Nunca entendí a mi padre.
La pobreza en Cicilia era tremenda y la solidaridad no daba a basto. La cooperación entre los vecinos era la mejor posible pero no había qué repartir.
Recuerdo que mis padres discutían mucho antes de dormirse hasta que un día dejaron de discutir y al día siguiente mi padre partió para América.
Mi madre quedó haciendo más cosas de las que ya hacía y empezaron a ayudarla mis dos hermanos mayores. Yo ayudé dejando de ir a la escuela y quedándome en la casa. Ya había aprendido a leer y escribir.
Cuando alguien volvía del poblado más cercano mi madre se ponía muy nerviosa y luego triste, pero un día, tres años después de aquella partida, llegó la carta tan esperada.
Los acontecimientos se sucedieron entonces con gran precipitación. Dos días después estábamos los cuatro sobre un buque que nos llevaría también a la Argentina.
Acá terminamos de criarnos y mi madre no paraba de pelearlo por haber estado tantos años sin enviar ninguna noticia. Lo interrogaba sobre todo lo que no había podido saber y él apenas contestaba. Mi curiosidad tenía un sólo límite: el miedo a preguntarle yo mismo para sacarme esas dudas que me corroían la mente.
Me enojé mucho con él por los abusos de silencio con que nos castigaba, pero ahora que ya soy abuelo y repaso cómo se fueron dando los acontecimientos de nuestras vidas, comprendo a mis hijos cuando me critican porque no tengo ganas de hablar.
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17 comentarios:
La afonía de mi madre sirve para saber qué voz tiene mi padre. jajaja
Mi padre hace dos años que está viviendo en Canadá y sabemos muy poco de él. Para mí que lo perdimos. Mi mamá ya tiene cara de soltera. Cada tanto recibimos una remesa de dinero justo cuando estamos por ahogarnos. Esta historia se parece mucho al submarino con el que torturan a quienes les piden información por la fuerza. ¿Qué tendremos que confesar nosotros?
Esperar y que no vengan es tan feo como querer y que no te quieran.
El ser humano es un bicho durísimo. No se sabe todo lo que es (somos) capaz de aguantar.
Está lindo el relato. Es breve, entendible, emotivo.
Me cuesta mucho aceptar el silencio de mis seres queridos. Quisiera saber todo acerca de ellos. En realidad no sé bien porqué. A pesar de mi deseo entiendo que tienen derecho y propiedad sobre su silencio.
Nosotros también éramos varios hermanos. Nos educaron en la idea de compartir. A veces, al compartir entre tantos, todos nos quedábamos con ganas. Recuerdo un día en invierno que papá nos trajo un chocolate Toblerone. Entonces saltó mi hermano mayor con esta idea: jugarlo a la suerte y el que ganaba se lo llevaba entero. Gané yo. Esa vez quedé saciado y contento.
Sé que la anécdota es intrascendente con el ej. del chocolate pero puede servir si la trasladamos a cosas más importantes.
¡Ninguna intrascendencia Lorenzo! El chocolate vale más de una reflexión.
Probablemente el tano haya pasado momentos duros y no tenía ganas de recordar.
Probablemente el tano haya pasado momentos duros y no tenía ganas de recordar.
Cuando vuelvo de la casa de mi padre, mamá me presiona con todo tipo de preguntas. A mí no me dan ganas de contestarle. Ella no entiende que la relación que tengo con papá es sólo de nosotros dos.
Capaz que él no tuvo otro remedio que meterse en algún negocio turbio.
Mi madre habla tanto todo el tiempo que el resto de los miembros de la familia tuvimos que apelar a distintas opciones: mi viejo directamente no habla, mi hermano grita para que sus palabras sean audibles por encima de las de mamá y yo cada vez que quiero decir algo importante doy un portazo; nunca falla, ahí se callan.
A veces uno permanece callado porque está silencioso y cavilante por dentro.
Cuando hay tanto interés por saber qué es lo que presuntamente se esconde detrás de un silencio, guarda, pueden ser el deseo de dominación.
Es lo que pasa, si no sabés acerca del otro te imaginás cualquier cosa.
Defiendo mi derecho a la privacidad pero cuesta bastante respetarla en los otros.
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