martes, 31 de mayo de 2011

El instinto de conservación es antisocial

La pobreza en los vínculos suele no ser tal porque sin darnos cuenta recibimos poco cuando damos poco. Todos tenemos un instinto de conservación que nos preserva de la actitud depredadora de quienes podrían ser amigos o amantes.

«¡Qué mala suerte tengo! No paro de atender el teléfono pero nunca me llaman quienes yo más deseo que me llamen.»

Analicemos usted y yo qué puede estar ocurriéndole a esta persona para lamentarse en esos términos.

1º) Nuestro instinto de conservación se encarga de acomodar la percepción subjetiva de los estímulos, para realzar los más convenientes y quitarle intensidad a los menos importantes.

Estamos organizados para que nuestras antenas receptoras de señales potencien aquellas que signifiquen amenazas, peligros, dificultades y debiliten aquellas que signifiquen seguridad, confiabilidad, tranquilidad.

Por lo tanto, a todos nos ocurre que le destinamos menor atención a lo que no estamos necesitando y mayor atención a lo que sí necesitamos.

En suma 1: Quizá quien hablaba recibía igual cantidad de llamadas de personas deseadas que de no deseadas pero subjetivamente le parecía que las prescindibles eran muchas más que las agradables.

2º) Por regla general hacen más llamados quienes quieren pedir algo y hacen menos llamados quienes no tienen necesidades o suponen que serán demandados.

La persona que analizamos está esperando ser llamada por personas que le solucionen su problema de soledad, aburrimiento, escasez económica pero lamentablemente es llamada por quienes tienen la misma actitud demandante, pedigüeña, suplicante.

El propio instinto de conservación nos induce al egoísmo, al estado de alerta y en algún caso desconfianza y paranoia.

En suma 2: Quien espera ser llamado por alguien a quien piensa hacerle un pedido, quitarle algo o depredarlo, actúa de forma parecida a un cazador que utiliza trampas para que las presas incautas queden atrapadas y terminen alimentándolo.

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lunes, 30 de mayo de 2011

Podemos recorrer más kilómetros de vida

Los autos modernos consumen la tercera parte de combustible que hace 20 años pero los humanos seguimos desperdiciando nuestra energía en pensamientos primitivos (prejuicios, creencias, miedos).

La mayoría de las máquinas que usamos para fabricar o para transportar, consumen algún derivado del petróleo.

Desde hace más de un siglo extraemos ese producto de yacimientos que no se renuevan y que algún día se agotarán.

Además, los combustibles fósiles (como se le dice a los derivados del petróleo), al quemarse liberan un gas que en grandes cantidades es tóxico (dióxido de carbono, CO2), lo cual, según los científicos más alarmistas, nos está dejando sin oxígeno, está debilitando la capa de ozono, se están deshielando los polos por el recalentamiento global y otros fenómenos similares en su aporte de malas noticias.

Las consecuencias de esta inminente escasez y extinción del oro negro (metáfora por petróleo) son visibles en cuanto a que

— los países productores —organizados en el sindicato que los protege llamado OPEP—, aumentan sus precios;

— los países imperialistas (Estados Unidos, Francia, Inglaterra), encuentran pretextos para invadirlos y asegurarse el suministro por más tiempo;

— los vehículos son cada vez más inteligentes logrando así que el consumo de petróleo y la emisión de dióxido de carbono sean cada vez más bajos.

Aunque la mecánica automotriz es una de mis pasiones, en nada alcanza al amor que siento por el psicoanálisis y tomando datos de una para aplicarlos en el otro, es oportuno recordar que los conflictos psicológicos, no «conocerse a sí mismo», los prejuicios, las creencias, la baja tolerancia a la frustración y otros errores de pensamiento, aumentan lamentablemente nuestro consumo de energía, que si bien es renovable, somos los humanos los que no lo somos porque algún día moriremos sin disfrutar todo lo que fue posible.

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domingo, 29 de mayo de 2011

El derrumbe de un ídolo

Fui hecho a imagen y semejanza de mi abuela materna.

Ella nos ha marcado a sus pocos familiares de una manera sutil pero firme, nítida, inevitable.

Es híper activa, generosa, creyente, toda bondad.

Siempre estaba sonriente, escuchando con atención, sin dar consejos sino ofreciéndose para hacer ella lo que cualquiera necesitara: cuidar un anciano, limpiar, cocinar, escuchar quejidos, prestar dinero.

Así fui criado. Ese era el modelo que yo necesitaba imitar. De mi madre me cuesta recordar el color de sus ojos.

Mi padre era el perro fiel de mi abuela y se desvivía para que ella no trabajara tanto. Después de cumplir las doce horas de trabajo en una fábrica que le dejaba un olor penetrante en la vestimenta, venía apurado a contarnos historias mínimas dirigiéndose siempre a ella.

Esta Súper Mamá era la que me escuchaba las anécdotas de la escuela, me miraba los cuadernos consultándome qué quería decir tal palabra, alabando la uniformidad de mi caligrafía, admirando los colores con que yo subrayaba hasta por demás.

Hasta que tuve 19 años mi abuela fue la gran enciclopedia viva, que me enseñó con actitudes cómo debe ser un buen ciudadano: trabajador, pulcro, reservado, solidario, temeroso de Dios, honesto, incansable, para recibir a cambio el enorme premio de ser querido por ella y por todos quienes me conocieran.

Escribo todo esto con cierta vergüenza, sorna, ironía, porque lo que pienso de mi abuela y de quienes se le parecen ha cambiado.

Un día vino la policía, se la llevó y dejé de verla.

Con los años supe que en su infinita compasión les practicaba abortos a mujeres desesperadas que le enviaba su mejor amiga.

Mi abuela realizaba el trabajo, corría el riesgo que la llevó a la cárcel, pero la mejor amiga cobraba abultadas sumas sin compartirlas.

La vergüenza de verla tan estúpida me volvió rebelde, resentido, mal ciudadano, homicida.

Nota: Este relato se inspira en la película El secreto de Vera Drake
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sábado, 28 de mayo de 2011

El miedo al psicoanálisis es «normal»

Es «normal» que el ser humano tema instintivamente a las víboras y a las arañas. También es «normal» que sintamos miedo al psicoanálisis porque este se aproxima al inconsciente.

Como yo no podría mejorarlo, copio y pego una definición de Wikipedia (1)

Normal es el término por el que es conocido cualquier ser vivo que carece de diferencias significativas con su colectivo, aunque en mayor o menor medida, cada ser con vida posee alguna diferencia que no suele ser tomada en cuenta, por lo cual el uso de la palabra normal sólo puede ser subjetivo. Aun así este término no suele ser el más apropiado para definir nada, ya que todo es distinto entre sí y no existe ningún punto de referencia del que hablar como "normal”.

También se califica de normal todo aquello que se encuentra en su medio natural. Lo que se toma como norma o regla, aquello que es regular y ordinario. Normal también es un término estadístico, que hace referencia al promedio aceptado. Lo que tienen en común las tres acepciones, es que se refieren a algo no anormal o raro.

Si usted comparte esta definición, doy el segundo y tercer paso.

Las personas «normales» le tememos a las arañas y a las víboras. Tan solo mirarlas, sentimos que nuestro cuerpo se prepara para la huida, para matarlas o espantarlas.

De poco sirve que nuestros conocimientos nos den la tranquilidad de que jamás nos atacarían sino que ellas son potencialmente peligrosas sólo si se sienten atacadas.

Pues bien, también es «normal» que temamos al psicoanálisis pues este se acerca a nuestro inconsciente y por más que nuestros conocimientos nos den la tranquilidad de que eso es lo mejor que nos podría ocurrir, nuestro cuerpo siente que es preferible «malo conocido» a «bueno por conocer».

