domingo, 28 de febrero de 2010

Descubrimiento fatal

Los pacientes del psicoanálisis somos todos iguales: gente complicada, que se agota pensando, muy fantasiosa y que disfruta hablando de sí misma.

Casi todas las mujeres con las que tuve alguna historia afectivo-sexual son así.

Sólo una vez probé con una señora casada aburrida del marido, pero me dejó porque conmigo también se aburría.

Fue una suerte porque no me gusta ser el que toma la iniciativa. Funciono mejor como víctima.

Casualmente acabo de ser abandonado por una artista plástica muy psicoanalizada.

Sofía nunca se casó pero ha tenido muchas historias amorosas realmente entretenidas.

Ella piensa que los hombres somos casi todos iguales y quizá tenga razón porque las cosas que captó en mí son características de algún otro hombre que pasó por su vida.

Como es fanática del reiki —y yo soy muy sugestionable—, alcanzaba con que pusiera su mano abierta a poca distancia de mi pene flácido para que en un par de minutos se convirtiera en un obelisco.

Para mi era asombroso pero ella lo tomaba con naturalidad.

Sofía se excitaba mucho con una escena en la cual yo me comportaba como un marino coreano torpe, grosero y algo psicótico (imito muy bien la fonética de las lenguas asiáticas pero no sé una palabra).

Por mi parte, yo me excitaba hasta el paroxismo con algo que ella hacía o tenía, pero que no nos dábamos cuenta qué era.

Así fue hasta que anteayer tuve uno de esos ataque de pasión cuando ella había tomado el control sentada sobre mí.

Mientras fumábamos le pedí —en tono de investigador— que volviera a sentarse sobre mí a ver si descubríamos qué provocaba mi descontrol.

Accedió y sentí como un flechazo de Freud. ¡Tienes los pezones iguales a los de mi padre! —le dije casi gritando.

Ella me miró como diciendo «Esto no me está pasando», se bajó de mí, se vistió sin abandonar el gesto de extrañeza, me dijo: «Te devuelvo la llave de tu departamento» y se fue cabizbaja.

●●●

sábado, 27 de febrero de 2010

La irresponsabilidad del varón

En un artículo publicado hace unos días (1) decía textualmente: «[…] las que verdaderamente seducen, atraen y convocan son las hembras, […].» y en otro (2) agregué: « Los varones, por nuestra parte, tratamos de mostrarnos elegibles (belleza física, poder económico, audacia).»

Estos planteos tienen implícita la noción de que el género activo es el femenino y el pasivo es el masculino. Es decir, exactamente lo contrario a lo que acostumbramos pensar.

Si lo más importante para cualquier especie es la conservación permanente de los ejemplares, el género femenino tiene el rol principal entre los humanos.

Los varones, por instinto, tendemos a copular y luego dedicarnos a otra cosa. Ellas son las que gestan, paren, crían, cuidan.

La cultura (los usos y costumbres impuestos para mejorar la convivencia) ha creado una cantidad de normas para que los varones asumamos algunas responsabilidades.

Para torcer el instinto poligámico y abandonante que nos caracteriza, se han creado varios estímulos, privilegios, prohibiciones y castigos, con lo cual algo se logra, pero convengamos en que el instinto siempre termina imponiéndose.

— Los hombres somos estimulados económicamente porque solemos ser los dueños de las mayores fortunas o por lo menos sus administradores bien remunerados.

— Los hombres somos estimulados en nuestro narcisismo dándoles a los hijos nuestro apellido para formar una familia (linaje, estirpe, descendencia).

— Las mujeres también trabajan para involucrarnos cuando nos hacen creer que ellas son las seducidas (impostando un rol pasivo) por nosotros, para lo cual, usando su indiscutida habilidad, nos inducen a ser persistentes, a hacer regalos, promesas, asumir compromisos, con lo cual nosotros mismos bloqueamos (sin querer) nuestro instinto poligámico y abandonante.

(1) «La suerte de la fea ...»

(2) El robo vengativo de maridos

●●●

viernes, 26 de febrero de 2010

El hombre no existe

Jacques Lacan fue un psiquíatra francés, muy inteligente y creativo, pero también experto en molestar.

Disfrutaba provocando a su auditorio, diciéndole frases confusas pero dando a entender que él conocía la interpretación correcta.

Dijo por ejemplo: «la mujer no existe».

Según parece lo que pretendió decir fue que sólo existen mujeres de carne y hueso (María, Rebeca, Susana) pero «la mujer» (en sentido abstracto), no existe porque sólo es una idea.

Varias veces (1) he comentado con ustedes que la naturaleza se vale de «premios y castigos» para estimular el fenómeno vida.

No estoy enojado con el doctor Lacan, porque —si bien me escondió las respuestas y me obliga a pensar (cosa que evito siempre que puedo)—, me incita a encontrar ideas divertidas.

Las mujeres viven disgustadas porque no encuentran al Príncipe Azul. Ese mítico personaje masculino que tendría que llegar en un caballo blanco a raptarlas, no aparece.

Como hace un tiempo señaló una comentarista de estos blogs, si «la mujer no existe» (por el motivo que ya expuse), también es válido decir «el hombre no existe».

Y acá tenemos una explicación interesante: El Príncipe Azul que esperan las mujeres es nada menos que «el hombre» y no aparece porque «el hombre no existe». Los únicos que existen son hombres de carne y hueso (Juan, Pedro, Roberto).

¿Son tontas las mujeres que esperan infructuosamente al Príncipe Azul?

Respuesta 1 (la más urgente): No son tontas. Por el contrario, se estimulan como la naturaleza manda: creándose situaciones inevitablemente frustrantes porque intuyen que ese tipo de dolor es estimulante de la vida.

Respuesta 2 (la más ingrata): Las mujeres buscan al Príncipe azul porque en realidad buscan «un hombre» cualquiera, siempre que su dotación genética le fecunde hijos sanos y hermosos. (2)


(1) La naturaleza es hermosa pero antipática; (Maldita)Felicidad publicitaria; Somos marionetas de la naturaleza; Loción infalible contra las molestias; La disconformidad universal.

(2) Amor por conveniencia; Cuando los títeres se enamoran; Es así (o no).

●●●

jueves, 25 de febrero de 2010

Nadie es mejor que mi perro

Estamos acostumbrados a hablar genéricamente de seres humanos (especie) para referirnos al conjunto de hombres y mujeres.

Dentro de la naturaleza, lo único que tenemos que hacer es conservar lo que llamamos «genéricamente seres humanos».

En el proceso de reproducción, los varones tenemos una participación escasa si la comparamos con la que tienen las mujeres.

