lunes, 12 de diciembre de 2011

La lectura imposible de las nuevas ideas

Muchas personas leen pero con muy baja «comprensión lectora», esto es, imaginando el contenido del texto mientras lo leen distraídamente.

Los ingenuos responsables del Diccionario de la Real Academia Española aseguran que por analfabetismo debe entenderse «Falta de instrucción elemental en un país, referida especialmente al número de sus ciudadanos que no saben leer.»

Como he mencionado anteriormente (1), los gobernantes más inteligentes y mentalmente sanos harán lo posible para que sus gobernados no sean ni ilustrados ni valientes, lo cual equivale a decir que los gobernantes que no quieren tener problemas en su complicada gestión, tratarán disimuladamente de que la población esté compuesta por analfabetos y cobardes, aunque haciéndole creer a todo el mundo que hacen lo posible por revertir esa condición.

Puesto que la mayoría de los gobernantes son inteligentes y mentalmente sanos, logran sus objetivos a satisfacción.

En lo que a cobardía se refiere son exitosos porque logran que todos seamos lo más individualistas posible lo cual nos convierte en algo que llamaré cobardes funcionales, esto es, personas que por no complicarse la vida, por no meterse en lo que no les concierne directamente, miran para otro lado, no denuncian, callan, se alejan del lugar de los hechos, nunca ven ni oyen nada.

Otro de los objetivos que logran a satisfacción, refiere al analfabetismo funcional, consistente en que los ciudadanos no logran leer a pesar de saber cómo se hace.

El funcionamiento mental consiste en leer las primeras diez palabras, luego imaginar qué dirá el resto evocando la idea más grata a su gusto y suponiendo que el resto del texto no hará más que repetir lo que desearían leer por segunda vez.

Gracias a este funcionamiento los ciudadanos estarán impermeabilizados contra cualquier idea novedosa, alternativa, diferente a la ideología patrocinada por el gobernante exitoso.

(1) La falsedad imprescindible

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10 comentarios:

Margarita dijo...

No son los gobernantes los responsables de nuestra cobardía. Por qué buscamos no involucrarnos? Por qué no queremos complicarnos la vida? Quizás ya la tengamos bastante complicada. O de pronto nos hemos vuelto fríos e insensibles, no nos conmueven los problemas ajenos.

Enrique dijo...

Tengo que admitir que yo leo el diario más o menos así como ud dice. Los primeros párrafos de cada noticia. Creo que me interesa más estar informado que saber.
Hace tiempo que no hago confesiones tan íntimas. Espero que lo sepa apreciar.

Verónica dijo...

A mí me parece que leemos interpretando de acuerdo a lo que sabemos y de acuerdo a nuestras opiniones. No leemos para cambiar estas últimas, sino para reforzarlas. Somos conservadores.

Celeste dijo...

No creo que los gobernantes sean una grupo malintencionado de personas. Creo que tratan de hacer las cosas lo mejor que pueden. Pienso que fallan en su capacidad para la autocrítica y en la honestidad de sus planteos; me refiero a que siempre están diciendo lo políticamente correcto.

Héctor dijo...

Y bueno Celeste, si fallan en la autocrítica y en la honestidad, nada menos, no sé que tan bienintencionados puedan ser.

Sandra39 dijo...

No somos ni ilustrados, ni valientes, porque la sociedad en la que vivimos está enfocada a que seamos consumidores de falsas ilusiones y de confort. En otras palabras, personas que viven en el autoengaño y la comodidad. Qué interés puede surgir entonces por ilustrarse y ser valientes?! Eso minaría las bases mismas de nuestra organización social.

Mercedes dijo...

Saber leer no implica comprensión lectora. Si queremos unir ambos conceptos en una sola palabra, habrá que inventarla.

Laura dijo...

Usted tiene razón: somos adultos que conservamos un funcionamiento mental infantil.

Blanca dijo...

A mí no me incluyas en tu plural, Laura. No sólo pienso que no es así, sino que además tengo la prueba en los niños que cada vez son más despiertos y avispados.

Lautaro dijo...

Padecemos cobardía intelectual. Eludimos la discrepancia. Le tememos al ridículo. No nos aventuramos a pensar porque otros ya lo han hecho. Le tenemos horror a equivocarnos. Odiamos que nos critiquen porque no poseemos la madurez suficiente como para soportarlo.