domingo, 30 de noviembre de 2008

Adoptar una adopción

— No soporto la mentira. ........ me hace mucho daño............... me pone furiosa y siento un odio muy profundo por quienes mienten.

Cuando velábamos el cuerpo de mi padre, mi hermano, entre sollozos oí que le contaba a un primo que ni él ni yo éramos hijos de nuestros padres. Que los dos habíamos sido adoptados cuando todavía éramos muy chicos.

Estuve sufriendo en silencio durante meses hasta que para curar la herida que me había provocado aquella revelación, me puse con una amiga a investigar cuál era mi verdadera historia.

Los pocos tíos que quedaban vivos estaban todos casualmente olvidados de cómo fue el trámite de adopción, dónde había nacido en realidad. Lo más importante para mí era conocer por lo menos a mi madre para preguntarle porqué me había abandonado.

Mi madre era 19 años más joven que mi padre y ambos habían nacido en el interior del país pero se conocieron y se casaron acá en la capital.

Yo los adoré hasta que me enteré de la adopción. Ella murió mucho antes que él a pesar de que era muy joven, pero le vino una de esas enfermedades que te llevan en poco tiempo.

¿Por qué tenían que mentir justo en ese tema tan importante para cualquiera?

— ¿Hubiera preferido no escuchar el comentario que hizo su hermano en el velorio de su padre?

— Nooo! Gracias a haber escuchado eso fue que comencé a investigar, investigar, investigar, hasta que pude saber qué fue lo que pasó en realidad.

Mi madre quedó embarazada siendo soltera pero los padres (mis abuelos) que tenían mucho prestigio y no querían quedar mal, en cuanto se enteraron de su embarazo se la llevaron lejos diciendo que haría un viaje de estudios pero lo que en realidad hicieron fue llevarla a una ciudad del país vecino, permitieron que diera a luz y donaron la bebita a una gente que deseaban adoptar.

Al poco tiempo ella se enamoró de otro hombre y con éste sí se casó. Una vez que le contó lo que le había pasado con su novio anterior y la bebita, él se dispuso a ayudarla para que intentara recuperar a su hija.

Así fue como volvieron a la ciudad donde había dado a luz y luego de un juicio muy agresivo de ambos contra la familia adoptante, lograron recuperar a la hija y volvieron triunfantes a comenzar una nueva vida, con una mujer que cada vez quería más a aquel hombre que le había devuelto algo tan preciado para ella.

Pues bien, esa bebita era yo. El que realmente es adoptado es mi hermano.

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sábado, 29 de noviembre de 2008

Las buenas palabras

El psicoanálisis lacaniano se caracteriza por entender que el lenguaje es determinante del pensamiento. El lenguaje (el idioma castellano en nuestro caso) le da un cierto formato a nuestro pensamiento.

En algunos relatos de este mismo blog he incluido fragmentos de sesión de psicoanálisis en los que el paciente descubre una idea inconciente a partir de lo que expresa sin saber que lo está expresando.

Por ejemplo, en el relato ¿Mi mamá me ama?, Aníbal nombra a una tal «Ana María» en un cierto contexto, con lo que la analista puede sugerir que quizá él no se «Ani-maría» a comunicar su amor a una vecina por confundirla inconcientemente con su propia mamá que tiene ese nombre.

Me parece interesante compartir con ustedes la importancia que en nuestras vidas tienen las «malas palabras».

Una sobrecarga emocional provocada por una frustración sorprendente, es rápidamente atemperada cuando es posible enunciar estas frases tan injustamente condenadas por nuestros usos y costumbres.

Usted seguramente conoce varias de las más usadas y estará de acuerdo conmigo en que producen un cierto alivio con un mínimo esfuerzo.

En general aluden a cosas (excrementos, residuos) o características (homosexualidad, lentitud, etc.) despreciables de la condición humana.

Cuando una inesperada frustración nos hace sentir inferiores, con la mágica fuerza del idioma conjuramos mediante un insulto el fenómeno que nos agravia y podemos sentir un eficaz restablecimiento de nuestra autoimagen.

En suma: El lenguaje determina nuestra forma de pensar y las «malas palabras» no son tan malas como parecen.

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viernes, 28 de noviembre de 2008

Ladrones solidarios

El sentimiento de solidaridad nos hace pensar que la desdicha de un semejante es y debe ser también nuestra.

El sentimiento de solidaridad nos hace pensar que la felicidad de un semejante es y debe ser también nuestra.

Habrán observado que el primer punto de vista es el popularmente aceptado mientras que el segundo, igualmente válido, no es reconocido.

Como la naturaleza siempre busca equilibrios, esta omisión de nuestra cultura (no reconocer como válida la solidaridad con quienes están mejor que uno) tiende a corregirse por vías indirectas. Es lo que hacen los ladrones, estafadores y demás delincuentes que atentan contra el derecho a la propiedad.

Por supuesto que no estoy diciendo que este derecho deba ser desatendido. En nuestro estilo de convivencia el derecho a la propiedad privada es quizá tan importante como el derecho a la conservación de la salud y de la vida.

Sólo me interesa señalar que este derecho está permanentemente siendo vulnerado porque corre con viento en contra dado que el sentimiento de solidaridad instalado entre los que nos sabemos semejantes, incluye el envidiar, desear y hacer lo posible por compartir aquello que tiene mi vecino y que a mí me haría tan feliz.

Podríamos llamarla «la otra cara de la solidaridad»... que también existe, aunque prefiramos no tenerla en cuenta.

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jueves, 27 de noviembre de 2008

«Ayúdote que me ayudarás»

En el artículo publicado hace unos pocos días y titulado «Necesito que te vaya un poco mal» señalo que el amor dentro de una pareja incluye un sentimiento que parecería ser moralmente reprobable, esto es, desear que el otro quede en deuda con nosotros para que nunca nos abandone y para lo cual puede hacer falta que padezca algún trance que nos permita ayudarlo para generarle una deuda de gratitud hacia nosotros.

Agrego ahora que esta actidud —que la mayoría de las veces es inconciente— incluye a los hijos pero con una particularidad y es que éstos inevitablemente pasan por un período en el cual los padres son siempre imprescindibles porque están muchos años sin poder valerse por sí mismos.

