martes, 4 de junio de 2013

Una infidelidad es una violación homosexual




Quienes tienen deseos homosexuales inconscientes y sienten que el cuerpo del cónyuge les pertenece, se ofuscan pues una infidelidad es una violación.

En otro artículo (1) hice un comentario sobre la fórmula química de los celos cuyo resumen dice:

Los celosos procuramos la traición del ser amado porque amamos más aquello cuya posesión es dudosa pues la seguridad nos aburre.

Ahora compartiré con ustedes otro comentario aunque desde un punto de vista bastante distinto.

Necesito que usted lector abandone por un rato su temor a ser homosexual. Lo necesito libre de ese fantasma durante el tiempo que dure la lectura de este artículo y/o la escucha del video que tiene asociado.

Con cierta desprolijidad verbal solemos hablar de «mi cónyuge», aplicando un pronombre posesivo que no debería ajustarse a la realidad entre quienes sostienen que las personas no se pertenecen unas a otras. Cada uno es de sí mismo y de nadie más. Las apropiaciones son abusos imperdonables.

Ahora que usted acepta que podría ser tan homosexual como heterosexual, le comparto la hipótesis de por qué los celos pueden llegar a enloquecernos.

Esa desprolija expresión verbal tiene algo de cierto porque en la fantasía de quienes viven con un ser amado del sexo opuesto está la idea de que ese cuerpo podría ser el propio, con esas características que nos faltan.

Por ejemplo, como yo soy anatómicamente varón, puedo sentir, gracias a esta relación que tengo con «mi mujer», que también tengo vagina, senos, útero y su glamur femenino. A esto podemos llamarlo «identificación sexual».

Siento celos de que ella tenga sexo con otro varón porque así me está obligando a que yo tenga relaciones homosexuales, pues, recordemos, yo imagino que su cuerpo es mío. Inconscientemente quiero tenerlas pero conscientemente no, entonces con su infidelidad «mi mujer» me está haciendo violar.

 
(Este es el Artículo Nº 1.918)

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