miércoles, 31 de agosto de 2011

La vejez: resaca de ebriedad juvenil

La vejez es triste cuando durante la juventud precedente creímos algo así como «me quieren por lo que soy y no por lo que doy».

Si le preguntamos a cualquiera nos dirá que quiere vivir la mayor cantidad de años posible... siempre y cuando pueda valerse por sí mismo.

Por lo tanto, todos deseamos longevidad y salud unidas. Longevidad sola, NO. La buena salud parecería incluir una razonable longevidad (100 años, día más, día menos).

Si le preguntamos a cualquiera que ya haya llegado a la vejez (más de 65 ó 70 años), casi seguro que demostrará algún grado de insatisfacción aunque su salud no lo someta a ninguna dependencia humillante.

Lo que he leído y escuchado sobre este fenómeno de disconformidad, amargura y hasta de resentimiento contra una especie de injusticia provocada por la existencia, conduce a una serie de recomendaciones sobre cómo encarar esa etapa de la vida con una filosofía que permita estar alegre, disfrutarla, ser feliz.

Desprecio todas esas propuestas de estilo «auto-ayuda» por considerarlas voluntaristas, ilusorias, bobas. En el fondo equivalen a pintarse una sonrisa de payaso.

Prefiero sin embargo un sistema de «ahorro filosófico» que paso a explicar porque es un concepto diferente a todo lo conocido, aunque más no sea en la forma de describirlo.

Lo que propongo es evitar la juventud voluntarista, ilusoria y boba, porque lo que resulta realmente doloroso en la vejez (que conozco por dentro y sé de qué hablo) es la pérdida de protagonismo, de importancia social, laboral y familiar.

Si cuando jóvenes nos creemos bellos, inteligentes y deseables por nuestra linda cara (valores intrínsecos), viviremos una ilusión que estallará en la vejez. Si cuando jóvenes nos creemos amados porque somos buenos proveedores, aceptaremos perder afectos en la medida que dejemos de ser tan buenos proveedores.

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martes, 30 de agosto de 2011

Los varones y su deseo

Los varones parecemos muy liberados y audaces pero somos quienes más temor le tenemos al deseo. Hasta nos drogamos para superarlo.

Hablemos algo de mamá.

Los niños y los adultos pensamos disparates, sólo que los primeros suelen olvidarse hasta que aparecen los psicoanalistas para recordarlos porque aparentemente eso puede tener alguna utilidad práctica.

Una de las fantasías clásicas en los niños varones es que todos los adultos tienen pene como él. Cuando se enteran que eso no es así, comienzan a pensar que las niñas se portaron mal y que por eso se lo quitaron.

¿Qué hicieron las niñas para merecer semejante castigo? Seguramente quisieron quedarse con mamá y expulsar a papá como el niño enamorado desearía.

Por eso la vida se le convierte en un tormento porque desea algo que sería severamente castigado (castrándolo).

El miedo a la castración de los varoncitos es proporcional al deseo edípico y al complejo de culpa que padecen.

Pueden tener una vida espantosa, ideal para olvidarla cuanto antes.

Tan es así que casi ningún adulto varón se acuerda de cuánto deseó a su mamá y cuánto deseó que su padre desapareciera.

Peor aún cuando efectivamente desapareció por algún motivo.

Ese niño necesita imaginar que las mujeres tienen pene para disminuir su horror. Se conforman pensando que en todo caso algún día les crecerá.

El interesante personaje mítico de la «bruja» no es otra cosa que una mujer con pene (la escoba entre sus piernas es la representación más obvia).

¿En qué se convierte entonces una poderosa mamá (que le da órdenes y lo pone en penitencia) cuando además se le suma el poder de un padre simbolizado por ese pene imaginado?

En los varones, por ser mamá la más deseada, temida y prohibida, las posibilidades de temerle al deseo son enormes.

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lunes, 29 de agosto de 2011

La resistencia a la cura

El sentido común predomina entre los trabajadores de la salud y por eso nos angustia cuando un paciente no se cura... sin considerar que la enfermedad puede ser lo mejor para él.

Seguramente todos conocemos matrimonios malavenidos que sin embargo no se divorcian sino que siguen durante años conservando una guerra de baja intensidad.

Hasta podríamos decir que los une el amor... al conflicto.

Los humanos poseemos incoherencias que a pesar de ser normales, son fuertemente criticadas por quienes tienen que padecernos.

También es cierto que no es posible que las diferentes personalidades que forman nuestra personalidad oficial, pública, conocida, se divorcien.

Hasta podríamos decir que nos une el amor... propio (narcisismo).

En otro artículo (1) he mencionado una especie de masoquismo leve (¿bajas calorías? ¿light? ¿descafeinado?) pero universal que tenemos los humanos.

Uno de los comentarios que en ese artículo les hacía refiere a que sufrir puede estar al servicio de conservar nuestra existencia y hasta nuestra calidad de vida.

Los trabajadores de la salud (médicos, psicoanalistas, homeópatas) nos quejamos de que algunos pacientes no responden adecuadamente al tratamiento. Cuando aplicamos las técnicas terapéuticas más efectivas, los síntomas no remiten.

La hipótesis más descabellada (para quienes trabajamos con la razón), es que el paciente no sabe que desea conservar el padecimiento del que quiere curarse.

El consultante, cuando se presenta ante el trabajador de la salud, no es una persona coherente, equilibrada, confiable. Si a algo se parece es a ese matrimonio desavenido que mencioné en primer término.

Es como si un cónyuge dijera «quíteme este dolor» y el otro corrigiera «¡ni se le ocurra aliviar esa molestia!».

Dicho de otro modo: para poder entendernos y llevarnos mejor con nosotros mismos, corresponde no olvidar que algunos malestares, padecimientos y hasta fracasos, sólo podrán curarse cuando dejen de ser necesarios.

(1) La pobreza saludable III

Artículo vinculado:

Mi novio me regaló la luna y yo le entregué mi...

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domingo, 28 de agosto de 2011

La secreta amante de Barry Gibb

Romina es una mujer normal y especial como algunas.

El padrino que quiso propasarse con ella cuando la vio tan hermosa en la fiesta de sus quince años, le consiguió un empleo en una oficina del estado dedicada a reprimir la delincuencia, pero sobre todo a lograr que las víctimas se sientan suficientemente vengadas por la mano dura, cruel y justiciera del estado todopoderoso.

Su trabajo consistía en atender el teléfono sin ser exactamente una telefonista. Había sido adiestrada para apaciguar a los ciudadanos más mediáticos, capaces de provocarle algún costo político al partido de gobierno del padrino abusador.

Romina soñaba con visitar Estados Unidos porque desde pequeña había recibido más información de Hollywood que del colegio.

Los hombres le gustaban sólo si eran creados por su fantasía.

Es así que tuvo sexo con varios cantantes mientras escuchaba sus canciones a todo volumen.

Pocas veces sintió algo de culpa por masturbarse imaginando escenas muy escabrosas con Andy Gibb, Paul McCartney, Tom Jones.

Quiso hacerlo con Jesús pero la barba le recordó al padrino.

Estas secretas aventuras la mantenían feliz y no necesitaba más.

Cuando los ahorros se lo permitieron, visitó el país de sus sueños.

Fue a un concierto de los Bee Gees que la hizo delirar, recargar insumos para las fantasías eróticas y hasta logró que Barry Gibb accediera a secarse el sudor con un pañuelo que ella le alcanzó (imágenes).

Con casi cuarenta años de vida sin grandes cambios, al volver del entierro del interminable padrino encontró las señales inequívocas de que habían entrado ladrones.

Sintió en todo el cuerpo lo que tantas veces le habían contado telefónicamente las víctimas más expresivas. Le temblaron las rodillas por un pensamiento aterrorizador. Corrió al dormitorio, abrió la mesa de luz, se aferró al pañuelo con el sudor de Barry Gibb y lloró de felicidad porque los muy estúpidos no se habían llevado lo único valioso.