(1) Wikipedia

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viernes, 27 de mayo de 2011

El deseo sexual inspira solidaridad

El instinto de aliviar (curar) un cuerpo ajeno es casi igual al instinto de gozar sexualmente con otra persona.

No siempre los padres aman a sus hijos. De hecho el varón suele tener un mayor desapego hacia el recién nacido que la madre.

Esto puede entenderse porque ella, al amar al hijo está amándose narcisísticamente.

Tampoco es algo seguro que la mamá se ame. De hecho hay mujeres que se llevan mejor con la peluquera que consigo mismas.

Pero la idea que intento tomar como premisa es que el amor es algo que puede ocurrir o no entre personas con vínculos de consanguinidad.

Existe un instinto bastante fuerte que nos con-mueve a una mayoría de adultos cuando la vida nos pone frente a cualquier ser desvalido, ya sea un recién nacido, un animal lastimado o un anciano débil.

Cuando recibimos este shock sensorial, algunos se dejan llevar libremente por su impulso y se abocan decididamente a terminar con ese estímulo sensorial que los lastima (sangre, llanto, quejidos).

Otros, acostumbrados a negar cualquier cosa que los moleste, se hacen los fríos, los insensibles, se creen omnipotentes si logran superar ese sentimentalismo y dejan que el semejante (animal o humano) sufra, resistiendo estoicamente las ganas desesperantes de ayudar para que deje de incomodarlos.

El deseo de ayudar se parece muchísimo al deseo sexual. Las ganas de sanar y las ganas de gozar el cuerpo ajeno, tienen un peso específico similar, pero ahí surge la cultura para decirnos tajantemente: está bien que goces ayudando un cuerpo ajeno pero está mal que goces besando, acariciando, fornicando un cuerpo ajeno (excepto ciertas condiciones especialmente reglamentadas del tipo matrimonio monógamo, compromiso, etc.).

Inconscientemente, quien está inhibido para gozar sexualmente un cuerpo ajeno, si se muestra solidario es por compromiso, porque está bien visto, por obligación moral.

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jueves, 26 de mayo de 2011

Modelos violentos forjan ciudadanos violentos

Nuestras culturas están diseñadas para inculcarnos una conducta seria, severa, bélica, violenta, heroica y un sentimiento de eterno endeudamiento con nuestros próceres.

Seguramente en su país le han enseñado historia nacional y muy probablemente también, le han dicho que uno de sus antepasados fue el mejor de todos.

Alguien es el héroe nacional a quien se le atribuyen casi todos los méritos de lo que hoy tenemos, esto es, un país libre de gente buena, trabajadora, que forma su familia, cría a los hijos y vive humanamente feliz.

Todo eso tan bueno que tenemos hoy, en definitiva, parecería ser que se lo «debemos» a una sola persona, seguramente de sexo masculino, que hace muchos años «se sacrificó» sólo para beneficiarnos, sin pedir nada a cambio y es un deber patriótico estarle eternamente agradecidos, recordándolo, admirándolo, saludando a sus monumentos y figuras en cada fecha que lo conmemore.

Es casi seguro también que ese personaje especial, aparece en todos lados con un gesto serio, severo, probablemente enojado.

Pues bien, nuestro sistema educativo, además de indicarnos qué es nuestro país, nuestro territorio, nuestra noción de pertenencia a una nacionalidad, con sus símbolos (bandera, escudo, himno), también nos está diciendo indirectamente, que es eso lo que se nos está pidiendo: que seamos serios, severos y algo enojados.

La medicina clásica se caracteriza por combatir las enfermedades. Trata de matar a los microbios y a sus agentes trasmisores. Nos defiende con un criterio bélico, guerrero, mortífero.

Sin darnos cuenta, dos poderosos referentes de nuestro carácter, de nuestros valores, de nuestra moral (héroe nacional y la medicina), nos orientan hacia la seriedad, la severidad, la guerra, el exterminio de los enemigos, la violencia.

Usted y yo no logramos pensar que esto podría ser de otra manera. Por eso no podemos dejar de ser como somos.

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Los tres niveles de curiosidad humana

Como las muñecas rusas (mamushka-foto), el saber humano tiene diferentes tamaños. Además, muchos saben poco y pocos saben mucho.

Saber es una actividad humana que empezó a desarrollarse desde el comienzo de nuestra especie.

Necesitamos saber para poder vivir, actuar, resolver.

El acto de saber es aquel que nos consigue conocimientos que colecciona la memoria y que nos habilita para entendernos mejor con la naturaleza que nos rodea y de la cual formamos parte.

Es posible decir que existen tres tipos de saber:

— el vulgar;
— el científico;
— el filosófico.

El saber vulgar es el que vamos acumulando para el diario vivir: lo que está mojado suele estar frío, el viento puede destruir mi casa, la sangre no puede escaparse de mi cuerpo, si como ese vegetal me sentiré muy mal, mi cuerpo se transforma cuando ella me acaricia, el abuelo camina más despacio que yo, a veces hay mucho calor y otras veces mucho frío, etc., etc.

El saber científico surge en mucho menos personas. Es buscado por gente que además de enterarse de lo imprescindible para vivir todos los días, quiere saber por qué eso es así.

No le alcanza con el conocimiento vulgar sino que además se siente mal si no se entera porqué el sol da calor, por qué algunas personas gestan y paren seres humanos, qué causa las enfermedades, por qué en terrenos inclinados tirar de un carro se torna o muy fácil o muy difícil, qué pasa cuando duermo que vivo historias muy raras. ¡¿Un rayo partió un árbol?!

Quienes se dedican a la filosofía son aún menos y sufren de más curiosidad porque quieren averiguar las causas universales que provocan las causas particulares que investigan los científicos.

La filosofía es la ciencia que estudia el saber mismo.

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martes, 24 de mayo de 2011

Los autómatas irresponsables

Hace milenios que somos felices administrando una justicia que se inspira en odio, venganza y castigo en vez de comprensión, inteligencia y prevención.

Parto de la base de que no somos libres de actuar como queremos sino que estamos determinados por una enorme cantidad de factores que, actuando todos juntos, nos llevan a ser abogados, alcohólicos, genios del humor, homicidas, madres, artistas, empresarios.

Varias razones prácticas han hecho de la responsabilidad una ilusión creída por la mayoría, en base a la cual nos sentimos animados a juzgar, condenar y castigar a los conciudadanos que por algún motivo nos perjudican.

El determinismo por ahora debilitaría la agresividad de la justicia cuando esta no es otra cosa que un violento deseo de venganza que se presenta bajo las formalidades de serias instituciones que le aportan al salvajismo un decorado de racionalidad, moderación y humanitarismo.

Sin embargo, es posible comprender y sancionar para evitar que un desempeño antisocial vuelva a repetirse.

En otras palabras, si un ciudadano comete un delito como es robar un banco atendiendo a su afán de lucro (enriquecerse en poco tiempo), la justicia inspirada por el determinismo no considera que ese asaltante sea alguien que merece ser castigado, odiado, hostigado.

Por el contrario, la idea es entender que esa persona hizo un negocio suponiendo que las condiciones del mercado eran favorables para realizar tal transacción y salir ganancioso.

La sociedad, inspirada por el determinismo, en vez de vengarse de este ciudadano, lo que tendrá que hacer es modificar las condiciones que hacían beneficioso este tipo de prácticas.

Lo mismo ocurre con otras debilidades del colectivo que favorecen torpemente que algunos ciudadanos, bajo el gobierno de su incontrolable carácter (1), terminan perjudicándonos.

Usted y yo no somos culpables sino autómatas eventualmente perjudiciales cuando la organización social ofrece puntos vulnerables.

