Aprendemos a amar con nuestra madre y amamos a otras
personas porque nunca dejamos de ser débiles y necesitados.
Según mi punto de vista amamos
a quien necesitamos; el amor es ese sentimiento que sentimos hacia quien
necesitamos: su origen es el amor hacia nuestra madre. Fue con ella que
aprendimos a amar porque fue a ella a quien más necesitamos.
Con el tiempo y la influencia
de la cultura, aprendemos que ser débil debe avergonzarnos.
Cuando tenemos entre cinco y
diez años, la mayoría de los niños empiezan a ser presionados para que no sean
tan dependientes de los adultos y, haciendo un gran esfuerzo, empiezan a
colaborar con pequeñas tareas o por lo menos a no darles trabajo a los
adultos..., que ya es una forma de colaboración.
La autorización para ser
débiles se va perdiendo poco a poco hasta que ser débil se convierte en
vergonzoso. Por eso comenzamos a disimular nuestra eterna debilidad
imaginándonos muy poderosos, invencibles, llenos de coraje. Nos divierten las
historias en las que alguien que se nos parece, (el héroe), hace grandes
proezas, inclusive salvando a los adultos de los peores peligros.
Pero los adultos no quieren
perder el amor de los hijos ni el amor de nadie porque lo cierto es que, a
cualquier edad, todos necesitamos ser amados.
En otras palabras:
desarrollamos el sentimiento de amor solo hacia quien necesitamos,
especialmente a mamá. Esta forma de gratitud la complace y hasta desearía
seguir recibiéndola, aún cuando dejemos de necesitarla porque ella misma nos
enseñó a prescindir de ella.
La confusión entre el pasado y
el presente, esa confusión que nos hace añorar lo que ya nunca volverá, nos
lleva a seguir queriéndola mucho aunque no la necesitemos tanto.
Amamos a otras personas porque
nunca dejamos de ser débiles y necesitados.
(Este es el Artículo Nº 1.934)
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