Nuestra especie es la más
vulnerable entre los mamíferos. Por ser tan débiles no tenemos fuerza para
aceptar que somos débiles.
El humano es un animalito muy
débil, vulnerable, al que no le alcanzan los nueve meses de gestación para
nacer tan autosuficiente como los demás mamíferos.
Por causa de estas
características de la especie somos inevitablemente inseguros; por causa de
esta inseguridad somos cobardes, y por ser tan cobardes somos mentirosos y
traidores.
En otras palabras, somos como
somos, ni buenos ni malos, aunque por ser tan débiles necesitamos clasificar la
realidad en «buena» y «mala» atendiendo a cuánto peligro nos
expone.
En esencia, «bueno» significa
poco amenazante y «malo» significa muy amenazante.
Claro que, como nos cansamos con facilidad, nuestra diferenciación entre
«bueno» y «malo» se resuelve simplemente por «me gusta» o «no me gusta», con lo
cual simplificamos los juicios y con resultados aceptables porque por suerte
nuestro gusto parece haber sido diseñado para que nos guste lo que nos hace
bien y nos disguste lo que nos hace mal.
Sin embargo, la cultura, esto es, la naturaleza alternativa, la
naturaleza remodelada según el discernimiento de esta especie tan débil y
vulnerable, suele discrepar con lo que dice la naturaleza original, de tal
forma que muchos agentes de cambio (médicos, políticos, empresarios,
publicistas), logran influir sobre muchos de nosotros convenciéndonos que el
gusto humano no es confiable y que lo que nos gusta es en realidad malo,
tóxico, engorda.
Por ese motivo nuestra calidad de vida desciende pues tenemos que
trabajar más horas por día para comprar esas soluciones alternativas a lo que
la Naturaleza podría ofrecernos a muy bajo costo (alimentos, materiales para
vestirnos, para construir viviendas y utensilios, medicamentos, bebidas,
diversiones, adicciones).
En suma: Por ser débiles no
tenemos fuerza para aceptar que somos débiles.
(Este es el Artículo Nº 1.929)
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