(1) El carácter
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lunes, 23 de mayo de 2011

El parto en versión dramática

Las fallas en nuestra salud pueden ocurrir porque nos imponen para nuestro bien, tratamientos excelentes ... pero para otros.

Muchos mamíferos paren de una manera humanamente preocupante.

Sin ir más lejos, la jirafa, que tiene patas muy altas, no se echa para dar a luz a su jirafita sino que los espasmos empujan lentamente al futuro bebé hasta que cae y literalmente se estrella contra el suelo y ahí queda, inerte por unos minutos.

Luego viene la etapa en la que la mamá logra llegar a la criatura con su lengua, tarea nada sencilla porque ella está diseñada para comer hojas de árboles altos.

En poco más de media hora la jirafita logra apoyarse en sus patas, los espectadores de nuestra especie nos conmovemos como si viéramos una película muy emotiva y así se van acomodando las cosas hasta que algún día no muy lejano, este bebé estará pasando por un trance similar en caso de que sea hembra.

Los humanos hacemos lo mismo pero agregándole mil detalles tales como urgencia dramática, gritos, vehículo manejado con temeridad, sanatorios especiales, personal idóneo, familiares, flores, pañales. Todo un despliegue que, si la naturaleza fuera una persona, miraría con un gesto de sorna como diciendo «¿Qué les pasa a estos mamíferos que se complican tanto?».

Sin embargo, hasta ahí las cosas son bastante naturales. Luego empiezan las complicaciones entre el recién nacido y lo que cada uno de sus cuidadores entiende que es mejor para él.

Todo el mundo opina sobre dietas, horarios, educación, higiene, hábitos obligatorios, sin que el pequeño sea consultado.

Pero esto tampoco es lo más grave: lo difícil aparece cuando sí puede opinar pero lo desoyen, le imponen gustos ajenos y el joven termina compensando esas prácticas importadas con algunos padecimientos re-equilibrantes (bulimia, fracturas, alergias, infecciones, etc.).

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domingo, 22 de mayo de 2011

Islandia

Durante mi infancia estuve leyendo libros sobre Islandia.

Esta es una pequeña isla ubicada muy cerca del polo norte, entre Europa y América.

Está habitada por gente inteligente, trabajadora, que disfrutan de una felicidad humanamente posible.

Un vecino, que vivía en una casilla de madera en los fondos de donde me crié, tenía una especie de obsesión contagiosa por ese lugar del mundo que había visitado muchas veces y que encerraba un secreto de su vida del que nunca quería hablar porque le venían ganas de llorar.

Decía que usaba la barba tan abundante para que cuando llorara la gente no se diera cuenta y creo que era verdad.

Me prestó libros que hablaban de lugares muy concretos de la isla, pequeñas casas, peñascos, ríos, montañas, montañas con volcanes activos, agua caliente que salía del piso en varias zonas, la temperatura fría gran parte del año, la gente alegre, que pensaba y soñaba más de lo que conversaba, niños ruidosos, vivaces, divertidos, que usaban como juguetes trozos de madera a los que ellos les agregaban con su imaginación lo que necesitaran: gatillo, ruedas, grúas, velas, cargamentos, ropa, sombreros.

Los sueños de mi infancia ocurrían en Islandia. Recorría y sentía cada paraje, cada fuente termal, los chorros de vapor, los gritos de los niños, los silencios de los mayores.

Con mis primeros ahorros fui a visitar ese lugar y los sueños de tantos años adquirieron otra dimensión.

Los recordaba con tal nitidez que la realidad confirmó aromas, temperaturas, texturas, relieves.

Algo que me llamó mucho la atención es que pude entenderme con los lugareños a pesar que su idioma es rarísimo para un hispanoparlante.

Me hice de muchos amigos. Buscan mi compañía porque adoran «ver» su lugar de nacimiento a través de los sueños de un latinoamericano.

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sábado, 21 de mayo de 2011

El carácter

El carácter es el resultado de varias fuerzas que nos gobiernan desde adentro (inconsciente) y desde afuera (cosmos, sociedad, cultura). Por esos «somos como somos».

El inconsciente es un yacimiento energético que nos gobierna, junto con los factores externos y los biológicos que nos toquen en suerte.

En el inconsciente laten los instintos de nuestra especie y que la cultura no tolera, los deseos reprimidos aunque jamás anulados, las preferencias más profundas.

Esos componentes son semejantes entre los distintos individuos, pero no iguales en fuerza, importancia, insistencia.

El carácter está determinado por la combinación personal de esas fuerzas inconsciente que nos gobiernan.

Todos tenemos alguna idea de cómo es nuestro carácter, pero lo que conocemos de él es la parte superficial, las manifestaciones evidentes, pero no su integración.

Sabemos que tenemos paciencia, que somos rencorosos, vengativos, que por las buenas entregamos todo, que preferimos rendir los exámenes usando siempre el mismo corpiño, que Dios nos protege en forma personalizada, que hemos encontrado el verdadero sentido a la vida propia, que nos irrita tener que pedir las cosas dos veces y miles de etcéteras más.

Pero por qué y cómo ocurren estas reacciones que nos caracterizan sólo cuenta con respuestas conjeturales, por aproximación, hipotéticas.

Parecería que el carácter está bastante condicionado por cómo nos va en tres etapas de nuestra vida placentera.

Comenzamos gozando de la vida comiendo y bebiendo (placer oral), luego éste placer cede algo de terreno al placer anal, de retener y evacuar nuestras heces y finalmente, algo de placer se instala en nuestros órganos genitales.

Los adultos gozamos comiendo, defecando o fornicando literalmente, pero sobre todo gozamos con actividades afines, simbólicas, representantes de esas actividades. Por ejemplo, comemos con los ojos (miramos), o retenemos dinero (ahorramos), o producimos (nos reproducimos con la actividad genital).

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viernes, 20 de mayo de 2011

La impopularidad del psicoanálisis

El psicoanálisis no prospera porque obstaculiza el desempeño fácil, barato y abusador de quienes detentan algún tipo de poder.

¿Por qué tantos viajeros aburren a sus amigos mostrándoles cientos de fotografías que sólo tienen algún valor para quien con ellas puede evocar (revivir) un paisaje completo, un estado de ánimo, sensaciones, comidas, sonidos, aromas?

Los motivos son varios pero al que quiero referirme es uno sólo: una imagen equivale a mil palabras.

Efectivamente, para el viajero que disfruta compartiendo sus experiencias más significativas, es harto difícil describir de forma clara qué fue lo que vivió durante su periplo.

Diría más: no es difícil decirlo sino que es imposible.

Casi nadie domina completamente su lenguaje pero aún así, ningún idioma es tan eficiente herramienta de comunicación como para transmitir sensaciones indescriptibles.

Y acá es donde encontramos una de las principales causa de por qué el psicoanálisis tiene tan poca difusión.

Ninguna publicidad es más eficiente que el «boca a boca».

Cuando un amigo nos pide que le demos una explicación de por qué el tratamiento psicoanalítico nos cambió la vida, no sabremos qué decirle, tampoco tenemos fotos para mostrarle y esa nueva vida que surge del viaje psicoanalítico, se vuelve inefable, impublicitable.

En nuestra economía de mercado, donde lo que no se dice por televisión no existe (o no debería existir porque no participa dándole de ganar a las grandes corporaciones), no es posible publicitar el psicoanálisis porque es inexplicable.

Pero existe un obstáculo aún más grave e insuperable: quienes pasan por un psicoanálisis, integran el grupo de los que piensan por sí mismos, los que estudian antes de opinar, los que no se dejan llevar por eslóganes, discursos demagógicos o consignas partidarias.