Antiguamente esta situación se generaba explícitamente y todos la aceptaban. Los padres tenían varios hijos para que ayudaran a las tareas de la casa y para que cuando el envejecimiento ya no les permitiera seguir produciendo, alguno de los ellos oficiara de «jubilación y asilo».

Los padres sabían que esta costumbre debía ser inculcada a todos los hijos, no solamente en sus aspectos prácticos sino —y fundamentalmente— en la motivación. Era muy frecuente que al niño se le hiciera ver que todo eso que se estaba haciendo por ellos (cuidarlo, alimentarlo, hacerle regalos), algún día lo debería pagar haciéndose cargo de los padres ancianos.

Hoy en día, cuando aquella costumbre parece haberse extinguido pues los padres cuentan con algún seguro de vejez, de asilo y hasta de entierro, igualmente continúa la intención (ahora sí, inconcientemente) de que los hijos estén en deuda moral porque lo que no hay forma de resolver en una economía capitalista es el abandono afectivo.

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

¿Recuerdas qué día es hoy?

Les invento una historia para explicar algo que sucede a cada momento pero que no se tiene en cuenta.

El vino más caro del mundo se llamaba Petrus (de Burdeos - Francia) y se vendía a 2.200 euros la botella, sin embargo este precio fue ampliamente sobrepasado por otro, de origen catalán y que fue embotellado cuando se casaron los Príncipes de Asturias Felipe de Borbón y Letizia Ortiz. Su precio es de 6.000 euros la botella.

Un trabajador con buen salario porque ha escalado a los puestos de dirección de una gran compañía, compró una de estas botellas para demostrarle a su amada cuánto la quería.

Pasado cierto tiempo consideró adecuado preguntarle a ella si había podido disfrutar de tan preciado caldo, a lo que ella respondió que no le interesaba mucho el vino pero que la botella le había parecido hermosa.

Tradicionalmente tenemos la creencia que lo más importante siempre es el contenido, sin embargo no es así en todos los casos. El protocolo puede ser esencial para las relaciones públicas ... aunque algunos se dedican a considerarlo ridículo.

Cuando se reunen personas importantes (porque coyunturalmente sus decisiones afectan los intereses de muchas otras), los expertos en esta disciplina saben con precisión milimétrica quién debe saludar primero, dónde deben sentarse en torno de una mesa, que frases se habrán de decir obligatoriamente y cuáles estarán terminantemente prohibidas.

Cuando nos vinculamos con personas importantes (porque son muy apreciadas por nosotros), deberíamos tener en cuenta qué formalidades serán más valoradas que los afectos mismo. Las fiestas navideñas, los aniversarios y los días de (la madre, etc.) pueden ser más importantes que un sentimiento sincero, sólido y honesto discretamente exhibido durante todo el año.

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martes, 25 de noviembre de 2008

¿Cuál es mi hijo?

El varón no tiene cómo estar seguro de que los hijos que está ayudando a criar sean suyos. Puede suceder que el hijo tenga un parecido físico que disipe las dudas que pudiera tener. También tenemos las confrontaciones genéticas (estudio y comparación del ADN), aunque por ahora éstas sólo son usadas en casos de litigios complejos. Sin embargo, en la mayoría de los casos la duda puede ser permanente.

Esta inseguridad del varón deriva en que puede no ser un fiel cumplidor de su responsabilidad paterna. Estoy mencionando el delito de infidelidad.

La sobrecarga que la naturaleza ha depositado en el cuerpo de la mujer nos obliga a todos a tomar medidas compensatorias pues de lo contrario ella podría ser ineficiente, produciendo nuevos ejemplares que por su incapacidad pongan en riesgo la preservación de la especie. La medida compensatoria más importante es la de coaccionar al varón de quien se supone que son los hijos.

Como se puede ver, la situación es confusa, no cuenta con una solución perfecta y es preciso caer en la violencia de la coacción.

En suma: como el macho humano puede no sentirse responsable de los hijos de su esposa y dado que ésta no puede encargarse sola de la crianza de sus hijos, las sociedades creamos normas por las que el hombre se convierte en una especie de esclavo de la mujer madre de sus (supuestos) hijos.

A partir de este estado de cosas, surgen efectos secundarios ideseables, propios de la coacción y de la esclavitud, que se manifiestan en infidelidades, reacciones violentas, evasiones, ineficacia económica, pobreza, cardiopatías, adicciones, etc.

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lunes, 24 de noviembre de 2008

«Necesito que te vaya un poco mal»

Sobre ciertos temas sería preferible no pensar demasiado porque se corre el riesgo de llegar a conclusiones desagradables.

A pesar de eso siempre me dirijo a aquellas personas que prefieren conocer todas las opiniones para después elaborar las propias.

Mis artículos están pensados para quienes piensan por sí mismos y no para quienes prefieren comprar las opiniones de otros.

Para cumplir con la misión humana número dos (reproducirnos) necesitamos a otro y para cumplir con la misión humana número uno (conservarnos) también necesitamos contar con la colaboración de otros (proveedores y prestadores de servicios, honorarios o rentados).

La prohibición del incesto nos obliga a buscar compañía fuera del núcleo familiar.

En este emprendimiento, buscaremos a alguien que se adecue a nuestros gustos y que esté dispuesto a darnos lo que nos falta (el compromiso afectivo de que estará junto a nosotros “en las buenas y en la malas” ... sobre todo “en las malas” que es cuando más necesitamos compañía y que es cuando más difícil se hace acompañarnos).

Quizá sea más difícil acompañarnos cuando estamos mal, por el trabajo y las privaciones que le impondremos a quien nos acompañe, pero simultáneamente, esa difícil situación nos volverá más dependientes de ella y ésta podrá entonces sentirse más segura de nuestra compañía mientras estemos mal.

Su colaboración generará una deuda que nuestra responsabilidad y gratitud hará que una vez superado el trance, sigamos en deuda durante todo el tiempo por venir.

La necesidad que todos tenemos de que no ser abandonados incluye el deseo —y en algún caso también tomar las acciones que fueran necesarias— de que el otro en algún momento esté lo suficientemente mal como para que esa responsabilidad y gratitud lo obliguen moralmente a no abandonarnos.

Por lo tanto, las relaciones de pareja incluyen aspectos sobre los que sería mejor no tener información porque arruinan la ilusión de que los motivos que conservan los vínculos tan necesarios son generosos, desinteresados y de que nunca incluyen el deseo de que nos vaya mal.

