Como ni usted ni las otras mujeres se acuestan con
cualquier varón, no es imprescindible fornicar sin ganas.
En otro artículo (1) comento
que la esposa a veces tiene que tener relaciones sexuales sin desearlo porque
teme que su compañero le sea infiel por la presión erótica acumulada.
Es cierto que los varones
andamos por la vida recibiendo señales de mujeres en celo que desearían ser
fecundadas para procrear.
Esta amenaza que parece
dinamitar la monogamia es mucho menor a lo imaginado porque esas mujeres que
cursan su período de ovulación no aceptarían como gestador a cualquier varón
que se les ofrezca.
A modo de ejercicio y si usted
es mujer, piense en cuántos hombres conoce que podrían ser padres de sus hijos.
En mi valoración subjetiva y
de manera absolutamente insegura, me arriesgo a decirle que usted no aceptaría
más de uno por década de edad, es decir que si usted tiene veinte años quizá
conozca solo dos hombres con los que le gustaría tener hijos; si tiene treinta
años, quizá solo conozca o haya conocido a tres varones y así sucesivamente.
En otras palabras, las mujeres
podrán andar por todos lados mirando a su compañero, pero es muy poco probable
que alguna lo convoque realmente, aunque él, dotado de las ilusiones propias de
los varones, imagine que todas lo aceptarían.
La mujer que se siente
obligada a tener sexo sin ganas, es decir, a ejercer una especie de humillante
meretricio, cree que todas las demás tienen sus mismos gustos, pero eso no es
así: a usted le gusta su compañero, es el padre de sus hijos, pero las demás
mujeres gustan de otros varones aunque coqueteen con todos.
Como ni usted ni las otras se
acuestan con cualquiera, el meretricio humillante, (hacer el amor sin ganas),
es prescindible.
(Este es el Artículo Nº 1.899)
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