domingo, 7 de julio de 2013

La identificación entre cónyuges



 
Mi compañera está obsesionada con que algún día puedo aburrirme de ella y dejarla por otra.

La escucho y pienso: «Es imposible que algún día pueda aburrirme de alguien como ella. ¿Dónde puedo encontrar a otra que logre de mi cuerpo lo mismo que ella?»

Me pregunta una y otra vez si estoy enamorado y no sé qué contestarle, pero pienso que no estoy enamorado tomando como referencia lo que una vez sentí por una compañera del colegio, de quien hace poco supe que se casó con un hombre infinitamente rico y que vive en una mansión sobre la costa de Brasil.

Mi compañera es una mujer delgada, tenemos los pectorales más o menos del mismo volumen, ella es más nerviosa que yo y esporádicamente odia a quienes más ama: a su madre, su hermano y su única amiga, de quien no para de contarme cosas refiriéndose a ella como «la víbora». Conmigo no sé qué le pasa porque me confunde.

Si me guiara por cómo me devora varias veces por semana debería decir que soy su objeto sexual..., más objeto que sexual.

En las veces que he intentado ejercer un rol activo, no pasan ni dos minutos que está dominando toda la escena.

Le gusta hacer el amor con muy poca luz y eso aumenta mis sensaciones. A veces parecería ser que ella tuviera varios brazos y piernas.

Su violencia, pasión y obscenidad son tan elevadas que me marea, me domina, se enrosca en mi cuerpo, me muerde dejándome marcas..., no sé, es algo extraño, pero no me imagino cómo alguien podría aburrirse con una mujer así.

Sin embargo, su mente afiebrada, volátil, llena de fantasías cinematográficas, algo estuvo maquinando porque empezó a celarme con su única amiga, «la víbora».

Debo pensar que tiene un sexto sentido pues así ocurrió: «la víbora» vino a mi casa cuando mi compañera no estaba, decidida a todo.

Me asusté, nunca me imaginé que otra mujer se interesara en mi cuerpo de Woody Allen. Demoré en reaccionar pero un impulso malicioso me ayudó.

Esta mujer también tiene un cuerpo delgado pero con senos sobresalientes. Lo que me decidió a dejarme llevar por la convocatoria fue probarme: quise saber si soy un heterosexual activo o pasivo.

No se me ocurrió mejor idea que imitar a mi compañera. La mujer me aprobaba con orgasmos y ayes muy estimulantes. Cuando terminamos y mientras fumamos a medias un habano Partagras que trajo, me dijo casi riendo:

— ¡Qué geniales ustedes dos! Me cogiste igual que tu mujer.

(Este es el Artículo Nº 1.951)

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