sábado, 28 de noviembre de 2015

Con Mariana no sé qué somos




















1.  En nuestro Uruguay todo es a escala del pequeño territorio y de la pequeña población. Mi primo se burla diciendo que nuestro shopping más grande es un quiosco.
2.  Deambulaba por este mega-shopping-quiosco una noche de fabulosos descuentos. La gente y las bolsas de esa gente casi formaban una masa bulliciosa, con pequeños márgenes de movilidad.
3.  Me llamó la atención una mujer con cabello teñido de gris. El rostro juvenil quedaba realzado por el peinado de abuela coqueta. También me llamó la atención que no tenía bolsas. Éramos los únicos sordos ante las seductoras ofertas.
4.  Se ve que al mirarla levanté las cejas porque ella copió mi gesto. Eso me hizo gracia y ella copió mi sonrisa.
5.  Me acerqué a su oído y le dije:
6.  —Te invitaría a tomar un café pero tendrías que ser muy ingenua para no considerarlo una grosería obscena. ¿Se te ocurre alguna otra fórmula?
7.  Ella también me habló en el oído y me dijo:
            Valoro tu delicadeza. Te la retribuyo invitándote a tomar una copa de vino en mi casa. ¿Aceptás?
8.  Me hizo gracia su desparpajo y, tomándola del brazo como si yo fuera la dama, le contesté levantando ambas cejas.
9.  No salimos por ninguna de las 24 puertas del complicado edificio sino que tomamos un ascensor hasta el piso 14. Ahí vivía esta señora que se presentó como Mariana más un apellido polaco en el que, fonéticamente, no identifiqué ninguna vocal.
10.                   ¡Vaya colección de botellas, frascos, vasos, vasitos y copas, colgadas y apoyadas!
11.                   ¡Qué difícil me pareció todo esto! ¡Esta mujer era rica, o millonaria, o empresaria, o diplomática y yo con mi modesto título de contador mediocre y evasor de impuestos!
12.                   ¡Qué mal me sentí cuando me preguntó qué quería tomar! Nada de lo conocido por mí podría compartir aquellas suntuosas estanterías. Zafé diciéndole que la acompañaría en lo que ella prefiriera. ¡Qué error! Me sirvió un licor de menta que me pareció abominable. No se lo dije pero se enteró porque apenas lo probé.
13.                   ¡Qué estaba haciendo yo ahí! Se agolparon en mi cabeza escenas con Cary Grant, Alain Delón, Dean Martin, ideales para sentirme más y más un gusano.
14.                   Cuando después de 10 minutos comencé a pensar cómo irme sin molestarla me invitó a ver una documental. Me imaginé alguna colección de Discovery Channel, pero no: era una colección de los mejores goles en la historia del fútbol. Me encantó! Cuando aparecieron jugadores uruguayos quedé sentado en el sofá orgulloso como un soldado cuando escucha el himno.
15.                   En mi más profunda concentración futbolera, Mariana se puso de rodillas sobre la alfombra, abrió el cierre de mi pantalón y rebuscó con la mano hasta encontrar mi pene. ¡Qué vergüenza! Estaba más pequeño que nunca. Apenas sobresalían unas migas de piel arrugada.
16.                   Los goles eran cada vez mejores. Seguían apareciendo “goles uruguayos” y yo tratando de olvidar el mendrugo de pene que ella comenzó a lamer extremando la puntería de sus labios y lengua.
17.                   Yo le miraba el cabello y pensé que aquella joven en realidad era una anciana sin pretensiones, pero la paciente tarea bucal empezó a dar resultados. El juego de cámaras con que habían sido filmados los goles me pareció artístico, coreográfico, en algunos casos, surrealistas. Mi pene comenzó a crecer, la vergüenza cedió, me animé a tocarle la juvenil cabellera plateada.
18.                   Ella cambió, ahora parecía más desenvuelta porque había aumentado el material para su obra. Sentí cómo suspiraba y pensé que podría estar gozando con algo mío. Eso me trajo tranquilidad y pude identificarme un poco más con los “goleadores uruguayos”.
19.                   No sé cuánto tiempo habrá pasado, quizá 20 minutos o 50 goles. Cuando mi pene llegó al despliegue máximo, se levantó la pollera, —no tenía ropa interior—, y se penetró vaginalmente. Sentí un mareo pero recordé que no había ingerido nada de alcohol. Ella tuvo varios orgasmos. En cada uno se apretaba el estómago como si estuviera pariendo mi pene.
20.                   Comenzó a moverse con más velocidad. Mi eyaculación era inminente.
21.                   Así ocurrió y me convertí en una manguera de elevado caudal seminal.
22.                   Mi historia con Mariana continuó: siempre iniciaba una fellatio cuando intuía que yo estaba lo más alejado del deseo sexual. Quizá es una técnica polaca. No sé, cuando tengo la suerte que ella me invita a ver una peli, corro entusiasmado pero ella siempre logra distraerme para que mi respuesta comience desde la nada misma.