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sábado, 27 de agosto de 2011

El ser humano es omnívoro

Algunos vegetarianos siembran el pánico condenando la inevitable ingesta de cadáveres (alimentos cárnicos).

Antoine-Laurent Lavoisier, (1743-1794) fue un químico francés, redactor de la ley de la conservación de la materia: «Nada se crea, nada se pierde; todo se transforma.»

Siglos después, un burócrata con vocación filosófica, redactó la ley de la conservación del trabajo: «Nada se crea, nada se pierde, todo se traspapela».

La sentencia del químico francés es tan genial que puede verificarse intuitivamente (axioma). Tan sólo tenemos que darnos cuenta que nuestro planeta (hábitat) es como una botella cerrada pues dentro de la atmósfera sólo se producen intercambios.

Una vaca que pasta hasta llegar a cierto tamaño, es faenada y los humanos la comemos para que el proceso digestivo transforme las moléculas vacunas en molécula humanas.

Previamente el animal había transformado moléculas de pasto en moléculas de vaca... y así sucesivamente podemos imaginar el recorrido (trazabilidad) de cada molécula que se fue adaptando a cada nuevo ser vivo que fue integrando.

A esa molécula terrícola de la que imaginamos un recorrido, está dentro de esta «botella cerrada» desde que se produjo el big-bang o desde siempre (si es que el universo y nuestro planeta carecen de un comienzo [1]).

Este razonamiento puede ser el que hacen aquellos vegetarianos que se horrorizan con quienes comemos alimentos cárnicos.

Ellos seguramente reaccionan con esa fobia a la antropofagia (canibalismo) que tenemos los humanos y que dramáticamente quedó suspendida cuando un grupo de sobrevivientes tuvo que comer el cuerpo de quienes fallecieron en un accidente aéreo que pasó a la historia como El milagro de Los Andes (13-10-1972 – Ver).

Lavoisier y yo toleramos comer moléculas que miles de veces fueron humanas considerando que los vegetales también contienen moléculas que alguna vez fueron humanas.

Somos omnívoros porque podemos comer de todo.

[1] ¿Por qué un círculo es perfecto?

Artículos vinculados:

La antropofagia capitalista y los vegetarianos

El señor árbol y la señora planta

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viernes, 26 de agosto de 2011

La naturaleza es una monarquía absolutista

Aunque sea desagradable es conveniente (ventajoso) buscar como objetivo una mayor humildad respecto a la naturaleza.

Continuando con un artículo pasado (1) en el que señalaba el error que involuntariamente cometemos cuando le asignamos a la naturaleza conductas humanas, en esta ocasión puede ser interesante comentar que nosotros mismos somos parte de esa naturaleza (como lo es un árbol, un pez o las nubes) y que, por lo tanto, ocurren en nosotros fenómenos naturales que tampoco son la consecuencia de alguna conducta humana.

Efectivamente, la gestación, embarazo y parto, están rodeados de intensas tareas de la futura madre y de otras personas de la sociedad que la rodean, pero tampoco son fenómenos que ocurran según criterios humanos.

Esto es más difícil de aceptar porque estamos convencidos de que los padres «hicieron el amor» porque quisieron, o que podrían haber abortado o no, la embarazada podría haber cuidado su salud o no, el nacimiento podría ser por parto natural o por cesárea y demás «decisiones».

Si es difícil pronosticar cuáles son los números sorteados de 5 ó 6 bolillas, pronosticar cuál será la combinación genética de esta gestación es humanamente imposible.

Cuando «la suerte está echada» en ese mega-sorteo (la combinación genética), se inician una serie de eventos que toman a la madre como agente pasivo, de forma similar a como la tierra tiene una participación involuntaria en la germinación de una semilla que se convertirá en un árbol.

Todo parece indicar que:

— Es disparatado suponer que la naturaleza «piensa»;
— Continúa y se agrava el error si decimos que «piensa como un ser humano»;
— «Delirar» en latín significa «apartarse del camino» y en este sentido es delirante (descaminado) creernos protagonistas (culpables o meritorios) de lo que nos ocurre;
— Por todo esto, ganaríamos calidad de vida siendo más humildes y menos delirantes.

(1) «La naturaleza piensa como yo»

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jueves, 25 de agosto de 2011

¿Por qué un círculo es perfecto?

Cuando no podemos aliviar las consecuencias dolorosas de la ignorancia y la incertidumbre, inventamos hipótesis que siempre son a nuestra imagen y semejanza.

Cunde el prejuicio de que todo debe tener una explicación racional. Dicho de otra forma: es generalizada la creencia en que todo tiene una causa razonable, coherente con el resto de los acontecimientos del universo. De una forma más coloquial, existe la expresión “todo cierra”.

Nuestra mente no puede pensar si no es de forma humana (1), tomándose como punto de referencia, de medida, de comparación.

Esta creencia genera unos cuantos problemas. Por ejemplo, cuando no sabemos cómo algo ocurre, inventamos algún motivo, sin preocuparnos demasiado por su veracidad, comprobación empírica, realismo.

El caso más notorio es el origen de la vida, el origen del universo, el para qué de nuestra existencia.

Como todo lo pensamos con cerebro humano y autorreferente, entonces inventamos explicaciones con forma humana (antropomórficas). Por ejemplo, si no sabemos cuándo comenzó el universo, no podemos pensar que siempre estuvo ahí porque parece que estamos obligados a pensar que todo tiene un comienzo pues el ser humano también tiene un comienzo (nacimiento).

La incertidumbre sobre nuestra propia existencia futura nos lleva a pensar (creer, suponer, imaginar) que en algún momento todo desaparecerá (fin del mundo, apocalípsis, hecatombe) porque sólo podemos pensar que la naturaleza tiene que morir igual que los seres humanos.

Por ejemplo, ¿por qué el cerebro humano tiene como ideal de perfección el círculo o la esfera? Se podrán proponer mil respuestas, pero todas habrán de ser conjeturas, hipótesis, fantasías.

Quizá encuentre mejor explicación sobre por qué los varones tienen más poder que las mujeres, pensando en que objetivamente tienen cuerpos más grandes, forzudos, agresivos y los humanos hasta ahora hemos sido mejor persuadidos (gobernados) por la violencia que por la razón.

Artículos vinculados:

La verdad bloquea el cerebro

La naturaleza piensa como yo

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miércoles, 24 de agosto de 2011

El delincuente propio

Si pretendemos ignorar nuestras intenciones antisociales, estas buscarán satisfacerse de alguna forma más inconveniente aún (neuróticamente, exageradamente, inoportunamente).

A alguien se le ocurrió decir que el sol y el viento compitieron para determinar cuál de los dos era más poderoso.

El sol le dijo al viento: “¿Ves aquel anciano que va por el camino? Veamos quién de los dos logra quitarle el abrigo que lleva sobre los hombros”.

El viento comenzó a soplar con más y más intensidad pero el anciano sólo atinaba a enroscárselo con toda su fuerza. Cuando le tocó el turno al sol, este comenzó a concentrar su calor sobre el anciano quién en pocos minutos tuvo que desabrigarse, consagrando al sol como ganador del desafío.

La conclusión que podemos sacar de esta fábula es que para modificar la conducta de un ser humano, la violencia es menos efectiva que la ternura.

En un artículo bastante antiguo les comentaba cómo funcionan las represas hidroeléctricas (1): La interrupción artificial de un río aumenta tanto la presión del agua que una liberación dosificada puede mover turbinas generadoras de electricidad.

Lo mejor que nos podría ocurrir a los humanos es que admitiéramos que algunos de nuestros deseos deben ser moderados o frustrados o postergados porque su satisfacción perjudicaría la convivencia en sociedad.

Casi nunca tenemos la suerte de que nos ocurra lo mejor. Antes bien, la sociedad nos reprime esos deseos por la fuerza, los prohíbe y nos castiga cuando intentamos tramitarlos.

