miércoles, 22 de diciembre de 2010

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 20/01/2011. Un abrazo!

martes, 21 de diciembre de 2010

Los orgasmos inútiles

«Cuanto más conozco a las mujeres, más me gustan las mujeres».

En otros artículos he fundamentado la opinión personal sobre la asimetría radical que existe entre hombres y mujeres, porque

— Somos anatómicamente diferentes;
— Tenemos distinto protagonismos en nuestra única misión (cuidarnos como individuos y como especie); (y, por consecuencia)
— Diferimos en nuestros puntos de vista, prioridades, idiosincrasia, personalidad, estabilidad emocional, reactividad.

He llegado a decir —sin ningún ánimo de exagerar—, que bien podríamos considerarnos de especies diferentes (como si fuéramos jirafas y camellos) (1).

También he mencionado (2) que la anorgasmia se da más entre mujeres que entre varones.

Lo habitual en nuestra forma de pensar es dar por correcto un cierto modelo y luego comparar todo lo demás con ese modelo, para terminar diciendo: esto está bien y esto está mal.

Esta forma de valorar la realidad que nos rodea corre el riesgo de elegir mal el modelo de referencia.

En la vida cotidiana, aumenta este riesgo porque los expertos en marketing hace siglos que trabajan publicitariamente para imponer ciertos modelos acordes a sus intereses, con lo cual, los más incautos terminamos afirmando que «la medicina es buena», «los árabes son malos», «los que ganan siempre tienen la verdad», «los europeos son más inteligentes que los africanos», etc.

Por machismo puede entenderse «la actitud de discriminar a las mujeres en beneficio de los varones».

No me extrañaría que hombres y mujeres consideremos que la anorgasmia es una disfunción sexual.

Sin embargo, si nos apegamos a la lógica de la naturaleza, podríamos decir que los varones estamos obligados a tener orgasmos porque de esa forma eyaculamos nuestro semen, mientras que las mujeres no los necesitan.

Lo que sí necesitan es lo que no paran de buscar: amor y protección, para ellas y sus hijos.

(1) Una hipótesis de lo peor
Nadie es mejor que mi perro
Ya sé por qué no me entiendes
Ser varón es más barato

(2) Menos orgasmos y menos salario
El orgasmo salarial
Primero cobro y después hago
Las mujeres fecundan gratis

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lunes, 20 de diciembre de 2010

Las noticias de nuestra infancia – 5

Los caballos duermen parados, tienen los ojos sobre los laterales del cráneo y sus orejas cambian de orientación, según dicen algunos opinólogos (como yo), porque en la historia de estos animales, esas funcionalidades se fueron desarrollando para que se defiendan más eficazmente de los depredadores.

La lógica de esas características anatómicas estaría en que, si fueran atacados mientras duermen, podrían huir rápidamente; asimismo, los ojos laterales y las orejas giratorias, les permiten tener una percepción visual y auditiva de 360º.

Los humanos también traemos algunas funcionalidades defensivas, que se van perfeccionando a medida que crecemos.

Lo que estoy comentando con ustedes desde hace algunos artículos anteriores (1), refiere precisamente a un conjunto de temores, precauciones, acciones reflejas, que fuimos adquiriendo a través de los milenios, para defendernos de nuestros depredadores.

Este artículo lo destinaré a las fantasías persecutorias.

Si tuviéramos que arriesgar una hipótesis sobre cuándo comenzó nuestra desconfianza, pensaríamos en el parto.

Cualquiera fuera el mínimo recuerdo de aquel traumático evento ¿quién podría entender y justificar un desalojo tan violento e inoportuno (porque éramos muy débiles para ser desterrados)?

Entramos a la vida con el pie izquierdo: nada menos que nuestra madre tiene una actitud tan antipática.

Tengamos en cuenta además que no podemos averiguar con otros niños cómo les fue a ellos, como para tranquilizarnos pensando que «a todos nos ocurre lo mismo».

Por lo tanto, nuestros sentimientos paranoicos (persecutorios) están plenamente justificados.

En suma: la naturaleza nos hizo predispuestos a la desconfianza y además, tenemos motivos valederos para sentirnos personalmente perseguidos.

En la adultez, nos resultan desproporcionadamente alarmantes noticias, tales como:

— robo de identidad;
— epidemia;
— estafa;
— llamadas telefónicas u otros mensajes anónimos;
— cambios en nuestro cuerpo, por mínimos que sean;
— futurología inquietante (apocalíptica);
— recalentamiento global, deshielo (imagen), debilitamiento de la capa de ozono, invasión de marcianos.

(1) Las noticias de nuestra infancia – 4

Las noticias de nuestra infancia – 3

Las noticias de nuestra infancia – 2


Las noticias de nuestra infancia – 1

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domingo, 19 de diciembre de 2010

Exitoso y enigmático

Les hablaré de un rey que gobernó en otros tiempos y otros lugares, donde la cultura es muy distinta a la occidental, aunque los seres humanos en esencia, nos parecemos.

Él manejaba con mano firme los destinos de su pueblo y eran muy admiradas las continuas conquistas territoriales que lograba, gracias al rebuscado arte de la guerra con que había sido dotado.

Los pueblos vecinos —sabedores de que en cualquier momento serían invadidos por única y exitosa vez— nunca lograban entender cuál sería su próxima estrategia.

