miércoles, 31 de octubre de 2012

Las fantasías sobre una sexualidad curativa




Muchas fantasías relacionadas con el alivio y la curación de enfermedades surgen del instinto de conservación y de la sexualidad.

Compartiré con usted un comentario vinculado a la suposición según la cual, todo ser vivo (los humanos incluidos) tenemos por función básica y más importante, conservar la especie, para lo cual también tenemos que cuidarnos individualmente (1).

Esta condición hace que para los humanos la función sexual sea la más importante, inclusive porque alcanza a la alimentación (ingestión, digestión, evacuación), a la higiene personal, a la salud.

Si la sexualidad es la función central de nuestras vidas, entonces podremos comprender cuánta importancia le asignamos a nuestros órganos reproductores: testículos, pene, útero, ovarios, vulva, senos.

Ahora que expuse este preámbulo puedo abordar el tema de este artículo.

Las fantasías de curación suelen tener su origen en los órganos reproductores.

Los varones fantaseamos con que las mujeres padecerían menos dolencias si tuvieran más relaciones heterosexuales. Ambos sexos tenemos la creencia en que el pene es mágico, que logra muchas curaciones milagrosas. La medicina reafirma sus experiencias clínicas exitosas utilizando inyectables y la cirugía pues ambas prácticas implican una «penetración» en el cuerpo enfermo.

Ambos sexos reafirmamos las experiencias clínicas exitosas recomendándoles a los enfermos que hagan quietud aunque la energía fuera suficiente para estar en movimiento. Además de la constatación empírica de cuánto bien hace el descanso, aumentamos la validez de esta percepción comparando el reposo con la vida intrauterina. De hecho la etimología de la palabra «clínica» surge de «clinado» (acostado).

Pero parecería ser que son los senos los principales proveedores de fantasías curativas en tanto nos mejoramos, aliviamos y curamos, «comiendo» sustancias calmantes, estimulantes, antibióticas, preventivas, ... agregando a la constatación empírica de los buenos resultados las fantasías inconscientes de que la leche materna posee un poder curativo milagroso.

(1) Sobre la conservación de la especie y del individuo, puede consultarse otro blog que administro y que se denomina La única misión.

(Este es el Artículo Nº 1.734)

martes, 30 de octubre de 2012

El suicidio y demás actos irreversibles



   
La legalización del divorcio y la legalización del aborto, evitan situaciones trágicamente tan irreversibles como un suicidio.

En este medio y en los videos asociados, he confesado y continúo confesando, que la legalización del aborto consagrada en Uruguay (octubre de 2012) (1), me tiene muy entusiasmado porque imagino las mejores consecuencias en el largo plazo.

Si bien es cierto que ninguna opinión puede ser considerada como especialmente valiosa, pues todas lo son de alguna manera y nadie posee la verdad, es importante saber que el entusiasmo, el enamoramiento y la idealización, son los sentimientos más efectivos para alterar aún más la escasa validez que tiene cualquier opinión.

Aclarado esto, paso a comentarles otro argumento por el cual siento que si las mujeres pueden abortar, en unas pocas décadas se convertirán en ciudadanas mucho más valiosas de lo que hasta ahora fueron.

Por supuesto que si ellas crecen, se desarrollan, se potencian, las nuevas generaciones se verán beneficiadas en tanto las madres son el personaje más importante en la vida de cualquier ser humano.

El argumento se vincula con la legalización del divorcio. Anteriormente casarse era una decisión irreversible que encarcelaba a los contrayentes. El divorcio permitió tener más tranquilidad a la hora de tomar la decisión de unirse para encarar un proyecto de vida en común.

Sin embargo, no alcanzó con ese gran avance social (el divorcio): las nuevas generaciones han llegado a la genial conclusión de que casarse es innecesario. De ahí que los nuevos padres están unidos realmente porque lo desean y no porque contrajeron una obligación eterna.

Con la legalización del aborto, la sexualidad dejó de ser tan irreversible. Aunque sigue siendo mejor controlar los embarazos, suavizamos el costo de las humanas equivocaciones.

En suma: Toda acción o norma irreversible, trágicamente iguala a las consecuencias del suicidio.

     
(Este es el Artículo Nº 1.733)


lunes, 29 de octubre de 2012

Las convicciones y la psicopatía

   
Las personas poseídas de un inquebrantable convencimiento (político, religioso), actúan como psicópatas pues ignoran los intereses ajenos.

