Los varones que abandonan a sus hijos reciben una
reprobación social moderada porque esa conducta, (abandonarlos), está en su
naturaleza.
Los humanos somos violentos,
impiadosos y hasta malvados porque somos débiles, vulnerables, incompletos.
Utilizamos la violencia para
resolver aquellos problemas de convivencia que no podemos resolver de una forma
más humanitaria, pero como a su vez la violencia explícita, (inmovilización,
golpes, insultos), está expresamente condenada por nuestra moral, terminamos
inventando y utilizando una cantidad de recursos de violencia psicológica
porque son más difícilmente identificables y condenables.
Un yacimiento inagotable de
recursos para aplicar la violencia psicológica está en los conceptos de salud y
enfermedad. Por eso los trabajadores de la salud son, sabiéndolo ellos o no,
agentes de represión psicológica.
En otro artículo y su video (1)
les comentaba que el ser humano masculino tiene un fuerte desapego hacia los
hijos que gesta, mientras que es el ser humano femenino quien brinda la mayor
dedicación para la gestación y crianza de los nuevos ejemplares de la especie.
Esta característica del varón
no es buena ni mala es sí misma pero
está notoriamente condenada por nuestra organización social en la que
necesitamos que la mujer sea ayudada en la crianza de los nuevos ciudadanos.
Nuestra cultura ha determinado
que un varón es sano cuando cuida a
sus hijos tanto como la madre, pero como esta exigencia no coincide con la
naturaleza del varón, apelamos a los criterios de salud y enfermedad para decir que el varón que incumple las
responsabilidades que la cultura le impone está enfermo, es un inhumano, un
ciudadano condenable.
Sin embargo, observemos que las
exigencias de la cultura van muy poco más allá de la condena social, pues
cuando los varones abandonan a la mujer que embarazaron padecen una moderada
reprobación, (presión psicológica), para que la ayuden.
(Este es el Artículo Nº 1.910)
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