Nuestro cerebro produce la sensación de que
gobernamos nuestra existencia pero en realidad no vivimos sino que somos vividos.
Lo que habré de compartir con
usted puede ser cierto o no..., como cualquier otra historia, teoría,
hipótesis, leyenda, creencia, mito, doctrina.
Parto del supuesto que el
libre albedrío no existe y que todos estamos determinados por una cantidad de
factores muy grande, todos ellos independientes de nuestro control.
Con esta premisa es legítimo
decir que los humanos no vivimos sino que somos
vividos, es decir: una cantidad de fenómenos y circunstancias
ajenos a nuestra voluntad, ocurren, nos provocan sensaciones subjetivas de que
las estamos gobernando, pero nacemos, vivimos y morimos sin haber hecho algo al
respecto, aunque siempre tenemos la sensación de que sí, de que nos enfermamos
porque no nos cuidamos lo suficiente, de que nos compramos un traje rojo porque
así lo preferimos y de que tenemos cuatro hijos con diferentes madres porque se
nos ocurrió.
En suma: los humanos, (y ¿por
qué no los demás animales?), ocupamos un producto químico al que llamamos
cuerpo, que a su vez segrega pensamientos con los que imaginamos un
protagonismo ilusorio.
Esa parte del cuerpo que se
dedica a pensar, (imaginemos que efectivamente pensamos con el cerebro como
habitualmente se cree), supone que las cosas ocurren de una determinada manera,
pero a la Naturaleza ni le va ni le viene qué ideas produce ese órgano pensante
pues todo está organizado para que esta acumulación de moléculas, que forman
células, que forman el cuerpo entero, funcionen armónicamente durante varias
décadas, al final de las cuales dejarán de funcionar y volverán a quedar
disponibles para organizarse, (o no), en alguna otra combinación química que se
auto reproduzca y escriba un artículo como este que usted lee, o no (polvo,
plástico, este monitor).
(Este es el Artículo Nº 1.900)
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