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domingo, 23 de noviembre de 2008

Cecilia

El profesor Atilio llevaba cerca de cincuenta años enseñándole literatura a jóvenes escasamente interesados en ella aunque era difícil que al promediar el año lectivo no hubiera una mayoría de apasionados lectores de cuanto autor latinoamericano estimulara sus frescas inteligencias.

Era su costumbre dedicarle poco tiempo a los autores que no trataran los temas más contemporáneos y eso terminaba entusiasmando a los muchachos que no encontraban en otro lado un mejor organizador de sus turbulentas preocupaciones.

Divorciado cuando tenía apenas veintinueve años, no había querido entablar nuevos vínculos amorosos porque aquel matrimonio le había dejado un sabor muy amargo.

La docencia era su única pasión y cada nuevo autor que llegaba a sus manos era leído con una consigna: «Qué tiene de bueno para mis muchachos».

Cierta vez, cuando ya tenía setenta y dos años —y se enorgullecía de tener como alumno al nieto de un exalumno—, fue citado al despacho del director del colegio y algo de ese encuentro lo angustió.

Efectivamente, el director le dijo de la forma más amable posible que se veía en la penosa obligación de pedirle que se jubilara porque, si bien los chicos estaban muy conformes, algunos padres habían insistido con que sus hijos no merecían ser educados por una persona tan anciana.

Llegó anímicamente destrozado a su casa, se preparó un té y abrió el cajón de su escritorio para mirar como hipnotizado el revólver que allí guardaba.

Pasaron muchas horas de aquella mañana horrible, se había olvidado de almorzar, de ir al baño. Su cuerpo quizá estaba tan muerto como su alma.

Sobre las cuatro de la tarde, sin haber probado tampoco el té, sonó la campanilla del teléfono y decidió no contestar. Llamaron varias veces más durante otras dos horas pero él ya se había desconectado del mundo de los vivos.

Tomó entre sus manos el revólver y otra vez el teléfono. Con la mano izquierda se llevó el tubo al oído como para despedirse del último sonido humano y desde ahí escuchó una voz joven que le dijo:

— ¡Viejito adorado!, soy Cecilia, la hija del director. Me dijo papá que te pidieron la jubilación y estoy radiante porque desapareció el motivo por el que no aceptabas que fuera tu mujer. Si voy ahora para tu casa, ¿me aceptarás?

— ...Sí..., claro. Te espero.

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sábado, 22 de noviembre de 2008

Mi mamá me ama y amo a mi mamá

El sueño de la casa propia es una metáfora de algo mucho más íntimo, afectivo, amoroso.

Tener un lugar en el planeta que nos pertenezca en exclusividad y donde sepamos que nadie puede expulsarnos, es una necesidad espiritual que surge en nuestra más tierna infancia.

Este deseo es la versión materialista del deseo romántico de ser la persona más importante para alguien.

Efectivamente, nuestra felicidad depende de que podamos sentirnos exclusivos para alguien a quien llamaremos «mi amor».

Suponer que alguien depende de nuestra existencia nos aporta la dichosa satisfacción de que no seremos expulsados del corazón de esa persona tan importante para nosotros como lo es —en otra categoría más materialista— la casa propia.

Claro que muchas veces la certeza de un contrato tan particular (que somos el objeto imprescindible para alguien) se deteriora, se debilita, se fractura.

La propia irrealidad del compromiso («juro que sin ti no podré vivir jamás») es la causa de que el sentimiento que más felicidad nos aporta (el amor) sea simultáneamente el causante de más pesares.

Cuando fuimos pequeños y absolutamente vulnerables, tuvimos que suscribir un contrato con mamá que incluía esta frase «juro que sin ti no podré vivir jamás», pero el enamoramiento adulto, que insistentemente quiere replicar aquel delicioso compromiso, cuyo cumplimiento nos dio tanta felicidad (de hecho, si mamá no hubiera cumplido su parte, no estaríamos vivos), no puede ser reeditado porque falta la condición de que nuestro amado sea «pequeño y absolutamente vulnerable».

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Inmadurez presidencial

Para la insatisfacción no hay límites. No faltan quienes proponen que los hijos deberían tenerlos los abuelos porque los jóvenes están muy ocupados y todavía tienen ganas de divertirse.

Además los jóvenes no tienen la paciencia suficiente como para esperar nueve meses interminables y luego estar cambiando pañales cada poco rato y otras inconveniencias que sólo una abuela toleraría.

La adolescencia es un largo período que ocupa el tiempo que va desde la niñez a la adultez. Esa palabra no deriva del verbo adolecer (sufrir, padecer) sino del latín adolescere que significa crecer, convertirse en adulto.

Pasamos más o menos bien cuando los problemas que se nos presentan tienen la solución a nuestro alcance, pero resulta que en este período nuestra madurez psíquica no está preparada para los impulsos hormonales que nos provocan ganas de hacer de todo, de cambiarlo todo, de llevar nuestros ideales hasta las últimas consecuencias.

Aunque de afuera todos pensemos que ser presidente de un país es fácil, son pocos los que pueden tener un desempeño satisfactorio sin que su mente colapse porque las presiones le resultan imposibles de resistir.

Las clásicas perturbaciones de la adolescencia surgen precisamente por eso: Nuestras hormonas nos imponen necesidades y deseos (presiones) que nuestra psiquis —aún inmadura— no sabe cómo resolver.

Qué sucedería si a un señor que sabe servir café con total corrección, se le exigiera que se haga responsable de resolver un conflicto gremial que tiene paralizado a medio país. En el mejor de los casos se comportaría como un adolescente desorientado, irritable, insomne, con trastornos alimentarios, etc.

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jueves, 20 de noviembre de 2008

Los gemelos diferentes

Imaginemos la existencia de dos hermanos gemelos, que son idénticos excepto porque Federico tiene un pequeño lunar en el dedo meñique de su pie izquierdo.

Ambos poseen idéntica trayectoria estudiantil y sus historias de vida (currícula) para ser presentadas ante cualquier trabajo, son iguales.

Son igualmente exitosos y poseen una gran capacidad de liderazgo pero llegó un momento de sus vidas en el que las circunstancias los separaron.

Efectivamente, las excepcionales dotes demostradas hicieron que los políticos de dos colectividades partidarias pensaran en ellos como candidatos naturales para sus respectivas filas.

