En nuestro sistema de justicia,
para castigar a un ladrón nos convertimos en ladrones como él.
Como intento a menudo, haré un razonamiento
con datos que todos conocemos para ver si puedo llegar a una conclusión que no
todos conocemos.
Un pago implica una cesión de goce, una privación consentida de disfrute, un
abandono voluntario de algo que teníamos destinado a complacernos.
Por el contrario, un robo es una pérdida que
otro nos causa sin nuestro consentimiento, por supuesto!
Un ladrón es alguien que se toma ciertas
atribuciones con objetos que no le pertenecen, se apropia de ellos sin que el
dueño legítimo esté de acuerdo.
¿Qué es hacer justicia con un ladrón? Es
mandarlo a la cárcel para que pague la deuda con la sociedad; deuda esta que
generó al incumplir con las leyes que protegen la propiedad privada.
Debemos asumir que el ladrón no está de
acuerdo con que se lo prive de libertad.
Ese procedimiento que usamos para cobrarnos,
no solamente es inútil porque las víctimas no recuperan lo que perdieron ni
alivian el disgusto de padecer una pérdida a manos de un semejante, sino porque
lo que en realidad estamos haciendo no es justicia sino venganza, pues, si nos
remitimos a lo dicho anteriormente, el pago de una deuda (con la sociedad en
este caso), es una privación consentida.
Como el ladrón apresado y juzgado no consiente
esa forma de pago, entonces lo que hacemos con los aparatos del Estado es
encarcelarlo sin su consentimiento, es decir que le robamos su libertad por un
cierto tiempo.
En otras palabras, nuestro sistema de justicia
es vengativo, aplica el antiguo criterio de «ojo por ojo y diente por diente».
En nuestro
sistema de justicia, para castigar a un ladrón nos convertimos en personas
ladronas como él.
(Este es el Artículo Nº 1.963)
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