— ¿Tú cómo te llamas?
— Jacinta.
— ¿Y tú, cómo te llamas?
— Pedro.
— ¿Y tú cómo te llamas?
— Yo nunca me llamo. Siempre me llamaron.
¿Qué entendió esta persona que da una respuesta tan atípica? Sin embargo, es correcta. Quizá lo que llama la atención es que sea demasiado correcta.
Nuestros datos personales son algo muy valioso para nosotros pero en su mayoría nos fueron dados. Alguien decidió cómo nos llamaríamos, el apellido corresponde a nuestros padres, el número de identificación nos lo asigna el estado de nuestro país.
Pero la influencia que recibimos de los demás es aún más intensa, profunda, radical, determinante. Es probable que nuestros padres quieran realizar ciertos deseos a través de nuestra gestión de vida. Algunos querrán que les demos muchos nietos, otros preferirán que hagamos brillar su linaje con destaques en actividades deportivas, científicas, religiosas.
Estos deseos seguramente se convertirán en verdaderas misiones para nosotros y andaremos durante décadas tratando de no defraudarlos, aun cuando cumplir esa misión implique sacrificar nuestros propios deseos. Pero claro, si nos quedaran deseos frustrados por tener que cumplir los deseos de nuestros padres, ya tendremos hijos para que asuman la misión de complacernos.
Esta diabólica sucesión de frustraciones la cortan los que por algún motivo deciden no creerse esto de la misión y de la obligación para con los deseos de los padres y se rebelan, procurar atender su propio deseo y a su vez, no le imponen semejante sacrificio a sus hijos.
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19 comentarios:
Tengo la sensación de que mis padres siempre esperaron mucho más de mí pero yo me hice la sorda.
Es un enfoque grosero el que Ud hace porque culpabiliza a quienes honestamente tratamos de cumplir con el sagrado deber de orientar a nuestros chicos. No hacerlo sería irresponsable y negligente.
Ahora estoy dichosa pero en su momento fueron mi suegra y mi madre quienes más insistieron para que me embarace.
El idioma lo encontramos ya hecho y cuando se te ocurre alguna palabra tuya, los demás te reclaman. Y no digais nada de la ortografía y los viejos que se ponen locos.
Siempre me acuerdo de mi abuela que cuando era pequeño y yo decía de algo "Esto es mío" ella se burlaba de mí diciéndome: "Mío dijo el gato" y se divertía viendo como yo no soportaba que ella dudara de que yo tuviera algo realmente mío.
Me simpatiza el remate de su artículo en cuanto no cargar a nuestros hijos con nuestros deseos incumplidos. Eso pienso hacer.
Estuve muchos años tratando de darles a mis padres todo lo que ellos no habían logrado y que para mí era como rectificar una injusticia que la vida había cometido con ellos.
Ahora estoy más calmado en esa fiebre reparadora.
Las familias antiguas tenían muchos hijos porque se morían varios y los que sobrevivían se unían a la industria que tuvieran y luego, cuando los padres fueran ancianos, se repartían la OBLIGACIÓN de cuidarlos hasta su fallecimiento.Las cosas han cambiado pero siempre queda algo de aquel modelo.
Me parece que no debe existir ninguna familia donde no hayan tensiones pero al final, no hay mejor forma de organizar la sociedad.
Lo primero es saber que pretenden los padres de uno, para después poder decidir si les hacemos caso o no.
No es nada sencillo rebelarse al deseo de los padres porque sentís que perdés su apoyo.
Cuando me doy cuenta de que no hago lo que deseo realmente,
me llamo
la atención.
Los locos a veces responden de manera tan correcta que parece que dijesen disparates.
Nuestra identidad nos es dada por un montón de circunstancias que escapan a nuestra voluntad, en última instancia no elegimos nada.
Mi padre fue un gran nadador y por eso no quería que yo me dedicase a ese deporte. Él sabía los sacrificios que conlleva. Se ve que el amor al agua lo llevo en la sangre porque a pesar de toda la campaña que me hicieron en contra, la pasión pudo más.
Los deseos de tata Dios, se convertían en verdaderas misiones jesuíticas.
Cuando mi abuelo pasó a retiro me dejó el despacho pronto, equipado e impecable para que yo lo usara. Por suerte abandoné la carrera de abogacía poco antes de recibirme.
Hoy soy artista plástico y sobrevivo dando clases de dibujo y pintura. No me arrepiento.
me preocupa no saber que deseaban mis padres para mí, capaz que estoy preso de su mandato y no lo sé.
La naturaleza decidió mi anatomía pero yo decidí mi género.
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