Las mujeres indignadas por el maltrato social que
padecen, protestan y gritan cuando paren, pero no por los dolores físicos.
En otro artículo les
comentaba, en el título y en el texto, que «El
parto es doloroso por obligación» (1).
El tema gana interés si
partimos de la base de que, anatómica y fisiológicamente, no hay motivos para
que el proceso de parto sea doloroso, aunque sí especial, novedoso, distinto a
otras sensaciones.
Frecuentemente insisto con la
idea de que la única misión que tenemos los seres vivos en general es la de
conservar la especie y, por deducción, también repito que en esta única misión
es el sexo femenino el más comprometido pues realiza casi toda la tarea de
gestar y criar a los nuevos ejemplares.
Otro argumento de por qué el
parto tiene que ser doloroso por obligación social, son los siguientes:
Aunque se trate de un fenómeno
natural está desmesuradamente medicalizado.
Toda la sociedad parece
confabulada para que la embarazada se someta a controles médico-policiales,
como si el cuerpo en juego no fuera el de una ciudadana libre sino el de un
animal rigurosamente domesticado.
En los países donde se les
prohíbe abortar la situación es más grave aún pues no solo deben someterse a
controles similares a los que cumplen los presidiarios con libertad condicional
(presentarse periódicamente a un control policial), sino que se les obliga a
gestar y cuidar durante casi dos décadas a un ser que no desean.
Como las mujeres son seres
dignos sujetos a condiciones indignas, no tienen más remedio que someterse pero
aliándose con el enemigo,
simulando adherir a esos vejámenes, a ese maltrato denigrante.
Esa alianza se manifiesta en que son capaces de apoyar la
continuidad de una filosofía machista.
Las parturientas quizá gritan por el maltrato social que
padecen.
(Este es el Artículo Nº 1.968)
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