viernes, 26 de julio de 2013

El eventual triunfo de los prejuicios



 
En muy largo plazo más la ayuda de mucha suerte, la sugestión y los prejuicios pueden triunfar.

«Hazte fama y échate a dormir», dice un refrán, que como la mayoría tiene algo de razón.

Nos ocurre desde muy pequeños. Cuando a alguien se le ocurre decir «este niño será muy estudioso», o «esta niña será una gran actriz», quizá lo diga para interrumpir un incómodo silencio en la conversación, pero para el propio niño, que vive desesperado por la necesidad de ser amado, aquél pronóstico casual es un oráculo infalible, dedicándose a cumplirlo con exagerado desvelo, porque haciéndolo, —supone él o ella—, no defraudará a quien vaticinó tal destino, asegurándose de ese modo el amor que tanto necesita.

Pero estos fenómenos individuales también ocurren en grandes colectivos.

Los suizos tienen fama de puntuales, confiables banqueros, expertos en elaborar chocolate, disciplinados, pulcros, discretos, y cada niño que nace en Suiza sentirá la humana necesidad de ser amado; por eso tratará de tener, en forma personal, las características que son orgullo de su madre-patria.

Cada pueblo se siente diferenciado por algún rasgo que le da identidad frente al resto.

Los uruguayos son famosos por sus triunfos futbolísticos, los alemanes por su desarrollo industrial, los franceses por su creatividad.

Estos fenómenos parecen explicarse por la fuerza de la imaginación, de las creencias, de los prejuicios, la sugestión.

Los uruguayos, como creen ser un pueblo con talento para el fútbol, imaginan que es una inversión casi infalible orientar a sus uruguayitos hacia la práctica de ese deporte desde muy pequeños. Prejuiciosamente creen que no sería prematuro regalarle una pelota para cuando nazca. Es una sugestión colectiva que, a veces, se confirma en los hechos.

En muy largo plazo, más la ayuda de mucha suerte, la sugestión y los prejuicios pueden triunfar.

(Este es el Artículo Nº 1.970)

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