miércoles, 30 de septiembre de 2009

Locatarios contra visitantes

Los que practican deportes competitivos saben qué diferente es jugar con público a favor que con público hostil.

Cuando al finalizar el encuentro algunos hinchas gritan «¡ganamos!» dicen la verdad al incluirse como protagonistas.

El aliento desde las tribunas es determinante del desempeño de quienes efectivamente están compitiendo.

Los aplausos, los cánticos, los acompañamientos musicales estridentes, recibidos por los jugadores, optimiza realmente su desempeño. No es una ilusión, ni una fantasía y ni una creencia mística: realmente lo sienten, los emociona y los influye.

Si estamos de acuerdo en lo precedente, también podemos avanzar un poco más y afirmar que en nuestra vida tendremos éxito con más frecuencia en aquellas actividades para las que recibimos el apoyo de nuestro entorno (padres, familiares, amigos, profesores).

Nuestro auditorio reaccionará favorablemente con aquello que más le gusta de nuestra actividad y nos alentará a que «hagamos más de lo mismo».

Los deportistas prefieren siempre jugar como locatarios y rehúsan jugar como visitantes. Estos son datos de la realidad. Todos los conocemos.

Aunque nuestra gestión de vida sea mucho menos concentrada en el tiempo (las competencias deportivas duran unos pocos minutos), dependemos en gran medida de ese aliento porque equivale a energía, a combustible (como si fuéramos una máquina).

La escasez de energía, nos quita entusiasmo, alegría, fuerza, productividad: vida.

De ahí que nuestra estrategia debería consistir en «jugar» siempre de locatarios, con auditorio a favor y evitar «jugar» como visitantes con auditorio hostil.

Este artículo es útil por dos motivos: Porque las premisas parecen correctas, válidas, compartibles, y segundo porque no somos educados para buscar sistemáticamente los mejores auditorios y hasta podemos sentir que no somos locatarios en ningún lugar.

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martes, 29 de septiembre de 2009

Huyamos del es3

Por la red informática que nos interconecta van y vienen miles de presentaciones en las que predominan las imágenes de paz, amor, sabiduría, calma, tranquilidad, con textos donde se pregonan las claves infalibles para lograr ternura, comprensión, serenidad.

Suelen estar musicalizadas con temas lentos ideales para la meditación.

La consigna de estas pequeñas obras de arte es: «bajemos el estrés».

El estrés parece ser uno de los principales enemigos a los que tenemos que enfrentarnos en la actualidad. Se le atribuyen gravísimas repercusiones orgánicas además de disminuir por sí mismo la calidad de vida que todos merecemos.

Ya a principio del siglo 20 Freud opinaba que la homofonía (la semejanza en los sonidos de las palabras) favorecía una segunda interpretación.

Es decir que en el lenguaje no solamente se producen las diversas interpretaciones de mismo texto porque el idioma lo permite (polisemia) sino que además la semejanza en los sonidos tiene valor significativo.

En el artículo titulado El matrimonio cardiológico les decía por ejemplo que la frase «con razón» puede sugerir la palabra «corazón» con tan solo omitir la letra «n».

El principal problema psicológico que tenemos (según el psicoanálisis) se origina en el complejo de Edipo (por el cual nos enamoramos del progenitor del género opuesto al nuestro).

La prohibición del incesto es el hecho agravante de esa primera frustración amorosa y que deja huellas cuando se resuelve exitosamente pero que deja dificultades de diversa entidad la mayoría de las veces porque suele no resolverse.

Por homofonía la palabra «estrés» puede oírse como «es tres», remitiendo al llamado «triángulo edípico», es decir a los problemas psicológicos (y estresantes) provocados por el enamoramiento y conflicto que padecemos con mamá y papá.

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lunes, 28 de septiembre de 2009

El nacimiento de las mentiras

Los niños nos enseñan a los adultos porque son más trasparentes y espontáneos sin dejar de reconocer que la psicología aún no lo sabe todo sobre ellos.

Veamos entonces porque miente un niño para saber porqué mentimos los adultos:

1) Por rebeldía: no es fácil para ellos soportar la educación y nuestra autoridad. Aún si la comprendieran es una manifestación de salud que se rebelen al menor costo posible (es decir, mintiendo, engañándonos);

2) Por desacuerdo: ellos tienen sus propios criterios de lo que está bien y lo que está mal así como lo que es verdadero o falso, pero no tienen suficiente poder coercitivo para imponer «su verdad», por tanto apelan a la mentira para disimular esas discrepancias;

3) Por diplomacia: el instinto de conservación los instruye para decir sólo aquello que no genere violencia, represalias, castigos, rencores, venganzas, pérdida de privilegios;

4) Por discreción: hay cosas de sí mismo que prefieren no comunicar porque forman parte de su dominio, de aquello sobre lo que tienen control. Son «su propiedad privada».

5) Como defensa contra la realidad: En este caso la mentira hacia los demás no es más que una mentira a sí mismo. Son hechos, datos que prefieren ignorar y lo consiguen mintiendo y mintiéndose.

6) Como diversión: La mentira, el juego, la ficción, el sueño, son forma de disfrutar de una realidad placentera, gratificante, divertida.

Cuando somos adultos seguimos haciendo lo mismo aunque con algunos perfeccionamientos, con más habilidad y destreza.

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domingo, 27 de septiembre de 2009

El árabe

Desde hacía varios días un auto grande con vidrios oscuros permanecía estacionado en la misma esquina de Duvimioso Barca y El Trigal.

Al cuarto día se integró al paisaje y los vecinos dejaron de verlo.

Los vagabundos que dormían a cielo abierto retomaron los temas habituales sobre hechos de sus vidas que nunca se cansarían de repetir para conservar fresca la heroica existencia que hacía mucho perdieron para siempre.

La conversación cambió cuando se reintegró el famoso árabe luego de haber sido intervenido quirúrgicamente para suturar las heridas sufridas en un confuso accidente.

Llegó cargado de anécdotas que sólo las altas dosis de alcohol podían volver creíbles en el desmerecido auditorio.

Confiando en sus compañeros, contó cómo había logrado terminar con el trabajo que su alma le había encomendado matando al hijo del abogado que había matado a su único hijo y familiar.

Los compañeros escuchaban con la mente en permanente cerrazón cómo el árabe había calculado obsesivamente los diferentes planes para cumplir su venganza.

En total eran cinco planes ordenados del tal forma que si fallaba el principal, rápidamente sería sustituido por el segundo y así hasta lograr el único objetivo de su vida.

Luego de cumplir su venganza, escapó por milagro a los guardaespaldas del muchacho muerto, pero ahora su vida se había llenado de paz. Aquella capacidad para urdir un plan infalible lo alentó a cambiar de vida y en pocos días dejaría de vivir en la calle.

