Los mamíferos respetamos lo temible.
Para acceder a lo que necesitamos (aire, agua,
luz), los seres vivos desarrollamos características con las que podemos
conservar la existencia.
— Los vegetales orientan sus pantallas solares (hojas y flores) hacia
la mayor fuente de luz;
— Los peces poseen branquias que extraen el
oxígeno del agua;
— Los humanos nos inventamos historias para no
tomar conciencia de cuán vulnerables somos.
Este último ejemplo parece especialmente
apartado de la categoría que incluye a los dos primeros, pero lo hice a
propósito para resaltar la importancia que tiene para nosotros imaginarnos que
la vida es menos complicada de lo que realmente es.
Me llama especialmente la atención cómo el
miedo nos convence más que los
mejores argumentos.
Dicho de otro modo: bajo amenaza casi todos
pensamos como nos indica que debemos pensar alguien que podría hacernos daño si
lo contradijéramos.
Esta condición humana (o mamífera), da como
resultado que las personas físicamente más fuertes tienen la posibilidad de
obligarnos a pensar como ellos quieren.
Lo preocupante de este fenómeno es que muchas
veces la fuerza física aparece para compensar una carencia en la fuerza
intelectual.
Parece cierto que los que no tienen
inteligencia para convencer con argumentos desarrollan compensatoriamente el
poder de imponer sus ideas por medio de la fuerza bruta (violencia, coacción,
amenazas).
De modo similar podemos decir que las personas
físicamente menos fuertes desarrollan compensatoriamente la habilidad para
imponer sus ideas por medio de la persuasión, la inteligencia, el diálogo.
Con estos pocos elementos podemos decir que,
por ahora y hasta que algo importante cambie, nuestra especie está gobernada
por brutos, tontos y violentos que
silencian a los débiles inteligentes.
Algo importante cambiará cuando el repudio
mayoritario a la brutalidad abra el espacio que están necesitando los débiles
pero inteligentes.
Por ahora endiosamos lo temible.
(Este es el Artículo Nº 1.898)
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