lunes, 19 de diciembre de 2011

Domingo por la tarde

El aburrimiento ocurre cuando nos quedamos sin necesidades ni deseos. Aunque parezca mentira, la saciedad es un verdadero problema.

El tedio es un malestar moderado que se torna penoso cuando se prolonga en el tiempo.

Una de las ventajas de la vida conyugal es la de contar con un culpable genérico, específico, identificable, de todas aquellas frustraciones cuya responsabilidad no es oportuno asumir.

Por culpa del cónyuge no hemos terminado nuestros estudios, tenemos ingresos miserables, nos cargamos de hijos (dos), y los domingos son más aburridos y rutinarios que cualquier día laboral.

Si bien aburrirse sólo es molesto, el aburrimiento en compañía parece potenciarse y el voltaje de agresividad prospera.

El hastío ocurre por un desbalance entre las necesidades-deseos y aquello que los satisface.

Aunque suena paradójico, un alto porcentaje del fastidio que provoca el tedio ocurre por falta de necesidades y deseos.

¿Pasamos toda una vida tapando el angustiante agujero de las necesidades y remendando las frustraciones a nuestros deseos insatisfechos para que nos sintamos mal cuando esto ocurre? Respuesta: sí.

Lo que está fallando es la evaluación, la escala de valores, el criterio con que determinamos que algo es bueno o algo es malo.

Esos insoportables domingos por la tarde se viven con más calma cuando asumimos que felizmente «mañana es lunes» y que la biblia se equivoca: el trabajo no es una condena eterna porque Dios es tan necio que se enojó por un pecadito insignificante (comer una manzana ¡qué despropósito!).

Lo que realmente falló fue la crónica bíblica. Los hechos ocurrieron de otra forma. Dios es mentalmente sano y cuando vio que Adán se comía la manzana, pensó: «¡Caramba! Mis creaturas son imperfectas, ¡me equivoqué!».

Rápidamente se consoló pensando: «Bueno, no se equivoca quien no hace nada», y dejó de autoflagelarse como hacemos sus imperfectas creaturas.

Artículo vinculado:

El sufrimiento por «saciedad extrema»

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9 comentarios:

Evaristo dijo...

Me parece que muy pocas veces somos víctimas de la saciedad. Creo que el aburrimiento se debe más a un intento inconsciente por cancelar toda acción. Como si nosotros mismos nos pusiéramos un chaleco de fuerza.

Mirna dijo...

Puede que quedemos inmovilizados a causa del cansancio mental (estrés), y que luego la inacción nos lleve al aburrimiento.

Adriana dijo...

Difícilmente podamos aceptar con serenidad el hecho de no tener la mente ocupada.
La meditación se practica en el intento de hacer descansar el pensamiento, dejar que nuestra mente reciba imagenes, sensaciones, pensamientos, como meros espectadores. Quienes logran ese estado dicen que es muy favorable. A mí sólo la idea me estresa. En lugar de hallar paz, creo que entraría en un grave estado de ansiedad. Pero cada uno es cada uno.

Maruja dijo...

Dios es todopoderoso, por eso entre otras cosas, también puede descansar.

Oliverio dijo...

Los escritores románticos cultivaban el tedio, aunque a causa del mismo se terminaran por suicidar. De última eso no era tan malo porque entre ellos estaba de moda. Bromas aparte, parece ser que en ese momento histórico, habiendo dejado atrás una época caracterizada por enaltecer el uso de la razón, la exaltación del sentimiento a ultranza, tampoco fue demasiado buena.
Caminamos siempre en la búsqueda de nuevos equilibrios, quizás cada vez un grano más ajustados.

Verónica dijo...

Reflexionando acerca del comentario de Oliverio, pienso que la razón conduce más a la actividad que la vida sentimental. Esta última nos hace más propensos a soñar despiertos, deformar la realidad, aunque también nos lleva a una mayor introspección y autoconocimiento.

Eduardo dijo...

Si hasta dios se permitió la cración de seres imperfectos... seamos más indulgentes con nosotros mismos.

Luis dijo...

Estamos condenados a idealizar lo que nos falta, hasta que tomamos conciencia, a fuerza de repetidas frustraciones, que nada nos viene del todo bien. Siempre será así, siempre habrá algo por añorar o algo que nos falte.

Laura dijo...

Supongo que cuando nos saciamos en un aspecto, recién estamos en condiciones de percibir las carencias que tenemos en otro (sea porque ya las teníamos de antes o porque se nos generaron a causa de atender eso otro que anhelábamos). Por ej., deseamos tener hijos y después que los tenemos estamos deseando tener un momento a solas con nuestra pareja.