A la mañana siguiente estaban sus pertenencias pero no él, unos días después un policía lo buscaba y una semana después el auto negro también desapareció.

La historia del árabe se integró al menú de leyendas infinitamente repetidas.

Cuando algún integrante contaba algo difícil de creer, los otros protestaban «¡termina ya con tus arabescos!»

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sábado, 26 de septiembre de 2009

El deseo es un Caballo de Troya

En la obra del escritor griego Homero (del siglo 8 antes de Cristo) titulada La Odisea se narra la leyenda de cómo los griegos lograron conquistar la ciudad de Troya después de 10 años de asedio.

Los griegos construyeron un enorme caballo de madera al que llenaron con sus mejores guerreros y simularon renunciar a la lucha dejando ese regalo a los troyanos.

Felices por el fin de la guerra y el hermoso caballo, se vieron sorprendidos cuando en la noche salieron los guerreros, abrieron las puertas del fuerte y en poco rato los troyanos se vieron finalmente conquistados por los griegos.

………

Un joven de 18 años le pide a su papá que le regale un auto.

El padre reacciona con una furia inesperada. El joven queda confundido porque lo peor que esperaba era una serena negativa. La madre observa a su marido y no puede creer lo que está pasando.

¿Por qué el padre reaccionó de esta forma? Una buena explicación tiene que ver con el Caballo de Troya.

Es muy probable que este señor, sin saberlo, se ponga en el lugar de su hijo porque le hubiese gustado tener un auto cuando tenía su edad.

Sin embargo, considera que facilitarle las cosas de esa manera perjudicará al chico además que sentar un precedente para los otros dos hijos menores.

¿Imaginan la furia, desesperación e impotencia que sintieron los troyanos cuando entendieron que el caballo que habían ingresado a la ciudad traía en su interior a sus propios enemigos?

Este señor también se enfurece porque en su corazón está el deseo (como si fuera su enemigo) de hacer un regalo que responsablemente no debe hacer.

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viernes, 25 de septiembre de 2009

Mala puntería

La refracción es el cambio de dirección que experimenta una onda al pasar de un medio material a otro.

Pero mucho más claro es observar la imagen con el vaso y la cuchara.

Ahora imaginen que alguien quisiera cazar-pescar un pez con un arco y una flecha. Si esta persona apuntara al lugar donde ve el pez, erraría el tiro.

Algo similar sucede en el plano psicológico.

En el artículo titulado Los botones idénticos pero diferentes les comentaba sobre lo que en psicología se denomina contratransferencia.

Para que un psicoanalista pueda lograr efectos terapéuticos necesita saber de sí mismo porque él es su principal instrumento de observación.

Cuando siento que un paciente me está seduciendo con lo que dice, se está produciendo en mí un fenómeno parecido al de la cuchara dentro del vaso con agua: Lo que siento no es lo que es sino lo que mi psiquis cree que es.

El imaginario cazador-pescador, una vez que aprende sobre la refracción de la luz, apuntará a donde él calcula que está el pez que lo alimentará y no a donde sus ojos le dicen que está.

Cuando creo que un paciente me seduce debo poder hacer las correcciones necesarias para entender lo que efectivamente está sucediendo (por ejemplo, me adula para dominarme).

Un psicoanalista debe estar permanentemente en análisis para poder entender al paciente. Pero además, las personas que se psicoanalizan también aprenden a corregir su capacidad perceptiva del entorno y por esta vía aumenta significativamente su eficacia, su realismo, disminuyendo la angustia que se siente cuando lo que uno ve resulta que no era lo que parecía o no estaba donde hubiéramos jurado que lo vimos.

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jueves, 24 de septiembre de 2009

La matemática no sirve para hacer cálculos

En el artículo titulado Los botones idénticos pero diferentes les comentaba el interesante fenómeno de la contratransferencia.

Debido a él, podemos suponer que una persona que nos acaban de presentar es un poco parecida a nuestro tío predilecto por la forma de hablar pero el traje que tiene puesto es igual al del hombre que nos chocó el auto cuando nos íbamos para la playa hace 22 años, arruinándonos el paseo.

Estas asociaciones inconscientes diseñarán nuestra forma de tratarlo con actitudes generalmente inexplicables (por ejemplo, nos reímos de sus chistes recordando al tío pero desconfiamos de él recordando a quien nos arruinó un paseo).

Todo esto pasa de forma casual pero el mismo fenómeno es utilizado de forma sistemática (con un método) en la educación que recibimos durante nuestros primeros años de vida.

Por ejemplo, cuando nos enseñan las razones y proporciones (aritmética) incorporamos la noción de justicia.

Aunque parezca desvinculado un tema con el otro, alguien que haya desarrollado la capacidad de entender este concepto será un ciudadano con un criterio de justicia más equilibrado que otro que no logró aprender aquellas fastidiosas nociones y que considerará razonable la pena de muerte para un ladrón de gallinas (des-proporción).

Con este ejemplo pretendo fundamentar por qué nuestros vínculos se nutren de experiencias pasadas aparentemente desvinculadas del presente, de manera similar a cómo estudiando matemáticas podemos determinar la manera de encarar la convivencia con nuestra comunidad.

La educación nos provee recursos para que cuando se nos presenten ciertas situaciones en las que naturalmente iremos a buscar inconscientemente experiencias pasadas, encontremos datos para que la reacción actual sea favorable a nosotros y a la comunidad.

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miércoles, 23 de septiembre de 2009

No piensen que yo pienso eso

Cuando leemos un contrato (de seguro, de adhesión, de préstamo), podemos llegar a aburrirnos con todas las ideas, precauciones, excepciones, casos, situaciones posibles e infinitos detalles que ahí están considerados.

Ese documento fue redactado por muchas personas, fueron consultados a su vez otros documentos similares confeccionados en el pasado o vigentes en el presente por muchos otros contratistas, de variados países y en muchos idiomas.

Este fenómeno nos puede llevar a pensar que alguien puede tener en cuenta ciertos temas sin que formen parte de su pensamiento.

Por ejemplo, alguien le dice al analista: «... y no vaya a pensar que tengo predilección por alguno de mis hijos ...» o alguien le dice a su padre: «Si no quieres prestarme tu auto no creas que igual lo usaré cuando estés viajando».

Tenemos un dicho popular según el cual «el que se ataja, pierde», queriendo significar que el solo hecho de ponernos en guardia delata nuestras intenciones.

El psicoanálisis toma en cuenta todo esto y da por cierto que cualquier comunicación espontánea representa a un contenido mental propio, aunque quien lo diga aclare que no deberemos pensar que esa idea le pertenece.

