Es tan placentero que
«nos muevan el piso», que podemos buscar inconscientemente enamorarnos o
hacernos manipular, sea como sea.
Si bien los prestigiosos
empleados de la Real Academia Española han incluido en su Diccionario la
expresión latinoamericana «serruchar el piso» (1), definiéndola como «Trabajar secretamente en contra del prestigio o posición
de alguien», aún no han tenido tiempo de atender la expresión «mover el piso».
En un atractivo videoclip de
Jamiroquai, en el que interpreta el tema musical Virtual insanity (2), observamos una
escenografía en la que el piso se mueve, integrando sus deslizamientos a la
coreografía del intérprete.
Usamos esta expresión cuando tenemos emociones notoriamente
fuera de nuestro control y, por ejemplo, nos sentimos irresistiblemente
atraídos por otra persona.
Como puede verse en el mencionado videoclip, el cantante se
desplaza sin caminar pues es el piso el que lo acerca o lo aleja de la cámara
que lo filma.
Quienes alguna vez se sintieron enamorados saben de qué
hablo.
Ella o él parecen dominar nuestra voluntad. Nos aleja o nos
atrae a su antojo. Nos sentimos de su propiedad. Realmente sentimos que es el
piso que nos sustenta el que se mueve según las decisiones del ser amado.
Estas deliciosas sensaciones son aún más placenteras porque
la pérdida de control equivale a una pérdida de responsabilidad.
Si observamos la vida de un niño cuando aún no camina y
tiene tan poco peso que los adultos lo mueven para un lado y para otro como si
fuera un objeto, podemos imaginarnos en ese estado de liviandad y de
dependencia de lo que otros decidan.
Todo se vuelve liviano cuando otro se apodera de nuestra
voluntad y de nuestra responsabilidad.
Es tan placentero que podemos buscar inconscientemente
enamorarnos sea como sea, o por lo menos que otro nos manipule…sea como sea.
(Este es el Artículo Nº 1.952)
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