Mi pasión es la arquitectura y la ingeniería. Puedo llegar a quedar extasiado mirando esas construcciones que parecen desafiar las leyes físicas y a los fenómenos naturales.
La oposición elegante a la ley
de la gravedad y a la insistencia del viento son poéticas.
Largos puentes, flexibles, con
mínimos apoyos, colgados, resistentes, de colores vivos que parecen vegetales,
graciosamente iluminados para tejer una trenza fosforescente durante las
noches.
Edificios muy elevados,
torneados, confortables, capaces de bailar al compás del viento para no caerse.
Pero esa es una fachada fría,
racional, científica, sobria. La arquitectura y la ingeniería que realmente me
emocionan, me excitan, me llenan la imaginación de fantasías eróticas son los
pies femeninos: bellos, fuertes, flexibles, ágiles, danzarines, suaves,
delgados, estilizados, capaces de soportar el sobrepeso de los embarazos, de
bailar en puntas, de saltar como un resorte, en plena armonía con el resto del
cuerpo.
Mi mente se desliza hacia la
perversión cuando observo esos delicados pies calzando increíbles sandalias,
provistas de una o dos tiras de cuero, apoyadas sobre potentes alfileres.
Tengo muchas fotos de sandalias
arquitectónicas e ingenieriles, adornadas por hermosísimos pies, coqueteados
con uñas multicolores.
Claro que todo esto tiene una
historia remota.
Mi madre tenía los pies muy
hermosos. Quizá fuera la parte de su cuerpo mejor diseñada.
Hace décadas que murió y no
puedo olvidarlos. Si tuviera alguna foto quizá no los vería tan lindos como los
recuerdo.
Cierta vez, ella estaba
reclinada sobre el diván donde atendía mi padre, leyendo una revista.
Seguramente no me vio venir ni
yo me di cuenta de lo que pensaba hacer. Con nueve años tenía sueños y fantasías eróticas con ella.
Quizá mostrase mis intenciones porque una vez oí una explicación que le daba mi
padre.
Llevado por mis fantasías,
abracé los pies de ella y comencé a besarlos con pasión. No sé qué pasaba por
mi mente, pero sé que amaba aquellos pies. Ella gritó, se sacudió y se soltó de
mi abrazo.
Al principio me miró enojada
pero después hizo que me sentara a su lado y, mientras me acariciaba el cabello
sentí que me consolaba por mi primer amor imposible.
Ahora me consuelo con la
arquitectura y la ingeniería.
(Este es el Artículo Nº 1.972)
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