Los especialistas de
nuestra comunidad son los responsables de «probar» la validez de cada nuevo
conocimiento para que podamos utilizarlo.
Los venenos han sido el arma
mortífera más utilizada por los enemigos del poder.
Los reyes, emperadores,
tiranos, o cualquier otro personaje provisto de algún poder molesto para
alguien, siempre estuvieron expuestos a
ser asesinados mediante este sigiloso procedimiento.
Por eso los «amigos» brindan
chocando las copas con tal energía que los vinos pasen de una a la otra, puedan
mezclarse y exponerlos a ambos en caso de que el veneno hubiera sido puesto
para matar solo a uno de los dos.
De forma más institucionalizada, algún esclavo debía comer la comida que
después comería el poderoso.
Actualmente también se toman precauciones para que los poderosos no sean
envenenados, aunque sin exponer la vida de algún esclavo.
Lo anterior es un breve prólogo de la siguiente idea que tiene por
cometido justificar este artículo.
La población, los ciudadanos, el público consumidor ha ascendido al
rango de «su majestad».
Existen fuertes controles en los alimentos que llegan a nuestra mesa. Es
responsabilidad suprema de los Estados asegurar que nadie corra riesgo de vida
por intoxicación, envenenamiento, insalubridad.
Y existen además otras formas de controlar nuestra salud. Me refiero
ahora a la salud intelectual.
El conocimiento es ahora tan amplio que ya no tenemos más sabios. Ningún
ser humano es capaz de saberlo todo. Por eso existen las especialidades: grupos
de personas que se dedican a conocer, investigar y validar cada nuevo
conocimiento en algún área del saber.
Los economistas saben de economía, los neumólogos saben de las
dificultades respiratorias, los arquitectos saben de construcciones.
Los especialistas de nuestra comunidad son los responsables de averiguar
y confirmar (probar, saborear) la validez de cada nuevo conocimiento para que
todos podamos aprovecharlo con confianza.
(Este es el Artículo Nº 1.973)
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