Imaginemos una viuda que llora desconsoladamente por la pérdida de su esposo.
Tiene dos formas de hacerlo: en la más absoluta discreción o en público.
En el primer caso, quizá nadie sepa de su dolor, mientras que en el segundo habrá testigos.
Cuando alguien se acerca a consolarla, ¿qué está pasando en realidad? Mi opinión (razonamiento) es que la viuda está pidiendo ser amada (por eso llora en público) y quien intenta consolarla, procura ocupar el lugar que dejó el fallecido en el corazón de la viuda.
Si bien es cierto que todos necesitamos ser amados, cada uno tiene sus preferencias. No nos sirve el amor indiscriminado sino de cierto tipo de personas.
Los que se acercan a la viuda para consolarla desean ser amados por ella y se postulan como reemplazantes del fallecido. Ella evaluará si algún postulante califica para llenar el vacío (¿vacante?) que le generó el marido.
Por otro lado, el simple ofrecimiento es de por sí un alivio porque la desdicha que padece durante el duelo se ve aliviada cuando observa que otras personas intentan darle el amor que dejó de recibir de su marido muerto.
Este ejemplo de la viuda puede ser un modelo que, con las correcciones que correspondan, puede aplicarse a otras situaciones en las que alguien consuela a otro por su pérdida (enfermedad, abandono afectivo, accidente, quebranto económico).
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19 comentarios:
Ya me divierte ver la cantidad de argumentos en contra del romanticismo que usted tiene. Es inagotable? De puro masoquista, algún día quizá me anime a conocerlo.
Mi hermana hace dos años que perdió a su compañero y no para de buscar hombros sobre los que llorar y llorar. Me tiene podrida.
No siento eso que tu dices: cuando veo a alguien que está sufriendo, me sale de mis adentros un intenso deseo de ayudar desinteresadamente. No quiero nada del que sufre, sólo que reciba alivio.
Es cierto que no nos sirve el amor indiscriminado, pero en mi caso es tan amplia la gama de personas cuyo amor aceptaría que no entiendo porqué estoy sola dos por tres.
Cuando murió mi hermanastro, mi cuñadastra (?) lloró por un ojo solo. Con el otro refitoleaba a los posibles consoladores (y lo digo en los peores de los sentidos).
Cuando murió mi padre casi no pude llorar (en público nunca). Soy una persona que larga el llanto con facilidad, quizá esa vez sabía que nadie podría sustituírlo, ni consolarme tampoco.
He visto llorar en velorios y entierros. Siempre sentí que el afecto de los amigos y familiares era importante como sostén pero que no aliviaba el dolor.
¿Cómo llenaría el espacio vacante alguien que intenta consolar a otro por un quebranto económico o de salud?
No estoy de acuerdo con Lía respecto de que este artículo ataca el romanticismo. Mejor dicho, no entiendo qué quizo decir Lía.
Pienso que a veces se llora en público porque la persona se siente desbordada. No espera nada de los que la ven llorar porque no cree que puedan ayudar.
A veces la tristeza te vulnera y cometés grandes equivocaciones, buscando afecto de una manera muy poco selectiva.
Para consolar los más indicados son los amigos, los amigos de verdad, los que están para disfrutar en las buenas y acompañar en las malas.
Después de una muerte no hay un vacío vacante, hay sólo un vacío. Cada uno ocupa un espacio no transferible.
Estoy de acuerdo en que manifestar el dolor es una forma de pedir ayuda.
La imágen del desamparo más fuerte que tengo es la cara de mi madre cuando velábamos a mi padre.
La miraba y me transmitía la sensación de que no estaba del todo allí. Cuando la abrazaba me parecía más flaquita, quebradiza. Sentía deseos de convertirme en su madre y arrullarla como si ella fuese mi hija.
Ver un rostro triste conmueve porque se siente compasión. Compartimos la pasión del otro porque podemos sentirnos identificados, ya que vivimos situaciones similares. Cuando consolamos al otro, también consolamos a ese otro que yo fui en aquel momento en que sentía lo mismo.
Cuando murió mi marido nadie supo comprenderme. Yo necesitaba salir, distraerme, olvidar. Recuerdo que llegaba del baile a la mañana y los vecinos_ duros e incomprensivos_ me miraban con un gesto acusador.
Sé muy bien cuanto me ama mi esposo, él no necesita demostrarme nada, pero basta que me agarre una pequeña gripe para que me llene de ternuras y atenciones. Es mi sol.
Las divorciadas ligamos que es una locura, sobre todo cuando el divorcio es reciente. Ahí se despierta entre los hombres una especie de ansiedad al vacío y corren a ocupar la vacante. Pasado un tiempo las aguas vuelven a su cauce, hay que aprovechar el primer envión.
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