También es interesante tener en cuenta que el propietario de esa idea no podría expresarla si no es en forma de negación y apoyándose en las fantasías de que es el otro quien realmente piensa o podría pensar de esa forma.

Quien advierte que no vayamos a pensar que tiene predilección por uno de sus hijos o que no pasa por su cabeza usar el auto, efectivamente tiene predilección por uno de sus hijos o tiene pensado usar el vehículo, pero para poder expresarlo necesita negarlo como propio y atribuírselo al interlocutor (proyectarlo).

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martes, 22 de septiembre de 2009

Los botones idénticos pero diferentes

Mi madre era una persona muy ingeniosa y con sentido práctico. Cada vez que se enfrentaba a una carencia buscaba y encontraba el sustituto más adecuado y solía enunciar un eslogan muy popular: «A falta de pan, buenas son tortas».

Se había comprado un abrigo largo de paño grueso color verde oscuro, con seis botones grandes y llamativos.

Cierto día de lluvia volvió preocupada porque en alguna de las maniobras que tuvo que hacer para no mojarse tanto, había extraviado uno de esos botones.

De noche les comentó a mis tías y a mi abuela quienes tenían guardados objetos de la más variada índole «por si acaso».

Luego de cenar se reunieron y encontraron un botón igualmente grande pero color marfil.

A la madrugada siguiente mi madre buscó unas pinturas casi secas que guardaba mi abuelo «por si acaso» y juntando algo de azul con algo de amarillo logró el verde del abrigo. Pintó el botón marfil y al otro día lo cosió junto al resto que eran casi idénticos.

Algo similar nos sucede cuando conocemos a alguien: Nos produce ansiedad y buscamos en nuestro recuerdo algún parecido (botón marfil), hacemos imaginariamente los retoques (pintura verde), reducimos nuestra ansiedad (restitución del botón al abrigo) y empezamos a tratar al recién conocido como si fuera el mismo del recuerdo (creemos ver que el botón pintado es idéntico al resto).

Los psicólogos tenemos que tener en cuenta este fenómeno (que llamamos contratransferencia) para poder despegarnos del personaje recordado y poder atender a nuestro paciente como quien realmente es.

Quienes no tienen en cuenta el fenómeno de la contratransferencia, pueden tratar por años a un vecino como si fuera su tío o a su esposa como si fuera su mamá (imaginan que todos los botones son idénticos).

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lunes, 21 de septiembre de 2009

La duda verdadera

Una clasificación que es posible hacer es la que clasifica a la humanidad en dos grupos: los que están seguros y los que tienen dudas. Más concretamente: los que han accedido a la verdad y los que todavía no.

Alguien podría decir: «la muerte es una certeza que todos tenemos» a lo que podría responderse: «muchas personas piensan que lo que verdaderamente importa (el espíritu o el alma) nunca muere».

El pensamiento del psicótico incluye verdades. Este pequeño grupo de personas posee una estructura mental que les hace delirar y no tienen ninguna duda de que son la Madre Teresa de Calcuta, Napoleón o Cristo.

Los no-psicóticos (sanos, neuróticos, psicópatas) tenemos el deseo —con diferentes grados de intensidad— de acceder a alguna verdad. En este afán elaboramos hipótesis —que nunca pasan de ser conjeturas— que logran un mayor o menor número de simpatizantes.

Esta actitud que tenemos la mayoría de buscar la verdad infructuosamente nos lleva a reaccionar de por lo menos dos maneras: o bajamos las pretensiones y nos conformamos con las ideas más lindas, simpáticas, divertidas y populares (estar a la moda, ovacionar a los personajes con mayor poder de convocatoria, argumentar a favor de los poderosos), o asumimos la humillante condición de no poder saber la verdad aunque seguimos buscándola.

El psicoanálisis es de por sí una teoría, o sea una hipótesis, es decir un conjunto de creencias que se complementan y que por su coherencia puede ser útil para explicar provisoriamente por qué pensamos, sentimos y hacemos lo que hacemos.

El maravilloso mundo de las certezas y las verdades por ahora sólo está reservado para quienes padecen el atormentado pensamiento de la psicosis.

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domingo, 20 de septiembre de 2009

Pollera o pantalón

Hoy es el último día que me atiendo con usted. Creo que no volveré a pisar el consultorio de un psicoanalista por años.

Una amiga que sabe mucho me estuvo explicando las ideas de una filósofa norteamericana que se llama Judith no sé cuanto (1), sobre el género, la sexualidad y todo eso.

En realidad yo no soy homosexual como creía sino que tuve mala suerte.

Me decía que todos somos un poco gays o lesbianas sólo que a la mayoría le falta la ocasión que lo lleve a convertirse.

El vietnamita que se cruzó en mi camino cuando tenía veinte años me complicó la existencia.

Otra condición muy especial que me tocó en suerte fue que los muchachos me apodaron Durazno porque la piel de todo mi cuerpo era más suave que la de muchas mujeres.

Aquel almacenero me hizo sentir mujer porque como dice la filósofa, el género te lo da la sociedad.

Te dicen «eres varón» o te dicen «eres mujer», te dan un nombre de varón o de mujer y así todo. Cuando quieres acordar eres lo que los demás te dijeron que eras.

Aunque hasta ese entonces yo tenía nombre de varón y jugaba a los mismos juegos de varones, no faltaba quien hiciera bromas con mi piel.

El vietnamita se ve que tenía la cabeza armada de tal forma que para él yo era una mujer sin ninguna duda.

Con la capacidad persuasiva que tienen los convencidos, él me trató como mujer y a pesar de mis resistencias, me fue imposible no sentirme seducido por él hasta que un sábado de noche me ví a mí mismo acariándole el glande con tal ternura que por primera vez fui protagonista de que alguien llegara al máximo éxtasis.

Recuerdo que quedé aturdido, desorientado y furioso por lo que acababa de ver, vivir, sentir y entender.

Según esa filósofa él supo hacer de mí una mujer con tanta convicción como los demás hicieron de mi un varón y que el haberlo matado no fue en defensa propia como pensé sino un crimen cometido por ignorancia.

Si sobrevivo, dentro de 18 años le cuento cómo fue estar en prisión.

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(1) El personaje se refiere a la filósofa norteamericana Judith Butler (1956 - ), autora de El Género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad, Cuerpos que importan, El límite discursivo del sexo, entre otros.

sábado, 19 de septiembre de 2009

«Enfermé en defensa propia»

El origen de la palabra síntoma es griego y significa «coincidencia».