Fue en esta instancia en la que apareció un segundo rasgo diferenciador que los convirtió en una persona exitosa y otra fracasada.

Federico puede hacer discursos de hasta una hora y media improvisando mientras que Francisco necesita redactarlos, corregirlos, ensayarlos y luego leerlos frente al auditorio.

Como digo en el artículo de ayer titulado La simbólica monarquía del pavo real los humanos tenemos una sensibilidad determinante hacia los símbolos y la capacidad oratoria es entendida como un rasgo esencial para erigir un presidente, aunque si nos detuviéramos sesenta segundos a revisar la validez de este rasgo nos daríamos cuenta de que un buen presidente no tiene por qué ser un buen orador.

Aunque parezca mentira, una mayoría de nuestras decisiones surgen porque nuestra psiquis entiende que ciertos símbolos (palabras, gestos, poesías, promesas) son tan reales como los hechos (resultados, concreciones, objetos tangibles).

En suma: con frecuencia confundimos el símbolo con lo simbolizado, al representante con el representado, al mapa con el territorio.

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

La simbólica monarquía del pavo real

a) La esposa mira con desprecio a la amante de su marido y ésta baja la mirada ante aquella anciana mal vestida.

b1) Dentro de la misma empresa hay personas que se sienten grandiosas y otros que se sienten pequeños e insignificantes. Todos reciben exactamente la misma paga pero los primeros trabajan en oficinas con grandes ventanales y los segundos sólo se iluminan con luz artificial.

b2) Un empleado que con nueve años de antigüedad aún figuraba en el penúltimo nivel salarial, solicita un aumento de sueldo y como su productividad no lo justificaba, el ingenioso jefe de recursos humanos lo dejó muy gratificado «ascendiéndolo» al cargo de «Subcoordinador Adjunto», aunque sin modificar el importe de su remuneración.

c) Al recluta de 25 años se le acelera el corazón y corre por su cuerpo un sudor frío porque acaba de entrar a su dormitorio otro joven de 25 años pero tocado por un sombrero muy vistoso y vestido con un traje de botones dorados y galones blancos.

Los seres humanos somos muy sensibles a los símbolos. Los hechos nos influyen según lo que simbolicen para nosotros.

En el caso a) la amante del señor casado, puede que sea joven, que esté recibiendo abundantes regalos para ella, sus hijos y toda su familia, pero en su registro de los símbolos es mucho más importante ser la esposa que la amante de ese señor.

En el caso b1) los empleados están motivados o desmotivados por el lugar donde les fue asignado para que trabajen. La puja por tener ciertas ubicaciones, decorados, sillones o lugares en el estacionamiento de vehículos, puede llegar a extremos insólitos ... si no entendiéramos cuánta dependencia tiene nuestra psiquis de estos estímulos.

El caso b2) es fácilmente intuible. Es frecuente leer los nombres casi ridículos que se le asignan a ciertos organismos y oficinas así como también la denominación con la que bautizan la función que algunos jerarcas tienen a su cargo. Agrega prestigio el que luego sean nombradas por las iniciales (F.M.I., O.N.U., B.I.R.F., etc.)

La vestimenta militar responde a los mismos criterios, así como también la de otros uniformados como son los sacerdotes, los policías, los médicos, los jueces, ...

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martes, 18 de noviembre de 2008

Orígenes del amor y del odio

Según la teoría de Darwin (1859) la evolución de las especies ha dado como resultado, por ejemplo, que algún mono se haya convertido en ser humano.

Cincuenta años después, Freud usó la idea para pensar que la psiquis también tiene un proceso evolutivo.

Los sentimientos de amor y de odio surgen cuando el recién nacido calma los dolores del hambre bebiendo la leche que proveen las glándulas mamarias de su madre pero se pone furioso cuando esas glándulas dejan de producir leche y tiene que comenzar a ingerir otros alimentos para no morirse por desnutrición.

Cuando los senos le dan leche siente amor y cuando dejan de dar leche siente odio.

Más adelante la madre empieza a pedirle que defeque y orine en cierto lugar. El pequeño empieza a sentir la presión social y eso le produce mucho malhumor y odio pero cuando logra cierto dominio sobre su cuerpo le resulta posible negociar sus evacuaciones a cambio de amor.

Los humanos nos ganamos el afecto haciendo lo que nos piden quienes tienen en sus manos el poder de que nos sintamos bien o mal. En la disciplina que la sociedad nos impone sobre cómo evacuamos las heces y el orín, también están diseñándose nuestros sentimiento de amor y de odio.

La psicología entonces interpreta que nuestra afectividad evoluciona a partir de estas primeras experiencias vinculadas con lo que ingerimos y con lo que evacuamos y eso le permite aplicar un criterio científico para sacar sus conclusiones.

Efectivamente, asumiendo esas hipótesis sobre la evoluciones de la afectividad, la psicología puede deducir y comprender con un grado de certeza próximo a otras ciencias humanas como son la medicina, la abogacía o la economía.

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lunes, 17 de noviembre de 2008

El juez al fallar, falló

En un artículo reciente titulado El placer de la inmovilidad menciono que el texto de las leyes nos informan sobre todo lo que la sociedad nos tiene que prohibir pues, hablando pronto y mal: «Somos capaces de hacer casi cualquier cosa».

Ese tema me llevó a otro que puede ser interesante para compartir.

Los integrantes de una sociedad tenemos por lo menos dos maneras de actuar frente a las leyes. Una es como jueces que las interpretan y otras es como policías que las aplican. Como la mayoría de la población no trabaja ni como juez ni como policía, entonces tratamos de ejercer los dos roles sólo que imaginariamente, en nuestra fantasía, jugando con nuestras reflexiones.

En este juego procuramos hacer ambas funciones: interpretar y aplicar (la ley).

Y al comienzo no más aparece un interesante problema. La ley está expresada en palabras que no tienen un significado único. ¿Cómo interpretar entonces?

La ley nos dice «No matarás» y me pregunto ¿en defensa propia tampoco? Ella insiste: «No matarás». Y si me muero de hambre ¿puedo matar un pollo, para asarlo en ...? «No matarás» insiste imperturbable la ley. Pero este tipo de situación no logro tolerarla, ¡me suicidaré!. «No matarás» me contesta la ley.

