domingo, 27 de julio de 2008

Cómo estudiar para ser hijo

Me llamo Elvira Reymond y ni el escritor más imaginativo podría adivinar el recorrido que hizo mi mente para llegar a lo que soy: una ingeniera en sistemas informáticos.

En el plano económico y profesional me va bien, en todo lo demás tengo mis dudas.

Según he venido sabiendo gracias a la implacable lentitud del psicoanálisis, la inverosímil historia de mi psiquis es la siguiente:

Mis padres son dos modestos trabajadores, con muchas ambiciones personales que nunca pudieron llegar a materializar por falta de estudios. Se quieren pero cuando se casaron se querían más.

Cuando mi madre quedó embarazada, él le dijo a cuantos pudo que esperaban un varón que llegaría a presidente de la república. Algunos lo oían como a un ebrio, pero mi madre sabía que lo pensaba con total sobriedad.

Mi nacimiento fue un fracaso tan duro que sólo el alcohol pudo calmarlo. Luego comenzaron a quererme como pudieron hasta que empecé a demostrar cierta aptitud para las matemáticas.

Cuando me recibí de ingeniera él descorchó una botella de champagne que tenía guardada desde que nací mujer y en este festejo sentí que me convertía en la hija de mi padre, que el nombre Elvira me lo puso pensando que algún día sucedería este milagro de que su hija se convirtiera en alguien tan valioso como un varón (según su escala de valores, claro) porque este nombre también se oye «El vira» (“virar” significa girar, cambiar de dirección).

Aquel padre casi ausente y casi indiferente, se convirtió en alguien afectuoso, que hablaba de mí con sus familiares y amigos. Mi ánimo cambió porque mejoró mi autoestima y la psicoanalista me hizo notar que había empezado a usar el apellido, que como habrán notado, quiere decir algo así como «rey del mundo».

Ahora tengo la esperanza de que mi vida afectiva pueda empezar a ser más gratificante, porque de a poco iré asumiendo que soy la hija de alguien.

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando mi madre estaba embarazada, las opiniones estaban divididas, mi madre quería una nena y mi padre un varón. Nací mujer. Mamá me trataba como a una muñeca y mi padre me ignoraba porque el ya tenía dos muñecas: su hija del matrimonio anterior y a mi mamá.

Anónimo dijo...

Ese hombre de barba pelirroja, con aspecto de viejo lobo de mar, queda en un contraste muy extraño con ese bebé tan frágil y pequeñito.
El mundo es más o menos así. Algunos son fuertes y brabucones y otros frágiles y dependientes.

Anónimo dijo...

Elvira Reymond es un nombre de princesa, reina o por lo menos duquesa. Si se dedicó a la ingeniería de sistemas, será porque algo raro pasó en esa familia.

Anónimo dijo...

Si a Elvira le va bien en el plano económico y profesional, no le puede ir bien en todo lo demás. Eso sería demasiado.

Anónimo dijo...

Oye chico, aquí en Cuba no hemos profundizado demasiado en psicoanálisis. Predominan tendencias más pragmáticas.
Como dicen ustedes, "es lo que hay"...

Anónimo dijo...

Los padres suelen prolongar su vida en los hijos y lo primero que prolongan son sus frustraciones. Después los hijos tenemos que venir a llenarles todos los huecos que no supieron colmar.

Anónimo dijo...

Yo empecé a usar mi apellido cuando quedé embarazada. Pude ver que mi padre estaba deseando un nieto y el poder dárselo me hizo sentir realmente bien por primera vez en mi vida.

Anónimo dijo...

Ahora entiendo por que en Uruguay subió la inscripción de mujeres en la Facultad de Ingeniería.

Anónimo dijo...

Ni convirtiéndome en astronauta lograría que mi padre me valorara como valora a mi hermano.

Anónimo dijo...

Si le sacó el corcho a la botella de champagne fue para dejar salir toda la bronca que había juntado bajo presión.

Anónimo dijo...

Necesito ser la hija de alguien, por eso me convertí en la hija de puta.

Anónimo dijo...

La Chechu es mi ídola. Ya me cansé de ser buena y pasar por idiota. Me usan y después me tiran. Para eso por lo menos que primero pagen.

Anónimo dijo...

Nosotros en Brasil a las crianças les damos el apellido de su madre. Es lo más justo y seguro.

Anónimo dijo...

Estoy pensando en virar de dirección hacia mi propio sexo, en lo que a vida afectiva se refiere.

Anónimo dijo...

A la mayoría de las chicas no nos gusta la matemática, preferimos las letras.
La matemática no te permite la ilusión de suponer que algún día llegará a crecerte el pene.