El varón satisface su deseo sexual y continúa con sus asuntos personales. La mujer, en caso de quedar embarazada, comienza un largo proceso que puede terminar 20 años después, con el casamiento de su hijo.

Siendo que la conservación de la especie es nuestra tarea más importante y teniendo en cuenta que participamos de forma tan diferente, correspondería pensar que hombres y mujeres pertenecemos a categorías tan distintas que hasta podría decir que somos dos especies diferentes.

Por lo tanto —y volviendo al primer párrafo—, podría decirse que los hombres pertenecemos a una especie y las mujeres a otra especie.

Aunque continuemos llamándonos «genéricamente seres humanos», la semejanza que hay entre unos y otros se menor a la que imaginamos.

Cuando hablamos de mamíferos, podemos pensar en vacas, tigres, ratones, seres humanos, caballos.

Algo muy importante que los mantiene en categorías distintas es que una vaca no puede ser fecundada por un caballo y así en cualquier otra combinación imaginable.

Por lo tanto pensamos que una hembra y un macho pertenecen a la misma especie sólo si pueden fecundarse entre sí. Éste es el dato decisivo (1).

Este único dato ¿no estará recibiendo excesiva relevancia en nuestra interpretación de la realidad?

Observemos que hombres y mujeres nos llevamos bien —muy bien y hasta mejor—, con los perros y otras mascotas.

Decir que somos de la misma especie, ¿nos ayuda o nos impide comprendernos?

(1) El lenguaje ¿formará parte de la complementariedad reproductiva?

●●●

miércoles, 24 de febrero de 2010

La historia de mi país es maravillosa

Es más sencillo comprender aquello que es más fácil de observar.

Algo que está a simple vista se percibe mejor que algo que es demasiado pequeño.

Todo lo que dependa del sentido del olfato es más difícil de observar que aquello que puede registrarse por sus emisiones acústicas.

Las enfermedades mentales son una ampliación patológica de la conducta normal.

Quienes las padecen sufren desarreglos más que nada por exceso: miedo exagerado, demasiada imaginación, excesiva fantasía, exaltación del ánimo, máxima extravagancia, incontrolable movilidad, agresividad o desgano, desmesurada preocupación por la salud, rápidos cambios de humor, etc.

Esta particularidad hace que las enfermedades mentales permitan ver rasgos de nuestra psiquis que en su dimensión más frecuente, serían difícilmente perceptibles.

Por lo tanto, los usos y costumbres propios de un hospital psiquiátrico pueden ser propuestos (con la correspondiente adecuación) en otras instituciones y hasta en las comunidades abiertas (población, empresas, clubes).

Los enfermos mentales no aceptan su condición y para ratificar sus creencias inventan historias que explican por qué la enfermedad no existe (en cuyo caso la internación es resultado de un error o de una confabulación) o si reconocen una enfermedad, ésta fue causada por situaciones ajenas a la responsabilidad suya (exceso de trabajo, malos tratos, accidente).

Quienes se encargan de atender al paciente psiquiátrico deben desacreditar categóricamente cualquier historia personal que interfiera con el tratamiento. El internado debe compenetrarse de que su historia verdadera es la que poseen quienes intentan curarlo.

Las colectividades de gente mentalmente sana (nación, población de un país), también tienen que creer la historia patria oficial que les trasmite el estado.

Están prohibidos los revisionismos históricos que pudieran poner en riesgo la conducción de los diferentes gobiernos de turno.

Las semejanzas con un hospital psiquiátrico no creo que sean casuales.

●●●

martes, 23 de febrero de 2010

El robo vengativo de maridos

La fidelidad es algo que buscamos todos.

Deseamos y necesitamos ser queridos un día tras otro de tal forma que podamos disfrutar del amor que hemos recibido, del que estamos recibiendo hoy y del que estamos casi convencidos que seguiremos recibiendo en el futuro.

Que nuestro amante nos quiera en exclusividad ya es otro asunto. Para mí es un deseo suntuario, lujoso, difícil de conseguir y —sobre todo—, de mantener.

En otros artículos (1) he comentado que es la mujer la que convoca y elige al varón que será el padre de sus hijos. Los varones, por nuestra parte, tratamos de mostrarnos elegibles (belleza física, poder económico, audacia).

En términos generales, la fidelidad en una pareja tiene su punto más débil en el varón justamente porque ellas son las que convocan y eligen.

Las mujeres tienen que conservar buenas relaciones con otras mujeres porque no es nada difícil para una de ellas destruirle la familia a la que se porte mal.

Una mujer que esté gozando de una buena vida en pareja con un hombre, no sólo tiene que preocuparse de que éste se mantenga satisfecho con la relación, sino que además tiene que cuidarse de que otra no se lo quite vengativamente.

La mayoría de los comentarios sobre la infidelidad asociada a la venganza se refieren a la infidelidad por venganza (ante la infidelidad de uno, el otro toma venganza haciendo lo mismo). En este caso estoy refiriéndome al acto agresivo de una mujer contra otra.

Nota: Estas reflexiones no se apoyan en estadísticas —como algunos pretenden—, por dos razones: 1) porque las encuestas y sus respectivos resultados (estadísticos) no son confiables en general y 2) porque sobre este tema en particular, los entrevistados siempre le mienten al entrevistador y a sí mismos.


(1) «A éste lo quiero para mí»; «Soy celosa con quien estoy en celo»; «La suerte de la fea...»

●●●

lunes, 22 de febrero de 2010

La majestuosa obediencia

Los seres vivos nos juntamos por especie. Los árboles forman un bosque, los perros una jauría, los peces un banco o cardumen.

Los humanos hacemos lo mismo en tolderías, villas, ciudades, o en número reducido: grupos, equipos, familias.

Nuestra forma de organizarnos es siempre vertical (o piramidal).

De manera informal o institucional, siempre contamos con algún jefe, comandante o presidente que nos dirige.

La visibilidad de estos dirigentes es variable.

Un monarca o un papa exhiben su poder de manera ostentosa mientras que un líder informal puede pasar desapercibido en organizaciones más flexibles (de tipo horizontal).

A los profesionales universitarios se los llama profesionales independientes (o liberales), aunque ellos también están sometidos a una autoridad superior.

La verdadera sumisión está en la psiquis de cada subordinado. La autoridad visible no es más que un referente, un símbolo del poder. Ese rey, papa, presidente o el nombre que le corresponda, está ahí para señalarle a la humanidad toda que en esa corporación nadie se manda solo, que todos obedecen, que existe una cadena de mando, que —entre todos— forman un equipo de fútbol, una empresa, un sindicato, una nación, una iglesia.