Los psicoanalizados suelen ser una piedra en el zapato de los líderes seductores.

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jueves, 19 de mayo de 2011

El valor anti-curativo de los analgésicos

Los analgésicos —y la mayoría de las intervenciones médicas—, frenan, estropean, distorsionan el casi perfecto proceso de autocuración del que estamos provistos.

El dolor es un mensaje interno ruidoso, llamativo, es una señal de alerta bastante específica.

Todo nuestro organismo funciona automáticamente, como la cisterna del baño que cuando se llena de agua, cierra sola el grifo que la alimenta.

Quizá sea algo muy complejo pero también es posible pensar que nuestra inteligencia sea excesivamente limitada.

Como no podía ser de otra manera, nos hemos puesto de acuerdo en decir que la anatomofisiología es muy compleja porque sería más incómodo reconocer que somos demasiado tontos para comprenderla.

En general entendemos el mensaje del dolor, aunque no estemos seguros de qué significa exactamente.

Por ejemplo, si sentimos dolor de hambre, sabemos que comiendo se alivia y deducimos que ese dolor nos informa que debemos comer.

Cuando nos duele la cabeza, parecería claro que tenemos que dejar de lado las tareas mentales, entre otros motivos porque con dolor de cabeza se vuelve muy difícil pensar.

Si nos duele una pierna, nos parece oportuno dejar de caminar, entre otros motivos porque nos aumenta mucho el dolor si movemos la pierna.

Esta cisterna súper-compleja utiliza el dolor como si fuera un mensaje de texto, un mail, una orden que un órgano le da al cerebro gritándole «¡mándame más cortisona!», «¡dile al páncreas que detenga por una rato la producción de insulina!», «ya puedes liberar un poco de endorfinas que no necesitamos tanto dolor».

Reconozco que me ataca la necedad cuando esta poesía de la naturaleza es atacada por seres humanos que pisotean las flores, cazan un colibrí o matan a una nutria para usar su piel.

Los analgésicos, tan amados por todos nosotros, también sirven para estropear esa maravillosa autorregulación de nuestro cuerpo.

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miércoles, 18 de mayo de 2011

En nuestra especie también hay padrillos

La naturaleza impone la poliginia (un macho fecunda a varias hembras) pero nuestras culturas se oponen, no sabemos a qué costo.

En otros artículos (1) comenté que biológicamente sobramos muchos varones. Les comentaba que un solo macho puede copular hasta tres veces por día y así fecundar a mil mujeres por año, tomándose 33 días de licencia.

Extremamos tanto la reivindicación de los derechos humanos precisamente porque nos cuesta respetarlos.

Quizá poseemos el triste privilegio de ser la única especie capaz de autodestruirse (homicidio, depredación, maltrato).

De los animales usados habitualmente en nuestra alimentación (vacunos, equinos, ovinos, aves de corral, etc.), son matados los machos y conservadas las hembras porque ellas son las reproductoras de nuevos ejemplares, mientras que con un solo macho pueden ser cubiertas muchas de ellas.

Hemos inventado la monogamia para salvarnos de una trágica abstinencia sexual a una mayoría que no tendríamos opciones reproductivas pues, según mis cuentas, 999 varones de cada mil nos quedaríamos sin hembra, desplazados por esos padrillos reproductores, provistos de los mejores genes para mejorar la especie ... como se hace con los animales utilizados para su explotación (alimentación, deportes, trabajo) [Me expreso autoexcluyéndome por pura falsa modestia, pero para nada me identifico con los 999 sino que aceptaría inmolarme como padrillo].

Las culturas donde está permitida la poligamia, dan satisfacción a esta lógica eugenésica (mejorar genéticamente la especie).

Seguramente los varones que potencialmente seríamos desplazados si nuestra vida sexual dependiera de algún tipo de selección genética, reaccionamos con enojo y exacerbamos nuestra intolerancia hacia esas culturas (árabes e hindúes) o hacia la religión mormona, alegando tendenciosamente razones morales.

En suma: la naturaleza impone la supervivencia de los más aptos (Charles Darwin) pero la mayoría de las culturas se empeñan en transgredirla... sin conocer el costo biológico de ese «delito».

(1) Es así (o no)

Hombres hasta morir

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martes, 17 de mayo de 2011

El reino vegetal es más gobernable

La moda vegetariana es un experimento para aplacar el bullicio caótico que provocamos una población mundial que llegó a cifras nunca registradas anteriormente.

Alguna vez les comenté (1) que cuando recibimos células de otro ser vivo o muerto, nuestro proceso digestivo las transforma hasta nacionalizarlas en células nuestras.

Conozco una excepción a este proceso (quizá existan otras). Cuando una mujer recibe semen en su vagina, el sistema inmunógeno —que en cualquier otro caso rechazaría agresivamente esas células extrañas—, tiene instrucciones para darles la bienvenida y abrirles paso hasta encontrar algún óvulo que es la residencia privilegiada que espera a los simpáticos espermatozoides.

Creo ver que los humanos actuamos casi todo el tiempo por ensayo y error. Destinamos gran parte de nuestra energía a probar, inventar, tantear nuevas formas de extraer lo más conveniente, agradable y deseable del planeta (incluyendo en el planeta aprovechable, a la humanidad misma).

Las fantasías creadas por nuestro cerebro suelen ser tomadas como hipótesis. Cuando pensamos cómo mejorar nuestros procedimientos, aumentar el rendimiento de nuestro tiempo y de nuestros recursos, imaginamos, suponemos escenarios distintos al conocido, intercambiamos ideas y —como dije— ensayamos, probamos, nos rectificamos, insistimos, esperamos resultados, hacemos retoques.

Existe una fantasía que puede estar dinamizando varios ensayos en quienes procuran adaptarse mejor (sacar partido) a una nueva realidad caracterizada por una explosión demográfica nunca antes registrada.

Hace miles de años que los humanos creemos en que «somos lo que comemos».

Aunque la ciencia dice que cualquier alimento se transforma inevitablemente en moléculas humanas, igual conservamos la fantasía de que si comemos milanesas de león seremos feroces y así por el estilo.

Entonces, quienes estimulan el consumo de vegetales, procuran que tanta gente sea un poco más inerte, sedentaria, tranquila, pacífica... muy pacífica, como un árbol que nos da sus frutos sin molestar.

(1) Dentadura guardaespalda

¿Parezco sabroso?

Artículos vinculados:

Los vegetarianos son ricos (sabrosos)

La antropofagia capitalista y los vegetarianos

Divide y reinarás

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lunes, 16 de mayo de 2011

El flotador de piedra

Quienes recomiendan (aconsejan, enseñan) soluciones difíciles, costosas, esforzadas, buscan inspirar admiración, envidia y aplausos, sin importarle qué poco están colaborando con las necesidades del consultante.

Después de cierta edad (seis o siete años), sabemos que cuando queremos hablar bien de nosotros mismos, no podemos decir explícitamente «soy inteligente», «¿verdad que soy linda?», «nadie me supera jugando al fútbol».

Tanto es así que decirlo es una receta infalible para hacer reír.

Pero esta represión cultural —como cualquier otra represión—, no anula el deseo de estimular nuestro ego buscando la aprobación universal de cómo somos.

La represión está bien bautizada con ese nombre porque el fenómeno psíquico se parece mucho a lo que ocurre con una represa que interrumpe el curso de una corriente de agua: esta intenta fluir y si encuentra un obstáculo aumenta el volumen, presiona tanto como para romper el muro o se derrama inundando grandes extensiones de terreno.

Es muy costoso para los humanos (y para los castores) obstaculizar el flujo de agua y (sólo para los humanos) obstaculizar el fluir del deseo.