El resultado es que terminamos administrándolos neuróticamente, es decir, reprimiéndolos y negándolos con lo cual no hacen otra cosa que potenciarse y distorsionar nuestra percepción de la realidad.

Por ejemplo todos deseamos robar por naturaleza. En vez de admitirlo pero evitarlo, negamos este deseo y votamos condenas exageradamente severas para quienes roban potenciando aún más su conducta delictiva.

(1) Traicionar el deseo merece un castigo

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martes, 23 de agosto de 2011

La verdad bloquea el cerebro

La tendencia inteligente a realizar el menor esfuerzo, permite ilusionarnos con que ya conocemos ciertas verdades para no tener que seguir pensando en ellas.

Nuestra tendencia al menor esfuerzo (1) es inteligente porque la economía es la administración de recursos escasos y la energía humana no es abundante.

Cuando nuestro trabajo intelectual cree haber llegado a la verdad, inteligentemente se detiene, como se detiene el llenado de una cisterna.

Reitero que nuestro pensamiento es precario, modesto, ineficiente (2), ideal para hacer trampas, para mentir y mentirse.

Por eso, para ahorrar trabajo, tiempo y energía, se complace engañándose.

Efectivamente, cuando llegamos a una conclusión que nos permite parar de investigar, razonar, comprobar, rápidamente la convertimos imaginariamente en verdad y damos por concluida la búsqueda.

Claro que esta verdad es aparente, sólo imaginada para no seguir pensando y, sobre todo, para cerrar la herida que nos produce la incertidumbre, la duda, la ignorancia ansiógena.

Jacques Lacan (1901-1981) fue un psiquíatra francés que retomó los trabajos iniciados por Freud y nos puso a pensar entre todos.

Quiso la casualidad que este filósofo y psicoanalista tuviera un estilo literario particularmente confuso.

Como era muy inteligente, trató de encontrarle algún beneficio a ese defecto y en parte lo logró.

Se defendió diciendo que lo más productivo es no entender, porque cuando entendemos, dejamos de trabajar por las razones económicas que mencioné más arriba. Sin embargo, cuando algo nos exige un esfuerzo de comprensión, nuestras cabezas generan una cantidad de hipótesis nuevas que no habrían surgido con una comprensión inmediata de su redacción.

Dije que “en parte lo logró” porque algunos nos divertimos con sus acertijos, frases herméticas y razonamientos para superdotados, pero lamentablemente la mayoría huye hacia psicoanalistas que explican todo, para que el lector lo entienda todo y no tenga que gastar energía pensando.

(1) Los gustos costosos

Más rendimiento con menos esfuerzo

(2) La arrogante defensa de la verdad

Pensamiento monopólico y violencia

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lunes, 22 de agosto de 2011

Los glúteos y el desestimulo de la reproducción

La humanidad puso de moda los glúteos, inducida (determinada) por un proceso de desestímulo a la expansión demográfica, desencadenado por uno de los tantos fenómenos de autorregulación de la naturaleza.

El ser humano, visto de atrás, no tiene sexo. Visto de frente, ella encandila con los senos y él con el pene, pero por detrás, las diferencias se desvanecen.

Si existiera una moda de igualar a los géneros, nada mejor que mostrarlos de espalda.

El trasero, los glúteos o el culo, son desde hace varios años la zona protagonista, estelar, simbólica del erotismo.

Lo que aún es más paradójico es que ambos sexos poseen similar atractivo. Ellos y ellas se sienten atraídos por lo mismo.

En nuestra época se juntan una cantidad de señales de cómo la naturaleza está desestimulando la expansión demográfica de los humanos.

Cuando la zona más erótica fueron los senos, la humanidad recibía estímulos para reproducirse y cuando la zona erótica son los glúteos, la humanidad recibe estímulos para seguir teniendo deseos sexuales, pero como para que momentáneamente no sean reproductivos.

Obsérvese cómo "lo trasero" está de moda:

—además de los glúteos;
—del consiguiente sexo anal;
—la aprobación social y legal de la homosexualidad masculina (que es la más exhibicionista).

También hacen furor formatos televisivos como

—Gran Hermano, donde un grupo de personas exhibe lo que siempre se mantuvo oculto;
—son muchos los programas dedicados a denunciar los aspectos más escabrosos (sucios) de personajes famosos;
—tienen éxito discusiones donde los participantes "se tiran mierda" en litigios que a nadie importaría si no estuvieran de moda;
—adquieren interés los "detrás de cámara" de las películas (backstages)

Algunos opinan que este conjunto de fenómenos contemporáneos denuncian una degradación inherente a la previsible descomposición del sistema capitalista.

Quizá sí, quizá no, quizá sean ambas cosas más otras desconocidas aún.

Artículos vinculados:

El consumismo y la súper población

La pobreza proporcional a la población

La admirada frigidez de los sabios


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domingo, 21 de agosto de 2011

Cambio de zona

Marito necesitó cambiar de zona por un motivo poco frecuente.

Su historia no es extensa porque sólo tiene once años. Comenzó a ganar dinero cuando tenía nueve, al dar por finalizado su proceso formativo de tres años.

Los adultos comentaban cómo alguien tan tranquilo y pacífico podía ser tan firme en sus deseos.

A los dos meses de comenzar la escuela, saludó a la maestra el viernes, le pidió un beso y mirándola a los ojos le dijo: «No vengo más».

Ella, con el cansancio de un viernes a última hora, apenas sonrió y le dio el beso, pero recién el martes de la semana siguiente, al constatar la ausencia del niño, recordó su lacónica despedida.

Los padres de Marito estaban demasiado ocupados como para presionar lo suficiente a un niño tan firme en sus decisiones. Les había dicho que él aprendía mucho más en la calle y el padre, sin poder contener un bostezo, le dijo a la esposa: «Es genético: yo pensé lo mismo cuando tenía su edad».

El Gran Maestro fue un señor que ya no podía robar más porque a pesar de sus cuarenta y seis años estaba físicamente muy deteriorado porque en él los dolores nunca le parecieron intolerables y por eso se expuso a maltratos que cualquier otro no hubiera soportado.

Este hombre vivía de la infalible cooperación de sus alumnos rateros, pedigüeños, oportunistas, buscavidas. Era un filósofo. Sus explicaciones sobre la estupidez humana más rentable eran clarísimas.

Marito le hacía favores, robaba para él como si fueran deberes domiciliarios, el profesor sabía contestar todas las dudas y agregaba sugerencias muy sabias para evitar riesgos.

Con nueve años, integró el grupo de los comisionistas: ladronzuelos que cedían parte de sus ganancias con tal de continuar recibiendo un asesoramiento más profundo, resultado de incontables entradas a la cárcel y del intercambio pedagógico con los delincuentes más avezados.

Cierto día fatídico llegó a la casucha del profe donde lo recibieron con cara de enojo.

Cuando entró, lo rodearon y el maestro le dijo «¿Por qué nos mentiste? Nosotros te hubiéramos aceptado si nos hubieras dicho que eras mujer», pero Marito, aunque se sintió conmocionada por el amor fraternal de sus colegas, no pudo soportar la vergüenza de haberles mentido y cambió de zona.

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sábado, 20 de agosto de 2011

La histeria aparente

Las mujeres parecen histéricas cuando instintivamente (inconscientemente) procuran que el varón que eligieron se comprometa socialmente como buen padre de familia.

Según he comentado con ustedes:

— Los seres humanos creemos tener libre albedrío pero estamos tan determinados como cualquier otro ser vivo (1);

— Como ocurre con los mamíferos, la hembra (mujer) convoca a los varones genéticamente más convenientes, sin darse cuenta (inconscientemente) (2);

— Por razones culturales, las uniones entre hombres y mujeres con fines reproductivos se realizan en forma monogámica (un hombre con una mujer);

— También entre culturas occidentales, se acostumbra que se teatralice un cortejo del varón hacia la mujer, simulando que es él quien elige, seduce y conquista (3);

— Para asegurar que luego de fecundar a la mujer ese hombre se responsabilice de atender las necesidades y deseos de ella y de los hijos, la mencionada representación en la que él elige, seduce y conquista habrá de ser pública, para que existan testigos de que fue él quien hizo todo lo posible para que ella aceptara ser fecundada por él (3).