Y la duda va en aumento. Cuando estamos leyendo esta ley legislada, nada menos que por Dios, es probable que seamos presa de una incontenible indignación cuando vemos que algunos semejantes la transgreden una y otra vez, matando personas, animales, bosques enteros, destruyendo el planeta que Dios nos dio. Esa indignación nos llevará a un punto en el cual encontraremos justificado matar a los asesinos con lo cual...

Pero para no hacer este texto más largo de lo debido, termino diciendo que cuando un juez emite su dictamen se dice que «falla» lo cual significa dos cosas: 1) que emite su sentencia definitiva y 2) que se está equivocando.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

Numerología letal

Braulio Cejas era un señor de apenas treinta y pocos de años, gordito, lento, con poco cabello pero muy largo y grasoso, dedos cortos terminados en uñas sucias. Siempre usaba los mismos zapatos negros acordonados y (¿las mismas?) medias grises.

Hijo de un directivo del hospital, le fue asignado el archivo de historias clínicas porque su aspecto era inconveniente para la apariencia higiénica de la institución.

Podía pasarse horas haciendo divisiones muy extensas usando el dorso de informes que nadie leía. Era su pasión.

Hablaba muy poco y casi nunca contestaba el saludo o el teléfono.

A ese rincón frío, oscuro y bastante húmedo del hospital iba y venía un jovencito de extraño peinado, cargando las historias de personas internadas, egresadas y fallecidas.

En cierto momento la tranquilidad del archivo perdió su ritmo porque hasta ella llegó el alboroto que se producía en los pisos superiores porque el número de fallecidos estaba aumentando a un ritmo alarmante ... incluyendo personal técnico, semitécnico y administrativo.

Claro que Braulio no se inmutó hasta que mirando la planilla con los datos personales de los fallecidos observó que en la numeración de los documentos de identidad siempre figuraban los números correspondientes a la fecha del fallecimiento.

En medio del griterío de la gente que iba y venía, comenzó a mirar las numeraciones de las personas aún vivas y comprobó con orgullo que la hipótesis era correcta: Día a día fueron falleciendo todos los pacientes y funcionarios según sus cálculos.

Como siempre ocurre, omitió chequear su propio número de documento, aunque de nada le hubiera valido.

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sábado, 15 de noviembre de 2008

El placer de la inmovilidad

Una buena manera de conocer al ser humano es curiosear las leyes que los pueblos han tenido que pensar para organizar la convivencia. Por ejemplo, cuando vemos que está prohibido matar ya sabemos que el ser humano puede asesinar.

La cantidad de normas que limitan nuestras acciones se acerca peligrosamente a un número infinito. Tantas normas también dan cuenta de lo que somos capaces.

Otra buena manera de conocer al ser humano es leyendo a los novelistas cuyas obras han resistido mejor el paso del tiempo: Homero, Dante, Chejov y un abundante etcétera.

Estas incursiones en la descripción del ser humano inevitablemente son leídas con una distancia que nos hace perder de vista lo que quizá sea más valioso de la lectura: tanto los códigos como los novelistas siempre están hablando del lector sólo que éste supone que están referidos a otros (a los posibles delincuentes o a los personajes de ficción).

El desconocimiento de nuestra condición humana nos quita libertades en tanto vivimos con alguien (nosotros mismos) que no sabemos cómo es, qué piensa, cómo va a reaccionar. Se nota más claramente cuando tenemos dudas paralizantes.

¿Por qué persistimos en no saber quién somos al punto de «padecer» dudas paralizantes? Para conocer una de las tantas explicaciones de todo esto podemos recordar que las restricciones a nuestra libertad suelen teatralizarse mediante juegos de inmovilización que resultan sexualmente muy excitantes.

En esta categoría también se encuentran las pesadillas en las que «no podemos huir de una amenaza terrorífica».

Los seres humanos nunca damos puntada sin hilo y nuestras conductas más llamativas están justificadas porque satisfacen algún deseo.

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viernes, 14 de noviembre de 2008

Más amor con menos gasto

Hasta los varones más machos son consumidores de amor, aunque seguramente no es ésta una particularidad que andarán exhibiendo utilizando revólveres color rosa o decorando su maltrecha ropa interior con bordados románticos.

La valentía, la rudeza, la ausencia casi total de lágrimas para los hombres mayores de diez años, la exposición al riesgo son características casi obligatorias para los varones del tercer mundo y en menor grado para los del primer mundo.

Como todos —hombres y mujeres— somos demandantes de amor, andamos por la vida buscándolo de mil maneras diferentes.

Ambos géneros procuramos que nos amen pareciéndonos a aquellos personajes que nosotros amamos. Esta copia debe ser discreta y disimulada porque si alguien notara el plagio, entonces el esfuerzo se convertiría en contraproducente ya que seríamos objeto de burla.

Los modelos clásicos pueden ser personajes reales o personajes de ficción o personajes reales a los que se les inventa una historia.

Copiamos a estos modelos procurando ser tan amados como ellos.

Me preocupan en este artículo las personas que copian personajes que han llegado a ser amados por su dolorosa existencia: Cristo, Gandhi, Ernesto (Che) Guevara y otros mártires.

Como el proceso de identificación con el ídolo es inconciente, puede convenir tomar conciencia de lo que está ocurriendo porque siempre se está a tiempo de elegir un modelo que nos permita una mejor calidad de vida.

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jueves, 13 de noviembre de 2008

«Dejad que los quejosos vengan a mí»

En el artículo de hoy titulado Los que sufren aman mejor digo que necesitamos el amor tanto como el alimento.

Como el amor surje de un intercambio (amo a quienes me aman), me preocupa amar como forma de generar lo que es imprescindible para mi: ser amado.

Nuestro espíritu está programado para tener la certeza de que una persona rica y sana ama mucho menos que otra que sea pobre y enferma. El modelo prototípico de amor es el de Cristo: un joven apuesto que es crucificado y mortificado con una corona de espinas que se hace matar por defendernos.

Ahora voy al punto que quería comentar. Todos conocemos personas que no paran de quejarse de lo mal que les va en la vida. Aún cuando sean tan pésimos actores que no sepan disimular su bienestar, perseveran en hacernos creer que padecen atroces carencias, sufrimientos e injusticias.

Estoy seguro de que estas personas no actúan siguiendo un plan estratégico sino que lo hacen automáticamente, porque han encontrado que esa forma de actuar en sociedad les resulta beneficiosas.

