Mi compañera está obsesionada
con que algún día puedo aburrirme de ella y dejarla por otra.
La escucho y pienso: «Es imposible que
algún día pueda aburrirme de alguien como ella. ¿Dónde puedo encontrar a otra
que logre de mi cuerpo lo mismo que ella?»
Me pregunta una y otra vez si
estoy enamorado y no sé qué contestarle, pero pienso que no estoy enamorado
tomando como referencia lo que una vez sentí por una compañera del colegio, de
quien hace poco supe que se casó con un hombre infinitamente rico y que vive en
una mansión sobre la costa de Brasil.
Mi compañera es una mujer
delgada, tenemos los pectorales más o menos del mismo volumen, ella es más
nerviosa que yo y esporádicamente odia a quienes más ama: a su madre, su
hermano y su única amiga, de quien no para de contarme cosas refiriéndose a
ella como «la víbora». Conmigo no sé qué le pasa porque me confunde.
Si me guiara por cómo me devora varias veces por semana debería decir
que soy su objeto sexual..., más objeto que sexual.
En las veces que he intentado ejercer un rol activo, no pasan ni dos
minutos que está dominando toda la escena.
Le gusta hacer el amor con muy poca luz y eso aumenta mis sensaciones. A
veces parecería ser que ella tuviera varios brazos y piernas.
Su violencia, pasión y obscenidad son tan elevadas que me marea, me
domina, se enrosca en mi cuerpo, me muerde dejándome marcas..., no sé, es algo
extraño, pero no me imagino cómo alguien podría aburrirse con una mujer así.
Sin embargo, su mente afiebrada, volátil, llena de fantasías
cinematográficas, algo estuvo maquinando porque empezó a celarme con su única
amiga, «la víbora».
Debo pensar que tiene un sexto sentido pues así ocurrió: «la víbora»
vino a mi casa cuando mi compañera no estaba, decidida a todo.
Me asusté, nunca me imaginé que otra mujer se interesara en mi cuerpo de
Woody Allen. Demoré en reaccionar pero un impulso malicioso me ayudó.
Esta mujer también tiene un cuerpo delgado pero con senos
sobresalientes. Lo que me decidió a dejarme llevar por la convocatoria fue
probarme: quise saber si soy un heterosexual activo o pasivo.
No se me ocurrió mejor idea que imitar a mi compañera. La mujer me aprobaba
con orgasmos y ayes muy estimulantes. Cuando terminamos y mientras fumamos a
medias un habano Partagras que trajo, me dijo casi riendo:
— ¡Qué geniales ustedes dos! Me cogiste igual que tu mujer.
(Este es el Artículo Nº 1.951)
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