En psicoanálisis pensamos que el síntoma (dolor de cabeza, fobia, insomnio) es «una solución de compromiso», es decir, que surge como una negociación, como un contrapeso, un complemento.

Dicho de otra manera más precaria pero clara: Si una mesa está renga y le ponemos un complemento a la pata más corta, ése podría ser el síntoma en la concepción psicoanalítica: aquello que está para evitar un malestar, un dolor, un daño mayor que el que provoca el propio síntoma.

Volviendo al origen griego del concepto, una persona puede coincidir mejor con su entorno, con su historia, con sus creencias, con su realidad psíquica, utilizando un síntoma.

Un dolor de cabeza puede evitarle a una persona tener sexo con su compañero; una fobia a las arañas puede representar el asco neurótico al vello púbico; el insomnio puede calmar el miedo a la muerte cuando el paciente teme no despertar.

Los estímulos primarios, básico, más esenciales de nuestra psiquis tienen que ver con la conservación de la vida propia y de la especie. Por esto los ejemplos que utilicé refieren a la actividad sexual y a la muerte.

Lo relevante de este comentario es que si bien un síntoma es valorado como un problema en realidad existe como una forma precaria (patológica) de solucionar un problema más grave, importante, trascendente como es la conservación de la vida misma.

Asimismo, como he mencionado en varios artículos (1), la resistencia a la cura ocurre porque los intentos terapéuticos procuran cambiar algo (eliminar un síntoma) que en el inconsciente está para defender nuestra existencia.

(1) Vamos a venir, Monumento al antidepresivo y La solidaridad y la pobreza.
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viernes, 18 de septiembre de 2009

Receta racional

Padecemos tres tipos de malestares:

1) Hace unos meses le decía en un artículo titulado Budismo Zen que la naturaleza nos desequilibra para que con el consiguiente malestar actuemos en procura del alivio y recuperación del equilibrio (por ejemplo, tenemos hambre, conseguimos alimentos, comemos).

2) Como si se tratara de una segunda naturaleza pero inventada por nosotros mismos, la cultura, la organización social y política, nos obliga a tener una conducta que permita la convivencia y nos amenaza con desequilibrarnos (castigándonos) en caso de incumplimiento (por ejemplo, nos priva de libertad si nos apoderamos de bienes ajenos).

3) Tenemos una tercer fuente de malestar que proviene de nuestras dificultades de adaptación a estos dos reglamentos, a estas dos fuentes de autoridad (la naturaleza y las normas sociales).

Nuestra reacción lógica —la mejor que podríamos tener— es la de evitar cualquiera de las tres causas de sufrimiento, pero sólo podemos influir sobre la tercera. Las otras dos (la naturaleza y las normas sociales) son muy poco modificables.

Alguien podría razonar: si la naturaleza se vale del dolor para conservar la vida, entonces padecerlo es bueno y lo mejor es sufrir.

No me extrañaría que haya personas que tengan esta forma de actuar aunque juraría que la practican sin darse cuenta (inconscientemente), impensadamente.

Parecería ser lo más atinado:

1º) confirmar si este análisis es correcto;

2º) en caso afirmativo, identificar el origen de los estímulos penosos (el hambre viene de la naturaleza; la frustración de nuestro deseo de apoderamiento indiscriminado, de la cultura; y la negación de la muerte de nuestra incapacidad personal para asumir la realidad); finalmente

3º) dedicarnos solamente a mejorar nuestra capacidad de adaptación a las normas de la naturaleza y de la sociedad.

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jueves, 17 de septiembre de 2009

La llave de nuestra casa

Recuerdo con cariño un payaso que nos divertía a varios niños practicando su rutina para ensayar y hacerle retoques guiándose por nuestras reacciones.

Su estilo era propio de un maestro porque nos hacía chistes con datos de la historia real.

Todavía recuerdo que el cierre de la función nos decía: «Recuerden que el saber no ocupa lugar, sólo hay que saber acomodarlo dentro de la craneoteca».

Una de sus técnicas más seductoras consistía en preguntarnos a cada uno los nombres completos y el sobrenombre. Se las ingeniaba para recordarlo y repetirlo con tal velocidad que parecía haberlo sabido desde siempre: «Susana Rosa Garmendia Peláez ‘Chiquita’»; «Luis Alberto González Cibils ‘Picho’»; «Jimena Tewes Munch ‘Princesa’».

Él decía que las cosas también tienen varios nombres (se refería a los sinónimos) y que si los recordamos se portarán bien con nosotros: zapatos, calzado, zapatilla, botas, chanclo, borceguíes.

Él me dejó algunas conclusiones:

— El humor es el mejor estilo para trasmitir ideas y conocimientos. Contrariamente, la institución escolar a la que asistí hizo todo lo posible para desestimularme aunque felizmente fracasó.

— El mejor sonido para cada uno es nuestro propio nombre y no es tan costoso andar por la vida haciendo este tipo de regalos.

— El idioma es una herramienta: el tiempo invertido en perfeccionar su uso es muy redituable. Conocer los diferentes vocablos con que se denominan los objetos, las situaciones, las ideas, aporta una sensación de pertenencia muy tranquilizadora.

La diferencia que existe entre conocer y no conocer nuestro idioma es la misma que hay entre ser locatario o visitante, entre ser dueño o inquilino, entre ser nativo o turista. Es como tener la llave de nuestra casa.

Nota: Este artículo está relacionado con «Alcánzame el coso ese».

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

El dudoso honor de ser consultado

Uno de mis tantos temas recurrentes es el de la inmadurez y su correspondiente irresponsabilidad.

Es notorio que me molestan las personas que se «lavan las manos», los evasores, los abusadores y los parásitos.

Con igual énfasis creo que porque a mí no me gusten esas personas debo suponer que están en un error y que deban rectificar su actitud.

De hecho, ni ellos ni los que se parecen a mí hacemos lo que queremos sino que las circunstancias nos obligan a ser como somos (porque el libre albedrío es una ficción) y por tanto tampoco podemos hablar de «santos y pecadores».

Estoy casi seguro de que aquello que nos comunicamos influye en nuestra forma de ser. El hablarnos (o escribirnos) genera cambios reales y tangibles aunque no inmediatos y espectaculares.

Es habitual que nos sintamos orgullosos cuando alguien nos consulta, nos pide opinión, quiere saber lo que pensamos sobre algo que el consultante está en duda.

Ese honor por ser consultados posee una contracara que vale la pena señalar sólo para tenerlo en cuenta, para que quede dicho o escrito y que no se nos pase desapercibido.

Quien nos consulta es cierto que solicita nuestro aporte pero también está procurando que nos involucremos en sus dificultades. Está buscando socios para compartir un gasto o un riesgo, o está buscando cómplices cuando la duda incluye algún aspecto moral.