Y así es en efecto: las molestias que causan con su actitud quejosa son toleradas porque tienen el mérito de que cuando nos demuestran su afecto, nos parece muy valioso. Los quejosos logran que las manifestaciones de aprecio que hacen a los demás parezcan más auténticas, valiosas, gratificantes. Esta cotización que le damos a los gestos amorosos de los plañideros es lo que los estimula para continuar representando ese personaje.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Amor sin barreras

En un artículo titulado «Ser o Tener, esa es la cuestión» escribo sobre un tema muy poco frecuentado en la web y en los libros de divulgación.

En una síntesis muy apretada, la idea sería: Si alguien me ama (cónyuge, padre, etc.) puede ser por que imagina que soy una parte suya o porque tengo cualidades que le sirven.

El surgimiento de los celos dependerá de cómo sea ese amor.

Si Delia imagina que Damián está acariciando a otra mujer, puede ponerse tan furiosa como si su propia mano fuera la que está acariciando a otra mujer. Esta convicción le provocará dos sentimientos posibles:

1º) Que Delia está teniendo una conducta homosexual (porque para Delia, Damián ES una parte sí misma; no es que TIENE un cónyuge sino que existe una persona que ES parte de su cuerpo. Ella quizá diga: «A Damián lo quiero más que a mí misma»);

2º) Que esa mano con la que Delia contaba, ya no es tan suya y esto pone en riesgo su propia integridad corporal. En esta situación, Damián está amputando a Delia con su actitud amorosa hacia otra mujer.

No tiene ninguna importancia cuál sea la realidad material de los hechos (que Delia y Damián son dos personas independientes); lo que cuenta para que surjan los celos atormentadores es lo que el celoso siente como verdadero (realidad psicológica).

La situación empeora porque esta percepción equivocada de la realidad (que Damián es parte del cuerpo de Delia) suele interpretarse como un amor sublime, romántico, envidiable, cuando en realidad es una manera enfermiza de vincularse y que, por supuesto, tiene muy mal pronóstico.

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martes, 11 de noviembre de 2008

El alma burocrática

Nuestra psiquis funciona como una organización burocrática. Algunos departamentos se dedican a recibir datos en el mostrador (contacto con la realidad), otros procesan esa información para poder presentársela a los centros de decisión (realizar o no realizar cierta acción), otros controlan el propio funcionamiento («¿estoy haciendo las cosas bien?»).

Como en el caso de una oficina pública, el contacto con la realidad (el dato recibido del mundo exterior) puede ser alterado durante el trámite porque el órgano de decisión ya dio la orden de que ciertos temas prefiere no conocerlos porque lo perturban (sobre todo aquella información que perjudica sus intereses).

También los datos se distorsionan porque cada departamento se cuida de que el departamento de control interno no emita juicios descalificantes. En general todos los departamentos actúan cuidándose de no ser perjudicados y siempre están buscando formas de disminuir el esfuerzo y aumentar las ganancias.

El proceso es lento y suele pasar bastante tiempo entre que la información fue recibida en el mostrador (por ejemplo, la persona-institución burocrática se enteró de que tiene el colesterol demasiado alto) y que se toma alguna decisión.

Recordemos que una de las acciones posibles es no hacer nada, dejar que las cosas se arreglen solas, ignorarlas, «hacer la vista gorda», «hacerse el distraído».

Cada vez que criticamos la ineficiencia de algunas organizaciones burocráticas, estamos haciendo una crítica autobiográfica, aunque en este caso el trámite consiste en criticarnos indirectamente para evadir toda necesidad de cambio.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Poesía científica

En el artículo publicado hoy con el título «Fabricaré la sopa que más me agrada» comento que la percepción no es una función confiable. Al menos para los negocios.

Si en un momento de romanticismo científico usted se tira en la arena de una playa solitaria alumbrada solamente por la luz de las estrellas, tendrá la convicción de que nuestro planeta está en el centro del universo y que éste gira alrededor nuestro.

Todos tenemos mucha confianza en los datos provenientes de nuestro sentido de la vista. Sentenciamos seriamente usando la frase «si no lo veo, no lo creo».

La ciencia —en todas sus especialidades— sólo se dedica a rectificar nuestros errores de percepción. Su principal objetivo es demoler las convicciones que hayamos construido en base a deseos, intenciones, voluntad, esperanza, anhelos, apresuramiento, prejuicios, buenas intenciones, simpatías, modas.

Nueve de cada diez estudiantes manifiesta tener dificultades severas con las ciencias duras (matemática, física y química). Genéricamente se explica este hecho objetivo diciendo que los docentes son incapaces de trasmitir pedagógicamente dichos saberes.

Sin embargo el principal motivo está en que los seres humanos tenemos un apego muy difícil de abandonar por lo que el psicoanálisis llama «principio del placer», esto es, aceptamos lo agradable (deseos, intenciones, voluntad, esperanza, anhelos, apresuramiento, prejuicios, buenas intenciones, simpatías, modas) y rechazamos lo desagradable (la ciencia que demuele esas convicciones placenteras).

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domingo, 9 de noviembre de 2008

Caín y Abel

— ¡Querida Matilde! ¡Por fin llegaste! ¡No aguantaba un día más sin tu compañía!

— Sin embargo viniste a recibirme con la única camisa que sabes que me trae pésimos recuerdos.

— En realidad no me acordaba de ese detalle, pero además es la única limpia que me va quedando, porque sabes que la señora que me...

— ...te hace lo que tu deberías poder hacer y no haces porque piensas que esas tareas son de mujeres... Vengo de un mundo donde los hombres son seres humanos y las mujeres son seres humanos. SON IGUALES. ¿ENTIENDES ESO?

— Está bien Matilde, pero por qué me gritas. ¿Recién llegaste y ya retomaste el malhumor local?

— Te grito porque acá hay un gentío horrible y este aeropuerto es tan chico que parece una cabina telefónica. Ni el peor país de África tiene tanta incomodidad para recibir a los turistas.

— No te pregunto cómo te fue en el viaje porque ya veo que te dejó con el carácter más podrido que antes. Consigamos un taxi.

— ¿Cómo? ¿Y nuestro auto?

— Quedó en el taller porque olvidé reponerle aceite y se fundió el motor. ¿Te sobró algo del dinero que llevaste para el viaje?

— Vengo con las tarjetas de crédito desbordantes de facturas del país que me pidas.

