La homofobia y la
monogamia son hechos sociales necesarios para conservar la especie, pero sobre
todo convenientes para los gobernantes.
Como el libre albedrío es una
creencia muy difundida pero no una verdad demostrada, dudo de su existencia.
Son las leyes naturales las que nos influyen hasta en nuestra decisión de
cepillarnos los dientes.
La extrema belicosidad y ambición propias de ciertas épocas
y pueblos, presionó para que estuviéramos particularmente preocupados por la
supervivencia de la especie.
Por las guerras y las pestes el instinto de conservación
temió por nuestra continuidad sobre la faz de la Tierra.
Con esta hipótesis podrían explicarse la homofobia y la
monogamia.
Según he comentado en otros artículos (1) aprendemos a amar
con las atenciones que recibimos de nuestra madre.
El amor que conocemos es la reacción ante quien nos provee
alimento, abrigo, protección, ternura. Por esto «amar es necesitar» y amamos a
quien desinteresadamente nos cuida con seguridad.
Porque aprendemos a amar con una mujer es posible pensar que
el amor es un sentimiento prioritariamente dirigido a una mujer.
El único inconveniente de la homosexualidad tiene que ver
con la imposibilidad de fecundar.
Si nuestra especie padeció temores de exterminio por causa
de las guerras y las pestes, lógico es pensar que la homosexualidad se haya
convertido en una amenaza tan grave como una guerra o una epidemia.
Este temor es realista y explica la homofobia.
Los humanos somos mejor controlados cuando pertenecemos a
grupos. Por razones de control de los individuos los gobiernos siempre
impulsaron la creación de familias (padre, madre, hijos).
El amor hacia la mujer hace que las propias mujeres tengan
deseos lésbicos y moderado interés por los varones, quienes solo son
imprescindibles para fecundarlas.
La homofobia y la monogamia son hechos sociales necesarios
pero, sobre todo, convenientes para los gobernantes.
(Este es el Artículo Nº 1.971)
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