Para un psicópata no existen ni pecados, ni culpas, ni remordimientos. Un psicópata no logra empatizar, sentir con el otro, darse cuenta de que si alguien sufre, esa otra persona podría ser él mismo.

Ellos entienden que existen normas sociales (respetar una fila, ayudar al caído, devolver lo recibido en préstamo), pero la evaluación que hacen del dolor ajeno los influye muy poco, no entienden que ellos podrían sufrir tanto como sus víctimas.

A los no psicópatas nos ocurre que hasta tomamos decisiones imaginando que los intereses ajenos son idénticos a los nuestros.

Quienes deciden por los demás (sin su consentimiento), tienen una especie de psicopatía porque también se equivocan al evaluar la sensibilidad de otros. El psicópata la desconoce casi en su totalidad y quienes toman decisiones sin consultar a los interesados, hacen algo parecido a los psicópatas aunque su conducta suele estar mejor adaptada a los reclamos de las víctimas de una ayuda inesperada.

También tienen una conducta bastante psicopática aquellas personas que, si bien poseen la sensibilidad de captar el dolor de un semejante y son capaces de sentir culpa por los daños que provocan en terceros, están guiados por objetivos que parecen pasarle por arriba a los demás.

Estoy pensando en quienes poseen una idiología que los provee de certezas incuestionables. Los dogmas suelen tener ese rasgo: les aportan, a quienes los utilizan, una gratificante ausencia de incertidumbre porque su credo les provee todas las respuestas.

Con estas suposiciones asumidas como verdades (los dogmas), el creyente no escucha nuestras opiniones diferentes. Como esa ideología lo tiene convencido de que no hay una forma mejor de entender la realidad, actúan como psicópatas seguros de que es por nuestro bien.

(Este es el Artículo Nº 1.732)


domingo, 28 de octubre de 2012

Jorgito es down

     
La vida con Jorgito no es fácil, pero si  muriera con Nancy no sabríamos para dónde agarrar.

El tiene todas las dificultades propias de un adolescente down pero nuestra incansable lucha para compensarle su debilidad genética ha dado algunos resultados.

Él ha hecho mucho deporte, le hemos dado excelente alimentación, lo alentamos en sus modestos avances intelectuales.

Hace dos años se atreve a viajar en colectivo, concurre solo a las consultas médicas de rutina y al psicólogo. El club está en el barrio y va puntualmente a sus tres clases semanales de natación.

Los adultos lo aprecian, lo respetan y una vez alguien lo ayudó a retornar a casa porque, por algún motivo que nadie pudo explicar, quedó afectado por una desorientación que felizmente no volvió a repetirse.

Sin embargo los adolescentes y los niños son más crueles, aprovechan para divertirse con sus dificultades. Nos costó muchas horas de psicoanálisis aceptar que él es diferente y que los demás no tienen tanto interés en cuidarlo como nosotros.

Pero la naturaleza es sabia y lo ha dotado de una cara angelical. Hasta se parece a un actor de cine argentino (que nunca tuvo papeles como galán, por supuesto).

Los rasgos mongoloides son inconfundibles pero la sonrisa desarma a cualquiera que no tenga un adoquín cardiológico.

Mucha gente nos ha preguntado si Nancy y yo somos familiares, porque aun hoy, con la información de la que disponemos, se sigue creyendo que los chicos down padecen esa deficiencia porque los padres son parientes.

El otro día salí de casa y me senté en el auto a fumar. Vi que Jorgito estaba siendo empujado para un lado y para el otro por otros muchachos tan grandotes como él. Jorgito no dejaba de sonreír porque quizá no entendía que estaban abusando cruelmente de él.

Soporté como pude la indignante escena, todos contra él y él seguía sonriendo, conservando el equilibrio ante los empujones cada vez más fuertes. Quizá no pararían hasta que cayera.

Mi corazón se aceleraba más y más, los veía y no podía contener mis ganas de agarrar un bate de beisbol y hacer justicia por mano propia.

Casualmente cuando pensé «con mano propia» y en milisegundos, Jorgito trastabilló mal ante un empujón muy fuerte, instintivamente se agarró de la mano agresora para no caer y todos sentimos el mismo crujido que haría una bolsa de tostadas resecas al ser pisada por un camión.

El abusador aulló, vio sus dedos convertidos en cuatro flecos, los otros quedaron pálidos, Jorgito intentó borrar su sonrisa pero prefirió abrazar al provocador para calmarle un incontenible llanto.

(Este es el Artículo Nº 1.731)