La expansión territorial hacía que las fronteras de su territorio fueran cada vez más extensas y por ello, más y más países eran sus vecinos, posibles víctimas de su afán y seguros enemigos que no paraban de conspirar preventivamente contra él.

Cierta vez dio la orden de construir un pequeño palacio en las alturas de una colina, rodeada por interminables desiertos que lo volvían costosamente accesible.

Al ser terminado y lujosamente decorado, todos quedaron expectantes sobre cuál sería el destino de obra tan magnífica.

Aumentaron las conjeturas cuando los administradores de gobierno buscaron candidatos para formar un equipo de 100 varones, sordos de nacimiento y con notoria fortaleza física.

En una ceremonia patriótica, el enigmático gobernante comunicó que aquel lujoso palacio sería la cárcel vitalicia, para su enemigo personal más peligroso.

Los súbditos tampoco pudieron entender que el mejor orador, el persuasivo dirigente de la oposición al rey, pasara a vivir su cautiverio como un rey, custodiado por guardias que no pudieran ser convencidos por la brillante oratoria del preso político.

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sábado, 18 de diciembre de 2010

Las noticias de nuestra infancia – 4

Para este cuarto artículo de la serie (1), le toca el turno a un tema tan fascinante como es la sexualidad y el erotismo.

Compartiré con ustedes algunas hipótesis sobre porqué ciertas noticias actuales, nos llaman tanto la atención y eventualmente nos alarman desproporcionadamente.

La palabra clave es seducción.

No quedan dudas sobre la sexualidad infantil. Nacemos con deseos sexuales.

No quedan dudas sobre la represión de la sexualidad que imponen nuestras culturas.

Así es imposible tramitar esta necesidad (orgánica y de la especie) con tanta naturalidad como lo hacen nuestros compañeros de otras especies.

Este conflicto se expresa de múltiples formas, aunque en los hechos todas ellas podríamos agruparlas bajo un mismo título: neurosis.

Los niños se masturban y la vergüenza del adulto que lo observa, genera un estado de ánimo en el pequeño que yo no sabría cómo describir, pero que para definirlo en pocas palabras, tiene algo de culpa, de sentirse un monstruo, de que su vicio puede costarle la expulsión del hogar.

A partir de esta gran preocupación —teniendo en cuenta su mínima capacidad para enfrentar sus temores—, surgen en él fantasías que lo alivian.

El pequeño imagina que uno o más adultos lo seducen, lo excitan sexualmente y que esa es la causa de sus prácticas masturbatorias condenables.

Con su imaginación, trata de suponer que no es un degenerado monstruoso (como parece sugerirle la actitud escandalizada de los adultos), sino que es la víctima de un abuso sexual (seducción).

Este drama infantil, archivado en el inconsciente, luego sale a luz cuando oímos noticias que refieren, por ejemplo, a:

— abuso y acoso sexual, como es de suponer por la identidad de los fenómenos y las propias fantasías de seducción;

— toma y cautiverio de rehenes;

— secuestro;

— estafa (en tanto constituye una seducción depredadora).

(1) Las noticias de nuestra infancia – 3

Las noticias de nuestra infancia – 2


Las noticias de nuestra infancia – 1

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viernes, 17 de diciembre de 2010

Las noticias de nuestra infancia – 3

Este artículo es continuación de una serie (1) en la que me dedico a comentar con ustedes una posible explicación de por qué ciertas noticias actuales, nos resultan tan perturbadoras.

La angustia de fragmentación es —sin exagerar— insoportable.

El cachorro humano es quizá el más vulnerable por más tiempo y el correlato psíquico de esta debilidad radica en que el yo (la parte consciente con la que actuamos en estado de vigilia) (2) demora mucho en desarrollarse.

La angustia de fragmentación la padecemos todos (por ejemplo, temor a que nuestro cuerpo sea destrozado en un accidente) pero —felizmente—, cuando nuestro yo se fortalece, la memoria olvidadiza nos alivia archivando esos recuerdos en el inconsciente.

Como ocurre con las otras angustias infantiles mencionadas en los artículos referidos (1), algunas noticias actuales reavivan aquellos sentimientos agregándole dramatismo a lo que hoy podría pasar más desapercibido.

El caso más notorio e intuible refiere a las prácticas terroristas de moda, consistentes en que un semejante a nosotros, llena su vestimenta de explosivos y se inmola causando graves daños.

Algo muy conmovedor para casi todos, fue lo que ocurrió en Estados Unidos cuando 11/09/2001, en un cinematográfico operativo, fueron fragmentadas hasta su total destrucción las Torres Gemelas ... cuyo nombre alude a hermanos nacidos en un mismo parto.

En este momento (diciembre de 2010) estamos próximos a las fiestas de fin de año y cunde un estado de ánimo particular, causado por muchos motivos.

Algo que nunca oí mencionar —o sea que quizá usted lo lea por primera vez—, es lo siguiente:

— el ano (o la cabeza, o el corazón) representa a cada persona (metonimia);

— «fin de ano», sugiere el temido y angustiante fin de nuestra existencia;

— procuramos desangustiarnos, detonando cohetes que imitan flatulencias de un ano que está vivo (formación reactiva).

