Los dramas amorosos son menos perturbadores con otra interpretación
de lo que somos mujeres y hombres.
Hombres y mujeres somos tan distintos que
podríamos pertenecer a especies diferentes (1).
Sin embargo, algo nos une inevitablemente. Me
refiero al «aislamiento
reproductivo» por el cual la mujer no puede embarazarse con el semen de ningún
mamífero que no sea hombre y el hombre sólo podrá fecundar mujeres.
Esta
interpretación de los hechos, (que mujeres y varones parecemos pertenecer a
especies diferentes), podría permitir un pensamiento más operativo, actitudes
más eficaces, una filosofía de vida más económica en cuanto a obtener logros
similares a los actuales pero con menos angustia e incertidumbre.
En términos
más concretos, esta forma de interpretar lo que somos mujeres y hombres nos
ahorraría lágrimas e infinidad de dolencias psicosomáticas.
La economía
psíquica aumentaría significativamente si además pudiéramos soportar que no
somos tan protagonistas de nuestra propia suerte como creemos.
Según he
comentado en otros artículos (2), la naturaleza se expresa a través de los
seres humanos así como lo hace a través de otros seres vivos y de objetos
inanimados.
En los
referidos artículos les comentaba que la naturaleza utiliza a la mujer para
elegir a los varones que la fecunden así como otras hembras también reciben el
esperma de los mejores sementales para mejorar la especie.
La mamífera
convoca a los sementales mediante un perfume seductor (las feromonas), los
machos llegan sexualmente excitados, se pelean hasta que uno (supuestamente el
mejor dotado genéticamente) la embaraza del mejor hijo que podría tener con los
recursos a los que accede en la zona donde vive.
En suma: Mujeres y hombres, ni nos elegimos ni nos
aceptamos ni nos rechazamos. Tenemos o no la suerte de que la naturaleza nos dé
participación en su plan reproductivo.
(Este es el Artículo Nº 1.957)
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