Para que el varón se involucre en este compromiso exhibiendo su actitud ante testigos, para que su responsabilidad como proveedor, protector y administrador difícilmente sea eludida por él, la mujer sin saberlo demora la aceptación, el consentimiento, obligándolo a insistir, esforzarse, ratificar con la máxima claridad posible cuán responsable es de que finalmente se forme una familia.

Los varones, en tanto

— fueron seducidos inconscientemente por ella;

— buscan satisfacer su deseo sexual cuanto antes; y

— procuran comprometerse lo menos posible,

suelen irritarse con las evasivas de ella, pensando que es una histérica, que no sabe lo que quiere, que se está haciendo rogar, cuando lo que en realidad está ocurriendo es que la mujer instintivamente (inconscientemente) se las ingenia para perfeccionar ante testigos el compromiso del hombre.

(1) Libre albedrío y determinismo

(2) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

Ellas tienen motivos para llorar ... y celar

(3) La parodia pre-matrimonial

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viernes, 19 de agosto de 2011

La felicidad de una convivencia inflexible

La dinámica interna de una «familia modelo» suele incluir una fuerte opresión sobre sus integrantes a cambio de bajarles la incertidumbre.

Un grupo es un conjunto de personas que se reúnen con alguna finalidad: producir, acompañarse, defenderse.

Un grupo familiar es lo mismo pero donde existen vínculos de parentesco.

Según he comentado en otros artículos (1), etológicamente (comportamiento animal) la hembra humana elige a uno o más varones genéticamente compatibles con ella, por lo menos uno de ellos se asocia con ella y forman un grupo familiar cuya finalidad es reproducirse, producir, acompañarse.

La particularidad de los integrantes está en el parentesco, que comienza con un contrato de unión (concubinato, matrimonio civil, matrimonio religioso) y se completa con el nacimiento de nuevos integrantes consanguíneos (hijos) y eventualmente el agregado de otras personas: hijos adoptivos, padres, abuelos, tíos.

En otro artículo (2) les comentaba que este grupo familiar puede optar por conservar en su interior rasgos casi idénticos a los que predominan en el resto de la sociedad que integran o —por el contrario— configurar el grupo de tal manera que reinen normas radicalmente distintas al resto de la sociedad que integran.

Ni los más connotados estudiosos de la familia pueden asegurar que saben qué ocurre en la trama de vínculos que se establecen de mil formas distintas.

Por regla general, lo que llamamos «familias modelo» suelen ser cerradas, recelan del resto de la sociedad, tienen costumbres y rituales particularmente rígidos, poseen una disciplina férrea y la figura paterna o materna acaparan casi todo el poder.

Estos grupos son poco normales, la salud mental escasea, pero sin embargo logran un clima de convivencia maravilloso porque sus integrantes ven disminuida al mínimo la incertidumbre que afecta a cualquier ciudadano común.

Estas familias totalitarias ganan en certidumbre lo que pierden en libertad.

(1) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

(2) La desnudez en familia

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jueves, 18 de agosto de 2011

La desnudez en familia

Una opción consiste en hacer que nuestro hogar sea como el resto de la sociedad y otra opción consiste en que sea marcadamente diferente.

A lo largo de la historia de nuestra especie pueden observarse cambios en los valores, prioridades, moral, modos (modas) de hablar, de vestirnos, de comerciar.

Sin embargo, algunas cosas se mantienen en todas las culturas y las épocas. Son las que refieren a la conservación del individuo y de la especie.

Universalmente cuidamos nuestras vidas, castigamos a los homicidas así como también genéricamente protegemos a las embarazadas y a los niños. Las condenas a muerte y la eutanasia están regidas por normas muy estrictas

La permanencia y constancia de estos valores referidos a la vida a lo largo del tiempo y de las culturas me llevan a confirmar que para la naturaleza nada es más importante que la conservación de las especies (1).

No paramos de averiguar qué debemos hacer para conseguir un cónyuge, para mantener a nuestra familia y para educar a nuestros hijos.

En este punto comparto con ustedes una idea sobre si es conveniente o no la desnudez dentro del hogar, si es bueno o malo que los adultos y los niños puedan exhibir y percibir la anatomía de los padres y hermanos.

Como siempre ocurre, algunos piensan que está bien y otros que no está bien según criterios morales, éticos, religiosos, pedagógicos.

Mi aporte consiste en plantear el asunto desde otro punto de vista.

Si nosotros queremos que nuestro hogar sea lo más parecido a la sociedad dentro de la que vivimos, lo mejor es mantenernos tan vestidos dentro de casa como fuera de ella; si pensamos que es mejor que haya una diferencia significativa entre el hogar y la sociedad, marquemos la diferencia en todo lo posible, incluso con la vestimenta.

(1) Ver blog La única misión

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miércoles, 17 de agosto de 2011

Pensamiento monopólico y violencia

Quienes creen que «la verdad» existe y que ellos la conocen, adhieren a un «pensamiento único», que les da paz, tranquilidad y los alejan de la torturante incertidumbre. Para conservar esta «felicidad» exterminan otras alternativas.

Según la teoría de Charles Darwin, el ser humano no es una creatura de Dios sino que desciende, es una mutación genética, es el nieto biológico del MONO.

Esto haría suponer que además del aspecto físico, algo más habremos heredado de nuestro simpático abuelo.

La mente no es confiable (1). Es una herramienta apta para conservar la vida en tanto con ella podemos conservarnos como individuos y como especie pero no mucho más.

A lo largo de los siglos y presionados por el temor a sufrir, buscamos, descubrimos, entendemos, inventamos y estamos maravillados de nuestros avances aunque el motivo de esa admiración no pasa de ser una comparación entre humanos.

Por ejemplo, cuando decimos «¡Qué maravillosos somos: inventamos la telefonía celular!» lo que deberíamos decir es «¡Qué maravillosos son algunos seres humanos respecto a otros seres humanos!»

Y cuando tememos sufrir la incertidumbre (2), la inseguridad, la duda, solemos aferrarnos a ideologías que todo lo expliquen, que no toleren la diversidad de opiniones, que sean intolerantes con las alternativas, que hayan enterrado el pensamiento crítico y reflexivo.

La propia ausencia de pensamiento crítico y reflexivo nos impide saber de nuestro absolutismo, intolerancia, necedad, prepotencia.

Como los chistes sólo hacen gracia si incluyen algo de verdad mezclada con la ficción que cuentan, puedo decir que los humanos huimos de la incertidumbre afiliándonos a algún pensamiento único (ideología absolutista, convicción de poseer «la verdad», «iluminación») y por lo tanto adherimos muy convencidos a creencias religiosas MONOteístas, a un tipo de medicina que pretende ser MONOpólica, a la familia MONOgánica.

Quizá esto sea lo que heredamos del abuelo MONO.

(1) La arrogante defensa de la verdad

(2) Estados paternalistas y subdesarrollo

El (pez grande) gobierno vive del (pez chico) ciudadano

Las ventajas del prejuicio

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martes, 16 de agosto de 2011

Defecar requiere un baño confiable

Nuestra psiquis puede confundir lo sublime con lo despreciable. Por eso el olor fétido de los excrementos fecales puede asociarse inconscientemente con el espíritu.

Los humanos tenemos muchas semejanzas aunque distinguidas con rasgos particulares que terminan dándonos una identidad singular a cada uno.

Aunque tenemos claro que somos semejantes, nos cuesta comprender a los demás y esto ocurre porque para poder enfrentarnos con la realidad necesitamos negar algunas particularidades personales así como también algunas circunstancias desagradables.

En otras palabras, sería muy fácil para todos comprender a los demás si antes pudiéramos comprendernos a nosotros mismos.