(1) Las noticias de nuestra infancia – 1

Las noticias de nuestra infancia – 2


(2) Maqueta de una psiquis

La violencia amorosa

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Las noticias de nuestra infancia – 2

Como digo en el artículo anterior de esta serie (1):

«Las noticias que nos llegan diariamente a través de los diferentes medios de comunicación (incluido el boca-a-boca), son interesantes solamente cuando evocan aquellos temores infantiles que —por lo penosos—, cayeron en el olvido.»

He mencionado el temor a ser devorados y a ser abandonados.

Hoy le toca el turno al temor a ser envenenados.

Los pequeños se asustan con las personas que no conocen y dan la voz de alarma con un llanto audible a gran distancia. De modo similar, se rehúsan a comer nuevos alimentos, más aún si les son ofrecidos por gente extraña.

Este cuidado con lo que comen está activado y dinamizado por el instinto de conservación.

Como digo en el primer artículo de esta serie, ese mortificante temor a ser envenenados, luego cae en el olvido y queda en el inconsciente. Aparece la emoción asociada cuando escuchamos alguna noticia que oficia de metáfora del recuerdo olvidado.

Me explico mejor con algunos ejemplos:

Las noticias referidas a nuestra salud, evocan fácilmente el primitivo temor al envenenamiento.

Si oímos que han aparecido algunos casos de cierta enfermedad contagiosa, nuestro miedo se excita desproporcionadamente (con alarma) porque la psiquis retoma aquel estado de vulnerabilidad extrema, que intentábamos compensar con una desconfianza que nos hacía ver fantasmas por todos lados.

Algo similar ocurre con las noticias sobre errores de los laboratorios farmacéuticos o con los informes científicos según los cuales se sabe que los vegetales transgénicos son dañinos para la salud.

Pero las metáforas pueden ser muy variadas.

Por ejemplo, no sólo se corresponden con la ingestión de alimentos tóxicos. También nos reaviva fantasías infantiles de envenenamiento saber de virus que pueden invadir nuestra computadora o de alguien que se tragó (creyó) la historia de un estafador.

(1) Las noticias de nuestra infancia – 1


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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Las noticias de nuestra infancia - 1

Como nuestra memoria tiene por función recordar algunas cosas y olvidar otras, siempre tenemos la idea de que «todo tiempo pasado fue mejor», lo cual es históricamente falso. Lo que nos ocurre es que nuestra memoria borra selectivamente ciertos datos.

Los niños siente miedos que arruinarían su existencia si no fueran ignorantes y si —con su pensamiento mágico—, no lograran negar lo que les ocurre.

Como nos olvidamos de todo eso, en alguna época posterior tenemos nostalgia de este infierno dantesco y además desdramatizamos o no le creemos cuando nos cuentan sobre sus temores.

Sólo para tener una idea de lo que les cuento, listaré algunos ejemplos de cómo en la adultez nos angustiamos por el recuerdo olvidado de nuestra niñez.

Las noticias que nos llegan diariamente a través de los diferentes medios de comunicación (incluido el boca-a-boca), son interesantes solamente cuando evocan aquellos temores infantiles que —por lo penosos—, cayeron en el olvido.

«Según datos oficiales, la inflación se disparó durante el mes pasado exhibiendo por primera vez guarismo de dos cifras. Efectivamente, nuestra moneda se depreció en un 11,30%, ...»

Nuestro propio deseo de ser muy amados por nuestros padres, nos provocaba como efecto secundario indeseable el temor de ser literalmente devorados por ellos. La inflación hace que nuestro dinero (ahorrado o recibido como salario), pierda su valor como si fuera carcomido.

«Un conductor de ómnibus encontró un niño de 18 meses, sentadito sobre el borde de una carretera próxima a un basural. Estaba descalzo y llevaba pañales, ...».

Esta información es tremendamente angustiante porque no podremos dejar de recordar nuestro temor a que nuestra madre dejara de atendernos, nos privara de comida, se fuera enojada porque demoramos demasiado en ser autosuficiente y estar en condiciones de ayudarla, en vez de darle trabajo.

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martes, 14 de diciembre de 2010

Libertinaje programado

Se acercan las tradicionales fiestas de fin de año y el teclado emocional se altera reversiblemente. Después del día de Reyes (7 de enero), las emociones retoman sus lugares e intensidades habituales.

Un fenómeno parecido ocurre en Carnaval. Durante varios días queda autorizado un cierto desenfreno con dosis de inmoralidad y libertinaje.

En otros artículos (1) les conté que nuestra psiquis está diseñada y funciona como una casa, en la que habita un loco (inconsciente), un juez-policía (superyó) y un señor muy serio y laborioso encargado de dialogar con la realidad exterior a la casa (yo).

Freud no inventó nada. Su mérito fue organizar conocimientos que ya existían desde siempre.

Puedo decir un poco más: nadie inventa nada pues todas las innovaciones no son más que la readaptación (a veces muy creativas, eso sí) de cosas que ya existen en la naturaleza.

Así como Freud nos organizó los conocimientos como para entenderlos bajo el título de psicoanálisis, otros inventaron la figura del síndico.

Un síndico desempeña las mismas tareas que el superyó en nuestra mente, porque tiene a su cargo inspeccionar (supervisar, controlar) lo que ocurre en una empresa cuya gestión es particularmente importante para el resto de la sociedad.

El superyó es una parte de nuestra psiquis que nos controla para que seamos buenos ciudadanos y evitemos perjudicar a los demás. Es por el superyó-síndico que cumplimos con los preceptos morales o nos sentimos culpables.

