lunes, 24 de junio de 2013

El anonimato ideológico



 
El dogmático que omita identificarse como tal estará engañando a quien lo considere capaz de pensar libre y responsablemente.

No es que yo luche a favor de la imperfección pero sí lucho a favor de no perder el escaso tiempo de vida que tenemos.

Buscar la perfección es una manera infalible de perder el tiempo aunque, justo es reconocerlo, puede ser un modo de auto engañarse para acceder a los máximos niveles de eficacia a sabiendas de que la perfección es inalcanzable.

En este caso el autoengaño forma parte de una estrategia en tanto siempre seamos conscientes de que el objetivo es imaginario y está ahí, no para alcanzarlo sino para tratar de aproximarnos a él todo lo posible.

Una búsqueda de la perfección sería esperar que podamos ser honestos y confiables sin perder de vista que esas conductas son muy difícilmente alcanzables hasta para los más disciplinados pensadores.

Sin embargo puedo plantear algo que sería perfecto en tanto no se vaya a pensar que ese objetivo puede ser alcanzado plenamente.

Cuando hablamos de moral, es decir, cuando hablamos de lo «Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia» (1), deberíamos declarar nuestra identidad ideológica, (filosófica, religiosa, política), para que nuestro interlocutor sepa si podemos pensar con libertad o estamos obedeciendo a algún dogma con el que tenemos un compromiso de fidelidad.

Por ejemplo: Un católico, (comunista, vegetariano, etc.), tiene que ingresar a cualquier intercambio de ideas diciendo «soy católico» para que el interlocutor sepa que está hablando con alguien que no habla en nombre propio sino por lo que se debe pensar dentro de ese dogma.

El dogmático que omita identificarse como tal intenta engañar a quien lo considere capaz de pensar libre y responsablemente.

 
(Este es el Artículo Nº 1.938)

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