Con María nos conocimos en la escuela. Ella era hermosísima porque tenía los mismos ojos tristes de mi mamá
Cuando tuvimos dieciocho años me dí cuenta que ella era la única persona de mirada triste que sin embargo caminaba como si estuviera orgullosa de sí misma. Mi mamá, no: caminaba despacito, con la espalda encorvada, levantando muy poco los pies del suelo.
A los 29 años nos miramos por primera vez. Ella arqueó cinematográficamente una ceja (ahora no recuerdo cuál) y mi estómago dio un vuelco. Sé que tuve que mirar una baldosa de otro color que había en la cocina de su casa.
Le fui a decir lo que pensaba pero mis pulmones también había dado un vuelco. Respiré varias veces para recuperar el control y ahí pude:
— Tendríamos que vivir juntos María. Cuando estoy en mi casa mi cabeza está acá. ¿Qué te parece si traigo mi cuerpo también?
Ella dejó de revolver la tasa de café vacía y la mirada triste desapareció fugazmente. Descruzó las piernas en cámara lenta para ponerse de pie, me tomó de la mano y me dijo:
— Hagamos lugar en mi ropero para tus cosas.
Todos los 21 de abril nos sentamos ceremoniosamente en la misma mesita de la cocina y en cierto momento que nunca faltó, nos miramos. A ella se le desvanece fugazmente la mirada triste y nos tomamos de la mano. Mi estómago sigue dando un vuelco.
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11 comentarios:
Todavía recuerdo bien a mi primer gran amor. Se llamaba Blanca Rosa. Fui el único de la clase que se animó a decírselo porque todos estábamos enamorados de ella. Me dijo que lo pensaría.Me dijo que sí. Se lo conté a todo el mundo y fui feliz con esos días de popularidad. Con ella casi no nos hablábamos.
El relato es una ternura. Me emocionó por la sencilla intensidad de los fectos.
Es cierto que lo que se manifiesta en el amor son el estómago y los pulmones. Lo del corazón debe ser de esas culturas donde las personas son altas, rubias y de ojos celestes.
Me estoy preguntando con qué organo se habrá elaborado el artículo de hoy.
Los poemas que escribo mirándolo dormir me parecen sublimes, pero ya no se los leo más porque él no los entiende.
Soy de los que ensayan gestos seductores frente a un espejo hasta que me salen bien. Da resultado. Lo recomiendo.
Qué bonita historia de amor. Me da envidia buena.
Lo que más me gusta de este cuentito es que se respira paz. ¿raro no?
Mi primer gran amor por suerte también viene siendo el último. Ojalá me dure.
Las mujeres depresivas tienen como un halo romántico que las vuelve deseables. Claro que cuando se sienten mal-mal, sufren mucho.
¡Cuánto más fácil sería todo si existieran algo más de amor sencillo, sin dramas!
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