A pesar de que este rol (síndico-superyó) parece muy severo, no lo es tanto.

Ese personaje psíquico o social, sabe que cada tanto tiene que permitir que aflore la locura, que el inconsciente tome las riendas de la convivencia, que se desahoguen los deseos prohibidos.

Sin estas descompresiones ocasionales, el individuo o el colectivo, se enferman, se deprimen, se angustian, se rebelan.

(1) Maqueta de una psiquis

Violencia amorosa

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Dios nos libera

Mientras releía el artículo titulado El amo y el esclavo, viven diferente, pensaba: «Alguien puede pensar que intento ser coherente».

Lo que sí ocurre es que no busco la incoherencia deliberadamente. Si tengo que ser coherente, lo acepto sin culpa ni arrepentimiento.

La obligación de no contradecirnos equivale a una cárcel de alta seguridad. Continuamente tenemos que revisar todo lo que alguna vez dijimos para evitar la inclusión de conceptos que se opongan entre sí.

El equipo de carceleros que nos vigilan, está compuesto por una infinidad de voluntarios, que hurgan con meticulosidad proporcional al prestigio del convicto. Si alguien gana el Premio Nobel, estos voluntarios se excitan hasta el paroxismo y tratan de encontrar pruebas para destruirlo, cosa que felizmente no ocurre, no por falta de contradicciones en el premiado, sino por la inevitable necedad de sus carceleros.

Y en esto sí creo: Dios nos libera.

Observen que la existencia de las religiones, capaces de convocar a personas de las más variadas inteligencias, nos aportan el derecho a defender públicamente un conjunto de ideas radicalmente alejadas de la lógica, la coherencia y la racionalidad.

Por lo tanto, aunque el psicoanálisis es ateo (porque suponemos que esta fantasía no es otra cosa que una forma de pensar en las cualidades e influencia en nosotros de un padre ideal), no puede (el psicoanálisis) enemistarse con las religiones porque recibe de ellas una autorización tácita para defender —también públicamente—:

— la falta de coherencia que nos impone el inconsciente; y que

— (por estar gobernados por el inconsciente), el libre albedrío no pasa de ser una alucinación, que por la cantidad de adherentes que la padecen (o disfrutan), parece ser tan verdadera como la existencia de Dios.

En suma: vivir en la cárcel (de la coherencia), no impide la felicidad humanamente posible.

Nota: La imagen muestra al presidente de México (Felipe Calderón), al presidente de Venezuela (Hugo Chávez) y al presidente de los Estados Unidos (Barack Obama).

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domingo, 12 de diciembre de 2010

Fracaso del psicoanálisis

A Clarisa la conocí en un congreso de psicólogos, (San Pablo - Brasil), al que una mayoría concurrimos para escapar de nuestras vidas familiares, de nuestros pacientes y de nuestras identidades.

Como siempre ocurre, los temas de estos eventos son irrelevantes porque lo que importa es encontrar un pretexto razonable para justificar esas fugas, atraídos por la omnipresente fantasía de que encontraremos a alguien con quien podamos practicar sexo recreativo y luego intercambiar títulos, autores y chismes, ya que fumar se ha vuelto antipático, inclusive después del coito.

Como dice el refrán, «la tercera, es la vencida». Los dos últimos «viajes de actualización profesional», habían transcurrido sin pena ni gloria ni ninguna otra mujer.

Apareció Clarisa y ratifiqué una vez más que son ellas las que, cuando entran en celo, marcan al candidato y lo subordinan hipnóticamente.

Enterado de que esto funciona así, ni dudé en acercarme e invitarla a «tomar un vaso de soda porque lo del café ya está gastadísimo», con lo cual logré su primera sonrisa aprobatoria.

Me contó que había estudiado psicología para curarse a sí misma, porque todos los profesionales consultados la habían dejado tan desequilibrada como antes.

Además de la sonrisa, no tenía otro rasgo físico que pudiera interesarle a la empresa Play Boy, pero para mí se convirtió en una mezcla de Madonna con Shakira.

Me planteó su fantasía antes del almuerzo: quería destinar los próximos cuatro días a tener sexo vaginal, siendo penetrada por detrás, mientras se asomaba por la ventana del hotel, para mirar el tránsito desde la altura.

Imaginé rápidamente la escena, me pareció excelente y así lo hicimos.

Les ahorro los detalles porque son conocidos por ustedes.

Cuando volví a mi casa, me esperaban con una piedra en cada mano.

Resultó ser que Clarisa tiene un amante, evidentemente más celoso que su marido, porque la hizo seguir por un detective, talentoso fotógrafo que se gana algún dinerito extra extorsionando a los clientes colaterales que pudieran aparecer, dentro de los cuales, fui incluido.

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sábado, 11 de diciembre de 2010

El bio-cam-bio

La resistencia a los cambios es una característica de prácticamente cualquier ser vivo.

Hasta las aves migratorias tienen resistencia al cambio porque para ellas, la rutina, lo estable, lo permanente, es vivir siempre con una misma temperatura, por ejemplo, siempre en verano.

Los animales que hibernan, rehúyen del cambio climático acostándose a dormir durante meses como si padecieran una depresión profunda.

Hace meses les contaba (1) que las personas exitosas son particularmente renuentes a cambiar algo que pudiera perjudicarles su estatus.

