El dogmático que omita
identificarse como tal estará engañando a quien lo considere capaz de pensar
libre y responsablemente.
No es que yo luche a favor de
la imperfección pero sí lucho a favor de no perder el escaso tiempo de vida que
tenemos.
Buscar la perfección es una
manera infalible de perder el tiempo aunque, justo es reconocerlo, puede ser un
modo de auto engañarse para acceder a los máximos niveles de eficacia a
sabiendas de que la perfección es inalcanzable.
En este caso el autoengaño
forma parte de una estrategia en tanto siempre seamos conscientes de que el
objetivo es imaginario y está ahí, no para alcanzarlo sino para tratar de aproximarnos
a él todo lo posible.
Una búsqueda de la perfección sería esperar
que podamos ser honestos y confiables sin perder de vista que esas conductas
son muy difícilmente alcanzables hasta para los más disciplinados pensadores.
Sin embargo puedo plantear algo que sería
perfecto en tanto no se vaya a pensar que ese objetivo puede ser alcanzado
plenamente.
Cuando hablamos de moral, es decir, cuando
hablamos de lo «Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de
las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia» (1), deberíamos declarar nuestra
identidad ideológica, (filosófica, religiosa, política), para que nuestro
interlocutor sepa si podemos pensar con libertad o estamos obedeciendo a algún
dogma con el que tenemos un compromiso de fidelidad.
Por
ejemplo: Un católico, (comunista, vegetariano, etc.), tiene que ingresar a
cualquier intercambio de ideas diciendo «soy católico» para que el interlocutor
sepa que está hablando con alguien que no habla en nombre propio sino por lo
que se debe pensar dentro de ese dogma.
El
dogmático que omita identificarse como tal intenta engañar a quien lo considere
capaz de pensar libre y responsablemente.
(Este es el Artículo Nº 1.938)
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