Por este motivo lo más importante para un psicólogo no es saber de sus pacientes sino saber de sí mismo. Todo lo que ignoremos de nuestras propias particularidades, son zonas ciegas para entender a quienes poseen esas mismas características.

Y no es que seamos muy sofisticados para crear nuestros rasgos distintivos. Muchas veces lo único que hacemos es ponerlos patas arriba, darlos vuelta, invertirlos.

Cuando utilizamos este disfraz tan elemental aunque tan efectivo, aplicamos lo que algunos llaman una formación reactiva.

Este funcionamiento es inconsciente, no nos damos cuenta y si alguien lo descubre y nos advierte, simplemente no le creemos.

Tan inconsciente es el desempeño de nuestras formaciones reactivas que podemos convertir lo más valioso en lo más despreciable (inversión de valor).

Por ahora una mayoría de personas cree estar compuesto por un cuerpo y un espíritu (dualismo cartesiano). Uno es tangible y el otro es intangible.

Más personas de las que imaginamos no pueden defecar si no es en su casa. Pueden provocarse un estreñimiento si se van de vacaciones o recorrer quilómetros para evacuar donde su inconsciente se lo permite, porque en ese inconsciente el olor de sus excrementos es el alma que por su pestilencia denuncia las malas intenciones.

La sexualidad en los temas de dinero

Los tres posibles enamoramientos femeninos
 
«Mi colaboración es totalmente desinteresada»

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lunes, 15 de agosto de 2011

Negociar bajo presión

Para resolver los conflictos causados por la natural oposición de intereses, son necesarios habilidad negociadora y un adecuado marco de libertad (opciones).

La convivencia siempre incluye algún grado de conflicto, desentendimiento, frustración.

Esto ocurre tanto en

— una sociedad donde todos comparten las calles, parques y oficinas públicas, como en

— un edificio de apartamentos donde los habitantes comparten los lugares comunes (palieres) y son responsables de la conservación de los aspectos estructurales del edificio (azotea, columnas, accesos), como en

— un vínculo matrimonial donde los cónyuges comparten una casa, son responsables de conservarla y de cumplir los roles que hubieran pactado en ocasión de decidir la convivencia, como en

— un barco que navega en alta mar, donde los pasajeros y tripulantes deben ponerse de acuerdo en cómo vivir lo mejor posible durante la travesía, como en

— una cárcel, donde los presos deben preservar su sobrevivencia durante todo el tiempo que estén sometidos a esa condena.

Los conflictos por oposición de intereses son naturales, la negociación es una práctica ineludible para resolverlos y las condiciones en las que están los negociadores determinan en gran medida los resultados, sin olvidarnos de las habilidades personales para desempeñar la parte artística (habilidosa, talentosa, inteligente) que cada uno pueda poseer.

Cuando digo que las condiciones en las que están los negociadores son determinantes, estoy pensando en cuánta libertad posean para contar con la mayor cantidad de opciones posibles.

En síntesis, cuanta menos libertad posean, menos serán las opciones y más tenso y precario será el resultado. Bajo presión la inteligencia negociadora empeora los métodos y los resultados; en condiciones distendidas, la inteligencia negociadora podrá llegar a resultados óptimos.

En suma: el encierro en un barco, un matrimonio o una cárcel imponen malas condiciones y los resultados tenderán a ser menos inteligentes y más injustos.

Artículos vinculados:

Algunas ventajas de la psicología

Un caso psico-policial

«¡Cállate o te golpeo!»

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domingo, 14 de agosto de 2011

Historia pasional poco documentada

Antonieta era una mujer temperamental como tantas de las que tuvieron la suerte o la desgracia de vivir los convulsionados tiempos de la Revolución Francesa.

Su familia nunca fue tenida en cuenta por los encargados de arreglar las equivocaciones humanas en menos de quince días.

La pasión también llegaba a los varones, ya sea en forma de entusiasmo o de miedo o de miedo entusiasmado.

Antonieta notó un cambio significativo en su entorno: las personas hablaban con un mayor caudal de voz y en el bullicio popular ahora se oían más voces femeninas.

Lo más importante para ella eran el amor, los afectos, la paz. Veía los acontecimientos políticos como si le ocurrieran a un personaje creado por su imaginación.

Según puedo leer en su diario, agregaba comentarios a distintas horas sobre las sensaciones en su cuerpo cuando estaba con su esposo.

Imagino por sus descripciones a un hombre callado, trabajador y con reacciones ambivalentes ante las demostraciones amorosas de Antonieta. Sin embargo ella estaba muy segura de la devoción del marido.

Me llamó mucho la atención el hábito de practicarle una felatio diaria y matinal. El hombre recibía ese regalo para comenzar una larguísima jornada laboral.

Antonieta estuvo postergando el embarazo que le pedían sus padres anhelantes de convertirse en abuelos. No se sentía preparada.

La letra femenina y caligráfica cambió el día 1º de enero de 1796. Modificó la inclinación, la presión sobre la pluma y aparecieron algunos borrones por primera vez.

Los textos son breves y triviales pero dos días después describe furiosa una discusión con él.

Me parece verla disponiéndose a reiterar el sexo oral y disgustarse con la frustrante indiferencia del pene.

Cuenta en pocas palabras su furia al ser acusada de brindarle placer erótico sólo para manipularlo, para disminuir su tensión libidinal durante el resto del día y evitar una infidelidad, sin contar con la resiliencia demostrada con otras mujeres.

Una anotación desencajada de los renglones y con pésima caligrafía informa de un doble crimen pasional, sin aclarar quién fue el homicida y quién el suicida, aunque juraría que la letra es de Antonieta.

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sábado, 13 de agosto de 2011

El pre-fallecimiento de los sabios

Las personas adultas mayores (con 50 años o más), si creen saberlo todo, están cultivando un estado depresivo bastante penoso.

En la vejez nos jactamos de estar de vuelta y descalificamos (menospreciamos, hasta nos burlamos) a nuestros jóvenes cuando nos hablan con entusiasmo de sus descubrimientos, inventos, hazañas, diciéndoles: «cuando tu vas yo ya estoy de vuelta».

Si nos expresamos de esta forma entonces nos creemos sabios, conocedores de verdades, creyentes en la certeza de nuestras opiniones irrebatibles e indiscutibles.

Esto no es así. Se trata de un delirio propio de algunos adultos porque estamos cansados, con poca energía, desalentados, deprimidos y como siempre ocurre en la naturaleza humana, compensamos el deterioro (la carencia, la falta, la juventud perdida) exagerando las antípodas (el extremo opuesto).

En general, si afirmamos algo, si hablamos con seguridad sobreactuada, demostramos tener o estar poseídos por una ilusión, una fantasía, un sueño.

Los apartamientos de la realidad son necesarios y tienen un costo.

En nuestra especie somos frágiles, débiles y vulnerables. Si no podemos tolerar la realidad sin distorsionarla aunque sea un poquito es porque en estado puro nos marea, asusta, desestabiliza.

Imaginarnos sabedores, conocedores, suficientemente preparados para la vida se parece a sentirnos egresados, recibidos, doctorados, sin más por aprender. Esta sensación es muy agradable y, como dije, tiene un costo.

El referido costo, (infortunio, pérdida) consiste en padecer la sensación de haber llegado al final, a la meta, al objetivo, a la tumba. Cuando llegamos a la meta nos quedamos sin proyecto.

La palabra «proyecto» significa «tirar hacia adelante» (proyectil, algo a realizar).

En otras palabras: las personas adultas cuando contamos con la alegre credulidad en las producciones de nuestras cabezas y suponemos haberlo aprendido todo, nos quedamos sin futuro y hasta afirmamos «estar de vuelta». Algunos se jactan de una situación muy parecida a un «pre-fallecimiento».

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viernes, 12 de agosto de 2011

Ataques de pánico

Los ataques de pánico desaparecerán cuando nuestro cuerpo se acostumbre a vivir con poco aire y sensación de catástrofe.