Cuando la hija le pregunta a la madre si se muda a la casa del novio o no, la gratifica pero también está preparando las circunstancias para que si esa mudanza no tiene un final feliz, ambas sean similarmente responsables del fracaso.

Si un amigo nos consulta sobre si deberá denunciar o no un delito del que fue testigo involuntario, nos gratifica con su confianza pero también nos obliga a ser su cómplice en caso de que eluda su responsabilidad.

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martes, 15 de septiembre de 2009

La homosexualidad carcelaria

La transgresión a las normas de convivencia es todo un problema para la sociedad. Quienes delinquen provocan pérdidas de variada índole en la calidad de vida de los demás ciudadanos.

En menor grado, existen algunas pequeñas ventajas que dificultan las soluciones a tan grave problema.

Por ejemplo, en el artículo titulado Los préstamos por temor al robo comentaba que la inseguridad ciudadana fuerza a que haya más depositantes en los bancos para que los gobiernos puedan usar esos recursos que si se mantuvieran en las casas de cada uno no podrían usarse.

Otra ventaja de la delincuencia que obstaculiza las soluciones que pudieran aplicarse para evitarla es que existen muchos puestos de trabajo dedicados a su prevención, represión y reparación (guardianes, fabricación y venta de armas, compañía de seguros).

Y una tercer causa de la que nunca he oído mención es la que les comento seguidamente.

Los seres humanos somos naturalmente bisexuales pero la cultura sanciona con severidad nuestros deseos homosexuales.

A las personas que delinquen las encerramos en instituciones donde la homosexualidad se torna necesaria o por lo menos tolerada. No sería un error decir que las cárceles son homosexuales porque (literalmente) en cada edificio conviven personas de un mismo sexo.

Y éste también podría ser un hecho que estimula la conducta delictiva de aquellas personas que procuran (repito: inconscientemente) satisfacer sus deseos homosexuales aprovechando que las cárceles reprimen la libertad pero no la homosexualidad.

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lunes, 14 de septiembre de 2009

La angustia deportiva

El calentamiento es la parte inicial de cualquier sesión de entrenamiento o competición.

Consiste en la realización de movimientos de intensidad progresiva durante 15 ó 20 minutos.

Esa actividad produce el apronte para una mayor exigencia física de los sistemas nervioso, muscular, cardiovascular y respiratorio, garantizando el mejor desempeño posible de cada deportista.

Cuando la exigencia física no está prevista, como sucede en las urgencias o en las reacciones instintivas, el organismo también logra excelentes desempeños que ponen a salvo a quien estaba en peligro.

En este caso el miedo, el susto, la sorpresa son e-mociones (estímulos que mueven) como una respuesta adaptativa y eficaz que protege al individuo.

A veces existen las sensaciones de un calentamiento pre deportivo o el miedo de una situación amenazante, pero sin que la persona tenga conciencia de por qué le sucede eso.

El aceleramiento del ritmo cardíaco, la sudoración, la respiración agitada, son propios de calentamiento deportivo mientras que el temor, la ansiedad y la sensación de ahogo son propios de una situación amenazante.

A todos estos fenómenos se los llama genéricamente angustia y tanto la medicina como la psicología tratan de resolverlos porque el paciente se siente mal y no puede saber porqué ni para qué.

Este misterio ocupa desde hace siglos al ser humano y la solución se alcanza aunque luego de prolongados tratamientos.

En otros casos, cuando una situación es popularmente angustiante (hablar en público, abordar a una persona desconocida, rendir examen), podemos afrontarla seguros de que esas extrañas y molestas sensaciones no pasan de ser un calentamiento psíquico para resolver de la mejor manera un esfuerzo de tipo intelectual o afectivo.

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domingo, 13 de septiembre de 2009

«Alabado sea Yo»

Desde que nací ando con la muerte en el bolsillo como si fuera una bomba de tiempo.

¿Qué hago escuchando las historias angustiadas de toda esta gente que si no me pagara la sacaría corriendo de mi consultorio por quejosa, aniñada e irresponsable?

Con los años he logrado que los pacientes me elijan por lo elevado de mis honorarios. Los colegas más jóvenes me preguntan cómo hago para cobrar lo que cobro y sabiamente hago algún gesto que los desconcierta.

He tratado de reproducirlo frente al espejo del baño pero sé que no me sale igual.

Debería ser más sincero: no es por el dinero exactamente que yo hago esto sino porque quiero saber cómo hacen los demás para pasearse por la vida con esta amenaza mortífera. Quiero saber cómo se mienten.

Tengo la ilusión de que algún paciente me dará sin querer la fórmula para no sufrir la amenaza de muerte.

El crecimiento de mi tarifa ha ido cambiando la clase de pacientes que atiendo.

Seguramente usted pensará que ahora atiendo a los más adinerados. ¡Error! Ahora atiendo a personas más pobres pero que se imaginan más culpables.

La suerte o no sé qué, ha instalado la creencia en que lograrán lavar su alma conmigo y eso se lo debo en parte a la religión.

Con los años he ido perdiendo dulzura, paciencia, humildad, tolerancia, diplomacia, piedad, delicadeza.

No solamente les cobro honorarios principescos sino que además aprendí a exigir el pago puntual. Perdí el pudor y ahora tomo el dinero entre mis manos, lo doblo cuidadosamente y lo pongo en mi otro bolsillo (donde no está la bomba).

Me temen y por eso son puntuales. Me confiesan cosas horrendas porque saben que seré cruel.

Cuando les doy el alta porque ya no tienen más llagas psíquicas para conocerse, me siguen llamando y dejan en la contestadora temblorosos saludos y hasta palabras de agradecimiento.

Sin querer he logrado parecerme a la imagen que ellos tienen de Dios: cruel, caprichoso, exigente, despiadado, terrible, injusto, intolerante, radical, extremista.

Si me lo hubiera propuesto no lo habría logrado con tanto acierto.

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sábado, 12 de septiembre de 2009

La culpa hereditaria

Si a usted le dijeran que la hija de Madonna es una gran cantante, ¿lo creería? Y si le dijeran que un nieto de Einstein es un gran físico y matemático?

La mayoría piensa que los talentos se heredan a través de los genes mientras que los más escépticos admiten que cuando alguien nace y crece junto a una persona que se destaca por alguna cualidad, probablemente la incorpore por imitación.

De hecho las monarquías siguen existiendo en pueblos supuestamente muy avanzados y en las dinastía se perpetúan el poder económico, político o cultural.

Nuestro cerebro piensa en forma binaria. Gran parte de lo que entiende lo hace contraponiendo blanco con negro, bueno con malo, frío con caliente.

