lunes, 1 de julio de 2013

Lo sabios aman al ser humano imperfecto



 
Los sabios en realidad no existen. Lo que sí existen son personas que aman al ser humano imperfecto.

A una persona con experiencia se la reconoce porque ha desarrollado la habilidad para saber la medida justa de cada cosa.

Por ejemplo: sabe cuánto se le puede exigir a una máquina, sabe qué puede esperar de sus hijos, sabe cuándo un dolor propio es peligroso y cuando es un simple malestar pasajero.

Por el contrario, quien tiene nociones teóricas porque lo leyó en algún libro o se lo contaron en alguna universidad, seguramente será un despilfarrador de oportunidades. Si, por precaución, no espera lo máximo de cada cosa o persona, tratará de pedir lo menos posible a sus colaboradores, dejará de usar una máquina apenas suba un poco la temperatura del gabinete, pedirá ser internado de urgencia si se siente un poco mareado.

En el caso opuesto, quien tiene nociones teóricas porque lo leyó en algún libro o se lo contaron en alguna universidad, seguramente será un despilfarrador de oportunidades si, por ignorancia y descuido, abusa de los objetos o de las personas, hace pedidos exagerados, funde los motores o fallecerá en su domicilio por no pedir asistencia oportunamente.

¿Existe alguna manera de ser sabio? Sí.

Esa manera consiste en actuar tratando de hacer las cosas bien en un primer intento, no sorprenderse ni escandalizarse si algo o todo sale mal, abandonar la arrogancia de auto flagelarse como si estuviera sobreentendido que nunca fallaría, revisar los procedimientos para detectar qué hizo mal y tratar de mejorarlo, admitir que podrá equivocarse varias veces más.

Los sabios en realidad no existen como uno se los imagina (gente que lo sabe todo); lo que sí existen son personas con gran tolerancia a la frustración, con orgullo moderado, que aman al ser humano imperfecto.

(Este es el Artículo Nº 1.945)

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