios, con otras que los solicitan. Ellos establecen el contacto de forma honoraria (por la satisfacción de dar, que no es poca paga)y luego se desentienden del asunto.
Asocio esta actividad al concepto de causalidad en el que creen muchas personas (todo pasa por algo). Quienes integran la institución mencionada ocuparían el lugar del ser superior que hace que las cosas sucedan ("Dios me escuchó, justo era esto lo que precisaba"). Aunque no creo en la causalidad, les deseo mucha suerte a estas personas en su emprendimiento.

Lucas dijo...

Sucede frecuentemente que nuestra familia, sin quererlo, es nuestra enemiga natural.

Lorena dijo...

Tuve un novio que un día me miró a los ojos y me dijo que me necesitaba "como al aire que respiro". Exageraciones aparte, me gustó mucho.

la gordis dijo...

Yo sólo como los alimentos más sanos.
No, mentira :)

Joaquín dijo...

Aprendemos a dar, gracias a que recibimos antes, lo mínimo suficiente.

Carla dijo...

Creo que esperé de mi pareja, mayores utilidades de las que estoy recibiendo.

Roque dijo...

La primera que nos enseña a dar, es en los hechos, nuestra madre.

Javier dijo...

Aunque sea obvio no olvidemos que quienes nos brindan utilidad no siempre son amados por nosotros.
Si siempre los amáramos, el mundo capitalista sería un enorme dulce intercontinental.