Los estudiantes de las carreras liberales, son adiestrados para pensar como se debe pensar, tienen que demostrar (en las frecuentes pruebas de evaluación) que son idénticos a los personajes que la institución (universidad, colegio, escuela) designó como los únicos modelos correctos (autores, ideólogos, filósofos, profesores).

Por lo tanto, quienes ingresan como estudiantes pensando que evitarán ser mandados, imaginando que tendrán libertad de acción, suponiendo que poseerán facultades discrecionales para actuar en la sociedad como les place, no han elegido el camino adecuado.

La única forma de ser bastante libre es optar por la marginalidad, apartarse de la sociedad, vivir en las calles o en un bosque.

●●●

domingo, 21 de febrero de 2010

Espejo peinado


Espejo Peinado (en realidad Ángel Laguarda) dedicó muchas horas a embellecer su cabellera porque su amor imposible (Graciela Dientes, en realidad Graciela Castromán) le había dicho que «momentáneamente» no lo aceptaba porque él tenía los pies demasiado grandes.

Lo cierto es que él no sabía bailar y ponía en riesgo podológico a las chicas que lucían delicadísimas sandalias de tacón.

Espejo calmó su angustia pensando que otras chicas no le mirarían los pies encandiladas por su aceitada melena. Adquirío la compulsión a mirarse en cuanto objeto reflejante estuviera en su camino, aún cuando éste lo obligara a agacharse.

Entre las chicas se sabía —porque la hermana lo había comentado con sus amigas íntimas— que Graciela lloraba desconsoladamente por tener los dientes superiores muy salidos y que la familia se divertía cuando el hermano menor le gritaba «Diente frío» para hacerla enojar.

Según parece, también opinó que no debería haber rechazado a Espejo porque en definitiva ella no era tan atractiva como para ser «pretenciosa y andar eligiendo».

Corrieron muchos rumores contradictorios cuando en una reunión bailable del Club Patria se produjo un insuceso que observaron muy pocos pero comunicativos.

Estaban de visita en la casa de la profesora de química un par de jovencitos de nuestra edad, muy parecidos entre sí, quizá mellizos pero no gemelos.

El más elegante, con algo de actor de cine, fue a uno de los bailes, ocupó una mesa él solo y se dedicó a mirarnos mientras tomaba pequeños sorbos de una bebida cola.

Cuando Espejo fue al baño, el actor se levantó como un resorte y entró tras él.

Minutos después salió Espejo hecho una furia, algo despeinado y se fue para no regresar. El sobrino de la profesora salió al rato, con la vestimenta un poco desarreglada pero de buen humor. Pagó lo que había consumido y se retiró dejando trás de sí miradas que habrían tejido una densa red de haber sido más tangibles.

Espejo tuvo un cambio muy importante en su forma de ser. Lo notamos triste, desorientado, como si hubiera descubierto que sólo se gustaba a sí mismo (o a los de su mismo sexo).

Nota: La imagen es de Elvis Presley (1935-1977)

●●●

sábado, 20 de febrero de 2010

No soy el hombre de MI mujer

Los parlamentos prohíben a las mujeres abortar cuando lo desean; algunas toman el apellido de su esposo o firman indicando que son «de Fulano»; la ropa femenina se abotona al revés porque antiguamente eran vestidas por otras mujeres.

¿A quién pertenece el cuerpo de cada mujer?

Por señales de aceptable calidad que recibo, creo que ambos (hombres y mujeres) estamos de acuerdo en que el cuerpo de las mujeres pertenece a la sociedad y no a ellas mismas.

A su vez, como digo en otro artículo reciente (1): «Los varones detentamos más poder sólo porque somos más grandotes y agresivos.» y por esto, tenemos más poder sobre la sociedad y por lo tanto sobre las mujeres.

Parecería estar en el instinto femenino no pertenecerse.

Sin embargo, como también menciono en otro artículo reciente (2) la cultura decreta con mucha energía qué debemos pensar.

En suma: el instinto parece indicar que las mujeres no son de sí mismas sino de la sociedad pero la cultura obliga a pensar que el cuerpo de las mujeres es de ellas mismas.

¡Pero qué contradictorio Licenciado Fernando Mieres! En otros artículos (3) afirma que son ellas las que eligen, convocan y seducen al hombre que prefieren como padre de sus hijos y ahora dice que ellas no son de sí mismas.

Respuesta:

— La naturaleza es la que verdaderamente hace y deshace en todos los órdenes;

— Los humanos hacemos sólo lo que ella indica en cada ocasión (por eso no existe el libre albedrío) y

— Por un defecto de nuestra inteligencia para entender lo que sucede, nos creemos actores, electores, propietarios y mil fantasías más.



(1) Temas prohibidos

(2) Dinero que da asco

(3) «A éste lo quiero para mí»; «Soy celosa con quien estoy en celo»; «La suerte de la fea ...»


●●●

viernes, 19 de febrero de 2010

Las víctimas del placer

Todos sabemos lo que es recibir un golpe propinado por otra persona. El proceso educativo siempre incluye algo de adiestramiento.

Dentro del menú de «premios y castigos», los golpes son infaltables y a veces la memoria es tan ineficiente que los conserva en vez de olvidarlos (1).

Los castigos corporales constituyen a su vez un amplio repertorio. No es igual una palmada (nalgada), que un golpe en el rostro.

Los castigos psicológicos también son variadísimos pero el dolor que ellos provocan depende en gran medida de nuestra conformación psíquica.

En otras palabras, cuando recibimos un castigo psicológico, participamos activamente en su eficacia.

Cuando alguien denuncia agresivamente nuestra conducta, sufriremos más o menos según el grado de certeza y justicia que tenga para nosotros esa acusación.

Dicho de otro modo: si nos sentimos culpables sufriremos más que si nos sentimos inocentes.

El sentimiento de culpa —como cualquier otro sentimiento— no siempre se corresponde con la realidad material. También puede ser creado (imaginado, inventado) por nosotros, aunque el sentido común diría que nadie medianamente cuerdo se fabricaría una culpa. (2)

En suma: cuando se juntan el castigo psicológico que nos propina otro con el sentimiento de culpa que aportamos nosotros, sufrimos más.

Conclusión: las personas que disfrutan sintiéndose muy protagonistas, que gozan imaginando que «si no fuera por mí» nada funcionarían, que se imaginan el centro del escenario en el que viven, suelen colaborar eficazmente con los expertos en la violencia psicológica.

Comentario: aunque parezca extraño, estas personas disfrutan de alguna manera de quienes las agreden haciéndolas sentir culpables hasta de lo que no hicieron. Para ellas es una señal inequívoca de que efectivamente son todo lo importantes e imprescindibles que se imaginan ser.