Días pasados le conté que la envidia —curiosamente— parece no tener su correspondiente sentimiento opuesto (1).

Como no podía ser de otra manera, la creencia en las «cualidades hereditarias» se corresponde —en nuestro cerebro— con «las culpas hereditarias». Lo observamos cuando los descendientes de alguien sufren lo que podríamos llamar una «venganza transgeneracional»: Los hijos y los nietos siguen pagando las culpas de un antepasado.

Entre otros, Stalin y Hitler (imagen) creían en la «corrupción de la sangre», persiguiendo, encarcelando o matando no solo a quienes cometían un delito sino también a todos sus familiares.

Lo interesante de esto no es tanto que alguien imagine virtudes en el hijo de un virtuoso o que en el pasado hayan habido salvajes persecuciones y castigos inspirados en la supuesta culpabilidad genética o sanguínea. Lo interesante es que nuestro cerebro sigue funcionando igual que el de Stalin o el de Hitler, aunque felizmente no estamos en las circunstancias que ellos vivieron.

(1) El sentimiento que falta
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viernes, 11 de septiembre de 2009

Presupuesto vital

Muchos malos ratos en la vida ocurren por un error de presupuesto.

Así como los gobiernos y las familias calculan cuánto habrán de gastar en el próximo año o mes, también existe otro presupuesto que no contempla el dinero.

La pregunta que todos nos hacemos en algún momento de nuestras vidas es ¿cuál es la molestia (gasto) razonable para vivir?

Cuando nos planteamos esa pregunta ya sabemos que existen alegrías y tristezas, dolores y placeres, ilusiones y frustraciones, amores y abandonos, triunfos y fracasos.

Si en el presupuesto económico cometemos un error tendremos que hacer algún esfuerzo adicional para conseguir lo que nos falta pero cuando suponemos que vivir es fácil, sencillo, placentero, barato, entonces las molestias pueden agravarse.

Ninguno de los dos presupuestos puede hacerse con demasiado acierto por el simple hecho de que los seres humanos no somos adivinos. Lo más que podemos hacer es imaginar un futuro, calcular «lo que vendrá» suponiendo que será parecido a «lo que ya pasó».

Algunos opinan que mis propuestas son pesimistas e insisto en que están equivocados. Mis propuestas apuntan a propiciar la confección de buenos presupuestos, para evitar la desgastante reiteración de que estamos suponiendo que la vida es un mar de rosas... hasta que alguna de sus espinas nos «pincha el globo» y nos golpeamos contra la dura realidad.

Si presupuestamos que la vida es más alegre de lo que es, sufriremos porque las cosas luego parecerán feas, malas, desagradables, irritantes. Si presupuestamos que la vida es esporádicamente alegre y que para disfrutarla hay que trabajar duro, difícilmente tengamos que padecer desilusiones, frustraciones, fracasos, tristeza, depresión.

Nota: Este artículo se complementa con el también publicado hoy con el título Presupuesto económico.

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jueves, 10 de septiembre de 2009

El sentimiento que falta

Está claro que el sentimiento opuesto al amor, es el odio. El opuesto a la alegría es la tristeza. Pero ¿cuál es el sentimiento opuesto a la envidia?

Daré mi opinión pensando que alguno de ustedes me informe cuál es la palabra que significa la no-envidia.

Por si eso no sucede, diré que cuando falta un vocablo es porque algo raro nos sucede a los humanos con eso que se queda sin ser bautizado.

Para describir el estado en que queda un hijo que pierde a alguno de sus padres, tenemos la palabra «huérfano», pero no tenemos vocablo para el estado en que queda uno de los padres cuando pierde un hijo.

Cuando falta la palabra que define una cosa, una situación, un sentimiento, podríamos pensar que eso que queda innominado sencillamente no se puede nombrar, tiene alguna particularidad que lo vuelve innombrable.

Estas reflexiones me hicieron pensar que quizá no exista un sentimiento opuesto a la envidia porque todos somos envidiosos, en mayor o menor medida.

Como no existe el sentimiento no existe la palabra.

Es curioso sin embargo que no hace falta que la cosa o hecho exista en la realidad para que exista la palabra. Sin ir más lejos el vocablo inmortal es muy común a pesar de que nada es inmortal. El simple deseo de que haya algo que nunca pierda la vida, nos hace crear la palabra que lo represente.

Pero el sentimiento opuesto a la envidia parece que no existe ni en nuestra imaginación.

Seguramente que podemos decir indiferencia o conformidad, pero éstas son demasiado genéricas. Carecen de la precisión que existe en las oposiciones odio-amor o tristeza-alegría.

Quedo a la espera de que alguno de ustedes me rectifique como ya lo han hecho tantas veces.

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Atracción fatal

La infidelidad es una forma de fidelidad personal para con el propio deseo.

Dicho de otra forma: en un intento de ser fieles con nuestro deseo, podemos incurrir en infidelidades conyugales.

La atracción física hacia personas casadas es muy frecuente. Una explicación popular dice que todo lo prohibido seduce.

Ya sea en los hechos o en el pensamiento, la persona que se siente poseída por esa tentación puede sentirse molesta consigo misma o —si no es capaz de reconocer su responsabilidad— pensar que tiene la mala suerte de ser solicitada por personas comprometidas.

El Edipo es una hipótesis del psicoanálisis muy difícil de negar.

La atracción por una persona casada casi seguro que está provocada por un desplazamiento del progenitor a una persona extraña que lo representa.

Dicho de otro modo: si una mujer gusta de hombres casados, es probable que trate de sacarse las ganas que tuvo de tener sexo con su papá quien también era un hombre casado (con su mamá).

De modo similar, si una mujer se queja de que los hombres que intentan seducirla son todos casados, está pensando que sus deseos incestuosos estuvieron provocados por la actitud seductora de su papá hacia ella.

Lo mismo sucede con los varones cuando gustamos de mujeres casadas o nos creemos que ellas intentan seducirnos. En este caso la historia real es con nuestra madre que también era una mujer casada (con nuestro padre).

Nuestro deseo es incestuoso. Por eso decía al principio que tendemos a conductas infieles (transgresoras de las normas sociales) por tratar de ser fieles con nuestro deseo incestuoso (que es propio de la naturaleza).

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martes, 8 de septiembre de 2009

Veo un ojo que me mira

El éxito de Windows (sistema operativo de Microsoft) obedece a varias causas, pero una de ellas puede merecer una breve explicación.

En inglés significa «ventanas» y esta palabra (en castellano y en cualquier otro lenguaje), es una metáfora de «ojos».