Más recientemente (2) les comentaba lo que ocurre con la inestabilidad emocional que caracteriza a las mujeres bajo el influjo de sus oleadas hormonales y de cómo, esos cambios de humor suelen desprestigiarlas y generarles conflictos sociales y laborales, dado que también nos resistimos a esos cambios suyos.

Seguramente existen razones plenamente biológicas para que los seres vivos en general nos resistamos a los cambios.

En nuestra especie, sin embargo puede sumársele un agravante dado que parte de nuestra biología incluye el comportamiento mental, en el que participan las metáforas y las metonimias, en procesos que suelen ser inconscientes.

Me explico mejor:

Además de que nuestro organismo procura la estabilidad ambiental, climatérica y geográfica, nuestra psiquis asocia los cambios con el más dramático, esto es, con la muerte.

Aunque nadie sabe exactamente de qué se trata morir (porque no han habido suficiente cantidad de fallecidos, que pudieran contar una historia similar y confiable), sí alcanzamos a saber que se trata del gran cambio.

Esto nos permite decir que nuestro instinto más reactivo, frenético y alocado, es decir, el instinto de conservación, es el proveedor de energía a una metáfora con la que suponemos que todo cambio nos remite al gran cambio, al irreversible, al terminal, al que evitamos con mayor energía.

Todo cambio es una metáfora de la muerte.

(1) Lo feo de ser lindo

(2) La realidad es ovárica

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viernes, 10 de diciembre de 2010

Ni si, ni no, ni viceversa

Hace unos meses, les decía (1) que, si bien la humanidad se abraza con fuerza a la creencia en el libre albedrío, simultáneamente se abraza con fuerza a todo aquello que disminuya las consecuencias indeseables de esa postura ideológica.

Efectivamente, suponer que el futuro puede adivinarse erosiona la hipótesis de que cada uno hace lo que le viene en gana.

Los que confían sus decisiones al asesoramiento que pueden obtener de la astrología, el tarot o los mentalistas, están suponiendo que el curso de los acontecimientos ya está determinado en el momento de la consulta, pero que sólo esos asesores tienen acceso a la información.

Por lo tanto, quien cree en el libre albedrío tiene prohibido creer en la adivinación, excepto que asuma la incoherencia lógica en la que incurre.

Algo similar sucede con los amantes de las estadísticas porque uno de sus principales subproductos, el más apasionante, el que despierta mayor interés, es la determinación de tendencias.

El análisis de tendencia pretende aportar certezas suponiendo que si un móvil estuvo en el punto A y ahora está en el B, puedo tomar decisiones partiendo de la base de que luego estará en C.

En suma: quienes creen que el futuro se puede conocer por la vía que sea (mística, parapsicológica o matemática), sólo están autorizados para defender el determinismo y descalificar el libre albedrío.

Y ya mismo me desdigo, porque la afirmación anterior también es falsa.

Los humanos estamos atados a la coherencia en los dichos pero no en los actos. Decimos lo que los demás quieren y aceptan escuchar, pero hacemos lo que no podemos evitar (determinismo), para luego describirlo (justificarlo) de la forma que los demás quieren y aceptan escuchar.

Por ejemplo, digo defender la monogamia, pero soy infiel y luego prometo no volver a hacerlo.

(1) ¡Cuidado con los monos de leo!

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jueves, 9 de diciembre de 2010

La violencia amorosa

En un artículo publicado con el título Maqueta de una psiquis, compartía con ustedes una descripción híper-resumida de cómo el psicoanálisis se imagina que es nuestro aparato psíquico.

Lo esencial de esa nota estaba al final.

En él decía que poseemos un inconsciente que responde a nuestros instintos y que se lleva mal (o, directamente, no se lleva) con las normas de convivencia; un superyó, que se parece a un juez y gendarme, que sí tiene en cuenta las normas de convivencia, y un yo, encargado de vérselas con el inconsciente, con el superyó y con toda la realidad en la que vivimos.

Haré un comentario práctico sobre el juez y gendarme (superyó).

Esta parte (función, instancia psíquica, o piecita del engranaje mental), se desarrolla asimilando

— lo que nos llega a través del sistema educativo;
— lo que nos exigen o recomiendan nuestros padres;
— lo que otros (amigos, compañeros de estudio o de trabajo, sociedad en general), nos indican sobre cómo desean que seamos para aceptarnos, querernos, incluirnos, protegernos, dejarnos participar en fiestas, paseos, diversiones.

El superyó se desarrolla con esos insumos, bajo amenaza.

La construcción de esta parte de nuestra mente no es nada pacífica, ni amorosa, ni poética.

La mejor comparación que se me ocurre es con un caballo de paseo. Si usted observa cómo son y de qué manera se usan las espuelas, podrá comprenderme mejor.

Las espuelas son unas puntas metálicas que se calzan en los zapatos del jinete (imagen), para que este las clave en la piel del equino, ante lo cual, el pobre animal huye despavorido, es decir, translada al torturador a más velocidad.

El sistema educativo nos castiga obligándonos a escuchar varias veces lo mismo, nuestros padres nos amenazan con el desamor o el abandono y nuestros amigos, nos ignoran.

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

El sadismo filantrópico

Un cuento humorístico narra la historia de un matrimonio de ancianos, en el que ella desempeña el rol de severa vigilante de la salud de él: le impone ejercicios, dietas, privaciones.