(1) El tema está ampliado en el artículo titulado No recuerdo que me olvidé.

(2) El tema está mencionado en el artículo titulado «Arrésteme sargento».

●●●

jueves, 18 de febrero de 2010

Ya somos muchos

Con la palabra «perversión» definimos muchas cosas. Todas negativas.

En su origen «pervertir» significó trastornar.

Una perversión sexual es toda aquella práctica diferente al coito genital heterosexual.

Para mí que lo que se quiso decir es que si la sexualidad no está al servicio de la procreación, entonces es perversa.

Creo que el motivo por el que esta palabra no goza de buena fama obedece a que en otras épocas (diría de 1950 hacia atrás) había que estimular de cualquier manera la natalidad porque los seres humanos morían en cantidades preocupantes por causa de las enfermedades y las guerras.

Los humanos generadores de opinión (científicos, religiosos, políticos) temieron que se extinguiera nuestra especie y por eso demonizaron la sexualidad no reproductiva.

Tengo la sensación de que la preocupación actual es que ya somos muchos.

Cada vez hay menos guerras genocidas, la medicina está arrebatándole ejemplares a la muerte y los recursos informáticos están eliminando fuentes de trabajo.

Por eso aplaudimos el casamiento entre personas homosexuales (que no traerán más gente al planeta), luchamos para despenalizar el aborto y estamos muy liberales para aceptar las prácticas que cuando éramos pocos, se definían como perversas, tales como:

Masturbación, sexo oral, sexo anal, aparatos estimulantes, pornografía y todas las inofensivas parafilias (voyeurismo, animalismo, fetichismo, etc.).

En otras palabras: una vez superado el temor a desaparecer como especie, nos sentimos autorizados a disfrutar de los placeres sexuales sin tener que preocuparnos como antes por el destino final del semen.

Como el lenguaje es muy resistente a los cambios, seguimos pensando que las perversiones son siempre negativas, pero me animo a reconocer que muchas veces son divertidas, estimulantes, aeróbicas.

●●●

miércoles, 17 de febrero de 2010

El amor del odioso

Podemos ver un objeto color blanco sólo si está apoyado sobre algo que no sea blanco.

El fenómeno de la percepción ocurre cuando la figura y el fondo son distintos.

Un ejemplo perfecto es el camaleón. Este animalito tiene la increíble capacidad de igualarse con el entorno y por eso deja de ser percibido por sus depredadores.

Este fenómeno también ocurre fuera de la función visual. Por ejemplo, se dice que un sonido enmascara otro cuando —por ser tan similares—, dejan de ser distinguibles. Por ejemplo: un trueno y una explosión podrían no diferenciarse si ocurrieran en el mismo momento.

Con los afectos sucede algo parecido.

Es difícil para cualquiera percibir el amor de alguien que nos ama tanto como a su madre, a su hermano, a su vecino, al presidente de la república y a todo el pueblo de Japón.

Por el contrario, es muy fácil para cualquiera percibir que alguien nos ama si en el mismo momento demuestra con los hechos que odia a toda su familia, no tiene amigos, habla pestes de los compañeros de trabajo y el resto de la humanidad le resulta indiferente.

Todos necesitamos percibir que por lo menos una persona nos ama. Si fueran más, tanto mejor.

Por lo que acabo de decir, sólo podemos percibir por contraste, por oposición, por comparación. El amor se percibe cuando está próximo al odio o a la indiferencia.

Conclusión: Necesitamos percibir que nos aman y para poder percibirlo, nuestro amante debe odiar o ser indiferente con el resto de la humanidad.

Comentario: nuestra educación nos impide reconocer que esperamos tanta exclusividad de quien nos ama (¡pero la esperamos!).

●●●

martes, 16 de febrero de 2010

«La suerte de la fea …»

«… la bonita la desea».

¿Cómo nos reproducimos los humanos?

Ellas eligen y atraen al ejemplar masculino cuya dotación genética, en combinación con la propia, generará hijos hermosos y sanos. (1)

Ahora ensayaré una explicación de por qué a veces él no la fecunda.

Nuestra cultura necesita que sean los hombres quienes figuren como los conquistadores (los que mandan, gobiernan, deciden).

Esta situación es subversiva, está dada vuelta patas arriba porque las que verdaderamente seducen, atraen y convocan son las hembras, pero la cultura necesita darle a los varones un rol más prestigioso y por eso obliga a que todo el mundo mienta, disimule, niegue el instinto mamífero que nos gobierna.

Como los seres humanos somos animales ... y los animales no mienten (al menos con tanta hipocresía), entonces se produce un gran problema: la mayoría de los varones somos tímidos porque en vez de actuar sinceramente (reconociendo que tuvimos la suerte de ser elegidos por una hembra), tenemos que convertirnos en seductores, conquistadores, asediadores.

¿Por qué tienen tanta suerte las feas [según el refrán]?

Porque a los varones nos cuesta competir cuando tenemos que hacerlo con muchos otros hombres.

Las mujeres bonitas nos hacen pensar que tendremos que pelear con muchos hombres interesados, esto nos acobarda y por eso huimos de la competencia.

Sin esta subversión cultural, tanto la linda como la fea seleccionarían a uno o dos varones genéticamente atractivos y no existiría la tan temida competencia.

Aceptando la realidad (que son las mujeres las que eligen al varón que prefieren), todo sería menos complejo… y el refrán no existiría.

¿Se imaginan una fiesta sólo de hombres para festejar que uno de ellos fue seleccionado por una mujer para ser el padre de sus hijos?



(1) «A éste lo quiero para mí»; «Soy celosa con quien estoy en celo»

●●●

lunes, 15 de febrero de 2010

Temas prohibidos

Me animaría a decir que el deseo de saber no existe. Lo que existe es el deseo de confirmar.

Ante cada duda que tenemos, aparecen las hipótesis, (respuestas a priori, tentativas, provisorias).

La mayoría creamos por lo menos dos hipótesis, que genéricamente podríamos catalogar como «hipótesis agradable» e «hipótesis desagradable».

Por supuesto que nadie desearía tener que reconocer que la hipótesis verdadera es la desagradable y por esto digo que deseamos confirmar la hipótesis agradable.

Esta actitud tan poco seria parecería ser propia de quienes no se dedican a la investigación.

Existe el prejuicio de que los científicos —esas personas abnegadas que pasan horas encerradas en un laboratorio luchando por salvar a la humanidad de sus males— sólo buscan la verdad.

La verdad es una pobre cenicienta, una patética Miss Universo que anda por ahí mostrándose y recibiendo discursos de bienvenida, pero que sólo es aceptada si trae buenas noticias.