Los seres humanos somos mirones (nos gusta mirar) pero fundamentalmente nos gusta ser mirados.

Por «mirados» debemos entender no sólo lo que significa literalmente sino también «ser tenidos en cuenta», «ser ad-mirados», ser reconocidos.

Existe una sensación de ser mirados por el monitor así como tenemos la impresión de que accedemos al océano de información (la web) a través de una ventana (windows).

Con la interface gráfica de este sistema operativo (copiado prácticamente por todos los demás programas informáticos) podemos ser «mirones» y ser «mirados».

Efectivamente: es algo irracional pero funciona.

Muchos programas en la televisión incluyen personas que miran a la cámara porque ellos saben que de esa forma los televidentes imaginamos que nos están mirando sólo a nosotros (informativos, políticos en campaña electoral, pedidos de ayuda).

Difícilmente cambiemos a otro canal (zapping) cuando alguien «nos está mirando» desde un estudio de televisión.

Y no deja de ser probable que parte del éxito de Windows obedezca a que nos permite mirar la información y recibir la imperceptible sensación de ser mirados por esas ventanas-ojos que se abren en el monitor.

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lunes, 7 de septiembre de 2009

Mi peor amigo fiel

Mi mamá era una persona muy ordenada, disciplinada, racional. Recuerdo que toda la ropa la lavaba y guardaba en bolsas de polietileno negras que luego tenía que abrir una por una para saber si ahí estaba lo que buscaba.

La sugerencia de mi abuela de que usara polietileno trasparente la ponía de mal humor.

Años después salió este tema en una de mis tantas sesiones de análisis y entendí que ella necesitaba ignorar lo que guardaba, no quería verlo; un placar ordenado por ella mostraba prolijas bolsas negras y opacas, todas iguales.

En la lógica psicoanalítica esto puede interpretarse de varias formas. La que creo más acertada dice que ella prefería no saber de sí misma.

Por el contrario, mi abuela era partidaria de conocerse. Quería que las bolsas mostraran sus contenidos como también era partidaria de contar sus dudas, sus éxitos, sus deseos más ingenuos o más preocupantes. Hasta se reía de sí misma.

Mi mamá era casi triste y mi abuela era casi alegre. Mi mamá era pesimista y mi abuela optimista. Estar con mi mamá era más difícil que estar con mi abuela. Mi mamá aburría y mi abuela entretenía.

Toda esta historia contiene los fundamentos del psicoanálisis como técnica terapéutica.

Hablar y escribir sobre lo que pensamos nos aporta transparencia a nuestra propia vida, nos permite saber con quién estamos cuando estamos solos.

El refrán lo dice bien: «Más vale malo conocido que bueno por conocer». Adaptado a estos comentarios el refrán diría: «Más vale saber lo malo que haya en nuestra mente que lo bueno que podamos imaginar».

Aunque suene insólito, el sólo hecho de hablar (o escribir) nos permite saber quién somos y aunque no seamos tan maravillosos como nos imaginábamos, pronto empezaremos a querernos de nuevo, pero ahora sin maquillajes, tal cual somos. Sin ocultamientos.

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domingo, 6 de septiembre de 2009

El apetito y el hambre

Jacinta vivía con su mamá desde que murió su padre y el único hermano se fue de viaje con el dinero de la herencia.

Parecía frágil, cansada, triste quizá.

En la casa habían muchas fotos de ella tomadas por un prestigioso fotógrafo que visitó la ciudad y que registró con su arte los únicos momentos de locura desenfrenada que ella tuvo en sus 32 años.

Algunas fotos sólo ella sabía dónde estaban.

Jacinta era muy piadosa y la mortificaba ver comer sólo pan con fiambre a los chicos que jugaban a la pelota día y noche frente a la ventana que compartía con su mamá.

Cuando el dinero se los permitía invitaba a dos o tres a comer lo que cocinaba con la certeza de que eso les mejoraría la salud.

Al más alto a veces le pedía que subiera a una escalera que ella sostenía para que le alcanzara ciertas bolsas de tela que guardaba en un placar muy alto.

Las pantorrillas algo velludas y los zapatos llenos de barro quedaban a la altura de su cara y ella sentía que estos breves momentos le recordaban al fugaz fotógrafo.

Cierta vez terminaron de comer, la mamá se había retirado a dormir su siesta, los más pequeños y revoltosos se habían ido entre gritos y empujones y ella le pidió al más alto que le alcanzara del placar un paquete que en realidad no necesitaba.

Nuevamente se repitió la escena, pensó atrocidades, imaginó raras escenas con el jovencito y cuando él descendió de la escalera lo notó avergonzado, con la mirada esquiva, respirando con dificultad.

Las imaginaciones más depravadas se agolparon en su cabeza, esperó anhelante con un sí pronto en sus labios para responder el ofrecimiento del tímido jovencito.

— Jacinta, perdona, pero no nos gusta tu comida.

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sábado, 5 de septiembre de 2009

La jaqueCa como señal de alarma

El ajedrez es un juego maravilloso que saben jugarlo muy pocas personas pero que sus reglas son conocidas por millones (el nombre de sus piezas, cómo se mueven, etc.).

Su genialidad está en que sobre un tablero de sesenta y cuatro casilleros blancos y negros (escaques), pueden presentarse infinitas posibilidades.

De hecho es muy agresivo, canibalístico (se dice que «una pieza come a otra» cuando la deja fuera de juego), exige un gran concentración, capacidad para imaginar múltiples alternativas, anticipar posibles jugadas, percibir la estructura combativa del adversario.

Debido a estas características genera mucho estrés en quienes lo practican pero además teatraliza bastante bien la vida misma. La oposición de intereses, la agresividad hacia el semejante, el afán de logro, el deseo de tener éxito y/o disfrutar con el fracaso ajeno.

La jugada final es la que pone en «jaque mate» al rey.

Antes que eso suceda, pueden haber jugadas en las que el rey queda solamente amenazado. Quien «jaquea» al rey debe avisárselo a quien podría perderlo.

La jaqueca (dolor de cabeza, migraña) es padecida por millones de personas. Freud fue uno de ellos y le dedicó mucho tiempo a teorizar sobre este trastorno.

Existe la posibilidad de que muchas víctimas de la jaqueca, padezcan este dolor porque sienten (imaginan, suponen, temen) estar gravemente amenazados. Sus preocupaciones vitales son muy intensas y estresantes.

No se descarta que el fenómeno se produzca por el inconsciente agregado de una letra «c».

Cuando el paciente piensa que alguna circunstancia lo «jaquea», recibe el anuncio (como si fuera en el ajedrez) mediante un punzante dolor en la cabeza que llamamos usando casi la misma palabra: jaqueCa.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

Sobre libros y películas

Cualquier libro, cuando se lee por segunda vez parece otro.