Nos cuesta mucho frenar las ganas que tenemos de ser alabados, homenajeados, ovacionados.

Entonces aparecen las estrategias, ardides, artimañas para lograr admiración, piropos, envidia.

Por ejemplo:

— las personas que son naturalmente delgadas como es moda actualmente (año 2011), probablemente digan que hacen grandes sacrificios para mantenerse con esa figura o digan lo contrario, que comen de todo y hacen vida sedentaria.

En el primer caso buscan ser admirados por su disciplina y en el segundo por la suerte de tener un cuerpo privilegiado;

— si alguien tiene que dar un consejo o enseñar un procedimiento, propondrá la solución (método, recorrido) más sacrificada, costosa y preferentemente imposible, para que el otro admire cuánta capacidad de realización (fuerza, resistencia, dinero) tiene este consejero narcisista.

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domingo, 15 de mayo de 2011

No todo sale mal

El silencioso vehículo llegó demasiado temprano a la única casona con frente a la carretera que había en muchos kilómetros.

Quien manejaba la vio cuando estuvo a pocos metros porque el color de las paredes era tan gris como la espesa niebla que envolvía el paisaje.

Todo estaba cerrado pero logró divisar a un hombre vestido con saco y calzoncillos largos que cruzaba casi corriendo un patio con baldosas blancas y negras.

Le chistó y el hombre de tan extraña vestimenta se detuvo con gesto de miope.

Se acercaron mutuamente y el recién llegado le dijo que necesitaba una cama para descansar y algo para comer.

El posadero le dijo que a esa hora estaban todos durmiendo y que sólo quedaba algo de la cena anterior.

El viajante casi rogó por una cama y le fue ofrecido un colchón de paja en un galponcito.

De lo que encontró en la cocina eligió algo de pan con una sola cucharada de guiso frío que le resultó insufrible.

Cuando se retiró a «su habitación» para desplomar el cuerpo dolorido sobre el improvisado colchón, sus ojos se cerraron para comenzar el desesperante descanso.

Soñó una serie de acontecimientos que comenzaban con la última noche que durmió con su esposa antes de que esta le informara sobre su aburrimiento, el deseo indeclinable de terminar con el matrimonio y el juramento de que no había en su vida ningún otro hombre como causa de la decisión.

Después soñó con los momentos felices, casamiento de los hijos, cumpleaños, su noviazgo, para finalizar en la primera vez que durmió con esta mujer que ahora lo permutaba por nadie.

Aunque la historia tenía un final triste en la vida real, en el sueño todo era vivido con serena alegría. Soñándola, volvió a disfrutar lo que más amaba de ella: su calor humano.

Cuando despertó vio que un perro dormía acurrucado contra su cuerpo y entonces entendió que esa compañía era la que había entibiado la tristeza del sueño y ahora también de su vigilia.

Al final de una breve estadía, el animalito cambió de dueño porque el posadero leyó en los ojos del viajante que no resistiría un segundo abandono.

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sábado, 14 de mayo de 2011

Hombre, madre o nada

Nunca lo vi escrito con tanta contundencia, por eso lo escribo: los humanos nos creemos que un adulto, como mínimo tiene que ser hombre o madre, de lo contrario está incompleto, fallado, castrado.

La naturaleza se encarga de todo: los seres vivos funcionan automáticamente logrando que se conserve cada individuo, induciéndolos a que se reproduzcan y logrando así que también se conserven las especies.

No sabemos qué ocurre con las demás, pero en la nuestra tenemos algo que llamamos «pensamiento» al que por ahora le da por suponer que vive gracias a que hace o deja de hacer ciertas cosas.

Una prueba rotunda de esta afirmación es que, según cada uno cree, puede matarse cuando quiere. Por lo tanto, el suicidio es un fenómeno terrible pero que también viene a confirmar el libre albedrío.

El razonamiento en este sentido es: si yo puedo interrumpir mi existencia cuando se me antoja, no necesito más pruebas para creer que el resto de mi existencia y actitud reproductiva, también son gobernados por mí mismo.

Claro que descarta alegremente la hipótesis de que no se mata cuando quiere sino que lo que llamamos suicidio es en realidad el desenlace inevitable de una enfermedad terminal mal diagnosticada.

Vivimos en mundos paralelos. En uno de ellos acontece todo lo real, lo mismo que le ocurre a un insecto, a un pez, a un mamífero, con las características que son propias de cada especie. En otro de esos mundos nuestra mente cree que está haciendo, decidiendo, impidiendo, resolviendo, transformando, con la convicción de que esa es la verdadera realidad, inclusive con una validez superior al de los fenómenos tangibles y objetivamente observables.

En este mundo paralelo, imaginario, fantaseado, ideal, imaginado, es donde creemos y actuamos pensando que un ser humano es completo si es hombre o madre.

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viernes, 13 de mayo de 2011

El arte de la guerra pediátrica

El pequeño está rebelde, agresivo, destructivo: démosle garantías de que JAMÁS lo abandonaremos.

Cuando un niño no para de portarse mal, rebelarse, desobedecer, enfrentar a los padres, maestros, otros adultos y en general, oponerse en forma desafiante ante quienes lo rodean, seguramente disminuye la calidad de vida de la familia.

Los intentos de dialogar son inútiles, en los primeros años porque tiene muy poco desarrollada su competencia verbal y luego porque, aunque puede hablar con mayor eficacia, se atrinchera en respuestas cerradas del tipo «no», «si quiero», «no se me antoja», etc.

La turbulencia emocional que se forma en torno a estas actitudes, empobrece seriamente la capacidad de los adultos para observar, meditar y encontrar una batería de estrategias que puedan resolver la situación.

En suma: por un lado tenemos a un niño que no sabe comunicar el motivo de su constante oposicionismo y unos adultos que se ven superados por algo que antes imaginaban que era mucho más fácil de resolver.

Como en este momento yo no estoy sometido a la presión que tienen esos adultos encargados de encontrar alguna solución por el bien de todos, comparto con ustedes una idea que puede destrabar la situación.

Lo que parece ser el centro de todo el problema es que ese niño se siente amenazado. Casi seguro que teme ser abandonado, se le metió en la cabeza que no lo quieren y lucha torpemente contra algo que ni ocurrió ni probablemente jamás ocurrirá y es que los padres lo expulsen de la casa.

Los seres humanos de cualquier edad vivimos atormentados por el temor al abandono y aunque los adultos sepamos que jamás haríamos eso con el niño, comencemos por darle todas las garantías posibles hasta que comience a creerlo y tolere una tregua.

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jueves, 12 de mayo de 2011

La autoevaluación y la baja autoestima

Si somos heterosexuales y nos miramos en un espejo, no podremos vernos deseables, eróticos, atractivos, porque sólo sentiríamos eso por alguien del otro sexo.

Hombres y mujeres venimos disfrutándonos y padeciéndonos desde siempre y esta convivencia agridulce parece destinada a proseguir un tiempo más porque la fecundación artificial aún no es tan popular como para terminar con la formación de matrimonios

La baja autoestima es algo que nos ocurre a todos y entra en combinación con nuestro umbral de tolerancia a la frustración.

En los hechos, si no tengo una buena imagen de mí, si considero que mi aporte a la pareja es mediocre, deficitario, insignificante, estaré aportando un malestar inevitablemente nocivo para el clima de convivencia.

Muchas personas tienen esa sensación de minusvalía, sobre todo cuando se auto califican.

En forma paradojal, si esas mismas personas reciben críticas desde afuera (desde el cónyuge, por ejemplo) casi seguramente reaccionen con enojo, reclamando más consideración, respeto y tolerancia.