— Quisimos que nuestro planeta fuera el centro del Universo y pasamos siglos para que Copérnico dijera que no es así (pero seguimos insistiendo con que «el sol sale por el este»);

— Quisimos que nuestra especie fuera hecha expresamente por un fabricante de primer nivel (Dios) y casi le prendemos fuego a Charles Darwin cuando demostró que somos el resultado de una evolución biológica;

— Quisimos ser dueños de nuestros actos y seguimos negando que una parte nuestra es incontrolable (inconsciente);

En este estado podemos asegurar que hoy existen otras verdades que tienen la entrada prohibida por desagradables.

1) Los psicoanalistas no se animan a denunciar expresamente la inexistencia del libre albedrío;

2) La prohibición del incesto sigue envuelta en una nebulosa pues no se dice por qué está prohibido;

3) Los varones detentamos más poder sólo porque somos más grandotes y agresivos.

●●●

domingo, 14 de febrero de 2010

Siesta en familia

— No seas descarado Mauricio que mi hermana nos va a ver —le decía mi tía a mi padre, mientras él no sé qué cosas le decía con la boca hundida en su cabellera.

Estaban tan absortos en sus juegos que no se habían enterado de que yo los miraba a cierta distancia.

No era mi intención que ellos dejaran de hacer lo que hacían porque sentía una agradable excitación en todo el cuerpo.

Mi madre y mis abuelos dormían la siesta hacía rato y en algún momento despertarían y saldrían al patio.

Como un moscardón verde y estival, él insistía en apoyar su mano sobre el muslo de ella y ella la espantaba distraídamente como quien lo hace mientras lee.

Algo le dijo él que la petrificó por unos segundos. Giró levemente la cabeza y lo miró con ojos de espanto pero con una sonrisa intraducible. Bajó la cabeza y él volvió a hablarle al mismo tiempo que apoyaba de nuevo su mano en la pierna.

Cuando quiso sacudirla como para zafarse, se enteró que él la aprisionaba con firmeza. Entonces movió instintivamente los hombros como para escabullirse en una multitud. Ya no se reía y seguía mirando el pasto sobre el que estaban sentados.

Sentí un ruido en el comedor y se me erizó la piel. Al segundo salió el gato a desperezarse donde tenía más espacio.

Él continuaba con el asedio y me di cuenta que no era un espectador neutral sino que ya había tomado partido por uno de los contendientes. Por ella.

Comencé a prestarle más atención aunque sin saber lo que pretendía que hiciera para gratificarme como hincha.

Sin dejar de mirarla y hablarle, mi papá se puso de pie, se bajó el cierre del pantalón e hizo el movimiento que me enseñó para poder orinar de pie como los hombres.

Quizá por el temor de que mi corazón rompiera el pecho y volara en pedazos, no pude ahogar un grito de sorpresa, ellos se movieron como un resorte y mi madre corrió a taparme para que no viera.

●●●

sábado, 13 de febrero de 2010

Hasta el alma es solo materia

Creo que somos pura materia y que hasta nuestras reacciones más sublimes (amor, creatividad, sentido del humor), son funciones orgánicas cerebrales.

Esa pura materia que produce acciones tangibles (mover, transformar, destruir) y no tangibles (inventar una historia, crear una nueva melodía, emocionar con una mirada), no responde a nuestra voluntad sino que cualquier acción que se nos atribuya es el resultado de factores orgánicos (hormonas, complexión neuronal, herencia) y no orgánicos (clima, agentes externos, azar).

Dicho de otra forma: el libre albedrío no existe y todo es consecuencia de una dinámica universal (hasta el los más pequeños detalles).

Esto implica suponer que nuestras acciones están determinadas por fuerzas naturales (atracción, repulsión, fuerzas centrífuga y centrípeta, inercia) que son causas de ciertos efectos que a su vez se convierten en causas de otros nuevos efectos.

Suponer que somos todo materia y que el libre albedrío no existe, implica descartar la existencia de algún tipo de responsabilidad y de culpa.

«Los seres humanos no actuamos: los seres humanos somos actuados (movidos, desviados, detenidos, agredidos, estimulados, atraídos)».

Alguien podría decir: «Pero si no fuéramos responsables (por ausencia del libre albedrío), nuestra convivencia sería un caos porque los delincuentes serían inimputables».

Estamos condicionados a repeler de diversas formas todo lo que pone en riesgo nuestro bienestar, nuestra integridad física o la supervivencia de la especie.

Por esa condición reaccionamos quitando del medio a todo lo que nos haga daño, ya sean personas, objetos peligrosos, microorganismo, alimentos tóxicos.

Es posible pensar que no somos responsables porque no existe el libre albedrío pero estamos diseñados para reaccionar de diversas formas (punitivas, disuasivas, reeducadoras) ante quienes hacen algo que nos perjudica.

El delincuente delinque porque no lo puede evitar y nosotros no podemos evitar apresarlo, juzgarlo y encarcelarlo.

Nota: la imagen muestra el dibujo de una figura humana asociada a una cadena de ADN.

●●●

viernes, 12 de febrero de 2010

Embarazo estratégico

Para homenajear al dios de la guerra Marte (mitología romana), se usó su nombre para denominar al planeta homónimo, al día «martes» y al mes de «marzo».

Cuenta la leyenda que este dios se enamoró perdidamente de una bella jovencita (Rea Silvia) y la dejó embaraza.

Ella dio a luz a los famosos gemelos Rómulo y Remo, los que fueron abandonados en una canasta en el río Tíber.

Una loba que andaba por el lugar, sintió el llanto de los niños y se ofreció para alimentarlos con su leche (imagen).

Cuando los niños crecieron, fundaron la ciudad de Roma (a orillas del mismo río Tíber).

Claro que los comienzos de esta ciudad no fueron fáciles. Para conseguir pobladores cursaron una invitación general que aceptaron los peores personajes de la zona.

En pocas horas se dieron cuenta que con tantos delincuentes y sin mujeres, nunca llegarían a tener una gran ciudad como pretendían.

La mejor idea que tuvieron fue organizar una gran fiesta.

Nuevamente cursaron una tentadora invitación a los pueblos vecinos que por supuesto rechazaron, excepto el pueblo de los sabinos, quienes ingenuamente quisieron aprovechar la ocasión para tomarse un descanso de la continua laboriosidad que los caracterizaba.

Como estaba planeado, en plena diversión, raptaron a todas las mujeres y expulsaron a los hombres.

Los sabinos volvieron a sus casas y en pocas semanas armaron un ejército para rescatar a sus mujeres.

Pero cuál no fue su sorpresa cuando tuvieron que escuchar de ellas que ya no querían volver porque todas esperaban un hijo de algún romano.

