El dolor que nos provocamos a pesar de amarnos tanto, autoriza pensar que el daño que nos hacen no siempre es por desamor.
Ya fue dicha la frase «Quien más te quiere, te hará llorar».
Cuestionemos el prejuicio de que «llorar» es algo negativo, que debe evitarse porque es perjudicial.
Esto no es así: podemos llorar emocionados con una película, un concierto, una actuación teatral.
El llanto como la risa, son reacciones somáticas tan especiales porque son e-mocionantes (nos mueven, con conmueven), y por estas sensaciones que sentimos, decimos que son sentimientos.
Pero no son estos fenómenos tan dramatizados por nuestra cultura los que ocupan el tema de este artículo.
Como dice la frase popular («Quien más te quiere, ...») mencionada al principio, el amor y su alternativas suelen acompañarse por reacciones de llanto.
No hay dudas sobre a quién queremos más. El amor a sí mismo, el amor propio, el narcisismo son datos casi incuestionables.
Si en algún momento podemos decir «te quiero más que a mí mismo», estamos exagerando porque en teoría no es posible querer a otro más que a uno mismo. En todo caso podemos amarlo igual, pero no más.
Partiendo de la base que el máximo amor posible es a uno mismo, prestemos atención a cómo nuestros actos (pensamientos incluidos) pueden causarnos dolor, atormentarnos, hacernos llorar de furia.
Los sentimientos de culpa imaginaria, la auto flagelación, las recriminaciones despiadadas, pueden estar provocadas por quien más nos quiere y a quien más queremos, esto es, por nosotros mismos.
Sólo para no pasar por alto algo tan importante como son los vínculos, es posible defender la siguiente reflexión:
Si un ser querido hace y dice cosas sabiendo que nos causarán dolor, no necesariamente lo hace por desamor, quizá lo hace porque nos quiere tanto como nos amamos.
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12 comentarios:
Con frecuencia las heridas más grandes y persistentes son las que se dan entre padres e hijos. A veces amándose mucho, pero también ocurren a causa de la distancia afectiva.
Muchas veces las parejas se hacen daño a causa de los celos. El temor de perder al otro (porque se lo ama) es el que motiva los reproches.
Todo un tema el de los celos, porque el amor puede terminar provocando un homicidio, a veces con suicidio incluído, que puede implicar hijos a la deriva.
Los hijos siempre tendrán -y con motivo- reclamos que hacerle a sus padres. Es difícil aceptar que aquellos a quienes creíamos maravillosos y a quienes amábamos en cuerpo y alma, son en realidad personas con debilidades, conflictos y equivocaciones.
Durante los primeros dos años de vida de los hijos, la madre puede llegar a sentir que los ama más de lo que se ama a ella misma. Cree que no podría tolerar ningún daño que se les hiciere. Durante ese tiempo la madre defiende al hijo que siente tan necesitado y frágil, sin reparar en nada. Supongo que tiene que ver con la misión inscripta genéticamente, de conservar la especie.
Que nos hacen llorar puede significar que nos hacen sufrir (y otras emociones, por supuesto) y para el sufrimiento tenemos un límite.
El autoreproche muchísimas veces no pasa por nuestra conciencia, y ahí es cuando nos causa más problemas.
Yo soy consciente de muchos de los errores que he cometido y me pesan mucho, aunque sean conscientes.
El problema con las culpas inconscientes es que no te permiten la reconciliación contigo mismo, el autoperdón, por decirlo de alguna manera.
No tiene sentido sentirse culpable. Estamos determinados. Lo que sí tiene sentido es lograr responsabilizarnos de lo que nos compete.
Una de las metáforas de la culpa es el Infierno bíblico.
Los dolores mayores nos los causamos nosotros mismos. No por masoquistas, sino por nuestra incapacidad para metabolizarlos.
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