Dicho de otro modo, quienes tienen una mala opinión de sí mismos suelen no soportar que otros tomen la iniciativa para hacer esa evaluación. Ni siquiera toman a bien una simple ratificación cuando con tono lastimero pronuncian la descripción de su triste imagen.

Como vemos, quienes tienen una baja autoestima, no solo aportan un mal clima al hogar sino que tampoco toleran ser ratificados.

Algo que es lógico que ocurra tiene que ver con la opción heterosexual.

Efectivamente, si una mujer se mira en un espejo y no se gusta porque en general no le gustan las mujeres, supondrá que es fea, poco atractiva, desastrosa, desagradable, y con esa autocalificación se presentará ante su marido, con el ánimo por el suelo, lo cual sólo dejará habilitada la opción de ratificarla porque, efectivamente, con esa baja autoestima autogenerada, se convertirá en desagradable e irritante.

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miércoles, 11 de mayo de 2011

Sólo lloramos las pérdidas propias

Nunca lloramos por los demás sino, en todo caso, por el sufrimiento que nos provocan otros cuando nos privan de su compañía (fallecen).

Quiero comentarles algo que parece un error de razonamiento.

La muerte de un ser querido es algo tan doloroso y perturbador que puede ponernos en riesgo de enfermedad.

Ese infortunio es algo que nos duele a quienes seguimos vivos y cuando decimos «pobre mi querido ... (esposo, papá, hijo)» lo que correspondería decir realmente es «pobre yo mismo» que estoy sufriendo por esta pérdida irrecuperable.

Según mis creencia (de que no existe la vida después de la muerte), tengo que suponer que cuando morimos, dejamos de padecer los malestares propios de estar vivos, mientras que el fallecido ya no siente más nada.

Desde esta creencia entonces, las condolencias son dadas y recibidas correctamente por los que seguimos vivos.

Según otras creencias (de que existe la vida después de la muerte), tengo que suponer que cuando morimos no morimos en realidad sino que cambiamos de vida. Según esas mismas suposiciones la vida espiritual, inmaterial, no terrenal, es notoriamente mejor que la nuestra por lo cual tampoco corresponde condolernos por el fallecido sino por quienes lo pierden para siempre.

En suma 1: las lamentaciones son reacciones propias de una pérdida y las lágrimas no se vierten por quien murió sino por quienes quedaron vivos.

Esto me lleva a una conclusión hipotética según la cual, nunca lloramos por el dolor ajeno sino por el propio.

Efectivamente: las lágrimas que acompañan el duelo, no son por quien se fue sino por quien quedó.

En suma 2: el dolor nunca es ajeno, las lágrimas nunca son por las desgracias de otros, sino que siempre están motivadas por el sufrimiento propio, aunque insistimos en decir que lloramos por sufrimientos ajenos.

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martes, 10 de mayo de 2011

Escuchar y leer es deprimente

Si preferimos hablar a escuchar, es para imaginarnos superiores... y si no podemos controlar la necesidad de aconsejar, nuestra autoestima está en problemas.

Luego de algunas horas de conversación entre amigos, le pregunté a quien aún no había abierto la boca: «Y tú, ¿qué opinas?», a lo que ella contestó como saliendo de un estado de meditación yoga: «Por ahora nada, porque cuando hablo es cuando menos aprendo».

Esta respuesta suya quedó dándome vueltas.

Muchas personas (que para mí somos la mayoría) tenemos vocación de consejeros pero no de aconsejados.

Dicho de otro modo: son más las personas que prefieren dar su opinión que las personas que prefieren recibir una opinión ajena.

Acá está presente algo que contraría el sentido común. ¿Por qué tantas personas prefieren dar a recibir? ¿Por qué en este asunto, son más los generosos que los mezquinos?

Una primera respuesta es que los verbos están incorrectamente utilizados.

En otras palabras: cuando «doy un consejo» en realidad estoy recibiendo algo que ratifica mi natural actitud egoísta, mientras que cuando recibo un consejo, en realidad estoy entregando algo que, egoístamente, no deseo entregar.

Cuando doy un consejo lo que ocurre es que:

— recibo el placer narcisista de sentirme escuchado, mirado, atendido, respetado, valorado;

— la escena en la cual doy un consejo (opinión, información, comentario) me permite creer que tengo superado el tema del cual hablo, que poseo tanta sabiduría y experiencia que estoy en condiciones de repartir una parte. La escena me genera la ilusión de que poseo, puedo y sé más que aquellos que me escuchan.

La escena en la cual recibo un consejo (opinión, información, comentario) me obliga a creer que estoy en inferioridad de condiciones, que soy débil, inexperiente, ignorante, más vulnerable y menos valioso que el consejero.

En suma: escuchar (o leer) es deprimente.

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lunes, 9 de mayo de 2011

Porque tantos artistas simpatizan con la izquierda

Un escritor es reconocido si es rentable para las editoriales y si dice simpatizar con las ideologías de izquierda.

Una apreciación que muchos pueden compartir (mientras que otros rechazarán), es que las izquierdas latinoamericanas reniegan del capitalismo aunque solo una de ellas (Cuba) actúa como piensa.

En la misma línea, podemos decir que las ideologías de centro y derecha latinoamericanas, toleran, aceptan y hasta llevan a su máximo nivel (Chile) el modo de administrarse capitalista.

En otro artículo (1) les comentaba que un escritor, para ser leído y reconocido, necesariamente tiene que ser aceptado por la industria editorial para lo cual, en cumplimiento del casi-universal criterio capitalista de que «si no es rentable no es buen escritor», el perfil del futuro escritor reconocido deberá incluir características (mediático, flexible en cuanto a estilo y contenidos, buena presencia, nombre o seudónimo aceptable por el marketing) aparentemente innecesarias para el despliegue de su talento artístico

Este es el esquema básico de la situación.

Ahora les comento algo incluyendo otro dato (según lo que puedo observar y sin copiarle ideas ni teorías a nadie).

Los partidos de izquierda latinoamericanos mantienen una campaña proselitista (propagandística, electoral) desde hace décadas, y recién están logrando su objetivo durante este siglo 21, excepto Cuba que lo alcanzó por las armas a mediados del siglo pasado.

Como parte de esa larguísima campaña electoral, los partidos de izquierda han utilizado muchas técnicas y una de ellas es utilizar su habilidad para inspirar la obediencia, militancia y hasta dogmatismo de sus adeptos para que masivamente apoyen a los artistas que dicen ser de izquierda e incluyen esas ideas en sus obras.

Sólo Mario Vargas Llosa es la excepción, porque es reconocido por las editoriales y vende sus libros sin decir que es de izquierda sino todo lo contrario.

(1) La publicidad construye la fama

Nota: La imagen corresponde al Premio Nobel de literatura (1982) Gabriel García Márquez y al Primer Secretario del Partido Comunista cubano Fidel Castro.

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domingo, 8 de mayo de 2011

Por un puñado de tachuelas

Les cuento algo que muchos no saben. Hasta mediados del siglo veinte los zapatos podían tener la suela cocida, pegada o clavada.

Los más caros eran los primeros. Los de suela pegada solían desarmarse cuando se mojaban y los de suela clavada no recuerdo qué inconveniente tenían, pero lo cierto es que don Trías los reparaba.

Él era un gran fumador porque en aquella época los seres humanos no se morían de hipocondría como ahora, sino que fallecían de otras enfermedades como el tifus, la difteria y hasta de sarampión.

Por lo tanto también existía mucho miedo a las enfermedades, pero no al tabaco, ni a las carnes rojas, ni al SIDA (porque aún no existía).

La tos de Trías se oía a gran distancia. Alguien opinó que el salón —ubicado en una esquina—, tenía acústica teatral.

Este señor vivía sólo, abría y cerraba la cortina metálica verde a las 7:00 y a las 20:00, de lunes a sábado, puntualmente.