Conclusión: milenios después y en plena vida real, algunas mujeres, cuando ven en peligro su estabilidad matrimonial, se embarazan para ver si pueden evitar un desagradable regreso con sus padres.

●●●

jueves, 11 de febrero de 2010

La libertad monopólica

Querida Rosana:

Cuando recibas esta carta, ya estaré fuera del país.

Mis amigos me confeccionaron la documentación falsa que me permitirá pasar por todas las aduanas sin dificultad.

Me cuesta mucho entender lo que nos pasó a ti y a mí.

Recuerdo que tu padre puso el grito en el cielo cuando —el día que me invitaron a cenar para conocernos—, alegué apasionadamente que no había que pagar ningún impuesto.

Sigo sin creer que él pague todo lo que debe pagar. Su empresa jamás puede tener tanta rentabilidad como la que ostenta.

Tu padre estuvo a punto de denunciarme a la policía cuando robé aquella camioneta Toyota para irnos a pasear contigo un fin de semana.

Notoriamente yo no soy de su agrado y es incapaz de disimularlo. Quise defenderte de él para que te libere, para que no se meta en tu vida, para que nos permita amarnos libremente, pero tú te opusiste.

Entiendo que es tu padre, pero ¿es lógico que tu no puedas enamorarte de quien quieras?

Cuando le robé el arma a un policía dormido para librarnos de tu padre, pusiste en juego toda tu paciencia para disuadirme, alegando que eso arruinaría nuestro futuro en caso de que me descubrieran.

Pero el motivo de nuestra separación no acabo de entenderlo.

Soy un hombre normal Rosana: quiero evadir impuestos como todo el mundo, quiero robar sin que me descubran como todo el mundo, deseo eliminar a quienes yo considero que son malas personas como todo el mundo y quiero que seas sólo mía como todo el mundo.

Estoy segurísimo de que si viviéramos juntos no necesitarías vincularte con otros hombres. ¿Por qué entonces quieres continuar siendo dueña de tu vida? ¿Qué te hace pensar que soy incapaz de respetar los derechos ajenos?

●●●

miércoles, 10 de febrero de 2010

Violencia indolora

No creo equivocarme cuando pienso que la crueldad viene perdiendo terreno como método privilegiado de control social y personal.

La fuerza bruta (violencia física, tortura, crimen) siguen existiendo pero con una tendencia a la baja.

Claro que la perturbación emocional que generan las noticias sobre este tipo de casos nos deja la sensación de que abundan. Es decir: la sensación subjetiva sigue siendo elevada.

En otras palabras: los atentados terroristas son espeluznantes, el sadismo policial genera un repudio incontenible, pero objetivamente, suceden con menos frecuencia que hace cien años.

Lo que sin embargo estamos perdiendo es intimidad.

La violencia física está siendo sustituida por el «control tecnológico»:

— desde un satélite estratosférico es posible leer los títulos de los diarios expuestos en los quioscos de cualquier país;

— al líder libio Muammar el Gadafi intentaron matarlo acertándole un misil por la ventana del baño de su palacio, disparado desde una gran distancia;

— ni usted ni yo imaginamos cuántos datos nuestros figuran en las bases de datos que alimentan y comparten las empresas financieras, comerciales y de seguridad (inteligencia).

En los hechos, continúan existiendo concentraciones de poder igual que antes, pero los que integramos el gran grupo de "los controlados" (subordinados, mandados), padecemos tratamientos menos invasivos, cruentos, despiadados.

Las concentraciones de poder se parecen a las intervenciones quirúrgicas: son indeseables aunque por ahora siguen pareciendo inevitables. Pero convengamos en que al neutralizar el dolor (aplicando el control tecnológico o utilizando anestésicos, respectivamente), hemos ganado en calidad de vida.

●●●

martes, 9 de febrero de 2010

Entender siempre alivia

No recuerdo de dónde obtuve la siguiente historia.

Después de 16 años, sale de la cárcel una mujer notoriamente envejecida por la mala vida.

Nadie la estaba esperando.

Comienza a caminar. La cámara nunca muestra su rostro.

Llama a la puerta de una casa, le abre una mujer que mira a la visitante con gesto de furia. Tras ella asoma la cabeza el marido quien comienza a gritarle haciéndole gestos de que se vaya.

La mujer les dice algo y ellos la dejan entrar de mala gana.

Se los ve sentados en sillones y muy tensos.

Parece que comienza a hablar por la cara que ponen los dueños de casa cada vez más enojados. Hacen gestos mostrando los dientes, los puños cerrados pero la ex-convicta sigue hablando sin moverse.

Al rato, los cónyuges se ponen serios, el hombre adopta un gesto de desconfianza. La esposa, de curiosidad y extrañeza.

Por los mínimos movimientos de la cabeza, es notorio que la visitante sigue explicando algo.

Los gestos de los esposos comienzan a cambiar, a perder crispación, a veces miran el piso, a ella se la nota con ganas de llorar, él levanta las cejas como diciendo ¡quién lo hubiera imaginado...!

Hay un momento de total quietud en la escena que termina cuando ambos cónyuges se levantan espontáneamente y abrazan a la visitante.

………

Aparentemente esta «mujer sin rostro» hizo algo que en su momento no pudo explicar y por eso fue condenada, pero cuando pudo explicarlo, fue perdonada.

El psicoanálisis logra explicar situaciones pasadas que nos hacen sufrir hasta que las entendemos.


Nota: La imagen corresponde al cuadro de Salvador Dalí titulado Muchacha en la ventana. Figuran algunos datos en Wikipedia.

●●●

lunes, 8 de febrero de 2010

Los destinatarios de la película Avatar

La película Avatar atrae a varios tipos de público:

— Al de los niños porque tiene muchas escenas de acción, ruidos explosivos a gran volumen y animales rarísimos;

— Al de los amantes de la ecología porque el eje del argumento predispone al espectador para odiar a los avaros depredadores y para amar a los proteccionistas;

— Al de quienes imaginan que la vida primitiva es mejor que la actual;

— Al de los americanos que continúan resentidos con la conquista española, porque es una alegoría en la que ganan los nativos y pierden los conquistadores.

— Y para los fanáticos del diseño gráfico y los efectos especiales: ¡una fiesta!

Por el contrario, no es atractiva para quienes hayan visto más de diez películas en su vida porque el argumento es demasiado simple y repetido.

Sin embargo, quienes amamos el cine podemos tolerar hasta tres películas como Avatar por el solo hecho de disfrutar del novedoso sistema de 3D (tercera dimensión).

Lo que me sigue pareciendo grandioso es que podamos asistir a un espectáculo fantástico, con un enorme despliegue de estimulos sensoriales, en butacas confortables, con temperatura ideal y por menos de 20 dólares.

