domingo, 1 de marzo de 2009

Ajuste de cuentas

— Debes saber que siempre me avergoncé mucho de que fueras alcohólico. Cuando llegabas a casa todo desarreglado y con un aliento espantoso, me sentía muy mal. Los padres de mis amigas son señores tan inteligentes y educados como tú, pero ninguno se alcoholiza.

— ………

— Nunca me animé a decírtelo, pero ¿recuerdas aquel día cuando cumplí doce años y tú trajiste a tus amigos del bar, todos igualmente ebrios como tú? El más alto y joven me pidió que le indicara donde estaba el baño y cuando entramos en el corredor me tomó por detrás, me tapó la boca, me manoseó y beso como un asqueroso y me dijo que no dijera nada porque él era tu amigo y no me creerías.

— ………

— ¿Entiendes acaso lo que significó para una niña de dieciséis años sentir como forcejeabas con mamá en el dormitorio porque ella no quería hacer el amor contigo? Ella te pedía que la dejaras pero sobre todo que bajaras la voz con tus insinuaciones obscenas, y tu parecía que lo hacías a propósito para humillarla a ella y también a mi que no podía dejar de escuchar todo aquello, con el corazón que me salía por la boca, aterrorizada, pensando en cómo estaría mamá contigo en ese estado de borrachera y abuso.

— ………

— ¿Acaso no te diste cuenta lo que significó para nosotras tener que salir a buscar cualquier trabajo para pagar las deudas que tu contraías con esa gente de la peor calaña con la que empezaste a juntarte cuando no pudiste superar la muerte de abuela?

— Señora, es hora de cubrir el féretro para trasladar el cuerpo de su papá.

— ... y ahora me abandonas!

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelentísimo!!! Mándelo a concurso, es un relato breve impecable.

Anónimo dijo...

En nuestro país (Uruguay) están por sacar un almanaque de mujeres famosas que se fotografiarán con maquillaje que simule golpes. Es para sensibilizar en contra de la violencia doméstica hacia la mujer. Hasta ahí está todo bien. El asunto es el almanaque, no creo que pueda cocinar con una foto de una mujer con la cara destrozada en la cocina.

Anónimo dijo...

¡Qué inteligente el final! A pesar del dolor se había configurado un vínculo patológico de dependencia entre ese padre y esa hija.

Anónimo dijo...

Esa chica nunco pudo ir más allá del reproche. ¿Habrá buscado ayuda para salir de esa situación? ¿Habrá intentado hacer algo por su padre? ¿Se dio cuenta alguna vez que su padre estaba enfermo?
Se que no es simpático mirar por el victimario, pero es que tanto reproche hace sospechar que no se buscó hacer nada por cambiar las cosas. Si hiciste todo lo que estaba a tu alcance y fallaste, al momento de la muerte queda sólo el dolor profundo y mudo, no esa mezcla de odio-amor.

Anónimo dijo...

A veces pienso cómo reaccionaré cuando muera mi madre. Sé que la idealizo demasiado, pero es que de verdad la veo como un ángel. Todas las virtudes, toda la pureza están concentradas en ella. Si muere se me cae el mundo, lo único bello y bueno que queda en el mundo para mí. Nadie más que ella me cree y me acepta. Me ama y perdona. Luego, todos los demás, incluída mi mujer, sólo tienen sospechas y sarcasmos, adulonería y falta de respeto.

Anónimo dijo...

La vergüenza de la familia hunde más al alcóholico. Ya bastante tiene con su propia humillación y vergüenza.

Anónimo dijo...

Como en todas las cosas, hay alcohólicos que son buena gente y que quieren vivir y, también hay los que no les importa nada de nada, destruyen todo lo que les rodea y están llenos de rencor.

Anónimo dijo...

Eso de decir que los otros son tan inteligentes y educados como él pero que ninguno se alcoholiza, equivale a decir :"los otros nenes son tan agradables como tú, pero ninguno desarrolló una insuficiencia renal".

Anónimo dijo...

La chica de la foto lloró con un sólo ojo, justo el que había alcanzado a pintarse antes de la paliza.

Anónimo dijo...

Si la gula es un pecado capital ¿por qué no lo es el alcholismo?

Anónimo dijo...

Y yo siempre me avergoncé de tu frivolidad y tu cabeza hueca, de tu mal humor y tu pereza. De tu falta de coordinación hasta para saltar a la cuerda, de tu bulimia, tu anorexia y tu adicción al éxtasis. De tus amigos mafiosos y tus novios cafiolos. De tus amiguitas putañeras, de la desvergonzada de tu madre y la loca de tu abuela.

Anónimo dijo...

Asistí al velorio y pude ver como la desalmada de su hija quitó del ferétro la damajuana que había querido llevarse como última voluntad Carlitos.

Anónimo dijo...

Pobre nena! Gurisa voluntariosa que hasta se aprendió el baile del caño para parar la olla (en fin, la olla y todas las pollas del entorno)

Anónimo dijo...

Siempre quise retornar al quilombo del pueblo. Todas eran unas madres!

Anónimo dijo...

Qué enfermos los del cuento!