Además de su elegancia como fumador y de su virilidad por los decibeles de la tos, tenía un arte que no volví a ver: se ponía un puñado de tachuelas en la boca para ir tomando de a una y clavándolas en una línea imaginaria paralela al borde.

Su precisión y rapidez hoy sólo podría ser lograda por una máquina.

La emoción de verlo trabajar estaba en que la tos con un puñado de tachuelas en la boca prometía un atracón metálico y puntiagudo que nos mostraría algo espantoso, sangriento y terrorífico como lo que hoy disfrutamos en la tele.

Después de mucho trabajar y ahorrar, logró comprarse un Renault 4CV, verde como la cortina metálica, que lo estacionaba donde pudiera mirarlo ya que para usarlo no tenía tiempo.

Estaba en pleno martilleo veloz cuando un estruendo lo hizo detenerse y salió a la puerta para comprobar qué poco quedaba de su autito bajo un camión cargado de ladrillos.

Fue entonces cuando su corazón se detuvo. Cayó en cámara lenta y quedó tirado, babeando una sustancia horrible, mezcla de saliva espumosa con tachuelas.

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sábado, 7 de mayo de 2011

Ayudamos a quienes más se nos parecen

Nos identificamos solidariamente con quienes padecen desgracias que aceptamos que nos podrían ocurrir, pero no somos solidarios —y hasta condenamos— a quienes padecen desgracias que NO aceptamos que nos podrían ocurrir.

Las palabras identificación, simpatía y empatía refieren de diferente manera a esa capacidad propia de nuestra imaginación de «ponernos en el lugar del otro».

Pensamos que el desarrollo de esos sentimientos beneficia la convivencia.

Los ciudadanos capaces de comprender la situación del vecino como si fuera propia, supuestamente serán capaces de solidarizarse, ayudar, colaborar, no digo desinteresadamente sino mucho más: no podrán evitar prestar y hasta imponer esa colaboración.

En otras palabras, a quienes les resulta casi imposible tomar distancia (discriminarse) de algunos semejantes cuando los ven en alguna situación que hiere su sensibilidad, caen en un extraño chantaje pues se sienten obligados a realizar ciertos actos (ayudar) sin que por eso sea posible acusar al chantajista pues aparentemente es inocente (no es culpable de su conmovedora desgracia).

Esta es una descripción que refiere a los aspectos socializantes de la identificación, simpatía o empatía.

La contracara de estos sentimientos radica en que cuando alguien presenta una situación que demanda ayuda pero que los demás no comprenden, entonces seguramente quedará abandonado y hasta acusado porque padece un infortunio impopular, extraño, que no despierta ni la identificación, ni la empatía y mucho menos la simpatía del colectivo que integra.

La muerte de un ser querido inspira comprensión porque a todos nos ha pasado o puede llegar a ocurrirnos.

Es un infortunio no solamente entendible sino que además no es condenable.

En realidad, los infortunios raros, los que no podemos comprender, son padecimientos que necesitamos negar como propios.

A modo de ejemplo: no aceptamos que podría ocurrirnos ir a la cárcel, ser violados o intentar suicidarnos. Estas desgracias generan bajísima identificación.

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viernes, 6 de mayo de 2011

La culpa que nos parió

Este artículo tiene por objetivo señalar que la culpa y el miedo ocupan casi toda nuestra afectividad.

En nuestra cultura judeo-cristiana, la culpa es un sentimiento tan importante como el miedo.

Por ella podemos sentirnos protagonistas («es mi culpa»), podemos creer que controlamos nuestra vida («no lo repetiré») (1) y podemos saciar nuestra sed de venganza (castigando al culpable).

El miedo es como un tercer ojo que nos advierte, nos cuida, nos hace ver lo que pone en riesgo nuestra existencia.

La culpa es como una madre (por eso el título) porque nos da razón de ser (protagonismo), nos ubica dentro de la sociedad porque es un sentimiento que nos vincula con quien nos hizo daño o a quien le hicimos daño (voluntaria o involuntariamente), nos inscribe en la normativa que reglamenta nuestra convivencia (delitos, faltas, transgresiones).

A los efectos de esta línea de pensamiento que les comento, la palabra «culpa» es casi idéntica a la palabra «causa».

Cuando tenemos algún malestar, buscamos su causa o su culpable casi en forma indistinta.

La candidata perfecta para ser la causa o la culpable de los malestares es la figura materna.

Entiéndase por figura materna a toda persona que ocupe imaginariamente el rol de proveedora, protectora, educadora, limpiadora, alimentadora, represora, aconsejadora, escuchadora, golpeadora, acariciadora, gritona, calmante, amorosa, comprensiva, etc., etc..

Dije «a toda persona que imaginariamente ocupe el rol», que puede estar asumido por la madre biológica, el padre, un tío, la abuela, la maestra, el médico, la policía, el restorán, la empleada doméstica, el gobierno, el Fondo Monetario Internacional, etc., etc..

Por ejemplo, infinidad de malestares se imaginan provocados (causa-culpa) por «algo que comí» … preparado por alguna figura materna.

En suma: Los sentimientos de culpa y de miedo ocupan la mayor parte de nuestra afectividad.

(1) El autocastigo tranquilizador

EnlaceArtículos vinculados:

Un terremoto no debe ir a la cárcel

La depresión constructiva


Todos los abortos son espontáneos II

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jueves, 5 de mayo de 2011

El celoso cuida su vida

Los celos, controles y vigilancia sobre el cónyuge ocurren cuando este es imaginado como responsable de funciones vitales del celoso.

Cuidadosamente ocultos por un manto de ideales, tradiciones y normas éticas, las uniones conyugales poseen en el fondo un vínculo de intereses recíprocos y si fuera permitida la desnudez de los sentimientos, ambos podrían llegar a decir «me sirves» en lugar del romántico «te amo».

La metáfora de la «media naranja» es antigua y eficaz.

Puesto que una de las misiones de cada ser humano es conservar la especie (la otra es conservarse a sí mismo) (1), la mujer necesita un varón que la fecunde y el varón se siente irresistiblemente atraído por la convocatoria de ella.

He postulado en otros artículos (2) que ellas se sienten naturalmente atraídas por los varones que poseen la dotación genética más conveniente para tener hijos que mejoren la especie.

Cuando ella encuentran a uno de esos varones que el instinto le señala como mejor dotados para la combinación genética más conveniente, la oímos decir que «conoció a un hombre hermoso, elegante, inteligente, trabajador, de buenas costumbres, divertido», en vez de decir: «encontré un varón que me sirve».

La cultura, las costumbres, las tradiciones, las instituciones, funcionan como una segunda naturaleza que nos influye casi tanto como la naturaleza biológica, física, universal.

Cuando dos personas «se aman» (se sirven mutuamente), crece entre ellos un vínculo que tiene como objetivo asegurar que esa utilidad recíproca sea máxima en calidad y en cantidad (duración).

Al sentir (suponer, imaginar, desear) que podemos contar con nuestro cónyuge, imaginamos que éste posee partes vitales de nuestro propio cuerpo (estómago, manos, corazón).

Los celos, cuidados, supervisión, control, vigilancia, de su existencia, actividades, intereses, intimidades, son similares a los que podemos tener sobre nuestros propios órganos vitales.

El otro es “yo” y viceversa.

(1) Blog La única misión

(2) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

Ellas tienen motivos para llorar ... y celar

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miércoles, 4 de mayo de 2011

Hacemos preguntas e inventamos respuestas

La naturaleza hace su trabajo manteniéndonos vivos y reproductivos, pero equivocadamente creemos que estas actividades dependen de nuestras decisiones.

