Si logramos comunicaciones claras y estamos
dispuestos a decir «no» cuando
corresponda, los vínculos pueden optimizar su rentabilidad afectiva.
A veces reconozco que parezco
un poco rudo en mi trato con las demás personas, (independientemente de que
recién nos conozcamos o de que haga años que tenemos sexo).
No es «rudeza» en
realidad, sino otra cosa que, si la compartimos mediante este artículo y su
correspondiente video, queda iniciada la oportunidad de que alguien me ayude a
mejorar y de que otros queden ayudados, (por mí), a mejorar.
1º) Desde mi punto de vista las comunicaciones deben ser claras y sin
ocultamientos.
Esta es la parte más difícil porque todos, (dije: todos), estamos algo inseguros sobre si actuamos bien o no. Para
resolver esta duda, la receta mágica es antigua pero infalible: Pedir perdón es
la clave.
Si lo comparamos con un vehículo, los más veloces son aquellos que
tienen buenos frenos y marcha atrás. Para los humanos también: podemos acelerar
nuestros vínculos si estamos dispuestos a callarnos cuando corresponda y a
disculparnos cuando corresponda.
2º) Desde mi punto de vista, los participantes de un vínculo tienen que
estar bien entrenados para decir «no» cada vez que deseen decirlo.
Si nuestro interlocutor puede contar con que no debe protegernos porque
sabemos cuidarnos solos tendrá la libertad de decir y pedir todo lo que se le
ocurra, sin autocensurarse.
Al no autocensurarse, lograremos: a) que seamos los verdaderos
interesados en su propuesta quienes tomemos la decisión de aceptarla o no; y b)
cada propuesta es una expresión de deseo del interlocutor, por lo tanto, al ser
comunicada podremos saber más de él.
Esta sinceridad es la que algunos interpretan como «rudeza» en el trato.
Diría que más bien es sinceridad y practicidad que optimizan la rentabilidad
afectiva: «Porque nos necesitamos, ayudémonos».
(Este es el Artículo Nº 1.887)
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1 comentario:
¡Cuánta verdad en sus palabras! ¿Por qué es difícil?
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