Creo que los que llegamos vivos a esta etapa de la evolución del ser humano, tenemos motivos para estar conformes sin para ello tener que ignorar que continúan existiendo cosas para mejorar.

●●●

domingo, 7 de febrero de 2010

Ser o tener (pene)

— Te pago para dejar mi piel en tu diván.

— ¿Así que hoy piensa que es una víbora?

— Sí, de esas bien venenosas, que tienen una capucha.

— Cobra. Se llaman «cobra». ¿Usted me paga como dijo antes o cobra como dice ahora?

— Pago para que me dejes ser «cobra» sin criticarme como hace mi padre-el-señor-perfecto.

— ¿Un padre perfecto sería alguien que no critique a una hija-víbora venenosa?

— Un padre perfecto es uno que no critica la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.

— ¿Con qué asocia víbora?

— Con una _ija.

— No le oí. ¿Dijo hija o pija?

— Dije hija pero quise decir pija.

— ¿Se parecen en algo una «hija» y una «pija»?

— (silencio prolongado) No se parecen en nada pero odio a mi madre porque al único que atiende es a mi padre. Puedo estar con hambre, haberme peleado con un profesor o haber perdido un examen, que ella atenderá primero a su macho cuando llega del trabajo para darle un beso y una palmada en el culo. Con eso ella se pone loquita y no hace más que mover la cola como un perro.

— Entonces el veneno de la víbora son celos.

— Llámale como quieras, pero siempre fue igual. Fui abandonada a mi suerte. Apenas me atiende. Sólo tiene ojos para él.

— ¿Encuentra algún parecido entre «hija» y «pija»?

— (silencio prolongado) Mi madre me querría más si yo fuera varón. Si en lugar de ser «hija» fuera «pija».

— Si para ser preferida por su mamá necesita dejar de ser una mujer para convertirse en una parte del cuerpo de su papá, tiene la infelicidad asegurada porque nunca podrá lograrlo.

— (silencio breve) Es un disparate pero ya me tienes acostumbrada. No puedo ser una pija para ser deseada. Lo mejor será conseguirme una pija juntándome con un tipo. Como hizo mi madre que siempre está contenta.

— Nos vemos el viernes.

●●●

sábado, 6 de febrero de 2010

La libertad de criticar

La libertad de expresión descomprime muchas molestias propias de la convivencia y generadas por el ejercicio del poder al que están abocados los gobernantes.

Pero además, cuando estos autorizan a los gobernados a expresar sus quejas, críticas y hasta sus burlas, emiten una señal de fortaleza.

En general los pueblos reclaman la libertad de expresión como un derecho sagrado, pero no lo hacen para defender ideales:

Los pueblos reclaman a sus gobernantes que sean fuertes y lo comprueban indirectamente observando cómo permiten y resisten sus críticas.

Lo digo de otro modo: Cuando el pueblo exige la libertad de expresión, lo que está procurando es comprobar si los que mandan son realmente fuertes o no.

Todos sabemos que los niños suelen tener mal comportamiento, no solamente por error sino también con el deliberado intento de averiguar hasta dónde los padres están seguros de lo que hacen.

La vida familiar y escolar tiene un formato que luego se reproduce —con ciertas variantes— en la vida adulta (cívica, laboral).

Aunque todos queremos que los administradores del país nos aseguren las mejores condiciones de vida sin molestarnos, aceptamos que para lograrlo a veces tienen que hacer uso de la fuerza.

En nuestra afectividad se mezclan los sentimientos de respeto, miedo y amor.

A cualquier edad, nos complace amar porque este sentimiento surge del bienestar recibido del ser amado.

La capacidad que demuestra el ser amado para proveernos de bienestar, nos inspira un respeto que no se deteriora necesariamente cuando incluye algo de miedo.

●●●

viernes, 5 de febrero de 2010

El culebrón mitológico

No me nace venerar a los estudiosos académicos que se dedican a leer todo lo que escribieron antes otros estudiosos académicos que hicieron lo mismo, con lo cual el avance del pensamiento es seguro pero lento.

Pensándolo mejor, no sé si es tan seguro lo que repiten muchas personas. En todo caso es muy popular, pero no cierto, verdadero, confiable.

Por eso en muchas ocasiones retrocedo hasta la mitología porque hace miles de años los griegos y romanos carecían de antecedentes, no tenían más remedio que ser creativos, estaban obligados a decir lo que pensaban realmente y sobre todo, no tenían televisión.

Ellos construían historias muy divertidas con personajes que representaban particularidades humanas.

Ares era el dios de la guerra. Era un dios belicoso, amante de provocar disturbios y su deporte preferido era pelear a muerte.

Era impopular porque él no peleaba defendiendo los intereses de un solo bando. Por el contrario, apoyaba causas diferentes y hasta opuestas entre sí.

Afrodita (imagen) era una hermosa mujer con un temperamento tan apasionado que no debería haberse casado. Y menos con Hefesto. Representaba el amor carnal (no el amor romántico o platónico), la reproducción y hasta la prostitución.

Ares y Afrodita se convirtieron en amantes nada menos que en la cama matrimonial de ella.

Por supuesto que Hefesto se puso furioso y Ares tuvo que huir.

La mitología ha llegado hasta nuestros días porque refiere a las características básicas de los seres humanos.

El «Ares» que llevamos dentro, desearía luchar contra los obstáculos que se nos presentan, desearía encontrar y disfrutar del amor físico (Afrodita) más desenfrenado, pero sabemos que alguien o algo (Hefesto) se interpondrá para que ese gran momento se interrumpa.

Si la salud nos ayuda, cuando un obstáculo interrumpe la buena vida, resurgirá nuestro «Ares» para encontrar otra «Afrodita».

●●●

jueves, 4 de febrero de 2010

¡Vuelve conmigo mamá!

En el artículo publicado hoy con el título El dinero que da asco les comento que somos influidos por dos tipos de órdenes:

a) La naturaleza nos impone los instintos (de conservación, de reproducción y de apoderamiento) y

b) La cultura nos impone las normas de cada pueblo (vida en familia, monogamia, patriarcado, etc.).

Algunas normas culturales se oponen al instinto (la prohibición del incesto, la monogamia, el respeto a la propiedad privada).

Pocas veces sentimos comentarios (en el cine, los libros, la televisión) sobre estos graves conflictos sin resolver. Más aún: creemos que si existen, no son tan problemáticos.

La prohibición del incesto —por ejemplo—, es muy perturbadora de todo el área afectiva.

