viernes, 19 de julio de 2013

Para castigar un robo nos convertimos en ladrones



 
En nuestro sistema de justicia, para castigar a un ladrón nos convertimos en ladrones como él.

Como intento a menudo, haré un razonamiento con datos que todos conocemos para ver si puedo llegar a una conclusión que no todos conocemos.

Un pago implica una cesión de goce, una privación consentida de disfrute, un abandono voluntario de algo que teníamos destinado a complacernos.

Por el contrario, un robo es una pérdida que otro nos causa sin nuestro consentimiento, por supuesto!

Un ladrón es alguien que se toma ciertas atribuciones con objetos que no le pertenecen, se apropia de ellos sin que el dueño legítimo esté de acuerdo.

¿Qué es hacer justicia con un ladrón? Es mandarlo a la cárcel para que pague la deuda con la sociedad; deuda esta que generó al incumplir con las leyes que protegen la propiedad privada.

Debemos asumir que el ladrón no está de acuerdo con que se lo prive de libertad.

Ese procedimiento que usamos para cobrarnos, no solamente es inútil porque las víctimas no recuperan lo que perdieron ni alivian el disgusto de padecer una pérdida a manos de un semejante, sino porque lo que en realidad estamos haciendo no es justicia sino venganza, pues, si nos remitimos a lo dicho anteriormente, el pago de una deuda (con la sociedad en este caso), es una privación consentida.

Como el ladrón apresado y juzgado no consiente esa forma de pago, entonces lo que hacemos con los aparatos del Estado es encarcelarlo sin su consentimiento, es decir que le robamos su libertad por un cierto tiempo.

En otras palabras, nuestro sistema de justicia es vengativo, aplica el antiguo criterio de «ojo por ojo y diente por diente».

En nuestro sistema de justicia, para castigar a un ladrón nos convertimos en personas ladronas como él.

(Este es el Artículo Nº 1.963)


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