Desafortunadamente fallecen en un accidente y cuando van al cielo, se enteran de todas las ventajas que ahí disfrutarán eternamente: casa gratis, campo de golf, piscinas, todas las comidas que deseen.

El hombre le hace notar a San Pedro que él no puede comer cualquier alimento por el colesterol, la diabetes, el ácido úrico, pero el santo le dice que nada de eso existe en el paraíso.

El anciano se lamenta y le recrimina a la esposa porque, no solo le privó disfrutar de la gastronomía terrenal sino que además, postergó su muerte para disfrutar del paraíso.

Las creencias que se apartan de las evidencias que nos muestra la naturaleza, inevitablemente adolecen de algún defecto lógico.

En el caso de la historieta, la existencia de una vida después de la muerte es inconsistente. Se trata de una fantasía para aplacar la preocupación que refiere a nuestro fallecimiento, pero entra en contradicción con otros datos.

Efectivamente, si fuera coherente, entonces nuestro instinto de conservación seguramente no reaccionaría con tanta crispación ante cada discurso terrorífico de quienes no agotan su imaginación sobre cómo atemorizarnos con infinitas amenazas, que para contrarrestarlas, quedamos obligados a sufrir, privarnos, abstenernos, aburrirnos, renunciar a una parte importante de nuestra calidad de vida.

Claro que todo esto no es tan grave si observamos la complacencia por las privaciones que algunas personas detentan.

— Algunos cónyuges se siente deliciosamente mimados si los vigilan, les imponen restricciones e indirectamente los alientan a realizar travesuras, transgresiones y demás actos clandestinos;

— También parece gozoso difundir e-mails, sembrando el terror entre los amigos, tomando el rol de verdugo o torturador, supuestamente filantrópicos.

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martes, 7 de diciembre de 2010

Los psicosomáticos dolores del parto

Hay un conjunto de creencias que nos arruinan la vida, pero atención: nuestra vida depende del sufrimiento.

Efectivamente, el fenómeno natural «vida» cuenta con las acciones que realizamos para aliviarnos del hambre, del cansancio, de la evacuación de los desechos digestivos, del deseo sexual (1).

Una de esas creencias ruinosas dice que estamos formados por una parte física, que se puede tocar (tangible), más otra parte espiritual, que no se puede tocar (intangible).

A esta creencia se la denomina dualismo cartesiano porque hemos elegido al filósofo francés René Descartes (1596-1650) como su inventor o descubridor, a pesar de que muchos pensaron lo mismo, pero necesitábamos un abanderado para darle mayor fuerza, difusión y credibilidad a la idea.

Como les comento en algunos artículos (2), las creencias tienen una fortísima influencia en lo que percibimos. Casi podríamos decir que no vemos de afuera hacia adentro sino exactamente al revés: lo que no creemos, no lo percibimos.

Otra creencia muy arraigada entre nosotros es que, si bien podríamos aceptar que somos animales, no solo somos diferentes sino que además somos los mejores, los más perfectos.

Esta idea es tan ridícula como la que sostienen algunos de nosotros de que somos los más bellos, los más inteligentes o los infalibles.

Con estas premisas, podemos ir pensando que los dolores de parto son una respuesta psicosomática que, en lo esencial, es patológica.

En otras palabras, no es necesario que el parto sea penoso. La naturaleza puede perfectamente terminar el proceso de gestación sin que las mujeres sufran.

Efectivamente, las hembras de estos animales, pueden ser fecundadas por un macho, luego pueden gestar sin la ayuda de nadie (parientes, médicos, enfermeras), y parir sin dolor ni asistencia.

Claro que, como Dios dijo «parirás con dolor», ¿quién se anima a desobedecerle?

(1) Ver blog especializado en el sufrimiento como inherente a estar vivos, titulado Vivir duele

(2) La obediencia debida

Nos comportamos como perros y gatos

La inteligencia es optativa

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lunes, 6 de diciembre de 2010

Los estrógenos consumistas

Una mayoría creemos que las mujeres son más gastadoras que los hombres.

Por «gastador» podemos entender alguien que con frecuencia encuentra necesidades y deseos, propios o ajenos, que pueden y deben ser satisfechos gastando el dinero o el créditos disponibles.

No cuento con estadísticas sobre este tema como para decir, por ejemplo, algo que deleita los oídos de los racionalistas y creyentes en datos como el siguiente:

«The Massachusetts Institute of Technology, (MIT) reveló la semana pasada, que el 83,39 % de las mujeres, son proclives a agotar sus ahorros o el cupo crediticio de sus tarjetas de créditos, comprando objetos para el hogar, vestimenta para ellas o sus familiares, mientras que 16.61% de los hombres son ahorrativos, procuran andar siempre con la misma vestimenta ruinosa, excepto en lo que refiere a la compra de televisores, computadoras o Play Station».

Pues bien, este dato que figura en el párrafo anterior, es falso, acabo de inventarlo, es tan irreal y poco creíble como cualquiera de los otros datos que, con similar formato, se ofrecen como verdades irrefutables.

Comienzo otra vez: si usted cree, tiene la sensación, supone, que las mujeres gustan comprar cosas nuevas en mayor medida que los varones, entonces siga leyendo porque le diré por qué esto, que (efectivamente) les ocurre, tiene una explicación que sólo el psicoanálisis, con su maravillosa capacidad de percibir lo que acontece en lo más recóndito de nuestra psiquis, puede descubrir y en el siguiente párrafo, develar.