Cuento con que estamos de acuerdo en que el malhumor baja el umbral de tolerancia.

A su vez, el malestar persistente (migraña, aburrimiento, espera prolongada) también produce malhumor.

El fenómeno suele ser acumulativo y hay una proporcionalidad entre el monto de incomodidad, el nivel de malestar, la reactividad del malhumor y la posibilidad de que aparezca alguna actitud agresiva (violencia).

En otro artículo (1) mencioné un concepto creado hace unas pocas décadas: proxémica.

Ahí les comentaba sobre la influencia de la superpoblación en que cada uno dispongamos de menos metros cuadrados para establecer nuestro territorio personal.

Esta reacción es la básica y se refiere a temas tan concretos como evitar ser tocados por gente desconocida, la libertad de movernos con cierta holgura para no tener que pedir «permiso» cada tres segundos y hasta con la cantidad de aire que subjetivamente sentimos tener sin padecer algún ataque de (¿pánico?) asma inexplicable.

Podemos pensar que existe otra forma de sufrir problemas de proxémica aunque de índole menos evidente.

El incremento de medios de comunicación logra que la globalización sea un fenómeno tan notorio como para sentirnos invadidos.

El ingreso a nuestra «sala de mirar televisión» de un periodista que nos informa con impactantes productos audiovisuales que podría estallar la central nuclear que tenemos a 200 kilómetros, o que los pepinos españoles ya produjeron 14 intoxicaciones mortales en Alemania y que un ómnibus cargado de turistas cayó en una montaña de Paquistán, no es la misma sala donde hacíamos sobremesa con el tío que por suerte vino a visitarnos y que disfrutaremos intensamente porque dentro de una semana volverá a su casa.

En suma: ¿verdad que parecen lógicos los populares ataques de pánico?

(1) La pobreza proporcional a la población

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jueves, 11 de agosto de 2011

Contraindicaciones de un segundo idioma

La condición de bilingüe (o políglota) tiene más inconvenientes que beneficios.

Hasta donde he podido entender, estudiar un segundo idioma no es todo lo conveniente que parece.

Nuestras culturas hispanoparlantes están fuertemente influenciadas para que hablemos español e inglés.

Los argumentos más frecuentes para dominar el uso de una segunda lengua tienen como argumento principal la libertad de visitar otros pueblos, así como también la posibilidad de leer directamente a sus poetas y novelistas.

Los inconvenientes de esta moda o tendencia, son:

— El tiempo y esfuerzo dedicado a un segundo idioma, generalmente se le resta al estudio de la lengua materna;

— Los hispanoparlantes poseemos un idioma particularmente complejo cuyo conocimiento básico requiere una fuerte dedicación;

— Conocer un segundo idioma suele ser interpretado como un embellecimiento cultural, como un enriquecimiento intelectual, como un rasgo de erudición, todo lo cual sólo tiene valor narcisístico, superficial, exhibicionista;

— Además del gasto en tiempo y esfuerzo, también es preciso un gasto en dinero porque como inversión generalmente tiene baja rentabilidad por el poco uso que suele dársele en la práctica;

— La mayoría de quienes hacen el intento de ser bilingües, terminan hablando mal el idioma principal y olvidando el alternativo;

— Si viajamos a países con un turismo suficientemente desarrollado, encontraremos expertos en vendernos servicios de traductorado;

— La globalización ha logrado que sean muy escasos los productos que sólo se encuentran en algún lugar geográfico determinado. La mayor variedad de objetos y servicios están o pueden llegar a estar en cualquier punto del mundo civilizado;

— Existen soluciones informáticas que hacen traducciones con mejor nivel que cualquier estudiante avanzado;

— La fonética del segundo idioma suele ser inalcanzable para casi todos.

— Es probable que la universalización del idioma inglés sea parte de la política colonizadora de los angloparlantes, a la cual no tenemos por qué adherir.

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miércoles, 10 de agosto de 2011

El embarazo no reproductivo

La humanidad está modificando su volumen corporal por causa de la súper población y para simular un embarazo frustrado.

Estamos muy preocupados por la obesidad, el sobrepeso, la gordura.

La cultura envía señales que nos motivan (nos mueven, conmueven, preocupan) a casi todos.

Parece obvio que esto es algo que ocurre desde que los sistemas de comunicación han alcanzado un nivel de eficiencia muy alto.

En poco tiempo la población mundial entró en pánico con el SIDA, la gripe N1H1 y consideró que fumar tabaco es algo terrible, demoníaco, homicida.

Como vemos el común denominador de estas campañas publicitarias tan exitosas refieren a temas de salud, la medicina y su omnipotente aparato represor cuyos principales soldados son los médicos y demás trabajadores de la salud.

A los obesos se los acosa de tal forma que hasta ellos mismos integran los escuadrones persecutorios.

A diferencia de las enfermedades contagiosas por virus o por el humo tóxico (padecimientos hetero-agresivos), la gordura es algo que sólo perjudica al portador, incluyéndolo en un grupo de riesgo cardiológico, óseo, estético.

Los psicoanalistas tenemos el rol de pensar diferente. Si no aportamos alguna sugerencia alternativa, nos llamamos a silencio.

En este caso les propongo la siguiente hipótesis:

Las etapas de desarrollo psíquico del ser humano son:

1º) oral (comer, mirar, informarse);

2º) anal (defecar, ahorrar, dominar);

3º) genital (fornicar, (re)producir, crear).

La mayoría tenemos perfectamente desarrollada la conducta oral, moderadamente desarrollada la anal y escasamente desarrollada la genital.

Como la única misión (1) que tenemos como individuos es conservar la especie, el bienestar depende sobre todo de cuán desarrollada sea nuestra conducta genital.

Siendo que las funciones naturales de regulación demográfica (2) desestimulan la conducta genital (reproducirnos), fornicamos menos (gastamos menos calorías) y comemos más (ingerimos más calorías) ... porque la obesidad simula el embarazo frustrado.

(1) Ver el blog del mismo autor La única misión

(2) El consumismo y la súper población

El beneficio secundario de algunos fenómenos penosos

La pobreza proporcional a la población

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martes, 9 de agosto de 2011

La imaginaria unión biológica con el hijo

Reconocer que solamente lloramos las pérdidas propias permite comprender que cuando amamos nos sentimos propietarios.

Cualquier lágrima derramada demuestra nuestro dolor y nunca el dolor ajeno.

Lo que sí ocurre es que por distintos sentimientos (que genéricamente podemos denominar «fenómenos identificatorios»), algunas vicisitudes ajenas las sentimos como propias.

También ocurre que necesitamos la existencia y presencia de otras personas y por eso su fallecimiento o alejamiento nos causa tanto dolor que lloramos.

En otro artículo (1) mencionaba algo similar cuando me refería a que el amor es un sentimiento que expresa cuánto necesitamos y utilizamos al ser amado.

Las lágrimas que derramamos cuando le ocurre algo penoso a un hijo nos demuestra cuánto lo necesitamos, hasta qué punto funciona imaginariamente como una parte nuestra.

Si por alguna razón tuvieran que amputarnos un brazo o una pierna también lloraríamos.

El lenguaje nos permite la confusión.

Es correcto decir «lloro porque a mi hijo lo dejó la esposa y está desconsolado» con lo cual entendemos dos cosas:

1) que nos ponemos en su lugar solidariamente, por compañerismo, porque lo amamos desinteresadamente; o también

2) porque sentimos que fuimos abandonados por nuestra nuera (hija política), porque él vive llorando y no quiere trabajar, porque tenemos que hacernos cargo de hacerle algunas tareas que hacía ella, porque quizá vuelva a vivir con nosotros, porque tendremos que recibir a nuestro nieto por obligación y no porque queremos jugar con él, etc.

