El viernes pasado publiqué un artículo titulado El curare que usa Cupido donde comentaba que la adulación, los piropos, las galanterías, son herramientas lingüísticas para lograr ciertos efectos deseados en nuestros allegados.
Ahora agrego otro más que también se parece al curare en tanto éste es un veneno que paraliza a la víctima.
Cuando alguien vuelve de un viaje es costumbre que traiga obsequios para los seres queridos. Cuando alguien compra una casa nueva o simplemente le hace mejoras importantes, es costumbre que se organice una fiesta para agasajar a los seres queridos.
¿Cuál es la intención en estos actos de generosidad?
Se supone que todos envidiamos. En sí no es éste un sentimiento maligno sino que nos ayuda a progresar. Pero claro, el método que usemos para progresar sí puede ser maligno y hasta delictivo, pero el sentimiento en sí, no tiene nada de malo. Para muchas personas es malo el deseo de progresar y también por ese lado puede ser que la envidia sea percibida como un sentimiento peligroso, pero, insisto, por sí mismo no tiene nada de malo sino todo lo contrario: gracias a que vemos que otro puede hacer y tener cosas mejores que yo, me estimula, me invita, me sugiere, me motiva, me demuestra que puedo estar mejor.
Los aspectos negativos de la envidia son los que preocupan al que está disfrutando de un viaje o al que pudo comprar o mejorar su casa. Por eso trata de paralizar las acciones perjudiciales de los envidiosos con regalos o fiestas.
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19 comentarios:
Cualquier cosa vista muy de cerca es fea y cualquier conducta pensada hasta sus últimas partículas, tiene algo de bueno o de malo. (Esta frase es mía ¿está buena no?)
Coincido con el licenciado en que el asunto de la envidia no da para decir que siempre está mala. Yo soy envidioso y estoy seguro (entre otras cosas porque me lo dicen) que no soy peligroso ni agresivo. Sólo quiero tener lo mejor para mí pero siguiendo la línea recta.
Cuando alguien vuelve de un viaje y no trae algún regalito me hace pensar que es una persona egoísta, antipática, fría, desagradable. No me importa que traiga bombones baratos, pero para mí tiene que demostrar que se acordó de sus compañeros de trabajo aún cuando estuvo divirtiéndose mientras nosotros nos quedamos haciéndole el trabajo.
Las comparaciones son odiosas pero todos comparamos y cuando salimos perdiendo en la comparación, se aplica aquello otro que dice: "a nadie le gusta perder". Ergo, la envidia siempre genera un malestar.
Cuando tuve que pagar la fiesta de 15 años de mi hija, sufrí por todo lo que nos iban a criticar los invitados.
La crisis en la enseñanza se debe -me parece- a que los alumnos envidian todo lo que saben los profesores y que además se lo hacen ver cuando le ponen bajas calificaciones. Los profesores no deberían inspirar envidia entre sus alumnos con todo lo que saben y dominan esa pequeña parte del conocimiento que tiene cada uno. Valen mucho menos de lo que se creen pero tienen el poder y lo ejercen, a veces, con crueldad.
Mi esposa hace años que se calma con un regalo. Y no necesita que sea costoso. Ella funciona así y a mi no me molesta demasiado.
Parece mentira pero el amor también se exige como si fuera dependiente de una obligación y no de algo que tiene que surgir espontáneamente.
La convivencia pacífica suele ser más aparente que sincera. Mi esposa dice que su familia funciona como un instituto de ciegos porque todos se hablan pero no se pueden ver.
Me he sorprendido imaginando cosas que antes eran para mí impensables. Imaginé que ganaba por un juego de azar una suma importante de plata. Entonces me asaltaron las siguientes cuestiones: ¿Cómo hago para ocultarlo frente a mi familia y los que me conocen? ¿Cómo evito hacer regalos y dar préstamos o dar una mano si me lo piden?
Me sentí egoísta. Lo que sucede es que una buena cantidad de dinero puede cambiar muchos aspectos de mi vida pero me parece que si empezo a repartir, el resultado final será que muchos terminarán emparchando situaciones pero finalmente ninguno logrará un cambio importante.
Si se me llega a dar algo así, voy a ser muy cauta.
¡Cómo no me había dado cuenta antes! Encaja perfecto. Cada vez que nos sucede algo bueno organizamos una fiesta o hacemos regalos para aplacar la envidia del prójimo. Está clarísimo.
Por algo está el dicho: cuando la limosna es demasiado grande hasta el santo desconfía.
Desde que pinté el frente de casa se vino una reacción en cadena que afectó a toda la cuadra. La cuadra progresó.
Esta lleno de psicópatas que utilizan los métodos más malignos para hacerse de lo ajeno; quitar la vida para ellos es natural. ¿Qué hacemos con esta gente? Yo no los quiero cerca. Tampoco me sirve que vayan presos porque muy pocos logran rehabilitarse. Que los maten servirá como venganza pero no soluciona el problema. Conclusión: hasta que la psiquiatría y la psicología no logren avanzar como disciplinas que aporten soluciones a estos problemas, habrá que adaptarse al mundo que nos toca vivir.
Si tu madre ha puesto en la belleza la mayor de sus energías, si para ella sentirse bonita es columna vertebral de su vida. Si esa es tu madre y vos sos la hija, te conviene mantener un perfil bajo.
Si compraste una casa nueva es probable que suegros, cuñadas, yernos, primos lejanos y hasta algún tío mal nacido, opinen que tu casa tiene unos cuántos defectos.
Cada vez envidio más el cuerpo de mi cuñada pero no hay caso, no piso el gimnacio ni para achatar la alfombra.
Todo el mundo limpia la casa antes de festejar un cumpleaños. Queremos que todo brille. Tremendo error. Nadie se fija. Todos están pendientes de la comida y el chupe. Cuando se van tenés que volver a limpiar el doble que antes.
La envidia de mis seres queridos es tan salvaje que he pensado en emigrar para progresar en paz.
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