Existe un correlato entre la renovación celular que se produce cada mes lunar en el útero (menstruación) y el deseo de comprar cosas nuevas.

Efectivamente, puede dar por seguro que la relación menstruación-consumismo existe, aunque una minoría no la manifieste.

Agrego: el fenómeno ocurre independientemente de que la mujer sea menstruante o no.

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domingo, 5 de diciembre de 2010

La intriga sobre quién soy

Con los colegas que tengo un trato más amistoso —cuatro mujeres y dos varones—, estuvimos cerca de dos meses pensando en reunirnos en mi apartamento, con hora de comienzo pero sin hora de finalización, para trabajar, confraternizar y divertirnos.

Una hora después de lo convenido, estábamos los siete reunidos.

Les recordé a las colegas que se olvidaran de que eran mujeres y que abandonaran esa patética costumbre de ser amas de casa y maternales. Por lo tanto, nada de colaborar en picar los alimentos sólidos, ni alcanzar vasos y botellas a los demás.

Uno de ellos había conseguido abundante marihuana y eso nos provocó ansiedad. Especialmente entre los tres que nunca la habíamos probado.

La única Coca-cola, quedó sin abrir. Bebimos casi exclusivamente whisky y medio litro de cerveza.

Rápidamente la conversación ingresó en temas personales, luego en muy personales y finalmente en peligrosamente íntimos.

Alguien se dio cuenta de la tendencia y quiso traer a colación el caso de un paciente anónimo, pero la más agresiva y vehemente lo hizo callar, interpretando esta actitud como evasiva, irresponsable y cobarde.

Todos estuvimos de acuerdo, pero sin hacer leña del árbol caído.

Otra se puso de pie, pidió silencio y cuando lo obtuvo, dijo: «Ustedes son la humanidad para mí y les confieso que quiero a mi marido, que estoy furiosa porque me abandonó y que todo el destrozo económico y público que le estoy haciendo, me duele más a mí que a él».

El silencio siguió un rato más, intercambiamos miradas hasta que alguien arrancó con un tema trivial que se extinguió enseguida.

Como el formato teatral tuvo éxito, el colega más tímido también se puso de pie. Sólo levantó los brazos y callamos:

— «Tengo 58 años, hace años que me divorcié, me va muy bien como analista, quizá sea quien más pacientes atiende y el que más honorarios cobra mensualmente, pero me siento un fracasado».

Así siguió la ronda, pero del tercero o tercera en adelante, ya no recuerdo qué se dijo.

Recién me llamó una de ellas, muy risueña y me dijo: «¡Así que con que esas teníamos, eh! ¿Quién lo hubiera dicho de ti?», pero no me dio más pistas y sé que no me las dará.

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sábado, 4 de diciembre de 2010

Los orgasmos de mamá

Imaginemos por un momento un escenario de ficción, surrealista, fantástico, ...

El elemento esencial en este mundo distinto, es que los humanos tendríamos una opinión totalmente favorable hacia el placer físico.

Imaginemos que algo nos modifica el pensamiento a todos y que a partir de ahora, sentimos la misma devoción por el deseo sexual que por el amor platónico.

Tanto glorificaremos la generosidad, la tolerancia, un infinito deseo de ayudar a los demás, como el placer físico de ser acariciados, de penetrar o ser penetrados, de besar todo el cuerpo, abrazar con total desnudez, disfrutar de los perfumes, la suavidad, la pasión, lo locura frenética de los orgasmos sísmicos.

Repito: convertiremos en dignos del mayor respeto, valoración y aprobación, tanto el amor incondicional al prójimo como las relaciones sexuales.

Si usted pudo instalarse en este escenario, podrá imaginar cosas muy extrañas, además de las propias de la misma situación (desaparición de la pornografía, las vestimentas sólo serán necesarias para protegernos del frío o del sol, el vocabulario obsceno perderá sentido).

Una transformación importantísima que ocurrirá, tendrá que ver con la relación madre-hijo.

Es real que las mujeres sienten un enorme placer físico cuando su hijo succiona la leche de sus senos. La situación es realmente erótica, sexual, apasionada.

Como nuestra cultura nos ha inculcado la idea de que el sexo es pecaminoso, sucio, condenable, la madre que amamanta a su cría, no puede sentir plenamente este placer y sólo lo interpreta como una mínima gratificación por todo lo que ella hace sacrificadamente por sus hijos.

Puesto que ellas no pueden reconocer (asumir) que el sólo goce físico que provocan la maternidad y la lactancia, constituye suficiente gratificación por todo lo que hacen por sus hijos, se instala la disparatada creencia en que los hijos estamos en deuda con nuestras madres.

Artículos vinculados:

La inteligencia es optativa
La obediencia debida
Nos comportamos como perros y gatos

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viernes, 3 de diciembre de 2010

Maqueta de una psiquis

Pensemos en una casa donde viven tres personas.

1) Una vive en la parte trasera y jamás sale a la calle;

2) Otra vive en la parte superior de una torre, con grandes ventanales que le permiten ver todo lo que ocurre en la casa, tanto en el fondo como en el frente.