He insistido con los eventuales reclamos (explícitos o sutiles) que hacen los padres a los hijos (2) respecto a una hipotética deuda que estos tendrían con ellos. Vuelvo al tema para decir que si lloramos por las dificultades de nuestros hijos es porque los sentimos equivocadamente como propios y si no nos ayudan (pagan esa deuda) sentimos equivocadamente que una parte nuestra dejó de funcionar (amputación).

(1) «¡Hotal, qué tal! ¿Cómo me va?»

(2) La deuda imposible de pagar

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lunes, 8 de agosto de 2011

El corazón: ¿amo o esclavo?

Quienes piensan muy seriamente por qué vivimos, terminan aterrados porque sólo pueden llegar a la conclusión que es de puro milagro.

En la observación de cuerpo humano, tres son los puntos que todas las culturas han señalado como principales: la cabeza, el corazón y los genitales.

También está en nuestra psiquis privilegiar los lugares centrales, por lo cual el corazón ocupa un lugar de privilegio (sin olvidar que la cabeza está «por encima de todo»).

Lo que simbólicamente parece ocupar el lugar menos valorado de los tres más importantes son los órganos genitales, cosa que parece coherente con los eternos conflictos de la sexualidad.

El corazón era la única víscera que los egipcios dejaban en el interior de las momias como recurso necesario en la (supuesta) vida eterna.

También encontramos que los pueblos han creído que el corazón es el verdadero asiento de la inteligencia mientras que el cerebro es su instrumento ejecutor.

Observemos que en nuestros días se habla nuevamente de la «inteligencia emocional».

Se ha pensado insistentemente que el corazón es la imagen del sol en el ser humano así como el oro es la imagen del sol en la Tierra.

Esta sobrecarga significante se ve aún más fortalecida si tenemos en cuenta la importancia anatómica que todos conocemos más el detalle nada menor de que es único pues no está duplicado como los riñones, los pulmones o los ojos.

Por lo tanto los seres humanos que suponen ser los encargados de conservarnos la vida porque no piensan que esta ocurre por un fenómeno natural sino que es el resultado de nuestro esfuerzo, dedicación, inteligencia, precaución, dieta, prevención, llegan a la extraña pero real situación de que son esclavos de esa víscera y tienen en su representante conocido (el cardiólogo) a un carcelero que vigila su inútil responsabilidad.

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domingo, 7 de agosto de 2011

La rebeldía juvenil

El supremo gerente llamó al jefe de la oficina.

El jefe es una persona que hasta un futuro estudiante de psicología diagnosticaría como asustadizo: delgado, nervioso como una liebre, mirada esquiva.

Cualquier llamada del supremo era de mal presagio. Todos sabían que el despótico señor, de cejas hiperpobladas y bigote encubridor de alguna mueca siniestra, trataba de disimular con total fracaso sus aviesas intenciones.

Para terminar de poner nervioso al jefe lo invitó a sentarse en uno de los sillones y no en «la silla de los acusados» frente al imponente escritorio. Los sillones estaban destinados a las conversaciones más campechanas.

— Hábleme de su hijo, Martínez —dijo el gerente sin más vueltas.

— Me toma de sorpresa, no sé qué desea saber de él —respondió Martínez con dificultades para contener el caudal de saliva.

— Quiero saber si tiene novia, si piensa casarse —aclaró el inquisidor.

— Jorgito, perdón, Jorge está terminando su carrera de arquitecto, acaba de volver del viaje que hacen todas las generaciones, es un chico de familia, con buenos sentimiento, rebelde como todo muchacho, pero de gran corazón.

— Usted sabe Martínez que mi hija de 20 años nos ha dado algunos dolores de cabeza y con mi esposa hemos pensado que sería bueno para todos que nuestros hijos se conocieran.

— Bueno, muy bien señor, se lo voy a comentar a Jorge —dijo el jefe, sin poder controlar el desconcierto, imaginando la respuesta volcánica de su hijo y viéndose desocupado dos años antes de jubilarse.

Sin embargo el intento de concertar un matrimonio al mejor estilo monárquico no fue tan traumático para el señor Martínez.

Quiso la suerte que Jorgito no reaccionara mal, que la hija del gerente gustara del muchacho, que ambos se enamoraran al mejor estilo de Corín Tellado, que formaran una célula de ultra izquierda con una multitud de adherentes necesitados de una causa noble para defender y que los empleados de la gigantesca compañía comenzaran a movilizarse gremialmente para repartir mejor las utilidades.

El temerario señor Martínez rejuvenece encabezando las marchas reivindicativas.

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sábado, 6 de agosto de 2011

La educación en valores

Una nación organizada en forma republicana representativa no tendrá en sus gobernantes a personas interesadas por la educación en valores de los ciudadanos sino en buscar el voto de la mayoría.

En algunos ámbitos académicos se hace un distingo entre las palabras «individuo» y «persona».

Se dice que un «individuo» es alguien que no tiene incorporadas las normas sociales, culturales, educativas, criterios de convivencia mientras que «persona» es alguien que aprendió y sabe cómo comportarse.

Para ser más sencilla diferenciación puedo decirles que un «individuo» es alguien que conserva los rasgos animales propios de nuestra especie mientras que «persona» es alguien que tiene esos rasgos tan disimulados que casi nunca aparecen.

El rasgo más importante que diferencia a un «individuo» de una «persona» es la capacidad de postergar la satisfacción de las necesidades o los deseos.

El control de los esfínteres (evacuar heces u orina cuando accede a un baño), esperar a que todos estén sentados a la mesa y quien cocina traiga la comida, hablar cuando los interlocutores están callados, son actitudes que ejemplifican a qué me refiero con la capacidad (disciplina) de postergar la satisfacción de las necesidades o de los deseos.

Los «individuos» están orgullosos de ser espontáneos, naturales, llanos, sinceros y las «personas» están orgullosas de tener en cuenta a los demás, de su capacidad para controlarse (postergar), de dominar la ansiedad.

Una y otra forma de ser están asociadas a la auto aprobación, que se refuerza por un rechazo profundo al otro grupo (los «individuos» opinan que las «personas» son afectadas, hipócritas, artificiales y estas opinan que los «individuos» son unos animales, brutos, maleducados).

En una organización política del tipo república representativa los «individuos» o «personas» son votantes por igual y los gobernantes apoyarán indiscriminadamente a quienes sean mayoría porque todos quieren ser reelectos.

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viernes, 5 de agosto de 2011

El curador compulsivo

Algunas personas (sobre todo profesionales de la salud) acometen con neurótica agresividad los trastornos de salud de sus pacientes y conocidos.

Denomínase «furor curandis» a un desmesurado, incontrolable y obsesivo deseo de curar.

Esta particularidad la encontramos en muchas personas y trataré de explicar por qué reaccionan con tanta energía tratando de resolver los problemas de salud de quienes le comentan sobre algún padecimiento.

Casi todos tenemos esta alergia a los inconvenientes ajenos, sólo que son unos pocos los que se preocupan demasiado.

Ellos creen hacerlo por nuestro bien, por solidaridad, por amor al prójimo, pero este sólo es su aspecto exterior, en el fondo están motivados por los mismos sentimientos egoístas de todo el mundo sólo que lo condimentan con esta exhibición de interés, amor, pasión (¡furor!) como si fueran mejores amigos que cualquier otro.

Uno de los motivos que tienen para actuar de forma tan extrema es que ellos piensan que están dentro del grupo de los «sanos crónicos», es decir que según su fantasía han sido elegidos por la buena suerte para no saber qué es enfermarse.

Ellos sienten el verdadero valor de esa fortuna cuando tienen la suerte de encontrarse con alguien que está enfermo y les cuenta su desventura.

Nuestro «sano crónico» se siente sumamente gratificado por esta noticia porque algo aburrido de su envidiable condición es que sólo se da cuenta del patrimonio invalorable que tienen cuando alguien le exhibe su mala suerte.

La reacción furiosa contra la enfermedad del otro se desencadena porque el súper sano cree que él sabe vivir, supone que la buena salud es obra suya y que, por lo tanto los enfermos son gente equivocada que necesita consejos, recomendaciones, datos, ideas, soluciones, guía, para rectificar la equivocación y así reintegrarse al inteligente grupo de quienes saben vivir.