— Entonces vas a tener que hablar con tu papá porque acá la cosa está que arde. No tengo un peso partido por la mitad.

— (Suena el celular de ella) ¡Hola Alberto! ¿Dónde estás? ¿DÓNDE? ¿Me viniste a buscar? ¡Ay! ¡Ahora te veo! ¿Qué haces en ese Volvo nuevo? Sí, sí, me voy contigo así te cuento todo. (Dirigiéndose al esposo) Miguel, vete solo que me voy con tu hermano. ¡Chau!

— ¿No me das ni un beso?

— Otro día te daré dos.

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sábado, 8 de noviembre de 2008

Enfermedades virtuosas

Una persona puede tener una fobia y no molestar a nadie con su particularidad psíquica. El problema se nos presenta cuando esa persona no asume que tiene una fobia y afirma que lo que está mal es el mundo.

Por ejemplo, los ratones y las ratas son roedores que viven cerca de los humanos desde siempre. El rechazo enfermizo (fobia) a estos animales es bastante generalizado. Por este motivo estamos pensando que son alimañas y que deben desaparecer como especie.

En este caso, la fobia de un grupo importante de personas impone el criterio de que la ecología para con esos objetos fobígenos (objetos de fobia) debe consistir en su erradicación.

El rechazo fóbico no siempre es tan notorio como el que se teatraliza con una mujer histérica parada arriba de una silla, gritando como si la amenazara un león hambriento. A veces es más moderado, sutil, disimulado y hasta elegante si usted me permite la exageración.

La fobia a las enfermedades se disfraza como una conducta responsable aunque se tomen medidas extremas que recortan muchas libertades, derechos y placeres. La fobia a la pobreza es presentada como una lucha digna de las personas solidarias, buenas, generosas, aun cuando existan pobres que toman esa respetable opción.

En suma: La actitud fóbica suele presentarse como «simple intolerancia» para quitarle la característica patológica que tiene la fobia. Y para purificar aún más la imagen de estas personas, se pregona la santidad de esas intolerancias.

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viernes, 7 de noviembre de 2008

½ masivo

Cuenta Miguel de Cervantes Saavedra en su libro "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha" que un señor normal, muy apasionado por la lectura de novelas de caballería, un día decidió abandonar la ficción y vivir realmente las aventuras que durante años habían afiebrado su imaginación.

Con esta decisión, su nombre Alonso Quijano pasó a ser Don Quijote y luego de conseguir todo lo necesario para empezar semejante emprendimiento (caballo, escudero, armas, estar muy enamorado de una jovencita), salió a rectificar el mundo.

Todos, incluidos Sancho y el autor, pensaban que Don Quijote estaba loco, pero quienes leyeron la obra con criterio clínico aún no han alcanzado una conclusión definitiva.

Una persona normal es alguien que piensa como la mayoría. Si partimos de esta condición de normalidad, entonces la mayoría de los genios son enfermos. También se dice que una persona es normal cuando pasa desapercibida sobre todo porque no molesta a los demás.

La normalidad es una cárcel de máxima seguridad en la que tenemos que estar recluidos los que no queramos llamar la atención y preferimos pasar desapercibidos no molestando a los demás.

La mayoría de los que usamos el idioma aún no aceptamos que “normalidad” sea un sinónimo válido de mediocridad y subdesarrollo.

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jueves, 6 de noviembre de 2008

Los antojos son sagrados

En el artículo publicado hoy con el título «Necesito un bombón» comento que un niño puede pedirle un bombón a la madre cuando en realidad lo que está necesitando es que la madre le confirme por millonésima vez cuánto amor le tiene.

¿Por qué el niño no se lo pregunta directamente en lugar de hacer todo este rodeo de pedir un bombón? Acá está una de las claves del psiquismo: el deseo.

Ni un niño ni un adulto escapan al particular funcionamiento del deseo, consistente en ser reconocido como deseante.

Me explico mejor: el niño lo que en realidad quiere es que la madre reconozca, intuya, comprenda, acepte, convalide, entienda, asuma que su hijo desea.

Veamos qué le dice Miguel a su compañera: «Matilde, tengo la imperiosa necesidad de que aceptes mis aspiraciones, mis caprichos, mis antojos. Para mí es fundamental que tu estés convencida de que mis anhelos son legítimos, válidos, respetables, sagrados, incuestionables. Si puedes satisfacerlos me alegraré pero recuerda que lo más importante para mí es que los reconozcas como sagrados».

El deseo de Miguel es que Matilde haga todo eso con sus gustos, aspiraciones, etc. Si Matilde hace eso, entonces Miguel se sentirá gratificado por ella.

Lacan lo dijo así: «El deseo del hombre es el deseo del Otro».

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miércoles, 5 de noviembre de 2008

Dejad que los adulones vengan a mí

Imaginemos a un gobernante recluido en su palacio presidencial que permanentemente está tomando decisiones que afectarán los destinos de sus gobernados, basándose en la información que recibe de sus múltiples asesores.

Los asesores son personas que reciben variadas manifestaciones de afecto (fiestas, invitaciones, regalos, halagos verbales, dinero en efectivo) de parte de los poderosos empresarios que habitan en ese país imaginario.

A poco de instalado este gobierno, es claro que los asesores acomodan la información que suministran al presidente como para que éste siempre tome decisiones convenientes para los generosos empresarios que hacen tan hermosos regalos.

La educación en valores cívicos y religiosos de esos ilustrados asesores influye para que nieguen la hipótesis de que son simples corruptos y prefieren suponer que los regalos responden a su natural atractivo. Imaginan ser amados por lo que son (gente linda, simpáticos, amables) y no por lo que tienen (poder transitorio).

Cuando somos presidentes de nuestro hogar y nos dejamos asesorar por noticieros y publicaciones que nunca ponen en duda nuestra inteligencia, que siempre se cuidan de no ofendernos, que permanentemente dicen lo que queremos escuchar (o leer), nos comportamos tan estúpidamente como el presidente imaginario.

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martes, 4 de noviembre de 2008

El amante que quiero para mi esposa

Empecé a estudiar psicoanálisis cuando sentí que la creatividad de los novelistas empezaba a flaquear. He leído miles de novelas y puedo asegurarles: llega un punto en el que inevitablemente es necesario ingresar en la realidad para encontrar historias realmente originales.