En algún momento de nuestras vidas (de cero a cuatro o cinco años), nos enteramos del placer corporal gracias a los cuidados maternos, aprendemos a amar a «esa fuente de placer», pero luego tenemos que olvidarnos de ella como objeto sexual.

Si para un adulto es terrible distanciarse de su ex-amante, imagínense lo que esto significa para un niño, que además de ser muy frágil, no tiene experiencia en fracasos amorosos.

Peor aún: Los adultos, cuando perdemos un ser amado, seguramente se lo comentamos a todo el mundo, pedimos ayuda psicológica, rezamos para que vuelva y de a poco vamos elaborando el duelo.

Ese fenómeno (que el psicoanálisis estudia bajo el nombre genérico de complejo de Edipo), es probablemente el conflicto entre nuestros instintos y nuestra cultura que más dificultades psicológicas nos provoca.

Y subrayo: lo más doloroso no es tener que abandonar nuestro deseo de formar una pareja con nuestra madre, lo más doloroso es no poder conversarlo, discutirlo, verbalizarlo, comentarlo, desahogarnos con alguien.

Atemorizados por la represión cultural, nuestra psiquis se olvida de que tiene ese conflicto activo ¡y sin resolver!

●●●

miércoles, 3 de febrero de 2010

Educar y amaestrar

Si observamos los productos de ficción que consumen los niños (films, comics, juegos), constataremos que las aventuras que vive el personaje principal (con quien el pequeño se identifica) están sobrecargadas de exigencias y proezas sobrehumanas.

La megalomanía (delirio de grandeza) disminuye la angustia que padecemos por sabernos muy vulnerables.

Este sentimiento compensatorio está en función inversa al miedo que sentimos a sufrir o morirnos. Las fantasías son más grandiosas cuanto más débiles nos sentimos.

A pesar de que los demás seres vivos demuestran claramente que son más fuertes y cuidadosos del ecosistema que los contiene, igual nos creemos la especie superior.

Hasta cierto punto este orgullo (infundado) se manifiesta entre nosotros cuando las diferentes clases sociales suponen que «los otros son unos animales».

En los ejércitos conviven los oficiales con los soldados rasos.

Los militares suelen pensar que los oficiales son humanamente superiores a los soldados rasos, (porque han estudiado, porque provienen de clases socio-económicas medias y altas o simplemente por un prejuicio).

Esta creencia incluye suponer que los oficiales «tienen agallas» (coraje, resistencia, nobleza), mientras que los soldados rasos, por ser inferiores, tienen que ser adiestrados, aplicándoles procedimientos que en gran medida se parecen a los que se usan para amaestrar animales (premios, castigos, ejercicios agotadores).

Se supone que un oficial sólo puede incumplir su obligación por desmayo (lipotimia) o fallecimiento. Los soldados rasos son «hijos del rigor», «deben estar continuamente vigilados», «no piensan».

En suma: la creencia (infundada) en que los seres humanos somos una especie superior al resto de los seres vivos, nos autoriza a pensar que dentro de nuestra misma especie también hay personas que son más humanas que otras.

●●●

martes, 2 de febrero de 2010

Cuando el hombre no tiene nombre

En este artículo reflexionaré sobre dos temas:

1) Cuando el hombre no da su nombre, puede ser irresponsable; y

2) El vocablo anomia significa tanto «olvido de los nombres» como «ausencia de normas».

El 90% de las personas corremos el riesgo de convertimos en antisociales cuando tenemos asegurado el anonimato.

Muchos delitos no se comenten por temor del transgresor a ser descubierto.

Muchos delitos si se comenten porque al transgresor no le importa ser descubierto o —peor aún—, desea ser reconocido por ese acto delictivo.

Existe un mismo vocablo para designar dos fenómenos diferentes. Anomia es:

1) el desorden neuropsicológico que impide recordar el nombre de los objetos o de las personas; y también

2) la falta de respeto hacia las normas de convivencia (ensuciar lugares públicos, evadir impuestos, desconocer el orden de una fila).

A veces decimos el hombre para referirnos genéricamente a cualquier ejemplar de nuestra especie (por ejemplo: «el hombre es un animal de costumbre») y es una interesante coincidencia la similitud gráfica que existe con la frase el nombre.

Esta similitud gráfica (se diferencian sólo por una pequeña rayita vertical de la letra «h») nos permite suponer que el nombre y el hombre pueden ser conceptos equivalentes y hasta sinónimos para nuestro intelecto.

De acá podemos deducir que cuando usamos nuestro anonimato (cuando no exhibimos nuestro nombre), lo que estamos haciendo es prácticamente convertirnos en fantasmas, en personas no reconocibles por la sociedad, por lo tanto no responsables como ciudadanos, capaces de ignorar las normas de convivencia (anomia), hacer uso y abuso de objetos que no nos pertenecen, comportarnos de manera antisocial.

●●●

lunes, 1 de febrero de 2010

Los hombres no lloran

En un artículo publicado hoy con el título El verdadero amor verdadero comento que según la definición oficial de la palabra amor, éste surge de nuestra debilidad.

Por lo tanto, quienes no toleren reconocerse como débiles, no podrán amar.

Dicho de otra forma: para poder amar, primero tenemos que reconocer que somos débiles y que necesitamos la ayuda de otras personas.

Esa definición oficial consigna sin embargo que el amor también puede sentirse hacia cosas útiles. Esto permite entender por qué alguien ama a su computador, celular o vehículo.

El dolor es imprescindible para la conservación de la vida. Imagine qué sucedería si su dedo no le informara que se está quemando en el fuego. Este defecto neurológico pondría la sobrevivencia en alto riesgo.

La alexitimia es un defecto —también neurológico— que produce una especie de desconexión de nuestras emociones (1).

Si la insensibilidad al calor es peligrosa, la alexitimia también lo es. No poder amar (autismo) nos deja fuera de la red social que nos sostiene.

Dicho de otra forma: es posible que alguien no pueda vincularse (establecer lazos afectivos) porque no puede aceptar que es vulnerable.

Todos desearíamos ser tan fuertes como los súper-héroes de la ficción, pero en los hechos constatamos que esto no es así.

Conclusión: Quienes no pueden aceptar su debilidad, difícilmente puedan amar.

Antiguamente se nos inculcaba que “los varones no lloran”, lo cual era interpretado como que los varones no deben ser débiles, no deben demostrar sus miedos, tienen que ser valientes.

Felizmente esta cultura está desapareciendo, y ahora los varones no tenemos por qué ocultar que somos humanos, tan vulnerables como las mujeres y que también necesitamos ayuda.

Este sinceramiento nos permite amar y dejar que nos amen.

(1) Según Wikipedia , padecen alexitimia una de cada siete personas.

●●●