jueves, 11 de febrero de 2010

La libertad monopólica

Querida Rosana:

Cuando recibas esta carta, ya estaré fuera del país.

Mis amigos me confeccionaron la documentación falsa que me permitirá pasar por todas las aduanas sin dificultad.

Me cuesta mucho entender lo que nos pasó a ti y a mí.

Recuerdo que tu padre puso el grito en el cielo cuando —el día que me invitaron a cenar para conocernos—, alegué apasionadamente que no había que pagar ningún impuesto.

Sigo sin creer que él pague todo lo que debe pagar. Su empresa jamás puede tener tanta rentabilidad como la que ostenta.

Tu padre estuvo a punto de denunciarme a la policía cuando robé aquella camioneta Toyota para irnos a pasear contigo un fin de semana.

Notoriamente yo no soy de su agrado y es incapaz de disimularlo. Quise defenderte de él para que te libere, para que no se meta en tu vida, para que nos permita amarnos libremente, pero tú te opusiste.

Entiendo que es tu padre, pero ¿es lógico que tu no puedas enamorarte de quien quieras?

Cuando le robé el arma a un policía dormido para librarnos de tu padre, pusiste en juego toda tu paciencia para disuadirme, alegando que eso arruinaría nuestro futuro en caso de que me descubrieran.

Pero el motivo de nuestra separación no acabo de entenderlo.

Soy un hombre normal Rosana: quiero evadir impuestos como todo el mundo, quiero robar sin que me descubran como todo el mundo, deseo eliminar a quienes yo considero que son malas personas como todo el mundo y quiero que seas sólo mía como todo el mundo.

Estoy segurísimo de que si viviéramos juntos no necesitarías vincularte con otros hombres. ¿Por qué entonces quieres continuar siendo dueña de tu vida? ¿Qué te hace pensar que soy incapaz de respetar los derechos ajenos?

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Para tener una rentabilidad que permita tener la conducta del padre de Rosana, hay que haberse puesto en manos de profesionales desde el vamos...
Pero como el hambre acosa...pues ya ve usted.
Los esquemas funcionan para hablar de temas predeterminados en tardes de ocio.
Ahora que el frustrado novio de la chica debe haber comprobado que no le da el cuero para ser un buen chico, y se transformó en eso que ud quiere demostrar que ahora es.
Lo del huevo y la gallina me parece apropiado.
Y que los asesores le cobren a quien puede pagarles, también.
Pero asesorando a todo el que necesite de sus servicios, aún sin sus preciados honorarios, está consiguiendo que las cosas no sean tan ...jodidas.
Estas cosas se suelen aprender en carne propia.

Magalí dijo...

Y es verdad, hay gente así, como el ex de Rosana.

Rubén dijo...

El padre de la chica era un empresario de buena estirpe y el muchacho un atolondrado sin escrúpulos que la quería fácil.

Elisa dijo...

Después de que me decidí a robar, deseo que no me hayan visto, pero por suerte no acostumbro decidirme a robar.

Ingrid dijo...

Aunque no tiene mucho que ver, este relato me hizo acordar a un diálogo telefónico que tuve ayer con un fletero. Lo llamé para avisarle que iba a prescindir de sus servicios porque creía que en la camioneta que él me había descripto no cabían mis pertenencias. Se ve que lo agarré en un mal día porque se enfureció. Me preguntó qué sabía yo de fletes, qué elementos tenía para suponer que los bultos no entrarían, por qué lo había llamado para romperle las pelotas.
Mi intención simplemente, fue avisarle con unos días de anticipación para evitar perjudicarlo.
El hombre dio por hecho que yo no tenía el derecho de elegir si usaba o no sus servicios.

Lilí dijo...

No creo que ese muchachito necesite robarle el arma a un policía dormido.

Isabel dijo...

Desgraciadamente el hombre normal que tu describes en el cuento, es más que frecuente.

Cacho dijo...

Mi filosofía no es enamorarme de quien quiero, es enamorarme de quien puedo.