Habrán observado que los relatos más atractivos incluyen alguna traición amorosa con el mejor amigo. Siempre me pareció éste un recurso literario efectivo pero muy gastado.

Fue estudiando psicoanálisis que encontré conexiones con la realidad.

Es técnicamente entendible que un hombre procure (inconcientemente) un amante para su esposa porque su erotismo crecerá en forma exponencial.

La esposa suele representar a la madre por quien se tuvo un intenso deseo sexual que la prohibición del incesto canceló con prepotencia. Sin embargo el deseo nunca muere y cuando él hace el amor con su esposa, inconcientemente se complace pensando que ella es su mamá. Repito: inconcientemente. No tiene ni noticias de que eso le esté sucediendo. Es más, si está leyendo esto, no me creerá.

Cuando el deseo por la esposa empieza a decaer, el esposo preocupado tiene que hacer algo. Una solución consiste en procurar que ella tenga un romance con su mejor amigo (del esposo) y así poder fantasear con que el amante-mejor amigo es el padre. De esta manera el deseo edípico reverdece y el amor entre los cónyuges también.

Este amante de la esposa tiene que ser uno en particular (su mejor amigo-papá) porque si ella hiciera el amor con otro hombre que no fuera el mejor amigo del esposo-hijo, entonces mamá se convertiría en una puta (por no tener sexo exclusivamente con papá-mejor amigo).

Si mamá-esposa tuviera sexo con un amante no elegido (inconcientemente) por el hijo-esposo, entonces nuestro personaje, el esposo aburrido que incita sutilmente a su esposa a serle infiel, se convertiría en un hijo de puta, lo cual tratará de evitar en salvaguarda de su autoimagen.

Por esto último es que el esposo que entrega a su esposa a su mejor amigo es simultáneamente muy celoso de que ella no se vincule con otros hombres.

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lunes, 3 de noviembre de 2008

El talón o el oído de Aquiles

La Ilíada es la obra literaria más antigua de la cultura occidental. Se supone que la escribió un tal Homero hace más de 2.800 años. Más que el asedio a la ciudad de Troya, el tema central gira en torno a la cólera del personaje principal: Aquiles.

Éste también es el primer gran personaje de la literatura occidental. Se dice de él que era muy bello, que era el más veloz de lo humanos, que era muy amigo (o demasiado amigo) de un tal Patroclo y que era invulnerable en todo el cuerpo excepto en el talón.

En esta única parte vulnerable (el famoso «talón de Aquiles») fue donde lo hirieron con una flecha envenenada que le causó la muerte.

Ahora voy a defender a ese único punto vulnerable de un personaje envidiable por su impenetrabilidad.

Aunque parezca mentira nuestra cultura, 2.800 años después, sigue promoviendo que seamos lo más impermeables posible a cualquier ataque externo. Para lograrlo apelamos fundamentalmente a tener un férreo control de nuestros afectos, tratando de no ser crédulos, confiados, receptivos de las nuevas ideas. Nos enseñan a escuchar lo menos posible, a leer sólo aquello que repite lo que alguna vez aceptamos como válido y a no leer nada que lo contradiga.

Quienes tengan la suerte de ser tan impenetrables serán doblemente felices si cuentan con un «talón de Aquiles» que les permita mantener aunque sea un mínimo contacto con la realidad, para no perderse en el autismo que nos convierte en dogmáticos, intolerantes, repetitivos, carentes de creatividad, mentalmente sordos.

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domingo, 2 de noviembre de 2008

El florista

— ¿Podemos compartir la mesa?

— Si.

— Mozo, ¿sírvame un café con leche con tres galletitas saladas? ¿Usted quiere algo?

— Si. Un vaso de agua.

— Parece que el frío se está yendo de a poco ¿no?

— Ajá... De a poco.

— ¿Usted es de por acá? Nunca lo había visto.

— Si. Vivo a unos diez kilómetros de acá.

— ¡Ah! ¿Vende flores por lo que veo?

— Si.

— Acá tiene su agua. ¡Gracias mozo! Es complicado el cultivo de flores ¿no es así?

— Yo las consigo en un pantanal que tiene una señora que vive sola a unos veinte kilómetros de acá. Nacen solas, las corto, las ato con alambre, las traigo, las vendo y ya está.

— ¡Qué interesante! ¿y cómo descubrió esa forma de vida?

— Entré a la iglesia una mañana en que estaba desocupado, tenía frío y mucho hambre. El cura decía que Dios cuida a los pájaros y a los lirios del campo dándoles de comer. Salí a buscar lo mío y encontré esto.

— Ah, sí, es una parábola dicha por Jesús.

— ¿Una qué?

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sábado, 1 de noviembre de 2008

Un traspié no es caída

Es popular el rechazo a la consulta psiquiátrica. Muchas personas la evitan alegando que no están locos para tener que hacerlo.

La angustia puede llegar a ser muy dolorosa. Por ejemplo, el ataque de pánico es un miedo difuso y continuado que disminuye drásticamente la calidad de vida.

Los psiquíatras apoyan casi toda su eficacia en la administración de medicamentos que alteran el funcionamiento mental propiciando alteraciones que mejoren la situación del paciente.

Le pongo un ejemplo extremadamente sencillo. Una persona está haciendo la limpieza de su casa y sin querer tira al suelo un portarretrato. Lo levanta y reubica en el lugar donde siempre estuvo. Todo vuelve a la situación anterior.

Los padecimientos psíquicos suelen ser algo parecido aunque se viven con una sensación subjetiva de tragedia. Por ejemplo, la imagen social de alguien se ve cuestionada por un error cometido en el trabajo (el portarretrato cae al suelo). La vergüenza, el miedo a perder el trabajo, la culpa y muchos sentimientos asociados, convierten el hecho en algo verdaderamente trágico (aparecen episodios de pánico).

Una consulta al psiquíatra restablece en unas cuantas semanas la tranquilidad perdida. El nuevo estado mental logrado permite al paciente relativizar la importancia de aquel error en el trabajo y así recupera su calidad de vida perdida (el portarretrato vuelve a ubicarse donde estaba).

Obtenida la reubicación mental, será posible ir disminuyendo las dosis hasta prescindir totalmente de ellas. Sólo quedará un mal recuerdo pero una buena experiencia: el paciente pudo relativizar la importancia de ciertas contingencias de la vida y pudo conocer una ciencia que le devuelve calidad de vida.

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