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jueves, 4 de agosto de 2011

Autopropaganda sutil

Si los accidentes, fallas, interrupciones, inconvenientes, pueden producirse por fallas humanas o de los sistemas (máquinas, procedimientos, métodos), preferimos responsabilizar a los humanos.

Analicemos estas dos opciones:

1º) Los sistemas son perfectos pero la que siempre falla es «la gente»;

2º) Los sistemas que no tienen en cuenta las características de «la gente», están mal diseñados.

Algo que usted quizá pueda constatar es que a la hora de emitir una opinión urgente, todos apoyarán la primera opción, pero si se pide más reflexión antes de contestar, la conclusión se acercará bastante a la segunda opción.

Este fenómeno impacta directamente sobre el resultado de las encuestas, a las que todos respondemos para no defraudar las supuestas expectativas del encuestador. Unos pocos darán su opinión personal.

Cuando se nos pregunta utilizamos la situación para ganar amigos, para inspirar una buena imagen, para quedar bien, para ser aprobados, mirados con ternura, para que alguien (encuestador) similar a mamá, papá o la maestra de primer año escolar nos diga acariciándonos la cabeza: «¡qué bien, te felicito, qué inteligente eres, cómo te amo!»

Si lo pensamos un poco más detenidamente tendríamos que pensar que si algo funciona mal, no es porque la gente haga las cosas mal sino porque los encargados de diseñar el procedimiento no tuvieron en cuenta las características reales de los usuarios.

Cuando acuso a los usuarios, no solamente respondo con una idea «políticamente correcta» (lo que todo el mundo dice, el sentido común) sino que también aprovecho la oportunidad para decir que «los otros («la gente») son torpes y por lo tanto yo estoy dentro de los mejores».

En suma: Cada vez que oímos que alguien dice «los sistemas están bien pero las que fallan son las personas», estamos ante alguien que hace propaganda de sí mismo, caiga quien caiga, inescrupulosamente.

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miércoles, 3 de agosto de 2011

Las ventajas del prejuicio

Adherir a los prejuicios ofrece inestimables ventajas aunque la autonomía de pensamiento se presenta como muy elegante, inteligente, sabia.

Para resolver la angustia que nos provoca la incertidumbre (1), hemos optado por elegir la intolerancia, el maniqueísmo, la discriminación asociada a la segregación.

En otras palabras: es probable que el ser humano sepa muy en el fondo de su mente que cualquier objeto, persona o circunstancia poseen rasgos positivos que conviven con otros negativos.

Por esta ambivalencia que caracteriza cualquier valoración que podamos hacer, buscamos como gran beneficio evadir la angustiante duda sobre qué elegir.

En este estado de cosas, preferimos adoptar un prejuicio para con él poder afirmar:

— que las carnes rojas hacen daño;
— que las personas religiosas tienen bondad;
— que los médicos sólo curan y nunca dañan la salud;
— que el casamiento es la mejor forma de vida para cualquier ser humano;
— que el chocolate engorda;
— que los libros nos alejan de la realidad;
— etc.

Una vez que adoptamos una sola de las caras de la realidad (como si fuera una moneda o la luna), simultáneamente tenemos resuelta la mortificante duda respecto a qué hacer con la otra cara: Simplemente la rechazaremos con el mismo fervor y convicción que aceptamos lo que el prejuicio nos indique.

Como vemos, un prejuicio (doctrina, ideología, adhesión) se convierte en nuestro jefe de pensamiento. Él nos dirá qué debemos elegir y nos liberará del compromiso agobiante de tener que informarnos, evaluar, comparar, decidir, actuar y luego atenernos a las consecuencias.

Me animo a sugerir un inconveniente que parece lejano pero que influye con todo su peso: asumir las consecuencias de una decisión personal (propia, independiente, autónoma), nos impone un estado de soledad que excita al instinto gregario.

Cuando aplicamos un prejuicio contamos con la invalorable compañía de quienes lo comparten.

(1) El delicado aparato psíquico

Mucha información en medio de la duda

Intercambio de órganos genitales

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martes, 2 de agosto de 2011

La arrogante defensa de la verdad

Nuestro cerebro es defectuoso y piensa con errores pero a pesar de eso tenemos que usarlo como hasta ahora.

Según el determinismo todo lo que somos y hacemos está determinado por factores que nos influyen. Desde la concepción, cuando papá fecundó a mamá, la suerte es la artesana de nuestra existencia.

Sin embargo nuestra mente tiene la sensación de que podemos decidir cuando en realidad lo que ocurre es que algo dentro nuestro nos obliga a realizar determinado acto.

Esta equivocación es más visible cuando observamos que algunas personas crean detalladas explicaciones de cómo ocurrieron los acontecimientos, dando a entender que era posible saberlo con anticipación.

Es el caso de quienes discuten de fútbol explicando por qué el resultado que informa el diario del lunes ya era conocido (previsible, imaginable, adivinable) antes de que se jugara el partido del domingo.

Nuestro cerebro no es capaz de entender con claridad qué es el futuro y tan débil es esta función mental que algunos llegan a afirmar que el futuro ya existe pero que sólo algunos lo conocen (videntes, futurólogos).

Los delirios son casos extremos de disfunción mental. En ellos el delirante está seguro de que las alucinaciones visuales o auditivas ocurren realmente y si su forma de describirlas es muy coherente, hasta quienes no lo padecen se preguntan si el enfermo no tendrá razón y que son ellos quienes no ven lo que el delirante narra.

Observe que si una persona sana, normal, sin dificultades psíquicas, está segura de que existe Dios, de que el futuro está en el presente y puede ser conocido con anticipación, también se autoconvence de que su pensamiento es confiable.

En suma: si aceptamos que nuestro cerebro comete errores así como nuestra vista puede ser engañada por un ilusionista, es arrogante defender cualquier certeza (verdad).

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lunes, 1 de agosto de 2011

Las ventajas de la confusión

Buscamos la confusión, la obnubilación e indiscriminación porque son placenteras y rechazamos la lucidez y la discriminación porque provocan malestar.

Una tradición religiosa vigente en algunas ciudades españolas es la de que los niños van recorriendo a los participantes de una procesión pidiéndoles que dejen caer algunas gotas de cera de sus lirios (velas) encendidos para formar una bola multicolor, compuesta por la fusión de los aportes (imagen).

He comentado en otros artículos (1) que cuando nacemos, nuestro cerebro no tiene aún el desarrollo suficiente como para poder discriminar. Recién cuando accedemos a la madurez anatómica correspondiente a los 18 ó 24 meses, comenzamos a darnos cuenta que la realidad no es un todo que nos pertenece sino que todos son objetos o sujetos ajenos, que nos acompañan pero que no forman parte nuestra.

Sin embargo, aquella sensación primaria no desaparece totalmente. Continuamos percibiendo algunos estímulos externos como si estuvieran fusionados, al punto que a veces no sabemos si una situación es propia o ajena. Me refiero a la solidaridad, la identificación, la simpatía, la empatía.

Podría decirse que existen tres niveles de con-fusión:

— Es total en algunos enamoramientos, en algunas relaciones madre-hijo;
— Es parcial cuando reconocemos una realidad externa pero igual sentimos una fuerte integración con ella, como por ejemplo, ante algunas tragedias o en estados de trance místico;
— La con-fusión es casi nula cuando percibimos con nitidez que «yo soy yo y los demás no son yo».

La mayor parte de estas experiencias menos confusas están marcadas por sentimientos tan agresivos como son el odio, la frustración y la envidia.

Se percibe entonces una situación adversa: La con-fusión es promotora de sentimientos tan agradables como el enamoramiento, la pasión religiosa, la solidaridad intensa y la sensación contraria (discriminación) es la promotora de la mayor claridad mental, lucidez, conciencia.

(1) No soy Bin Laden

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