Es posible entender la realidad suponiendo que existen algunos modelos de funcionamiento universales que se repiten aunque parecen diferentes porque cambian los contextos en los que ocurren.

Por ejemplo, la inercia es la «Propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza. » (Diccionario de la Real Academia Española – R.A.E.).

Esta ley física también parece influir sobre nuestra resistencia al cambio: si vivimos bien en una casa, procuramos no mudarnos; si vivimos bien con nuestros padres, tratamos de seguir con ellos; cuando nos sentimos conformes con el trabajo, postergamos el momento de la jubilación.

En suma 1: el modelo de funcionamiento de los fenómenos físicos (inercia) es el mismo que el fenómeno psicológico que llamamos resistencia al cambio, pero parecen distintos porque ocurren en contextos diferentes.

Esta introducción está acá para comentarles otro fenómeno que también parece responder al mismo modelo de funcionamiento.

Los individuos estamos básicamente gobernados por factores que están fuera de nuestro control. Me refiero al funcionamiento de nuestra anatomía, a los fenómenos naturales, a las condiciones sociales y especialmente a los estímulos que recibimos de nuestro inconsciente (deseos, sentimientos, fantasías).

Creemos en el libre albedrío para negar que nuestra existencia está fuera de nuestro control.

En la vida social ocurre algo similar: creemos estar informados, hacemos lo posible por estarlo, pero resulta que somos afectados por decisiones políticas de las que generalmente no tenemos noticia ... como ocurre a nivel individual con las influencias que desde nuestro inconsciente determinan nuestra conducta.

En suma 2: Querríamos saber qué ocurre a nivel universal y a nivel individual, pero sólo logramos inventar hipótesis (como esta).

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martes, 3 de mayo de 2011

Las condiciones de opresión o libertad

Disfrutar de libertad ciudadana depende de factores externos (guerra, auge, etc.) o de la apetencia inescrupulosa de poder de algunos actores políticos.

La imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad es lo que caracteriza a una tiranía y la ausencia de poder público es lo que caracteriza a una anarquía.

En la historia de la humanidad han existido y existen muchos pueblos bajo un régimen tiránico pero son muy raros los casos de anarquía.

Ésta más bien se postula como una situación ideal, sólo posible en caso de que el ser humano evolucione lo suficiente como para saber convivir sin perjudicar negligente o intencionalmente al resto (personas y ecosistema).

Predominan sí las naciones en las que el régimen de convivencia es mixto, más o menos volcado hacia alguno de los extremos.

Los gobiernos conservadores se acercan a las tiranías en cuanto a que concentran mucho poder en manos del Estado y los gobiernos liberales se acercan a las anarquías en cuanto a que se concentra mucho poder en manos de los ciudadanos.

Estos datos por sí sólos no son suficientes para hacer una crítica valorativa de una y otra tendencia, porque en gran medida depende de otros factores coyunturales.

Por ejemplo, un gobierno quizá tenga que ser autoritario para poder administrar períodos de guerra, hambrunas o epidemias o se permita ser liberal aprovechando el estado de paz, auge económico y salud pública.

Estos factores determinantes (epidemia, auge, etc.), parecen objetivos pero no lo son tanto.

Suele ocurrir que algunos líderes deseen concentrar mucho poder y directamente lo impongan por la fuerza o indirectamente propicien condiciones aparentemente objetivas para justificar su autoritarismo (declarar una guerra, crear noticias falsas y alarmantes, provocar una recesión económica, perpetrar atentados y sabotajes conmocionantes que reclamen esa «mano dura» que buscaban imponer).

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lunes, 2 de mayo de 2011

Los síntomas que funcionan como símbolos

Algunos padecimientos no se curan porque están representando un deseo inconfesable, un sentimiento reprimido, un trauma inenarrable.

Las palabras nos sirven para comunicarnos.

Si le digo a una mujer que pasa por la vereda «¡Qué hermosa eres!», ella escuchó tres significantes, que a su vez, dichos en ese orden, forman una oración significante, que a su vez, según las circunstancias, el tono de voz y los aspectos gestuales, conforman un hecho significante (piropo).

Todos estos son significantes porque generan en la destinataria algún significado.

Si observamos más detenidamente, no solamente los aspectos vocales sino también los gestos son estimuladores de algún significado en el cerebro de quien escucha.

Los significados que se generan en la inteligencia de ella pueden ser variados, aunque dentro de un cierto menú de opciones.

Podrá sentirse halagada, orgullosa, cortejada aunque no podemos descartar que se sienta incómoda, acosada y hasta aterrorizada porque el hecho significante le recuerda algo similar pero que tuvo un desenlace muy perturbador para ella.

Con estos conceptos podemos entrar en otro terreno menos conocido (por quienes no dedican todo el día a estudiar psicoanálisis).

Es posible suponer que un síntoma es un significante de un significado reprimido.

Dicho de otro modo, puede ocurrir que en vez de palabras o gestos (como en el piropo del ejemplo), el estímulo significante sea un síntoma (asma, dolor, vértigo).

Dicho de otro modo más, un significado (reprimido) puede asociarse a un significante (el síntoma).

Por ejemplo: el humo de la ciudad me produce asma (síntoma) porque mi padre (fumador) nos abandonó cuando era pequeño (significado reprimido, odio que no puedo aceptar en mí).

Podría llegar a ocurrir que la única causa del asma sea este odio inconfesable del paciente y que una vez enterado de la verdadera asociación significante-significado, se cure del asma.

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domingo, 1 de mayo de 2011

Espera ansiosa

La empleada doméstica que colabora para que mi casa esté presentable para quien desee aliviar mi soledad, plancha, prepara comida para varios días, canturrea tonadas de su país y estornuda. Ruego a Dios que el espray virósico se expanda lejos de las ollas. Miro el celular para desacelerar la ansiedad. Me pregunto qué ocurrirá si Delmira me avisa que sí y qué ocurrirá si me avisa que no. Si me dice que sí, ¿quién será el padre? Ella me dice que hace mucho que tiene sexo sólo conmigo, pero desde el fondo de la prehistoria los padres siempre fuimos dudosos o paranoicos. Ella es una buena mujer, porque … aunque no sé, estoy tratando de tranquilizarme por si me dijera que sí y no tuviera ánimo para discutir sobre la paternidad. Siempre fui partidario del aborto pero nunca estuve enfrentado a la posibilidad de ser yo el padre que decide sobre una práctica tan terrible que hasta ahora el coraje apenas me alcanzó para hacer valoraciones estrictamente intelectuales, frías, políticas. ¡Qué horrible, esta mujer sigue estornudando! Capaz que Delmira salió de la casa y se olvidó de llevar el celular. Ella es mucho más tranquila que yo, se toma a la ligera las cosas más serias. ¿Será así con sus pacientes? ... Pero quizá disimule porque si fuera tan tranquila no estaría tan delgada con lo que come y el sedentarismo que practica. ¿Qué le habrá pasado? Hace rato que tendría que haber salido del sanatorio. Quizá el ginecólogo empezó tarde la consulta. ¡Ay! Por fin llama. Trataré de hablar serenamente.

— Hola, Delmira, ¿cómo te va?.

— Bien, ¿y a vos?

— Bien, esperando tus noticias.

— ¿Cuáles?

— Lo de tu menstruación...

— ¡Ja-ja-ja! Era una broma, tonto. Quería ver qué cara ponías.

— Ah, era una broma. ¡Qué graciosa! No conocía tu sentido del humor. ¿Y qué cara puse? ¿Soy fotogénico?

— Sí, un caballero. Sos amoroso.

— De paso me hiciste un electrocardiograma. No podés con tu profesión. ¿A tu marido le hacés los mismos chistes?

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