Es frecuente que alguien vea varias veces la misma película pero es difícil que alguien lea varias veces un mismo libro.

Le comentaré una posible explicación del fenómeno.

El libro suele ser más atractivo que su versión filmada porque al leer «imaginamos una película» a nuestro gusto a partir de lo que nos dice el autor, mientras que cuando vemos el film (el libro ya imaginado por el director), sólo nos queda disfrutarla tratando de vivir las situaciones como si estuviéramos dentro de ellas.

Si esto es así, ¿por qué entonces es tan difícil que alguien lea más de una vez un libro mientras que sí puede ver varias veces un mismo film?

La hipótesis que tengo para compartir con usted es que nosotros estamos permanentemente cambiando (opiniones, ideas, sensaciones, gustos, creencias, puntos de vista, conocimientos, deseos) y esto queda de manifiesto cuando al leer un libro por segunda vez parece que fuera distinto.

Si nos damos cuenta de que estamos cambiando es posible que sintamos angustia porque perdemos identidad, es decir, dejamos de ser idénticos a nosotros mismos.

Quien lee un libro por segunda vez siente que no parece ser el mismo libro, pero enseguida comprende que el cambio se produjo en sí mismo.

Sin embargo, miramos una película varias veces porque nos gustó meternos en la situación que nos plantea, es grato porque disfrutamos de que «la historia se repite», ya tenemos asumido el desenlace, nos complace imaginarnos «adivinos» de lo que ocurrirá, la sentimos como algo familiar.

La rutina es placentera porque nos hace sentir idénticos a nosotros mismos. Reafirma nuestra identidad.

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jueves, 3 de septiembre de 2009

Tú y yo: ¡un solo corazón!

He comentado (1) que —según el psicoanálisis y otros estudiosos del ser humano— comenzamos nuestra vida con la sensación de que formamos parte de todo lo que nos rodea.

Algunos le llaman «sentimiento de fusión», otros «sentimiento oceánico», otros «Nirvana», otros «etapa de indiscriminación».

Esto significa que el pequeño no se da cuenta que está separado de su mamá, de su papá, de su cuna, de su biberón.

La evolución natural, la maduración del cuerpo —ya que nacemos muy incompletos y fuera del útero el desarrollo continúa durante años— permite que paulatinamente nos demos cuenta que somos otra persona, diferente de mamá, del oso de peluche, de nuestra caca una vez excretada.

Pensemos ahora que el niño recién nacido tiene una máxima indiscriminación y que a medida que va desarrollándose, evolucionando, creciendo, paralelamente va dándose cuenta cuán separado está del resto del universo que lo rodea. Asignemos un valor 10 al máximo de indiscriminación (fusión con el entorno) y 0 (cero) a la discriminación completa (sentimiento de ser un individuo separado del resto).

Pues bien, según he podido apreciar, nadie llega al 0 (cero) absoluto. Todos nos quedamos a medio camino. Algunos llegan a un 3, otros se quedan en un 5, los hay que se detienen en 8.

¿Qué significa esto? Significa que algunas personas se sienten más fusionadas (8) con el entorno que otros (3), más unidas, menos independientes, más solidarias, menos individualistas, más pendientes de lo que opinan los demás, proclives a sufrir por el dolor ajeno como si fuera propio.

Me animo a decir que usted ya está tratando de evaluarse y además que está pensando en lo que está bien y lo que está mal.

Esta reacción está determinada por la cultura, por su escala de valores, por lo que le enseñaron. En sí, quizá todos estamos bien en la medida que estemos conformes con la vida sin tener que molestar a los demás para lograrlo.

(1) La realidad me obedece

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Dudo si soy lo que creo ser

Es interesante tener presente que el Diccionario de la Real Academia Española dice que mentira es la «Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa».

Habitualmente decimos que mentir significa no decir la verdad y acá es donde hay un error muy importante.

No es lo mismo «lo que se sabe, se cree o se piensa» que «la verdad».

Más diría: es muy poco probable que lo que uno «sabe, cree o piensa» sea verdadero. Los filósofos suelen asegurar que la verdad es casi inaccesible.

Entonces, a partir de la definición popular del verbo mentir estamos cometiendo el error de suponer que lo que sabemos, creemos o pensamos es acertado. En realidad nosotros creemos, suponemos, imaginamos que es verdadero.

Lo más que podríamos decir sería: «mentir es no decir la verdad personal» o también «mienten quienes no dicen lo que creen».

Claro que este razonamiento que comparto con ustedes tiene una trampa: yo estoy escribiendo ideas demostrando mucha convicción y si fuera coherente tendría que decir que todo lo expresado hasta aquí no pasa de ser «mi verdad personal».

Si será poco firme el terreno de la sinceridad que cuando alguien dice «yo miento» quedamos paralizados por nuestras propias limitaciones intelectuales al no saber si creerle o no creerle.

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martes, 1 de septiembre de 2009

La hipocresía necesaria

El genial escritor ruso León Tolstoi (1828-1910) creó la fórmula para ser tan buen novelista como él: «Describe tu aldea y serás universal».

Pero parecería ser que por ese entonces era muy fuerte esta idea porque el dramaturgo también ruso Antón Chéjov (1860-1904) propuso: «Describe tu aldea y describirás el mundo».

Seguramente estos escritores no hicieron más que reescribir un refrán más antiguo que dice «En todos lados se cuecen habas».

Quienes participamos de las reuniones de copropietarios (consorcio) de un edificio de apartamentos (complejo habitacional), podemos observar la convivencia del odio y el amor, el desprecio y la idealización, la solidaridad y el abandono.

La primera gran novela policial nos dice que la historia de la humanidad arrancó con un crimen: Caín mató a su hermano Abel por celos, por envidia. Según el mismo relato, Dios prefirió la ofrenda de Abel, Caín no pudo soportarlo y lo mató.

Y ahora volviendo a Tolstoi, Chéjov y el refrán, podemos decir que los sentimientos opuestos conviven en todos nosotros.

Conclusión: No es cierto que sólo se odie o que sólo se ame a alguien (familiar, amigo, conocido).

Ignorar esta particularidad de nuestra forma de ser causa perjuicio porque la cultura publicita que deben poseerse sólo sentimientos positivos y que además debemos ser coherentes.

Esta publicidad no debemos tomarla en cuenta. Es tan engañosa como que «Todo va mejor con Coca-Cola».

Es tan cierto que podemos tener sentimientos negativos hacia el ser más amado como que podemos sentirnos muy desorientados inclusive tomándonos dos litros diarios del referido refresco (imagen).

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