La
palabra «derrota» significa tanto ser vencidos como el sendero que formamos
cuando abandonamos precipitadamente las fantasías de omnipotencia.
Pertenezco al grupo de
personas que cuando oye o lee la palabra «derrota», en lo primero que piensa
es en la acepción (2) del Diccionario de la Real Academia Española:
«Vencimiento por completo de
tropas enemigas, seguido por lo común de fuga desordenada».
Por este motivo también pertenezco al grupo de personas que cuando oye o
lee la palabra «derrota» y se entera de la acepción (1), se sorprende.
La primera acepción dice:
«Camino, vereda o senda de
tierra».
¿Por qué esta sorpresa?
1º) Por ignorancia. No sabía
que «derrota» significa camino, vereda o senda de tierra.
2º) Porque mi intoxicación crónica con psicoanálisis me provoca la
secreción mental de una asociación estéticamente tan hermosa que deseo
presentarla en sociedad como si fuera mi hija menor.
Si en una misma palabra están presentes, (¿condensados, fusionados,
combinados?), los significados «camino» y «fuga desordenada de un ejército
vencido», tengo casi la obligación de pensar que esa fuga es tan reiterada que
los huidizos combatientes ya han formado un sendero de tierra de tantas veces
que han escapado de su tradicional vencedor.
Como este pensamiento es segregado por mi cerebro entonces
estoy casi obligado a pensar que se refiere a mí mismo. Nada puedo pensar que
no me concierna, me involucre, me comprometa.
Ese camino, (derrota), está delante de mí, comienza desde
donde estoy y fue formado por la cantidad de veces que tuve que emigrar, huir,
disparar, salir de donde estaba porque la realidad me obligó a reconocer que no
soy omnipotente, que soy débil, que soy imperfecto, que es mucho lo que me
falta, que estoy absolutamente incompleto.
Esa «derrota», (sendero), lo formamos quienes tuvimos que
abandonar precipitadamente las fantasías de omnipotencia.
(Este es el Artículo Nº 1.885)
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