3) La tercera, vive en las habitaciones del frente y es la única que se comunica con el mundo exterior, con los que pasan por la puerta, con los que llaman por teléfono, se conectan por Messenger o envían e-mails.

Ese que vive en el fondo, en realidad es alguien que fue juzgado hace años y que fue condenado a cadena perpetua, pero con arresto domiciliario.

Su conducta está prohibida por todas las normas: las jurídicas y las buenas costumbres. No siente asco, no tiene vergüenza, carece de límites, desea gozar permanentemente, no tiene escrúpulos.

En lo alto de la torre vive un abogado que además es un juez bastante severo. Por su formación y por su vocación, está permanentemente observando qué hace el presidiario del fondo y qué hace el habitante del frente.

Señala, reclama, advierte, denuncia, se enoja y grita. Es capaz de provocar mucho dolor con sus recriminaciones.

En el frente vive quien interactúa con el resto de la sociedad.

Tiene que mantener al desquiciado del fondo sin que se escape, tolerar los regaños del hombre de la torre, procura llevarse bien con los vecinos y trata de que las tensiones entre los tres se mantengan bajo cierto control, sin que nadie se sienta maltratado, procurando que todos se hagan los gustos.

En suma: el delincuente del fondo es el inconsciente, el juez de la torre es el superyó, y la cara visible de esta familia de tres integrantes, es el yo.

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jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Qué desea mamá?

Los juegos de palabras suelen parecer actos de inteligencia superior.

A veces lo son y otras, son simples enredos que la compulsión interpretadora de los oyentes pretende entender sea como sea.

Por ejemplo: «Un buen profesional no es quien sabe lo que tiene que saber sino quien sabe dónde está lo que tiene que saber».

Este nudo lingüístico significa que lo que tenemos que saber es dónde preguntar, consultar, buscar.

Otro ejemplo: cada vez necesitamos saber menos de matemáticas y más sobre cómo usar las calculadoras que hacen el trabajo pesado de sacar cuentas.

Sócrates, el filósofo griego del siglo quinto antes de Cristo, exageró diciendo «Sólo sé que no sé nada».

En realidad la ambición de saber obtiene la energía que la dinamiza, en la angustia.

Efectivamente, quienes no paramos de buscar datos, información, explicaciones, teorías, hipótesis, ideas, sugerencias, descubrimientos, inventos, somos personas angustiadas desde los primeros días de nuestra existencia.

Y esa angustia es una determinada, específica, concreta: nuestra madre nos estimuló profundamente para saber cuál era su deseo.

En otras palabras: cuando éramos muy pequeños y vulnerables, estuvimos hondamente preocupados por saber qué quería, qué haría, como actuaría, cómo reaccionaría ante nuestras vicisitudes (hambre, incontinencia, insomnio).

Esta no era una característica sólo de ella. Por el contrario, los que no paramos nunca de estudiar, leer, informarnos, investigar, buscar, no estábamos seguros de estar en buenas manos, desconfiábamos de que ella

— supiera qué hacer ante cada necesidad nuestra,
— tuviera ganas de ayudarnos.

Lo digo de otra forma: quienes somos muy estudiosos a lo largo de la vida, temíamos ser abandonados por nuestra madre.

Y usted se preguntará, ¿qué relación existe entre el temor al abandono y la actitud eternamente estudiantil?

Los estudiantes apasionados, buscamos en los libros la respuesta a la gran pregunta: qué deseaba ella realmente.

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La prepotente prohibición del lesbianismo

Es probable que yo tenga un desmesurado afán de protagonismo, como me dicen algunas personas conocidas.

No solamente supongo que tienen razón sino que además estoy conforme con mi libertad para pensar, escribir y proponer ideas que no están en los diarios, revistas y libros de difusión masiva.

Claro que los amantes de Caperucita Roja, Pinocho y La Cenicienta, no quieren saber nada con mis ideas tan apartadas de lo que siempre se dijo, se opinó y se tomó como verdad incuestionable.

En un artículo ya publicado (1), repetí algo que dijo Jacques Lacan (simplemente porque nació antes que yo): «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres».

Si hombres y mujeres pudiéramos abandonar el machismo, es probable que terminemos considerando que el valor, utilidad y significación de ambos sexos es totalmente diferente.

En caso de que se hiciera una evaluación descontaminada de intereses sexistas, desapasionada y sin prejuicios, tendríamos que reconocer que

1º) Si consideramos que las únicas cosas que tenemos que hacer los seres vivos es cuidarnos como individuos y como especie (reproducirnos) (2);

2º) Entonces, las mujeres, con su increíble cuerpo, capaz de gestar y alimentar, valen mucho más que el hombre.

Como desde hace milenios nos venimos organizando en base a la fuerza bruta, la violencia y la agresividad, casi todos somos más o menos machistas.

Somos machistas porque es el sexo que manda, gobierna, dirige y castiga a los desobedientes.

Cuando este régimen de dominación bestial caiga en desuso, entonces las mujeres podrán expresar libremente su preferencia por las demás mujeres y disfrutarán de los varones sólo como alternativa necesaria para embarazarse.

Hasta ahora ellas dicen preferir a los varones, en base a una costumbre que comenzó siendo miedo (por lo mismo que somos machistas).

Algún día las dejaremos salir del placar.

(1) «Si señora, voy corriendo»

Sabemos mucho de gays pero poco de lesbianas



(2) Ver blog La única misión

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